21, Algo inevitable.

A los veinticinco años se casó con quién ella proclamo su alma complementaría. Y cada día que pasaba a su lado, comprobaba lo fácil que era vivir con él, y la buena decisión que tomo desde que lo vio por primera vez.

Baltimore era un brujo, y un cazador, también sabio y bondadoso. Era bueno con la magia, y sabía cuando hacerse a un lado. Era la clase de hombre, que siendo poco expresivo, tenía las palabras justas para decir todo lo que llegaba a callar.

Podía decir con seguridad, que después de su hermano, era el único que la empujaba a hacer eso que le daba miedo. Recorrer nuevas tierras, relacionarse con otros seres mágicos, abrirse a la magia desconocida.

Por mucho tiempo vivieron siendo ellos dos, pese a las personas que los rodeaban. Con facilidad se acostumbraban a ser ellos dos en alguna casa alejada de todo. O tres o cuatro, en el centro de Londres.

Llegaron a pensar que nada en la vida les faltaba.

1875, España.

Cuando Circe adoptó a Olivia, Baltimore estaba en una expedición. Tardó mucho tiempo en volver con su amada, y cuando la encontró con una niña que juro cuidar y criar junto a su hermano, fue la primera vez que se lo noto muy sorprendido.

Ciento de veces vio a Circe cuidar o atender a otros niños, pero nunca con esa devoción. Olivia Julia hizo a su esposa más maternal de lo que era, y a él le lleno de dudas.

¿Ellos podían tener hijos? Una pregunta sin respuesta, al menos no por el momento.

—No lo sé —dijo Circe, y le cambio el moño del vestido.

—Mamá, por favor —se quejo Olivia—, es si o no, hace quince minutos que pones y sacas el moño.

Se giro, y vio a los hombres que estaban ahí presentes. Su papá, y el brujo que hablaba con discreción, Baltimore.

—¿Qué dices? —le pregunto a este último.

Si se dirigía a Hisirdoux, este le diría que le quedaba hermoso, como siempre, y no siempre tenía un buen criterio.

El brujo dejo el diario, y la vio con atención unos segundos.

—Debes dejarlo —dijo—. ¿El moño no es la señal para que tú novio te encuentre?

—A demás te queda hermoso —añadió Hisirdoux con una sonrisa.

—Papá, eso dices siempre.

—Porque siempre tengo razón, ponte lo que quieras, cualquiera dirá lo bien que te queda lo que sea —insistió.

Y mientras ellos seguían discutiendo sobre moños y vestidos, Circe se acerco a su esposo. Se sentó en regazo, y dio un largo bostezó. Hacía ya unos días que el cansancio era mucho mayor que en otras ocasiones, y terminaba más temprano de lo usual en la cama.

—¿Te sientes bien? —pregunto Baltimore.

—Algo cansada —dijo Circe, y sonrió.

—¿Quieres que te lleve la cena a la cama?

—¿Qué hay del moño? —pregunto por lo bajo, con suavidad.

Estaba segura que en cualquier momento caería rendida ante los suaves latidos de su esposo, y aquel agradable calor que él emitía.

—El moño le queda bien —dijo y sonrió—, ve a la cama, te llevaré la cena.

La hechicera sonrió, le dio un beso en la mejilla, y con mucho cuidado se fue a su cuarto. No supo en que momento se durmió, o si su esposo llegó para darle la cena. Pese a la gran pesadez con la que se metió en la cama, algo la despertó.

Circe siempre lo supo, desde el primer momento, hasta que la luna volvió a estar redonda por segunda vez, y ella sentía que sus energías se iban lento, tan diferente a otros meses

Parpadeo un par de veces, tratando de acomodar su visión en la tenue oscuridad. Tras un bostezo, giro y se topo con la angulosa espalda de Baltimore. Se abrazó a él, refregando la mejilla en su piel fría.

—Hay algo que debes saber —murmuro.

