Capítulo 12
Natsu se encontraba escondido tras la esquina cuando Sasuke decidió tocar a la puerta de aquella enfermería. Esperó poco tiempo hasta que salió junto a Sakura, posiblemente a dar una vuelta.
Con el lugar vacío y a solas con Lucy, era su momento. Su momento de hablar. De contarle todo. De decirle que ella era su mejor amiga y la chica con la que formó equipo desde que se unió a Fairy Tail.
Ella y solo ella.
¿Pero cómo decírselo a una amnésica perdida? ¿Cómo decírselo cuando los recuerdos que tenía con él—que era lo mejor que le había podido dar—eran solo solitarios y fríos? ¿Qué había de cuando Lucy lo abrazó cuando tenía miedo? ¿Qué había de cuando él corrió desesperadamente tras que Lucy fuera expulsada por aquel artefacto? ¿Qué había cuando él limpiaba sus lágrimas? ¿Cuando Lucy cogió la bufanda de aquel Dragneel sin preocuparse de que abajo había un gran vacío?
¿Qué había...?
Se lamentó por ser tan inútil en aquella situación. ¡Si el problema fuese un enemigo, lo habría freído a llamas en minutos!
Pero el problema era Lucy. El problema era que solo podía quedarse, ahí, quieto, en frente de la enfermería, preguntándose "¿Qué había...?" que en vez de una respuesta, necesitaba una acción.
—Eh, Natsu—la voz de Gray lo sorprendió. Provocó un pequeño escalofrío en él, preguntándose si aquel hombre de hielo habría pensado que sería un sospechoso al estar acosando la puerta de la enfermería—. ¿Vas a hablar con Lucy?
—No, obvio que no—se molestó, mirando desafiante a su mejor amigo—. ¿Y tú? ¿Quieres pelear?
—¡¿De qué hablas, cerebro chamuscado?!
—¿Y t-
—¡Ya basta!—Erza apareció, abriendo la puerta que había justo al lado.
Ambos observaron a su amiga; Erza Scarlet se veía demasiado mal. Su cabello pelirrojo seguía igual de brillante y posiblemente sedoso, pero sus ojos ya no eran los mismos. Sus labios tenían pequeños cortes de no cuidarlos, y sus ojos estaban decorados por aquella terrible marca que salía al no dormir—también llamado ojeras—y parecían haber perdido un poquito de su brillo natural.
Eran castaños. Ni un castaño que te enamoraba ni un castaño que brillaba intensamente al verte o al ver un pastel que tanto amaba. Simple y solamente castaños.
—¿E...Erza?—el pelinegro miró a su compañera, dándose cuenta de aquellos detalles que para muchos pasarían desapercibidos.
—¿Qué?
—Ah... Nada—se congeló, dando un paso hacia atrás.
Pero el Dragneel ni siquiera se dio cuenta de lo terrible que sería decir palabra de su terrorífico aspecto. Simplemente siguió siendo él.
—¡Te ves horrible!—soltó junto a una pequeña carcajada.
Para la sorpresa de Gray—quien casi literalmente se cagó encima—, Erza no reaccionó. Solo dio un paso hacia él, ignorando al pelirosa.
—¿Vamos?—le preguntó.
—¿Ir dónde?—el pelirosa miró a sus dos compañeros. ¿Desde cuándo había tanto secretismo en Fairy Tail? ¡Se lo contaban todo!
—Es difícil de explicar, Natsu-
—Erza—le interrumpió Gray—. Quizás deberíamos-
—Aún no sabemos qué tienen que decir.
—¿Decir qué?—volvió a quejarse, otra vez, con el resultado de ser ignorado.
—Es sobre Sakura y Lucy—al escuchar ambos nombres prestó atención. Últimamente en Fairy Tail solo se hablaba de ambas, y también de Lisanna. De que se habían dado por muertas. Y obviamente, también cuchicheaban sobre la viajera de otro mundo tal y como lo era Sasuke, su nuevo amigo. Solo hablaban y hablaban sin saber qué era seguro y qué no. ¡Incluso había rumores de que Lucy y Sakura eran hermanas! Era totalmente discutible. No se parecían en nada—. Charles quiere hablar con nosotros.
—¿Con el equipo...?—murmuró. Porque si así era, Charles se había olvidado de darle la "invitación" a aquella reunión.
—No lo sé, Natsu. De momento con nosotros y con pocos más—suspiró la Scarlet.
Se veía en su voz y en sus gestos que estaba agotada. Cansada y a punto de rendirse ante su cama, aquella que hacía tiempo que no sabía lo que era tener a aquella mujer tan pesada entre sus sábanas.
Necesitaba descansar, y lo necesitaba ya.
—No entie-
—Tranquilo. No te dejaremos detrás de esto—le interrumpió el Fullbester—. Pero ahora mismo no podemos quedarnos a hablar.
