5, Lo que nace del corazón.
—Bien, muéstrame tus manos —ordeno Morgana.
Arabella alzo las mangas y se las enseño. Tres años después del riguroso entrenamiento su piel parecía no adaptarse a la espada.
—¿Cómo te sientes hoy? —le pregunto, mientras le ponía un ungüento.
Arabella vio con disgusto aquello. Olía feo y tenía la sensación de que le haría doler.
—Cansada, como debería estar al entrenar durante la madrugada —dijo de mala forma.
No estaba del todo equivocada. Aquel ungüento le hizo arden algunas pequeñas llagas, pero no logro soltarse del agarré de su mano.
—Lo siento, pero sabes cómo es.
—No, no se cómo es —gruño, y logró quitar la mano—. Soy princesa o soy bruja. Y prefiero esto último.
Morgana la vio con cierta furia en la mirada.
—No puedes, y lo sabes —dijo—. Pero un día, lograrás serlo.
—Es lo que me dijiste cuando me convenciste de tomar este lugar —exclamo apurada—. Ya estoy arta.
Arabella se apartó y le dio la espalda. Estaba enojada con la situación. Desde el día en que la consagraron princesa por decreto, todo parecía ser más difícil, y alejarla de lo que más le gustaba. La libertad de estudiar y hacer magia.
Morgana se acercó a ella, y la tomo de los hombros para luego acercarla al espejo que allí había. Acomodo el cabello, y paso un dedo por su mejilla, secando la lágrima que caía.
—Solo ten paciencia hija, y el mundo pronto estará a tus pies, como corresponde —dijo dando una leve sonrisa.
—¿Cómo estás tan segura de eso? —pregunto Arabella—. Llevando una doble vida, lo más probable es que muera antes que suceda.
Morgana le sonrió, de una forma que nunca antes vio. Notaba cierta oscuridad en su cariño que la confundía, y le hacía temblar cuando más débil se sentía.
—Solo confía en mamá —dijo, y le dio un toque a sus hombros—. Y prepárate que pronto nos marcharemos a Francia.
Se alejó y se dirigió a la puerta, mientras que Arabella la veía en silencio sin entender bien lo que le trataba de decir.
—¿A dónde iremos? —pregunto, y se cruzó de brazos—. Francia está lejos ¿No lo crees? Realmente no me apetece ausentarme demasiado.
—Hija, se de trucos que aún desconoces —sonrió desde la puerta—. Ordena que te traigan un vestido elegante, lo vas a necesitar.
Sin estar del todo satisfecha, fue detrás de Morgana y la alcanzó justo en el momento en que se cruzó con la reina, y todo parecía haber tomando más color, y sentirse más cálido. La hechicera ya no sonreía de manera tenebrosa, y sus ojos brillaban con una luz particular, que Arabella amaba ver.
—Justo a quien quería ver —exclamo con alegría Guinevere.
—Y tienes toda mí atención —dijo Morgana ofreciéndole el brazo.
Las vio irse, y no noto la sonrisa al ver a su madre tan feliz junto con la otra rubia. Comenzaba a tener ciertas sospechas acerca de la relación amistosa de ellas dos, pero prefería mantenerse al margen.
Al dar la vuelta, noto a Hisirdoux viéndola fijo, con una sonrisa coqueta. Ella lo ignoro, y paso a su lado. Él la detuvo con delicadeza del brazo, haciendo que Arabella quedará frente a él, más cerca que en otras ocasiones.
Tomo un poco de aire, tratando de no focalizarse en sus ojos. Aquellos de un hermoso color ámbar que a ella le robaba suspiros, cuando tenía toda su atención.
—¿Aún sigues enojada conmigo?
Entonces los nervios por tenerlo tan cerca, que temia que fuera capaz de oír los latidos de su corazón, se disiparon. Porque Hisirdoux, con el tiempo, lograba eso. Que sintiera que la respiración no le era suficiente cada vez que lo veia, o que no tuviera la suficiente fuerza para machar su cabeza.
—No, ¿Cómo podría? Acepto abiertamente que le hables de esa forma a todas las muchachas que se cruzan en tu camino —dijo ella, y sonrió mostrando los dientes.
—¿Celosa Pericles?
—Quisieras cariño, tengo cosas más importantes que hacer que verte retorcerte como lombriz frente a otras damiselas —dijo, y se zafó de su agarre.
Hisirdoux rió por eso, y otra vez la tomo del brazo.
—Como si tu no te hicieras la linda frente a la caballería cuando tienes la mínima oportunidad —dijo.
—No me hago la linda, soy hermosa. Y no coqueteo —se acercó para sonreírle—, me coquetean.
Se apartó, y alzó la cejas en señal de aburrimiento.
—Tampoco ando perdiendo la cabeza por cada cara bonita que veo.
—Bueno, en ese caso, solo contigo pierdo la cabeza —dijo, con voz algo temblorosa por lo nervios.
Hisirdoux se acercó la distancia que ella puso de él.