Sintió la manos del brujo sobre la suyas, y lo atrapo emocionada con las piernas.

—¿Qué ocurre? —pregunto el brujo.

Circe le beso los hombros, y suspiro, guardando silencio.

—¿Cir?

—Estoy embarazada —respondió, conteniendo la respiración.

Baltimore no tardó en girar, e iluminar el cuarto con algo de magia. Circe, quien lo veía desde abajo, entre sus brazos, y cubriéndose la sonrió, comenzó a asentir con la cabeza.

Y aquellas lágrimas cristalinas, en medio de una noche dando lugar a una nueva luna, el brujo respondió esa pregunta que alguna vez hizo.

 El primer mes después de la noticia fue un secreto. Sobre todo por no saber como dar la noticia. Circe no estaba dispuesta a escuchar los comentarios de doble sentido de su hermano. Sin embargo, cuando las nauseas se hicieron incontrolables, y nuevos síntomas se presentaban, ya no pudo ocultarlo mas. 

 La mañana que decidió contar, también estaba Olivia, quien no traía el mejor de los humores. Circe se vio en la necesidad de darle una buena noticia para cambiarle la cara.

—¿Recuerdas cuando eras pequeña y querías un hermano? —pregunto Circe. 

 Tanto la joven bruja, como su padre, la vieron sin entender. Fue una conversación antigua, de cuando Olivia era una niña de diez años, y su único amigo vivía viajando con su madre. Luego de un tiempo dejo de insistir con eso, y se refugio en los libros. 

—¿Circe? —hablo Hisirdoux. 

—Bueno, tengo noticias —dijo la hechicera, y sonrió—, muy buenas a decir verdad. 

 Desde afuera de la casa se oyó un grito, y luego festejos. A partir de ese momento, y pese a lo que su magia le provocaba, Circe vivió un tranquilo embarazo, junto con las personas que amaba, y sus amigas, a quien también incluía a Arabella. 

 La bruja de vasija tomo la noticia un poco diferente, aun así se sintió alegre. Deseaba estar mas tiempo con ella, pero con Hisirdoux enfadado por la boda fallida, lograba alentar el embarazo a lo lejos. 

  La noche tras su nacimiento se volvió silenciosa. 

 Olivia veía la cuna en donde la recién nacida dormía con mucha tranquilidad. Luego de un parto largo y lleno de llanto, le sorprendía la quietud que esta guardaba. 

En cuanto la tomo, alguien entro al cuarto, y se acerco a ella, con mucho cuidado. Sintió como la abrazaban por la cintura, y una suave respiración sobre el hombro. 

—Es hermosa —murmuro Marius. 

—Si, es la beba mas linda que alguna vez pude ver —sonrió Olivia. 

—Si cierras un poco los ojos, se parece a ti —bromeo y dejo un beso en la mejilla. 

—Si, sobre todo por el cabello anaranjado —rio por lo bajo. 

—¿Cómo esta tu madre? —pregunto Marius. 

 Olivia dio un leve suspiro, y tras verla una vez mas, la dejo en la cuna. Giro para ver a su novio, y lo tomo de la mano para alejarlo de la recién nacida. 

—Debo decirte algo, pero jura que no te enojaras conmigo —murmuro. 

 Marius la vio con cierta sospecha, y reprimió la sonrisa que le provocaba escuchar decir algo por el estilo. Olivia era alguien bastante recatada, y cuidadosa en todo lo que hacía. 

—Cuando dices algo así, me dan ganas de besarte —dijo, dándole un beso en la mano—. ¿Sabes que es algo que yo diría?

—Si, y nunca me he enojado por algo que has hecho que pueda meterte en problemas —sonrió—. Ahora si no me vas a besar, de verdad debo decirte algo . . . 

—¿Es delicado? 

 Olivia asintió, y dio un soplido. 

—Estuve investigando sobre el embarazo de mi madre —hablo—. Se me hizo raro que, con todo el tiempo que lleva casada con Baltimore, esta sea la primera vez que tengan un hijo. 