—Llegamos tarde—informó Erza.
—Mejor vámonos.
Natsu se quedó con la palabra en la boca. Quería preguntar una última vez si podía ir, aunque bien ya se esperaba un rotundo no por parte de la pelirroja.
Sin embargo, no le importó.
¿Debería hacerlo?
Había algo que le preocupaba más; seguía estando delante de esa puerta. Detrás de aquella pared posiblemente se encontraba Heartfilia durmiendo. Una chica descansando. Una chica que despertaría aquel mismo día y seguiría teniendo la misma fuerza de siempre.
Pero una chica que no le recordaría.
Pum, pum, pum.
¿Por qué era tan difícil verla? Más de una vez se coló en su casa o corrió hacia Lucy sin importarle nada.
Pum, pum, pum.
Cada vez su corazón iba más deprisa.
Si cerraba los ojos y se concentraba en nada más que él, podría escuchar esos latidos tan alterados y ruidosos.
Esos latidos que afirmaban el amor que tenía el Dragon Slayer por la maga estelar. Un romance como Sting y Yukino.
O no. Quizás uno mejor. Más feroz. Más real.
Comenzó a sacudir su cabeza y estirar de sus propios pelos. ¿Cómo había puesto en duda el amor que siente uno de sus amigos? Pero, ¿cómo había calculado el amor que sentía por ella?
¿Por qué era tan difícil?
Todo era más fácil cuando estaba ciego, pensando que era amistad. ¡Era Natsu Dragneel! Un romance en su vida era algo que nadie esperaría.
Ni siquiera cuando le prometió a Lisanna casarse con ella.
Lisanna.
No le molestaría, ¿verdad? ¿Acaso dañaría a alguien al dar el primer paso?
Pum, pum, pum.
Ya no solo era su corazón, si no, también su respiración la que comenzó a agitarse.
Vamos, hazlo.
Y lo hizo.
Abrió la puerta y dio un paso hacia adelante.
Lo primero que vio fue a aquella chica acostada en la camilla, como bien ya había imaginado.
Pero volvió a fijarse en los detalles como aquella vez que la tuvo moribunda entre sus brazos. ¿Era demasiado pedir volver a ese día?
Sus cabellos rubios se deslizaban con unos pequeños rizos rebeldes por aquella almohada.
Sus pestañas eran perfectamente largas y negras, igual que sus labios que aún mantenían su brillo natural.
Lo único que andaba mal en ella era aquella cicatriz en su mejilla.
Se acercó poco a poco sin apartar la vista de aquella herida. Una vez cerca—muy cerca—inclinó su cabeza para ver con sus propios ojos negros el rostro de Lucy.
Sin darse cuenta, su mano estaba a unos milímetros de sus mejillas sonrojadas. ¿Cuándo la yema de sus dedos querían sentir la suavidad de aquella chica? ¿Cuándo cada parte de su cuerpo tenía vida propia?
Al darse cuenta la retiró, pero siguió observando.
Había manchas de sangre cerca de su cuello además de suciedad.
Se preguntó cuántas veces necesitaba de su ayuda y no pudo dársela.
Peor. Él pensó que ella estaba muerta.
Pero su dolor fue mayor que cuando conoció a la Lucy del futuro y murió justo a su lado. ¡Intentó evitar su muerte! Pero no lo consiguió.
¿Y qué hizo con la Lucy actual?
Solo dejar que se marchara. Peligro tras peligro. ¡Era una maga estelar! Quizás la más fuerte de las magas estelares. La chica que aspira a más de lo que es.
Aun así se negaba. Se negaba rotundamente a dejarla sola. Ya sea en una misión o en algún otro lugar.
¿Y si la perdía otra vez?
No podría volver a repetir aquellas noches en vela, aquellas lágrimas derramadas, aquel corazón que, si no fuese por el dolor que le causaba, parecería que no estuviese ahí. No podría soportar derrumbarse otra vez.
Al menos estaba avisado y el destino le había dado una segunda oportunidad. Al menos Lucy estaba viva y, por el momento, a su lado.
—Lucy—susurró.
Posiblemente si alguien lo escuchase diría que es su voz,y que aquel Dragneel estaba tranquilo.
Pero quien pudiese inspeccionar y leer tonos sabría que no era así.
Era una súplica.
Una súplica para que se quedase a su lado.
—N..N...—los ojos negros de aquel muchacho se abrieron en cuanto sus oídos sintieron el cosquilleo de sentir su voz. La voz de aquella rubia. La voz de su compañera. Aquella voz que parecía estar a punto de quebrarse. Ella seguía dormida, pero no parecía estar disfrutando de aquel sueño—. Na...Na...
Pum, pum.
¿Iba a decir su nombre?
—Natsu...
