CAPÍTULO 6
—No puedo más.
Mi espalda comienza a doler con la suficiente fuerza como para ser incómodo y mi cuello se encuentra tan tenso que apenas puedo girar la cabeza. Llevamos más de tres horas sentados dónde hemos estado concentrados en las explicaciones de todo lo que no entendía sin siquiera levantarnos para tomar un descanso y aún falta todavía más.
—Está bien, Nicole, si quiere lo dejamos para otro día.
Suelto un suspiro mientras asiento con la cabeza y echo un vistazo a la hora en mi celular en la mesa. Casi me caigo de la silla al darme cuenta que la hora impuesta por mi padre ya se ha pasado. De seguro en este momento echa humo por las orejas. Son más de las siete y mi hermana todavía está con mi abuela.
—Mierda, me tengo que ir —. Comienzo a recoger todas mis cosas en un montón luego sin ni siquiera organizarlas las tiro lo más rápido posible en mi bolso.
—Espere. Puedo llevarla.
Me detengo para darle un ligero vistazo. Tiene una pequeña sonrisa en sus labios aunque esta no le llega por completo hasta los ojos. Me observa con atención, algo parpadea en su expresión que no puedo descifrar.
¿Preocupación? ¿Angustia? Es mejor si no lo analizo demasiado.
—Puedo pedir un taxi —. Rechazo su oferta con suavidad para no sonar grosera y acomodo la silla en su lugar.
Una vez todo está listo, me cuelgo el bolso al hombro y camino hasta la salida; sin embargo; mis oídos captan el susurro de la silla en su lugar seguido de sus pasos que se acercan mientras algo tintinea entre sus manos.
—De ninguna manera, yo la llevo y no está a discusión. Es muy tarde, no quiero que le pase nada.
Me encojo de hombros al notar que no lo haré cambiar de opinión y, si soy sincera conmigo misma, algo dentro de mí todavía no desea separarse de su lado. Salgo de donde estábamos para dirigirme en dirección a las escaleras aunque cuando estoy por llegar, siento su mano detenerse con suavidad en la mía, lo que provoca que mi cuerpo de tense y una sensación eléctrica me recorra desde dónde me toca hasta los dedos de mis pies. Contengo un jadeo ante el contacto e inmediatamente retiro mi mano de forma apresurada, aunque no parece darse cuenta.
—Tenemos que salir por el estacionamiento, es en la dirección contraria.
Mis mejillas se calientan y una sonrisa suave aparece en su rostro. Acomoda su mano detrás de mi espalda alta para guíarme hacía la salida.
Algunos minutos después, nos encontramos frente a su auto. Abre la puerta para mí como todo un caballero y me insta a sentarme. Murmuro un agradecimiento cuando me abrocho el cinturón de seguridad. Trota hasta el otro lado del auto luego sube también. Una vez pone en marcha el motor, conduce fuera del estacionamiento. Pasan varios minutos y conforme avanzamos por las calles cada vez más oscuras, las únicas palabras que cruzamos son mis señales de dirección hasta llegar a la casa de mis abuelos.
—Vuelvo en un momento, tengo que recoger a mi hermanita.
Bajo sin decir nada más, cierro de un golpe, luego corro hasta la entrada de casa. Abro la puerta con las llaves que Andrea, mi abuela, me dejó. Las luces están encendidas y a penas doy un paso dentro un ligero olor a rosas y canela impregna mis fosas nasales. Camino por el pasillo hasta la sala donde encuentro a mi abuela sentada frente al televisor con Elizabeth acomodada en posición fetal con la cabeza en su regazo. Está por cumplir casi sesenta años, pero su rostro aún parece ser de una edad menor como si los años no hubiesen pasado para ella.
Aparta la mirada de la pantalla al escuchar mis pisadas en la alfombra. Sonríe al encontrarme parada con mis ojos fijos en ella, aunque parece un poco forzado debido a lo tenso de nuestra relación desde hace mucho tiempo, sin embargo; es una de las pocas personas que me quedan en el mundo y la quiero demasiado.
—Nikki. —Su voz tiene un tono suave y trata de inspirar tranquilidad.
—Hola abuela —. Me agacho un poco para darle un beso en la mejilla.
Miro a Eli quien se encuentra dormida con las manos metidas entre sus rodillas. Sonrío por lo tierna que parece en este momento. Debe estar muy aburrida si se durmió entre las piernas de ella.
—¿No te dio problemas, abuela? —Me arrodillo en el suelo para acariciar el cabello de mi hermana lejos de su rostro con suavidad con la intención de despertarla sin brusquedad.
