CAPÍTULO 9

Nicole

Puedo sentir mi cuerpo y mi mente regresar poco a poco de la inconsciencia. Me siento aturdida sin saber en dónde estoy. Hago una mueca de dolor al sentir mi cabeza palpitar con fuerza como si la golpearan con un martillo. Decido abrir los ojos despacio hasta lograr enfocar un techo blanco.

Asustada, trato de incorporarme sobre mis antebrazos. Al hacerlo, me doy cuenta que estoy acostada en una camilla. Recorro la mirada alrededor de la habitación, confusa por todo esto. Las paredes son blancas igual que los suelos de mármol y varias máquinas se encuentran en el lugar apoyadas contra la pared. Echo un vistazo hacia mi brazo donde puedo notar una intravenosa conectada. Una silla se encuentra ubicada a unos cuantos centímetros de la camilla con Theo sentado en ella. Tiene los brazos en sus rodillas mientras sostiene su cabeza entre las manos, su pierna derecha se mueve de arriba abajo con angustia e inquietud. Lo observo otro momento antes de aclararme la garganta para llamar su atención. Eleva sus ojos con rapidez a los míos luego se levanta apresurado para caminar hasta mí.

—¿Cómo se siente? —La preocupación es evidente en su pregunta. Lo miro confundida por su reacción aunque trato de disimular.

—Bien, creo. ¿Por qué estoy en un hospital? —Trato de sentarme solo para que la aguja tire de mí. El dolor no tarda en hacerse presente, lo que me hace recostar de nuevo con un gemido.

—Se desmayó cuando estaba por llevarla a su casa, ¿no lo recuerda?

Trato de hacer memoria. Recuerdo estar en el parque después de irme sola de la escuela hasta que llegó él. El temor recorre mis venas al recordar todo lo que le conté acerca de mi papá. Aunque no mencioné su nombre, ahora sabe que alguien me hace daño. Suelto un pequeño suspiro rendido, sin haber nada que pueda hacer salvo aguardar su respuesta. Espero no trate de hacer nada al respecto.

—Sí, ya lo recuerdo. ¿Por qué me desmayé? —logro preguntar después de unos segundos de aturdimiento.

—Aún no lo sé. Le hicieron unas pruebas, la doctora no tardará en llegar.

Asiento con la cabeza sin decir nada más. Nos quedamos en silencio un largo rato mientras esperamos el regreso de la doctora. En ese tiempo lo miro a los ojos; él me devuelve la mirada también aunque sus pensamientos parecen encontrarse en otro lado. Abre la boca como si fuese a decir algo y agradezco a Dios que la puerta se abra en ese mismo instante.

Una mujer joven de la edad de mi profesor y muy bonita ingresa en la habitación. Es casi de la misma estatura que el señor Jones, su cabello negro está recogido en una trenza sobre su hombro, sus ojos marrones me observan de manera amable y sus labios se expanden en una dulce sonrisa al verme despierta.

—Hola Nikki. Soy la doctora Natalia. ¿Cómo estás? ¿te duele algo? —Su voz es muy dulce, delicada. Me relajo un poco a pesar de odiar los hospitales con toda mi alma.

—No, estoy bien. Solo siento palpitar mi cabeza.

—Bien, eso es comprensible. No es alarmante —. Mira hacia los papeles en su mano y continúa con su diagnóstico médico —: te hicimos unos exámenes para saber el motivo de tu desmayo. Estos salieron muy bien, estás bastante sana. Descartamos enfermedades, también te hicimos una prueba de embarazo la cual salió negativa, no debes preocuparte por eso. La razón de tu desmayo fue consecuencia de no haber comido nada en las últimas horas, eso sumado al estrés causó esto.

«A parte de todo, te pusimos una crema cicatrizante en tu labio y algo de pomada en la mejilla. En unos días desaparecerá cualquier rastro de caídas de tu rostro —. Por su manera de mencionarlo, es demasiado obvio que no cree haya sido una caída. Me lanza una mirada como si esperara la verdad en este mismo instante, pero no lo hago.

El alivio me inunda ante la confirmación de no estar embarazada. Aunque tomo pastillas anticonceptivas porque Rick me obligó a consumirlas después de mi primer periodo, por un momento pensé podía esperar un bebé de mi propio padre. En un momento, la doctora lanza sus ojos hacia mi profesor con desconfianza al tiempo en que una mueca aparece en sus labios.

—Por favor, espere afuera. Necesito hacerle unas preguntas personales a la señorita Nicole —. El señor Jones le devuelve la mirada unos segundos antes de asentir. Entro en pánico, pero me tranquiliza con unas cuantas palabras.