Al escuchar su nombre no supo si sentirse feliz, a pesar del rostro triste de aquella chica mientras lo pronunciaba.
De pronto se fijó en aquella pequeña gota que se estaba creando en la pestaña derecha de Lucy.
Comenzó a deslizarse hasta caer en la almohada. Natsu escuchó el sonido de la gota impactar en ella gracias a su fino oído.
Un ruido que no le gustaría volver a escuchar. No si las lágrimas eran de Lucy.
—Lucy, estoy aquí-—susurró, pero la Heartfilia solo hizo un mal gesto, aún dormida.
—Todos... Por favor, no se vayan...
Fue Natsu quien quebró al escuchar aquella súplica.
Se arrodilló, apoyando su cabeza en la propia camilla, observando el cuerpo de Lucy. Su abdomen se levantaba y bajaba debido a su respiración regulada.
Aun así él pudo ver que Lucy necesitaba ser despertada.
—No pienso irme...—le contestó en un tono bajo, sabiendo que seguía dormida. Y al parecer lo estaría por un buen tiempo más.
—Yo te protegeré... Ren...
—Yo te protegeré, Ren—dijo una pequeña Heartfilia, bastante entusiasmada.
Recordaba todos los momentos que había pasado con su amigo y los disfrutaba. Recordaba esos extraños ojos rojos.
Siempre bromeaba con que él era un vampiro, pero siempre paraba en cuanto veía que Ren era el único que no disfrutaba aquella pequeña broma.
—Pero jamás hice esto...—susurró, jugando con la punta de sus dedos.
El pequeño rubio tenía ante él un libro en un lenguaje bastante desconocido.
La pequeña señorita lo había sacado de su biblioteca, de la parte favorita de su madre.
—No importa. Las hemos encontrado todas, ¿no? Solo debemos de mantener esto en secreto y practicar. Juntos seremos los mejores magos del universo.
Lucy seguía moviéndose. Cada vez más nerviosa.
¿Acaso era sonámbula?
—Lucy—dijo Natsu, con más claridad—. Lucy, Lucy...—repitió.
Poco a poco comenzó a sentir ese sentimiento de miedo que tanto detestaba.
Miedo por Lucy, que no parecía nada feliz con lo que soñaba. Incluso terminaría por hacerse daño si seguía moviéndose de aquella forma tan brusca.
Había pasado noches con ella en su casa, pero jamás la vio moverse tanto en sueños. Lo máximo que fue, fue una patada en su trasero.
—¿Qué habéis hecho?—regañó el anciano, observando cómo dos niños permanecían tirados, ensangrentados y asustados en aquellos escombros.
Antes era su lugar de juego favorito. Una casa que nadie recordaba, pero que era bastante hogareña para ambos.
A veces, incluso cuando no tenían ganas de practicar con sus llaves, se dedicaban a jugar a papás y mamás.
Lucy siempre quería hacer el papel de padre, ¿y cómo decirle que no a aquella cara tan adorable?
—Solo... intentamos...
El anciano parecía cabreado, pero más que eso, parecía estar asustado de aquella pareja.
Comenzó a dar un paso hacia atrás. Cada vez uno. Después otro. Cuanto más rápido llegara a su casa sería mejor.
Pero antes de que pudiese siquiera apartarse de la vista de ambos, una persona apareció detrás de él.
Era oscura y solo podía mostrar su sonrisa.
Era diabólica, pero no sería un problema para aquellos magos estelares.
Estaba enfadada.
Enfadada porque alguien lo había llamado.
Sus ojos rojos eran bastantes parecidos que a los de Ren, y su sonrisa no estaba hecha por dientes; solo por colmillos.
Sus garras parecían estar afiladas perfectamente para, con la punta de ellas, perforar tu corazón y ahogarte en tu propia sangre. Una muerte sabrosa, pues tu paladar se llenaría del sabor a hierro.
—Ren...—susurró la rubia, abrazando a quien era su mejor amigo. Apretó su agarre al ver a aquella bestia.
Se acercó a aquel pequeño anciano.
Sin apenas pensárselo, aquella cosa sin nombre extendió su brazo sin importar que el cuerpo de aquella persona estuviese delante.
Ni siquiera usó un arma; solo aquellas garras de pocos metros que decoraban su gran mano.
Poco a poco en el suelo comenzó a formarse un charco de sangre donde la Heartfilia podía ver reflejado todo el odio que había en aquella escena.
Tenía miedo.
Mucho miedo.
Quizás demasiado.
¿Qué estaba pasando?
Peor, ¿qué hacía aquella cosa en su lugar favorito?
A pesar de que sus piernas le comenzaron a temblar, se levantó.
Dio un paso hacia adelante para estar en frente de Ren.