—Livs, no te parece algo exagerado —dijo Marius, y dio una sonrisa torcida—. Digo, nosotros tampoco tenemos hijos, y . . .

—No es lo mismo —le interrumpió, y no pudo evitar que el rojo se apodere de sus mejillas—. Te puedo enumerar cientos de razones de porque no es lo mismo —otra vez dio un soplido, mas que nada para calmar los nervios—. Como sea, hable con un amigo, cercano a las artes oscuras, y me dio un libro.  

—¿Qué descubriste? Digamos, ellos son un caso especial, ¿Por qué no podrían tener hijos?

—Porque entre nigromantes no se puede tener hijos —dijo Olivia y vio en dirección a la cuna—. No se mas nada, las paginas estaban arrancada, y Baltimore tampoco me supo decir algo al respecto. ¿Qué tal si es algo mas allá de lo mágico?

 Se abrazo a su novio, y contuvo las lagrimas de frustración que nacían ante los nuevos y confusos acontecimientos. 

—Tal vez, y solo tal vez, esto sea un milagro —dijo a modo de consuelo. 

 Ella quería creer eso, y su madre también esperaba que aquella niña que trajo al mundo sea un milagro entre la oscuridad que era la nigromancia.

• 

Hubo un momento en donde creyó que la noche no se pondría mas oscura. Que ya nada podría pasar para empeorar su situación. Tenia una cruz en la espalda, y solo le tomo algunos segundos saber que, hiciera lo que hiciera, nada cambiaria lo inevitable. 

 Hasta que decidió no creer que nada estaba escrito con seguridad de que pasaría. Ella no había bajado los brazos antes, no lo iba a empezar a hacer ahora. 

 Se acerco a la cuna, llena de dolor, y con ganas de encontrar algún rincón de la noche para poder descansar como merecía. Vio a la recién nacida dormir con la paz de alguien que desconoce todo lo malo. La tomo con cuidad, y la arropo contra su pecho. 

—Nadie te quitara de mi lado —murmuro. 

 Se dio la vuelta, y en la puerta, se encontró, con una mirada amarilla cargada de tristeza, dolor, desamparo. Toda las palabras que alguna vez uso para los enfermos, ahora la veía tan claras en la mirada de su esposo. 

—¿Qué haces? —pregunto Baltimore. 

 Circe pudo percibir un leve temblor en la voz, algo que pocas veces sucedía. Él no lloraba nunca, y ahora con algo de suerte se mantenía de pie en la entrada, tras haber echado lagrimas como nunca antes. 

 Desconocía por completo a aquel hombre que tenía al frente, aun así, no dudaba de lo mucho que lo amaba. Aun mas, luego de toda la parte él mismo que le mostro. 

—No pienso dejar que nada le suceda —murmuro Circe. 

 Y ella estaba furiosa. No era una suave llama en el invierno, era el peor incendio en un verano. Circe veneraba a todas las deidades, porque era una fiel creyente de que estas se podían enojar con facilidad. Eso era algo que no quería averiguar en su propia piel. 

 Ahora, mas que nunca se sentía traicionada por ellas. Porque les podía perdonar que un paciente muriera en sus brazos, o que no la oyeran cuando mas grito por ayuda, sin embargo esto se sentía como una daga en su corazón. 

 Baltimore se acerco a Circe, y le dio un sonrisa, algo torcida, y allí estaba. Esa mueca que a la hechicera la venia enamorando desde hacia siglos atrás. Paso una mano, con mucho cuidado, sobre la cabeza de su hija, y dio un soplido. 

—Y yo no dejare que hagas esto sola —murmuro.

 Le dio el beso que no le pudo dar al momento de saber la verdad tras el nacimiento de la niña, y de la mano se marcharon sin decir nada. 

 Entonces la noche se hizo un poco mas oscura. 

