Capítulo 11
Desde mi regreso a casa Ritha y las demás se encargaban de satisfacer todas mis necesidades. Iban de un lado al otro, buscando y trayendo, complaciendo todos y cada uno de mis antojos en cualquier momento. Aspen me había acompañado hasta mi casa a pesar de pedirle reiteradamente que no lo hiciera. Como siempre, me ignoró y lo hizo de todos modos.
—¿Tienes que ir a terapias? —preguntó mi padre observándome como si mi situación fuera una broma.
—N..No... No es necesario, fue solo una recomendación —bajé la mirada al no poder soportar la suya, juzgándome—. No creo que la necesite, estoy perfecta.
—Bien, porque no pienso gastar dinero en algo como eso. Además, te quitaría tiempo y tú debes estudiar, trabajar y ayudarme en la empresa. Además de prestarle atención a tu relación con Dante.
—Sí, padre.
—Correcto. Es bueno que lo entiendas.
Él se retira de mi habitación, dejándome sola. Dejé escapar un gran suspiro agotada, y me acomodé en la cama, intentando dormir. Fue imposible, a pesar del sueño que sentía no podía quedarme dormida. La idea de estarle creando problemas a mi padre me estresa y frustra, haciéndome sentir una opresión en el pecho. Me había prometido a mí misma no volver a ser una carga para él, para que me aceptara... pero es lo único que soy.
—¡¿Huh?! —me incorporé de repente al escuchar un suave golpe en la puerta del balcón.
Abrí los ojos de par en par al ver a Aspen allí. ¿Cómo es que había subido? Tambaleante por aun estar recuperándome, me levanté y me apoyé en algunos muebles para llegar hasta la puerta para abrirla.
—¿Qué haces aquí? Te he dicho que no quiero que aparezcas más en mi vida, Aspen.
—Traje lomito árabe —fue su excusa, mostrándome una bolsa del cuál salía un delicioso aroma que me invadía.
Sabía que estaba mal, pero de verdad olía irresistiblemente delicioso. Hice una mueca antes de agarrar la bolsa rápidamente y alejarme, aunque dejé la puerta abierta. Aspen no tarda en acercarse para sostenerme y ayudarme a regresar a la cama.
—Escucha, sé lo que me has dicho, pero no puedo simplemente abandonarte en momentos como este... o en ningún otro. Menos si tu novio ni siquiera sabe tu comida favorita.
—¿Quién dice? Quizás seas tú el que no sabe que cambié mi comida favorita a la hamburguesa —aparté la mirada, fingiendo indiferencia.
—¿Entonces por qué me dejaste sobornarte con el lomito?
—Es rico, ¿okay?
—Lo sé y por eso vas a comer todo sin dejar nada.
De nuevo hice una mueca al no estar segura de que esto estuviera bien. Miré el lomito ya destapado, pero Aspen tomó mi babilla con delicadeza, levantando mi rostro para que pudiera verlo.
—Oye... sé que todo esto debe ser difícil para ti, pero en serio prefiero que comas treinta kilos de lomito antes de verte muerta de hambre. No podría soportarlo... no contigo.
Sabía perfectamente cuál era el peso que cargaban esas palabras. No pude evitar regresar años atrás, recordando el momento en que me contó su historia, ambos sentados en el sofá de su casa.
—¿Cómo hiciste para subir hasta aquí? —pregunté dando el primer gran bocado al lomito en mis manos, haciendo sonreír a Aspen.
—El servicio militar me dio algunas nuevas habilidades... —comentó.
—Eso será un problema para mí. Ahora no me dejarás en paz —suspiré, fingiendo lástima—. Ni modo, tocó dormir con seguro.
—Oh, créeme... eso tampoco funcionaría conmigo.
Ambos esbozamos una leve sonrisa mientras yo seguía comiendo. Con cada bocado, escuchaba la voz de mi padre en mi mente, pero con cada mirada perdida que eso provocaba, Aspen me hace concentrarme en él y recordarme de que esto... estaba bien.
—¿Cómo te fue en el servicio militar? —seguí preguntando para distraerme de la culpa.
—Al principio lo odié con todas mis fuerzas. Quería escapar y regresar contigo, no me importaba si mis abuelos mandaban a buscarme —confesó haciéndome apartar la mirada apenada y con una leve sonrisa—. Intenté huir el primer año, pero siempre me encontraban. No sabes la de castigos por los que tuve que pasar.
Soltó una leve risa, pero su sonrisa me hizo saber que no fue tan malo como pensábamos que sería.
—Aunque... luego de rendirme y aceptar que no podría escapar... me di cuenta de que no estaba tan mal, ¿sabes? Entrenaba, me fortalecía y adquiría habilidades sorprendentes. Aprendí a manejar un tanque.