Me siento confundida por un momento hasta que la doctora me pregunta con suavidad.

—¿Él es tu novio? —Abro los ojos, sorprendida por la pregunta.

—No, él no es mi novio. Es mi profesor.

El alivio aparece en su expresión con mi respuesta y solo me siento aún más confundida si es posible.

—Lo siento, cariño, pero el protocolo del hospital me exige averiguar todo lo que pueda sobre las personas que ingresan aquí, aún más si esa persona tiene signos evidentes de maltrato. Pensé, dado que él la trajo, que podría ser el causante de sus lesiones. Las víctimas de abuso por lo general no suelen decir nada si alguien está presente.

Con todo aclarado, niego con la cabeza.

—No, él no fue. Además, nadie me golpeó, solo me caí ayer muy fuerte.

—Mire, no le creo, esas no son señales de una caída. Llevo mucho tiempo en esto y sé cómo luce alguien maltratado, pero tampoco puedo obligar a ningún paciente a confesar algo que no quiere, eso no es ética profesional.

Me quedo en silencio con esa declaración sin afirmar o negar nada. La doctora Natalia suelta un suspiro con resignación antes de sonreírme de nuevo.

—Está bien. Ya te puedes ir a casa. Te voy a pedir por favor comas algo al salir de aquí, ¿de acuerdo?

—Vale.

—Bueno, iré a autorizar tu salida y a llamar una enfermera para retirarte la intravenosa. Mientras tanto puedes esperar acostada y después puedes ir a cambiarte. Tu uniforme está en el baño —. Con eso dicho da la vuelta para irse, no sin antes lanzar un comentario que me deja paralizada.

—Necesito llames a tu padre o tu madre para firmar la orden de salida —. Me incorporo rápido lo cual provoca que la intravenosa me lastime el brazo, pero la ignoro a favor de rogarle.

—No, por favor. No me haga llamar a mi padre. Si se enteran... por favor. ¿No puede el señor Jones firmarlo por ellos? —Le ruego con la mirada, desesperada por hacerla aceptar mi petición.

—Lo siento, eres menor de edad y...

—Por favor —. Mi última suplica sale en un susurro, mi voz se quiebra en las palabras a causa del nudo en mi garganta.

Ella me mira con atención como si registrara mis palabras. Su expresión se suaviza un poco al notar mi desesperación y asiente.

—Veré que puedo hacer.

Con eso último sale de la habitación. El alivio me recorre de inmediato, pues si Rick se llegase a enterar de mi estancia en el hospital y llega a sospechar dije algo sobre sus abusos, el castigo podría ser peor. Mi profesor vuelve a ingresar después de unos segundos sin comentar nada. Esperamos durante varios minutos hasta la llegada de la enfermera quien no dice nada, solo se limita a quitarme la aguja del antebrazo y marcharse. Cuanto ya estoy libre de todo suero de mi cuerpo, me dispongo a levantarme de la camilla, sin embargo; tengo que agarrarme de lo primero que encuentro debido al débil mareo. Theo se apresura a colocar una mano en mi hombro para estabilizarme, aunque la quito con suavidad al ya estar recuperada, bastante incómoda.

Camino hasta el baño luego cierro la puerta detrás de mí. Levanto la cabeza para mirarme en el espejo. Noto que mi labio ya no está tan sangrante como antes, pero mi mejilla sigue igual de morada. Eso no desaparecerá hasta después de algunos días, lo digo por experiencia.

Me cambio lo más rápido posible por el uniforme y al estar lista, tomo una respiración profunda antes de salir unos minutos después. El señor Jones me sonríe con alivio.

—Ahora la llevaré a comer algo y luego a su casa.

No respondo a eso, solo me limito a asentir con la cabeza y seguirlo en completo silencio. Salimos de la habitación hacía la recepción para firmar mi salida luego nos dirigimos al estacionamiento del hospital.

****

Cuando terminé de comer algo; el señor Jones me trajo a mi casa aunque no sin antes insistirme varias veces en llevar a mi hermanita conmigo a un lugar seguro para quedarnos hasta que pudiera encontrar una solución a mis problemas. Por supuesto rechacé su oferta, no puedo quedarme con nadie en este momento.

Ahora estoy en mi habitación en reposo después del día tan difícil que tuve. Llamé a mi abuela para preguntarle si Elizabeth podía quedarse algunas noches en su casa a lo cual aceptó no tan feliz. Sabía que a pesar de querer a mi hermana mucho más que a mí, a ella no le agradaba la idea de cuidarla por tanto tiempo.