—Las mejores palabras son solo para ti, y lo sabes —dijo coqueto, tratando de disimular sus nervios.
—Eres un tonto —murmuro.
Ella contuvo la sonrisa que se le dibujaba al oír eso, y apartó la mirada a un lado para evitar quedar descubierta. Le agradaba oírlo decir eso, pero aún quería mantenerse firme frente a él. No deseaba que por casualidad se diera cuenta que noche de por medio pensaba en lo brillante de su mirada ámbar, y lo atrayente de sus labios.
—Hay algo que quiero enseñarte, se un truco nuevo —dijo y alzó una mano—, ¿Vienes?
—No puedo, debo empacar para un viaje —dijo, pese a lo tentada que estaba.
—Vamos, hazlo luego, esto no puede esperar.
—Me meteras en problemas con mí madre —murmuro.
—La vi marcharse con la reina, y sus conversaciones son extensas —dijo por lo bajo—. Juro que no te voy a meter en problemas.
—Eso dijiste la semana pasada y Merlín nos castigó limpiando su apestoso taller.
Arabella vio por encima de él, tratando de ver que no haya nadie cerca, y tomo la mano que este aún le ofrecía.
—Bien, pero me ayudarás con el equipaje.
—Bien, ahora debemos irnos de aquí —dijo, y le guiño un ojo—. Para evitar problemas.
•
Pasaron la guardia sin ser vistos. Estaban seguros que si Lancelot los descubría siquiera dando un solo paso fuera del castillo, los metería dentro, y los mandaría al frente con sus mentores.
No fueron tan lejos. Llegaron a una zona cerca del acantilado que no era vigilada por nadie. Era a donde solían escapar años atrás para estar fuera del alcance de los gritos de Merlín.
El sol allí era agradable, al igual que la brisa marina que corría y despeinaba la larga cabellera de la princesa. Se sentían libres de todas reglas y mandados. Ella no debía verse educada y sonriente, y él no seguía la larga lista de tareas.
Jóvenes al fin.
Mientras Hisirdoux se preparaba para hacer el truco que le quería enseñar, Arabella comía una manzana sin dejar de ver cada movimiento que él hacía. Le gustaba verlo concentrado, perdido en los escritos de clases anteriores.
—Bien, voy a necesitar esto —dijo, y le arrebato la manzana de la mano.
—¿Qué haces? Muero de hambre —exclamo.
—Lo harás de cualquier forma si solo te alimentas de manzanas, vamos que no te veo comer otra cosa —dijo el pelinegro.
Arabella se sentó a su lado, y no le respondió nada. Espero a ver qué hacía. Corto un trozo de manzana, y le devolvió el resto.
—Gracias —murmuro.
—No podría vivir si mueres por el hambre —dijo—. Antes que sigas devorando tu jugosa manzana, quiero que presentes atención a esto.
—Bien.
Hisirdoux cerró los ojos, y extendió la mano sobre el trozo de fruta. Hizo una configuración en su brazalete, y pronto la manzana de Arabella, la que ella tenía en la mano, brillo con luz azul.
—Bien, manzana equivocada, pero igual sirve.
La fruta se desprendió de su mano con suavidad, y floto hasta quedar frente a ellos. Pronto está comenzó a mutar, hasta cambiar de estado y forma. Paso de sólida a líquida, y luego, se hizo arena brillante.
Arabella veía con asombro la metamorfosis de la fruta. Más aún al aprendiz que llevaban a cabo el truco de magia. La luz de la tarde dibujaba con delicadeza su perfil, y hacía resaltar el color de su piel. Lo convertía en inmediato en el mejor paisaje por apreciar. Que casi sin notarlo, y creyendo que no podía ser posible, lo deseaba solo para ella.
—Esto es como una alquimia —dijo—. Hisirdoux, eres maravilloso.
El arena volvió a ser agua, y está se evaporó, formando una nube que desapareció en dirección al cielo.
Hisirdoux dio un suspiro de cansancio, y vio como Arabella seguía el rastro de agua que iba desapareciendo en el aire.
—La magia que haces, es asombrosa —dijo, y bajo la vista hasta él.
Cuando se vieron, ambos sonrieron, y sus mejillas se sonrojaron por lo dicho y las maneras en que sus miradas eran compartidas.
—Gracias princesa —dijo—. Es un poco básico pero . . .
—Algún día, serás un gran maestro hechicero, el mejor que esté mundo haya podido conocer —le interrumpió, y posó su mano sobre la de él—. Y si, hablo que serás mejor que Merlín.
—Arabella.
—Lo digo en serio, lo serás —ladeó la cabeza—. Algún día, y yo estaré ahí para verlo.
—En ese caso, tú serás unas excelente bruja —dijo, y le dio una sonrisa coqueta.
La cual se borró de inmediato al ver que Arabella se apartó. Ella vio al extenso horizonte azul, y abrazo sus piernas. Sintiéndose un granito de arena, tan pequeña frente al inmenso océano y su libertad.
—Lo dudo mucho —murmuro—. No puedo serlo, si soy una princesa.