—Wau, eso suena increíble.
—Lo es. Lo único que no me gustó fue la rapada, joder, sufrí con cada mechón de cabello que caía de mi cabeza.
Reí, sin evitar imaginarlo lamentando la pérdida de su cabello, entonces dejé escapar una gran carcajada. No pude evitarlo, podía imaginarme a Aspen despidiéndose de su cabello y siempre me causaría risa. Aspen bufó, fingiendo disgusto por mi carcajada.
—No te rías, no tiene gracia.
—Sí lo es, es muy gracioso. Pero tienes razón... te queda mejor el cabello más largo, la pelada no mucho.
—Otra razón para querer recuperar mi cabello —se acarició la cabeza con nostalgia, causándome otra carcajada.
—Está más largo que la primera vez que volví a verte —comenté—. Vas por buen camino.
Aspen sonríe y yo volví a dar otro bocado, fue cuando me di cuenta de que iba por la mitad del lomito y no había querido correr al baño hasta ahora. No me había sentido mal en absoluto.
—Te he extrañado, Madeline —dijo de repente.
—¿Hm? —lo miré por su confesión tan de golpe.
—Cada día que pasaba no podía dejar de pensar en ti. Lamentaba cada segundo ese momento cuando mi familia nos encontró. No tuve la oportunidad de disculparme contigo por eso... Lo siento.
—Ya no importa —suspiré—. De todos modos ya eso quedó atrás.
—Pasaron tres años pero aún así quería disculparme.
—Está bien, ni siquiera fue tu culpa. Nadie sabía que eso pasaría justo en ese momento.
Aspen parecía querer discutir, pero negó con la cabeza y me observó mientras terminaba de comer. Luego recogió los restos en la misma bolsa en la que trajo el lomito. Tenía las intenciones de levantarme pero Aspen me detiene antes de poder hacerlo.
—¿Qué haces? —preguntó.
—Quiero ir al baño.
—Déjame ayudarte entonces.
Asentí resignada y Aspen me ayuda a levantarme, me sostiene con firmeza y delicadeza para ayudarme a llegar al baño. Me deja entrar sola esta vez, hice lo que tenía que hacer, además de lavarme los dientes muy bien para quitarme el aliento a comida. Al salir, él seguía esperando junto a la puerta para ayudarme a regresar a mi cama.
—Esto no era a lo que me refería cuando dije que no quería verte más, y mucho menos que me toques —comenté con una sonrisa divertida.
—Pero sí es lo que yo tenía en mente cuando te dije lo terco que soy con lo que quiero —respondió sonriendo igualmente.
—Recuerda que Dante...
—No menciones a ese idiota —su tono se endureció—. Ni siquiera fue capaz de quedarse a tu lado cuando estabas vomitando o de traerte la comida correcta y evitar que eso suceda en primer lugar.
—Aspen... —apoyé mi mano en su brazo al notar su tensión—. Tranquilo, sé que Dante tiene sus fallas pero... realmente es una buena persona. Créeme, yo también le buscaba cualquier defecto para odiarlo porque... no quería que ocupara tu lugar.
Al escucharme, el rostro de Aspen se transforma de inmediato, como si quisiera besarme pero se contenía a sí mismo. Él bajó la mirada hacia el suelo y soltó un gran suspiro que demostraba su pesar.
—Pero eso no importa, por más bueno que sea, y lo es, nadie podría reemplazarte y eso es algo que hasta a mí me cuesta admitir. Aun así supe ver y entender que Dante no es Carsson, él... parece quererme de verdad...
—¿Y tú? —preguntó él con un tono cargado de emociones.
Aparté la mano de su brazo al igual que la mirada. Cerré los ojos y suspiré profundo para organizar mis pensamientos.
—No quiero mentirte... me gusta. Es atractivo, me gusta cómo me trata y cómo está para mí en momentos difíciles; me da consejos y se preocupa por mi bienestar.
Aspen aparta la mirada, como si no quisiera seguir escuchando halagar a Dante. Noté que apretaba sus manos con algo de molestia pero se obligaba a calmarse a sí mismo, no dijo nada, no intentó hacerme cambiar de opinión, y eso es algo que me encanta de él, que a pesar de no gustarle lo que estaba diciendo, él lo respetaba y no me insultaba o trataba de culparme de algo... Él me respeta.
—Pero lo volveré a decir —atrapé su barbilla entre mi pulgar e índice para voltear su rostro hacia mí—. Él nunca podrá ocupar tu lugar en mi corazón. Porque el amor que tengo por ti sigue ahí. Me gusta Dante, pero no lo quiero ni lo amo como te amo a ti. Aspen.
