Capítulo 28
Como en un sueño, escuchaba al oficiante pronunciar las típicas palabras de una boda, aunque fueran en italiano, llevaba un vestido de novia que yo misma había elegido y al voltear la mirada a mi derecha podía ver a Aspen con un traje que le quedaba más que perfecto. Entre el público no había nadie más que algunos amigos de la universidad y trabajadores en nuestro hogar, tampoco eran muchos pues debía ser una boda pequeña.
—"Vi dichiaro marito e moglie" —el oficiante cierra la biblia con una sonrisa—. "Può baciare la sposa."
Aspen y yo nos giramos hacia el otro, él me tomó por la cintura y me atrajo hacia sí para besarme finalmente como marido y mujer. Los invitados aplauden y vitorean, nosotros pasamos a firmar nuestros papeles de recién casados, eso quiere decir que soy oficialmente una italiana y esposa de un italiano. Nos apresuramos a correr hasta afuera, en donde nos lanzaron pétalos en nuestro recorrido hasta el auto adornado con flores. Aspen saca las llaves y me las da en un lanzamiento que conseguí atrapar, y abre la puerta para mí.
—Princesa...
—Que amable príncipe.
Me guiña un ojo mientras me ayuda a subir y a acomodar mi vestido. Él se sube del otro lado y yo fui la que puso en marcha el auto esta vez. Conduje hasta nuestra casa en donde nos bajamos, pero antes de poder acercarme más a la entrada, Aspen me carga en brazos como en las películas, para pasar por el umbral de la puerta, fuimos recibidos por el resto de los trabajadores que nos aplaudieron y felicitaron por la boda. Llegamos hasta el patio, donde todo estaba listo para festejar, incluso escuché un par de ladridos.
—Vaya, Ares y Ragnar se ven tan apuestos con traje.
Ambos perros ladran de nuevo mientras yo los acariciaba. Por supuesto que no nos íbamos a olvidar de ambos, ellos vinieron una semana después de haber llegado a Italia, Liam y Vic se encargaron de todo para traerlos, y nosotros de recogerlos. Ambos empiezan a lamerme por la emoción, no tardaron en darme toallas húmedas para limpiarme un poco mientras que Aspen sostenía un vaso con agua y mis medicamentos. Reí leve por lo preparado que estaba siempre mientras bebía lo que me correspondía. Pronto los invitados llegaron, tomamos asientos en nuestros respectivos lugares y disfrutamos de la cena espectacular bajo el cielo Veneciano.
—Ahora ya nadie puede obligarme a casarme —mencioné con mi copa en mano—. Porque estoy felizmente casada con el único hombre que amo y necesito en mi vida.
—Me alera escucharlo, porque de todas formas aunque vuelvan a intentar casarte con alguien más no lo permitiría... Prefiero robarme a la novia las veces que sean necesarias antes de rendirme y soltarte.
Sonreímos, ambos dimos un leve choque a nuestras copas y bebimos del contenido. La cena transcurre con tranquilidad hasta que finalmente había terminado, y nosotros nos levantamos para ir al centro de la pista improvisada cuando la música comenzó a sonar. Aspen toma mi cintura con una mano y con la otra, sujeta la mía. Hice a un lado mi vestido para que no estorbara y bailamos al ritmo de la música lenta y armoniosa sin dejar de vernos a los ojos. La gente nos observaba casi al punto de las lágrimas, nos felicitaron y aplaudieron al acabar el baile.
La fiesta acaba pasada la medianoche, despedimos a todos los invitados y nos dirigimos a nuestra habitación para descansar. Pero al estar allí y ver cuando Aspen se deshacía del abrigo y se desprendía los primeros botones de su camisa, me acerqué a él y lo hice sentarse en la cama para apoyar mi pie descalzo en su pierna.
—¿Qué te parece esta tradición en privado? —pregunté subiendo mi vestido hasta hacer notar la liga en mi muslo.
Aspen observa la liga y deja escapar una carcajada corta antes de acariciar mi pierna con delicadeza hasta acercar sus labios a la "liga", la muerde y comienza a estirarla hasta sacarla por completo.
—La mejor tradición, y la mejor liga —comenta mostrándola.