—Entonces solo se una bruja —dijo Hisirdoux—. Todo mago necesita una bruja ¿No crees?
—Ojalá fuera tan sencillo, Douxie —dijo, y sonrió con pena.
•
Volvieron al castillo, no tan animados de cómo se fueron. Arabella se mantuvo más silenciosa que en otras ocasiones.
—Te libero de ayudarme con el equipaje —dijo, antes de tomar un camino diferente.
—No —dijo y tomo su mano—. Yo, yo iré por algo para que comas, más manzanas, u otra fruta, y te daré una mano.
Arabella lo vio ilusionada. Comprendió que era cierto, a ella le hablaba diferente, y eso le gustaba mucho.
—No hace falta —sonrió.
—Claro que si —dijo con cierto entusiasmo—. Quizás un mago necesite a una bruja, pero una princesa siempre tendrá a su mago ¿No te parece?
Arabella suspiro, y comprendió que podría aceptar ese trato distintivo por el resto de su vida.
—Bien, que así sea, futuro gran mago.
Hasta el momento en que el carruaje estuvo listo, ambos jóvenes pasaron la tarde juntos. Con más risas que en otras ocasiones, y con mejores silencios agradables. Compartiendo secretos que ya se conocían, y miradas cómplices por completas nuevas.
Arabella encontró en Hisirdoux algo que iba más allá de la amistad que se guardaban. Era ese brillo que veía cuando Morgana estaba con Guinevere, con el mismo calor que sentía al verlas juntas, y que le hacía olvidarse de todo por un momento. Era ese paisaje en todos lados, hasta entre los muros.
Estaba descubriendo en el joven aprendiz del mayor hechicero del mundo, un sentimiento que hacía latir su corazón, y nublaba sus pensamientos. Y terminaba pensando en él, cuando todo se volvía más claro.
—Si sentí celos —le interrumpió en alguna parte de la conversación.
—¿Qué dices? —pregunto confundido Hisirdoux.
—Cuando le hablaste lindo a esa muchacha yo . . .
A punto de dejar expuesto lo que su corazón sentía llegó Morgana.
—Es hora de irnos —anuncio—. Despídete.
—Mal … Mala costumbre de interrumpir —murmuro Arabella—. Solo olvidado.
Arabella tomo lo que iba llevar consigo en el carruaje, y se puso de pie con rapidez. Salió corriendo, siendo seguida por el pelinegro.
—No, espera ¿Qué has dicho? —la detuvo.
Arabella giro sobre sus talones, y lo vio fijo a los ojos. En su mirada encontró el maravilloso brillo de la esperanza, y el color que más amaba ver cuándo todo a su alrededor la abrumaba.
Se perdió en el ámbar de su mirada, y en esa sonrisa oculta, pero que solo ella podía ver, y con la que soñaba a menudo.
—Espérame a que llegue —dijo, y le dio un beso en la mejilla—, ¿Lo harás?
—Todo el tiempo del mundo, y si no hay más tiempo, buscare la manera en que lo haya —contesto, y se sintió abrumado por sus palabras.
Por dentro, Hisirdoux llego a pensar que hasta sería capaz de crearlo con tal de que haya tal tiempo. Se sintió tonto por creer que eso era algo de un joven soñador.
Sin embargo, ella le doto de esperanza.
—Escribe eso, suena fantástico —dijo, y le sonrió.
Siguió su camino detrás de Morgana, y antes de subir al carruaje se despidió de Hisirdoux agitando una mano en el aire.
•
En el carruaje, Arabella no despegó la vista hasta que Hisirdoux salió de su radar. Ahora solo esperaba que la estadía en Francia no sea tan larga. Aún no había llegado, y ya ansiaba volver para hablar con el rey sobre que hacer con un posible romance. Pues estaba segura que si se iba a casar a tan corta edad, porque no hacerlo con su mejor amigo. Con aquel que la sacaba de las casillas con sus ideas de media noche, y le cantaba alguna desafinada sonata en las mañanas donde más tocado por los cielos se se sentía.
—¿Cuando tiempo pasaremos en Francia? —pregunto.
—El necesario —se limitó a responder Morgana.
Arabella dejo de sonreír. Esa clase de respuestas no le agradaba, y solo podía significar algo terrible.
—Madre, ¿A dónde iremos? —insistió en saber.
—Hija, si quieres ser una gran bruja, a dónde iremos, te enseñarán a serlo —respondió—. Allí fui, antes de ser aprendiz de Merlín.
★★★
Buenas tardes mis soles del medioevo, ¿Cómo les va? Espero que bien. Yo bien, pero bien en plan bien *siente que algo malo va a pasar*
Amo este capítulo 😤 se que son muy jóvenes todavía, pero piensen que en la edad media todo era distinto.
Mañana es primavera (en Argentina y otros) pero también en general es la season of the witch. Temporada de brujas mis soles, y por eso quizás les de otro capítulo 👀 que ✨ spoiler ✨ introducimos a alguien.
Bueno, sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨
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