El timbre suena con fuerza y me sobresalto. Confundida sobre quién podrá ser, dejo el celular a un lado antes de levantarme de la cama.  Camino a la puerta para abrirla donde aparece Daniel bastante preocupado delante de mí. Me ofrece una sonrisa tímida.

—¿Puedo pasar?

—¿Qué haces aquí?

—El profesor nos avisó a Kate y a mí que estabas en casa. Vine a ver cómo estás.

Dudo unos minutos en un debate interno sobre si es buena idea que esté aquí, nunca antes él o cualquier otra persona había entrado en mi casa. Miro mi reloj de pulsera. Todavía falta un poco para la llegada de Rick a casa después del trabajo. Me relajo un poco y me hago a un lado para dejarlo entrar.

Camina hasta la sala de estar luego toma asiento en el sillón más largo mientras yo me siento a su lado. Todo se queda en silencio por un rato, a la espera de que hable. Temo me quiera obligar a decirle lo que ocurre conmigo y no sabría cómo negarme a eso. Una cosa es decirle no a un desconocido, otra cosa muy diferente es decirle no a mi mejor amigo de la infancia.

—¿Por qué te fuiste así de la escuela? Estábamos preocupados por ti —. Mi amigo rompe el silencio y se pasa una mano por entre el cabello para alborotarlo.

—Lo siento. Estaba estresada, ustedes no dejaban de preguntar qué me pasó. Perdí los estribos, por eso me fui. No te preocupes, no volverá a suceder.

Asiente con la cabeza, luego da la vuelta para quedar frente a mí. Toma mis manos entre las suyas e inmediatamente acaricia círculos mis nudillos, lo cual logra ponerme nerviosa.

—No te voy a presionar para que me digas que sucede, pero sabes que puedes confiar en mí siempre, ¿verdad? —Aprieto fuerte sus manos antes de decirle las palabras que quiere escuchar, a pesar de no poder contarle algo así. Nunca.

—Lo sé, Dani. Eres mi mejor amigo. Tú y Kate lo son. Puedo contar con ustedes, pero en serio no me sucede nada, ¿me crees?

Quita sus manos de las mías para llevarlas ahora a mi rostro. En ese momento se acerca de manera peligrosa mí, mi corazón se acelera ante su intensa mirada llena de ternura y amor.

—Te creo, linda. Siempre te creeré aunque no me lo cuentes todo, ¿y sabes por qué? —Susurra cada vez más cerca de mis labios. Trago saliva, incómoda. No me gusta hacía dónde va esto.

—N-no —. Las palabras se estancan en mi garganta.

—Porque me gustas. Porque estoy enamorado de ti. —Suelto el aire de golpe y me estremezco sin poder evitarlo. Esto no me puede pasar ahora.

Su rostro se acerca con lentitud al mío, luego sus labios me rozan con delicadeza una vez, luego dos. Me quedo estática sin saber cómo reaccionar. Al no verme alejarme, vuelve a besar mis labios primero de manera tímida e insegura luego demandante y fuerte. Estoy en estado de shock, mi cerebro parece hacer cortocircuito mientras trata de procesar los labios del que siempre ha sido mi mejor amigo en contacto con los míos. No obstante, después de algunos minutos de mantener mi boca cerrada junto con mi cuerpo estático, caigo en la realidad. Me levanto de golpe para alejarme rápido de él.

—¡¿Qué demonios te pasa?! ¡No puedes venir así a mi casa después de este día de mierda y besarme! —Gruño con enojo.

No puedo evitar frotar mi frente, exasperada. Se levanta también después de quedarse aturdido en el sofá.

—¡Lo sé! ¡lo siento!, pero después de que te miré tan mal esta mañana... mi corazón se rompió en pedazos porque sufrías. Lo único en lo que pensé todo el maldito día fue en encontrarte, besarte, abrazarte y consolarte; hacer que te sintieras mejor. Sé que no es el mejor momento, que algo o mejor dicho alguien te lastima; si no te lo decía hoy, nunca iba poder hacerlo.

Me quedo callada. Es lo más lindo que me han dicho hasta el momento, pero que vengan de la boca de mi mejor amigo me deja perpleja.

—Nikki, por favor, di algo —. Me ruega en voz baja al verme en silencio.

—No sé qué quieres que te diga —. Niego con la cabeza antes de darme la vuelta. No puedo mirar la expresión en su cara por ahora.

—Cualquier cosa, excepto quedarte en silencio.