Dejé escapar una pequeña risa y sujeté la supuesta liga, que en realidad era una réplica en blanco de la máscara que usé el día que nos conocimos, en mi fiesta de cumpleaños.
Me tocó sonreír a mí, me di vuelta e hice mi cabello a un lado para hacer notar mi problema con el vestido.
—Amore, ¿me ayudarías a quitármelo?
—Por supuesto, princesa.
Lo sentí levantarse tras de mí, desprendió el único botón de la parte de arriba y bajó el pequeño cierre que iba desde mi espalda baja hasta por debajo de mi trasero, pues la espalda era completamente descubierta. Al soltarlo, dejé caer el vestido al suelo para hacer notar mi falta de ropa interior; me di la vuelta y besé a Aspen antes de deslizarme suavemente hasta arrodillarme en el suelo, desprendí su pantalón y empecé lamiendo su V, hacia sus abdominales. Él jadeó, bajé su ropa interior junto a sus pantalones y metí su miembro en mi boca sin poder esperar más, sintiendo como se endurecía hasta tocar el fondo de mi garganta. Empecé el vaivén con mi cabeza para llegar cada vez más profundo, podía sentir sus piernas temblar por el esfuerzo de no caerse, no pudo aguantar tanto tiempo porque yo realmente lo hacía volverse loco con mi boca, él se corrió, llenándome por completo.
—¿Y sabes cuál es la mejor parte? —mencioné empujándolo sobre la cama para colocarme sobre su regazo.
—¿Cuál, princesa? —pregunta besando mi cuello y apretando mis senos.
—Que ya no necesitamos usar protección.
Su sonrisa se hizo más amplia por la idea de tener hijos, pues ambos estamos de acuerdo en que si llegara a quedar embarazada, sería lo mejor que nos pueda pasar... ser una familia. Aspen me toma por la cintura para tumbarme en la cama y acariciar mi cuerpo hasta llegar a mi intimidad, metió sus dedos comprobando cuán húmeda estaba.
—Siempre que termino en tu boca.. aquí es donde más gotea.
Sonreí antes de gemir por los movimientos de sus dedos, me dejó en al límite para luego sacarlos y acomodarse entre mis piernas, presionó la punta en mi entrada y me embistió de una, arrancándome gemidos a gritos. Sentirlo sin condón no era tan diferente pero había cambios. Podía sentir su calor, sus propios fluidos mezclándose con los míos para deslizarse mejor dentro de mí. Golpeaba mi profundidad con fuerza, haciéndome ver estrellas, me aferré a mis piernas para abrirlas todo lo que podía y así llegar más profundo, lo había conseguido.
—¡A..Ah.. Joder... Aspen! —solté cada vez más fuerte.
Él me agarró las manos y las estiró hacia sí para poder golpear con más fuerza. Me arqueé por el placer incontrolable, no estaba segura de si podría aguantar más, pero lo intenté lo mejor posible para corrernos a la vez. Justo cuando creí que no podría, al dejarme llevar sentí como mi interior se llenaba de un líquido tibio, haciéndome volcar los ojos por este nuevo placer de sentirme verdaderamente completa.
—Dios... se sintió tan bien —mencioné.
—Lo sé, correrme dentro de ti es algo que se volverá frecuente, princesa.
Lo acepto definitivamente. Sentirme llena de él es la mejor sensación. Tuvimos suerte de haberles dado vacaciones a todos los trabajadores de la casa mientras completábamos nuestra luna de miel aquí en casa, pues no sabía que hacer el amor con Aspen, teniendo el título de esposos, fuera de lo mejor. Nuestra confianza dio un gran salto, si antes confiábamos en el otro, ahora no sé con qué palabra describirnos, y nuestras ganas y lujuria se dispararon.
—¡Mhg, Aspen! —gemí mientras él me embestía contra la encimera de la cocina, sujetando una de mis piernas y chupando uno de mis pezones.
Además de ese también se puso creativo al sorprenderme en la mesa del comedor, en el sofá de la sala, en nuestra oficina, en el baño y en la piscina. La mejor parte es cuando llena mi interior, pero no me gusta cuando se termina.
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