Sus ojos se iluminaron como dos diamantes puestos al sol, no pudo contenerse, se notaba que ya no quería esperar ni un minuto más. En un segundo, atrapó mi rostro con sus manos para acercarme completamente y unir nuestros labios.
Intenté separarme antes de que fuera tarde, porque sabía que esto estaba mal, estaba muy mal... Mis manos en su pecho temblaban al saber que no debería hacer esto, pero solo era yo, negándome a aceptar lo tarde que ya es para mí. No quería alejarme.
Todos los sentimientos que tuve por Aspen resurgieron en un instante, con más fulgor que nunca, llameaba en mi interior hasta hacerme sentir una calidez indescriptible.
Aflojé la presión de mis manos, cerré los ojos y le permití acercarse aún más, tanto que terminé tumbada sobre mi cama con él encima de mí, besaba mis labios con intensidad, una pasión desbordante que me arrancaba suspiros y todo el aire en mis pulmones.
Mis manos recorrieron sus brazos tonificados, más musculosos de lo que recordaba, subí hasta su espalda, más ancha que hace tres años.
Aspen acaricia mi lengua con la suya, empezando una balada dentro de mi boca, gentil pero intensa, una que no queríamos terminar. Cuando el aire nos hizo falta, nos separamos jadeantes; Aspen me miraba con una sonrisa suave, una cargada de emociones y promesas.
—Lo siento, pero era algo que debía hacer —susurró acariciando mi mejilla con una mano—. Te amo, princesa. Te juro que haré lo que sea para tenerte de nuevo conmigo, y solo conmigo.
Sentí un nudo en la garganta al escuchar sus palabras, porque sabía lo imposible que parecía esa promesa al saber a quienes nos tendríamos que enfrentar para que eso sucediera.
—¿Qué vas a hacer? Mi padre nunca aceptará anular mi compromiso con Dante. Aspen... quiere que me case con él en tres semanas —confesé con el desespero palpable en mi voz—. No quiero hacerlo.
—No lo harás. Te lo prometo. El único esposo que tendrás seré yo, nadie más.
Mi corazón salta de emoción dentro de mi pecho al escucharlo confesar que él también quiere casarse conmigo tanto como yo lo deseo. El recuerdo de sus palabras en aquella pesadilla se esfuma, cerré los ojos y suspiré profundamente.
—Ojalá sea así...
Juntamos nuestras frentes con ternura y cariño. Realmente lo había extrañado tanto, sabía que si seguía con él no iba a resistir más tiempo... Me sentía tan mal por hacerle esto a Dante pero no puedo seguir engañándome a mí misma. Si fuera mi elección, habría terminado con él, es más, ni siquiera habría aceptado ser su novia en primer lugar. Pero es mi padre quien aún controla las riendas de mi vida... y me da tanto miedo hasta pensar en desafiarlo.
—Debes irte... —murmuré.
—No quiero dejarte.
—Pero yo no quiero que te atrapen.
Aspen suspiró resignado y se levantó de la cama. Me senté, mirando como él agarraba la bolsa de la comida y se acercaba a las puertas del balcón.
—Oh, una cosa más —él se voltea hacia mí—. Deberías hablar con Vic, ella te extraña pero sigue molesta contigo y no lo admitirá.
—Vic... ¿Cómo está?
—Está bien, pero me preocupa que se está acercando mucho a Liam.
—¿Liam? ¿Tu amigo de la infancia? ¿El que fue capitán del equipo después de que te fueras de ese instituto?
—El mismo.
Demostré mi sorpresa con una mueca pero no pude evitar sonreír. No me esperaba que Vic esté interesada en él, ni siquiera tenía en cuenta el que se conocían.
—Vaya, Vic tiene buenos gustos.
—Oye.
Me reí divertida mientras que Aspen bufa. Finalmente se despide de mí y desaparece por el balcón, saltando con agilidad por sus nuevas habilidades. Sonreí sintiéndome en un sueño, esto era lo que más soñaba desde que nos separamos... pero eso no quita el hecho de que me sentía preocupada. ¿Y si Dante o mi padre descubren esto? Dios mío, moriré de seguro.
De repente noté un pequeño papel en mi mesita de noche. Lo tomé entre mis manos, y al darle la vuelta vi que era una nota escrita por Aspen. Había anotado su nuevo número de celular. Mi sonrisa se ensanchó y de inmediato tomé mi celular para anotarlo..
Ellie:
¿Cuándo dejaste la nota? 3:45 a.m.
Aspen:
Que despistada, princesa.
Lo hice cuando no veías. 3:36 a.m.
Sonreí aún más y continuamos intercambiando mensajes. Después de tanto tiempo, teníamos mucho de qué hablar.
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