Ordeno mis dispersos pensamientos, luego me giro para acercarme a él sin dejar de mirar sus ojos con atención. Me duele notar el sufrimiento en su mirada, sin embargo; necesito dejar las cosas claras antes de que pueda ser demasiado tarde. Tomo sus manos entre las mías y digo todo lo que necesita saber.

—Daniel... tal vez si me hubieras dicho todo esto hace algunos años, créeme, las cosas podrían haber sido diferentes entre los dos. No te voy a mentir, en algún tiempo llegué a sentir atracción hacia ti... —cuando pude dejar de sentir miedo de que alguien me tocara, aunque no diré eso; en su lugar digo otra cosa —, pero cuando Lucas llegó a mi vida yo... yo me enamoré de él. Lamento si mis palabras te hieren. Después de que las cosas entre él y yo terminaran, me olvidé por completo de mi atracción hacia ti y ya nunca te volví a ver como algo más que a un buen amigo. Eres un gran chico, Dani eso no te lo niego, sin embargo... te mereces alguien que pueda llegar a quererte como lo mereces y yo... yo no soy esa persona.

Cierra sus ojos antes de alejarse de mí todo lo que puede. Cuando los abre de nuevo, están llenos de dolor, mi corazón sufre por él. Odio no poder corresponderle como él quisiera.

—Puedo intentarlo —. Afirma con seguridad.

—¿De qué hablas? —Me quedo confundida por sus palabras.

—Puedo intentar que me quieras de nuevo. Puedo tratar que te vuelva a gustar y luego enamorarte. No me niegues eso, Nikki.

Muevo mi cabeza de lado a lado en negación, no quiero haga eso, no puede aferrarse a una esperanza de esa manera. Simplemente no puede aferrarse a algo que nunca sucederá.

—Aunque tú me llegarás a gustar no podría estar contigo —respiro hondo y continúo —: Sucede que mi vida es una completa mierda ahora, no puedo pensar en una relación contigo hasta resolver todos mis asuntos. No sería justo para ti, no sería justo para ninguno de los dos.

—No me voy a rendir, Nikki. Espero lo sepas.

La puerta se abre antes de poder negarme de nuevo. Mi corazón deja de latir por unos instantes luego se reanuda con mucha más fuerza. Giro sobre mis talones para encontrar a papá sobrio por primera vez en el mes. Cierra la puerta, sus ojos se alternan entre Daniel y yo. Sonríe aunque es demasiado forzado.

—¿Quién es él? —cuestiona con voz apenas contenida. Está enojado.

—E-es un... a-amigo. Pero ya se iba —me giro hacia él —. ¿Verdad Daniel?

Mi mirada le ruega no diga nada y solo me haga caso. Parece entender porque asiente con tranquilidad.

—Sí señor, solo vine a ver como estaba, tengo cosas que hacer, así que me voy.

Se acerca a mí para despedirse y retrocedo un paso. No se da cuenta de mi temor pues se acerca de nuevo para dejar un casto beso en mi frente antes de salir por fin. Me quedo quieta en mi lugar a la espera de la reacción de mi padre.

Lo miro asustada mientras deja las llaves en el lugar de siempre y después camina hasta el sofá para sentarse como si nada hubiese pasado.

—Nikki, ven aquí —. Hay demasiada tranquilidad en su voz como para ser normal, eso logra asustarme más que si me comenzara a gritar o insultar.

Trago saliva aunque hago lo que me dice. Me detengo justo frente a él.

—Siéntate en mi regazo —. Dudo unos instantes, pero al final lo hago muy incómoda. Me mira directo a los ojos y levanta la mano para acariciar mi mejilla.

—Espero no me mientas, cariño. ¿Sabes que eres mía, no? ¿y que si te veo con alguien más, esa persona estará muerta? —Vuelvo a tragar saliva, de repente tengo la boca y la garganta demasiado secas.

—Sí, papá. —Sus labios se expanden en una sonrisa.

—Buena chica —. Besa mi mejilla antes de quitarme de encima de un solo movimiento, lo cual me hace perder un poco el equilibrio —ahora vete a tu habitación, hoy no necesito de ti —. Me habla como si fuera una prostituta a la que busca de vez en cuando.

Aprieto mis manos en puños con ganas de pegarle en su maldita cara, sin embargo; decido hacer lo que me dice sin rechistar. Es un milagro no pasaran mayores consecuencias y me dejara ir sin casi objeciones. No quiero tentar más a mi suerte por hoy.

Esto no sucede todos los días, es más, casi nunca me deja libre, solo espero vuelva a suceder con más frecuencia, todo sería más fácil para mí de esa forma.

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