Extendió sus manos, mirando ferozmente a aquella criatura que sembraba el miedo allá donde fuera,
—¡No te atrevas a tocar a Ren!
Pero no fue aquella cosa quien habló, sino, el mismísimo protegido.
—Ikke hende. Kom tilbage—gritó el rubio.
Y aquella cosa se desvaneció.
Su inocencia fue demasiada, que por un momento pensó que lo habría derrotado con solo gritarle.
Pero la verdad fue descubierta en cuanto se giró y vio cómo su amigo sujetaba una llave negra.
Aquellas llaves negras que ella misma había sacado de un cajón que le pertenecía a su madre.
Pensó que ser un amiga de un mago estelar sería divertido. Pensó que compartir su magia con Ren sería único.
Pero esas llaves no eran luz, como las que Layla le dio a ella.
Esas llaves eran diferentes.
Eran oscuridad.
—¿Ren...?—susurró, queriendo saber cómo debería actuar.
—Es Det Onde—informó el rubio, levantándose del suelo y sacudiendo su polvo—. Estuve practicando. No necesito a tus espíritus para usar todas las llaves que tengo.
—¿Tú... mataste a ese señor?
Ren asintió con la cabeza.
—Él quería chivarse. Todo lo que hemos hecho sería para nada. Lucy, ¡tenemos futuro juntos! Siempre te protegeré. Y tú a mí también. Es por eso que no permitiré que nadie te haga llorar. Aunque eso implique que deba terminar con su vida.
Abrió completamente sus ojos, bastante asustada.
Pegó un salto, levantándose de la cama.
Incrédula, comenzó a tener una batalla interna.
Ren. Ren no era así, ¡aquello debía de ser un sueño y no un recuerdo! Pero tal y como estaba en su estado actual, ¿cómo diablos podría asegurarse de ello?
Sintió un cosquilleo por su mejilla. Tocó con sus dedos a qué se debía, y lo vio; eran lágrimas.
Aquel sueño estaba terminando con ella.
Todo estaba terminando con ella.
—Lucy...
Pero alguien estaba ahí, a su lado.
Vio a aquel chico pelirosa. Si mal no recordaba, él era Natsu Dragneel. Uno de los más poderosos de Fairy Tail. ¡Se escuchaban muchas historias sobre los destrozos que hacía! ¿Qué hacía ahí, a su lado? ¿Qué hacía mostrando su rostro de preocupación? ¿Qué hacía perdiendo el tiempo con ella?
—¿Estás... bien?
Su pregunta quería una respuesta sincera, de eso se dio cuenta.
Así que lo hizo.
Pudo haber escogido mentir. Pudo haber pensado que aquel chico le fallaría o bien no le importaba. Pudo, pero no fue así. Natsu la apreciaba. E incluso sin recuerdos de por medio ella podía darse cuenta de ello. Claro que era extraño que una persona que apenas conocía hiciese aquella mueca de miedo al verla así, ¿y qué se le iba a hacer?
Lucy negó con la cabeza, regálandole a Natsu una de sus mejores sonrisas.
—No, no estoy nada bien. Sé que sonará raro que te pida esto... Digo... eres tú. No me conoces y no somos nada, pero...—no sabía cómo pedirlo. ¡Jamás pensó que fuese tan difícil! Pero lo necesitaba. Se sentía miserable al dudar de Ren, su mejor amigo—. ¿Puedes... abrazarme?
El pelirosa asintió.
Se acercó a ella con miedo e ignoró que estaba sentada en una cama.
Solo rodeó su cintura y dejó que la Heartfilia rodeara su cuello. Apoyó su cabeza en sus hombros y respiró el aroma quemado que desprendía. El aroma que, por alguna extraña razón, se introducía en sus fosas nasales como si tratase de un olor a rosas.
Cerró sus ojos sintiendo la conformidad.
El corazón de Lucy volvió a palpitar, pero no podía distinguir por qué.
Esa sensación era familiar.
La sensación de que unos brazos eran tu casa. La sensación de seguridad.
El aroma, la manera en la que los dedos de Natsu sujetaban su cintura, la respiración de aquel chico, su aliento, el cosquilleo que hacía estar cerca de él...
—Lucy... ¿estás...llorando?
¿Cómo no llorar?
Al fin se sentía a gusto y segura.
Aún cuando sus recuerdos eran nulos, lo tenía a él.
Primero tendría que descubrir cuál era su relación con aquel chico, pero lo tenía a él.
—Yo... no te recuerdo—informó la Heartfilia—. Sin embargo, sé que estábamos destinados a abrazarnos.
Ambos se ruborizan ante aquella declaración. Natsu estaba feliz a pesar de que entró para decirle a aquella rubia sobre Ren. Sobre sus sentimientos.
Sobre todo.
Pero terminó con algo mejor.
Quizás el destino no estaba destinado a ganar.
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