Contra la voluntad de Hisirdoux, Arabella se unió en la búsqueda de la familia. Hacia un mes que desaparecieron y no tuvieron noticias de ningún tipo. Sabían que no harían ninguna locura, pero tampoco se querían arriesgar tanto. 

 Tras dar vuelta el mundo completo los hallaron. En Italia, en una cabaña alejada de todo, y con lo necesario para ser feliz. Y ellos no fueron los únicos en encontrar el pequeño refugio que habían armado. 

 Desdemona también, y con ella guío a la mayor representación de las deidades entre los mágicos. Nix no era mala, pero la hechicera la veía como la única enemiga, la gran destructora de su felicidad. 

 Sabía que contra ella no iba a poder hacer nada, aun así debía intentarlo, de alguna forma, cambiar el destino. 

 Todo paso tan rápido, y lento a la vez. Circe se paralizó, y Baltimore se adelanto sobre ellas. 

Lenta, se sintió ella por no poder hacer ningún movimiento. 

Rápido, fue aquel rayo oscuro que azoto con crueldad el corazón del brujo, y llevándose consigo, el alma de la hechicera. 

—¡No! —grito tan fuerte que sintió su garganta romperse. 

 Si alguna vez lloro en la vida, este era el peor de los llantos. Quemaba hasta dejarla sin respirar, y borraba todo lo que tenía por delante. Ardía en donde ella comenzó a morir. 

 Baltimore se hizo cenizas frente a sus ojos, y se marcho con la suave brisa de la primavera italiana.   

Desdemona la detenía contra el suelo, y a un lado Arabella con Hisirdoux desmayado en sus brazos. Al frente, oía el desconsolado llanto de Nenet. Sentía como las lagrimas se derramaban con miedo, y ella no podía hacer nada para ir a calmarla. 

—Suéltame, ella me necesita —exclamo Circe. 

 Desdemona guardo silencio, y Circe se iba quedando sin voz de tanto suplicarle algo de piedad. 

Un latigazo derribo a Desdemona, y Circe se libero. No podía moverse, ni sus propios latidos era capaz de sentir. Hasta que alguien la tomo de los hombros. Una voz en su oído la motivo a alzar la vista, y ver como se llevaban a su niña. 

—No puedo detenerlas —murmuro Arabella—, pero tu si. 

—No, no puedo —balbuceo Circe. 

—Claro que puedes —insistió—, no dejes que te arrebaten todo en una sola noche. 

—Pe pero . . . 

—No lo mereces Circe —dijo una vez mas, una voz que no escuchaba hacia tanto tiempo—. Fuiste libre una vez por tus propios medios, lo podrás hacer ahora.   

 Cuando volteo a ver de quien se trataba, Arabella estaba con la cabeza gacha a lo lejos, con Hisirdoux en sus brazos. Podía ver un leve destello rosa fuerte en donde se suponía había una mirada marrón. 

 Alguien, alguna vez, cuando tenia trece años le dijo como debía huir, y ella sin saber como, despertó en el taller de Merlín. Ahora volvía a suceder, y sin saber como, sus manos se mancharon con magia muerta. 

 Pasara el tiempo que pasara, aun podía reconocer la voz de Arabella en su cabeza, indicándole el hechizo necesario para terminar con Nix.  

★★★

Hola mis soles eclipsados, no les voy a preguntar nada. No voy a decir nada, porque esto si dolió y mucho.

Ah, me quema este capítulo. Aún así, dejando de lado lo más doloroso, ¿Que piensas del final? 👀 Esto tendrá algo que ver con que Circe desaparece en el futuro. Quien sabe 😬

Ya se que hoy cumple la amiga fanfictioner67 y no hay que dar malas, Marius estuvo presente aqui, y bueno. Al menos dió un poco de aire fresco antes de lo que se vino después 😭

No quedan tanto capitulos para el final, ah, se viene el final. Que ya sabemos cómo termina, así que ✨✨✨

Sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨

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