—Para nada, cariño. Hoy estuvo demasiado tranquila, por suerte.
—Eso es algo que no pasa todos los días.
Las caricias en su cara solo provoca que se acurruque aún más. Ruedo los ojos y no puedo evitar reír. La muevo un poco por los hombros hasta que sus ojos avellana se abren, desenfocados. Un bostezo se escapa de sus labios mientras se despereza luego por fin puede enfocarse lo suficiente en mí con una pequeña sonrisa feliz.
—¡Nikki! Por fin llegas, creí me ibas a dejar morir de aburrimiento —. Suelta las palabras sin pensarlo, luego se levanta como un resorte de su lugar.
—¡Elizabeth Johnson! —la regaño avergonzada por su imprudencia. La abuela no parece ofendida, solo suelta una risa.
—Esta chiquilla nunca cambia, no te preocupes.
Elizabeth ríe luego deja un beso en su mejilla antes de correr a recoger sus cosas a la habitación donde suele dormir mi abuela. Vuelve en pocos segundos.
—Ya vamos, vamos, vamos.
Saltan de arriba a abajo con impaciencia. Suspiro ante su hiperactividad, pero no digo nada. Nos despedimos de la abuela con un beso en la mejilla y después salimos de la casa.
No me gusta dejarla sola; no después el fallecimiento del abuelo hace algunos años, pero si me quedo con ella sé que Rick vendrá a ver porqué no llegamos a casa y las cosas se pondrán feas. Ya pasó en una ocasión, no deseo vuelva a suceder. Aquella vez fue bastante mala.
El carro del profesor sigue en el mismo lugar a pesar de que hace más de diez minutos entré en la casa. Esperaba que a estas alturas ya se hubiese ido a su apartamento.
—¿De quién es ese auto? —pregunta Eli con curiosidad y sospecha.
—Es de mi profesor de matemáticas.
—¿Qué pasó con tu profesora Vanessa?
—No lo sé, renunció, creo —. Encojo los hombros, por primera vez me pregunto el paradero de ella. Debió haber renunciado o pedido algunas vacaciones para pasar tiempo con su famila.
Tomo de la mano a mi hermana para llevarla en dirección al carro. Abro la puerta e ingreso con ella en el asiento delantero donde la acomodo entre mis piernas antes de abrocharnos el cinturón de seguridad por encima. Ella de inmediato observa al señor Jones con la boca entreabierta. No la culpo por hacerlo, el profesor es muy guapo.
—Hola, ¿cómo te llamas? —le pregunta Theo con una sonrisa tierna. Las mejillas de Eli se sonrojan por completo.
—E-elizabeth, ¿y tú? — La timidez se apodera de ella y agacha la cabeza. En el rostro de mi profesor aparece una mueca divertida.
—Yo soy Theo, linda. Su profesor. Un gusto conocerte.
—¿También eres su novio? —cuestiona con curiosidad e inocencia. Abro mis ojos de par en par, avergonzada por la pregunta. Mi cara comienza a arder por su imprudencia; debo estar demasiado roja ahora mismo.
—¡Eli! —La riño con una mala mirada. Desearía que mi linda hermana no fuera tan chismosa. La muy inocente se encoje de hombros como si no me hubiese avergonzado delante de mi profesor de matemáticas aunque es probable que en su linda cabecita esa pregunta no tenga nada de malo.
Escucho la carcajada que el señor Jones suelta, pero no me atrevo a mirarlo después de aquella pregunta. Él lo niega antes de encender el motor.
—No, solo soy su profesor.
Voy a matar a mi hermana cuando lleguemos a la casa. No puede preguntar eso a alguien así de la nada. Quisiera lanzarme del auto en movimiento por la vergüenza que siento recorrer mi cuerpo y correr, aunque sería un suicidio seguro.
Cambio rápido de tema para decirle ahora la dirección de mi barrio. A medida que avanzamos, Elizabeth sigue con sus preguntas, cada una más vergonzosa que la anterior. Me encojo en mi asiento, sin embargo; a mi profesor no parece incomodarle sino más bien divertirle la situación. Minutos después al faltar tan solo una cuadra para llegar a casa, detengo su conversación.
—Puede dejarnos aquí, solo falta un poco antes de llegar. —Trato de ocultar el nerviosismo en mi voz con una sonrisa apenada.
—Las voy a dejar en la puerta de su casa, quiero que lleguen a salvo.
Entro en pánico. Si papá ve el carro de él, se volverá loco y querrá saber de quién es.
—No es necesario, profesor, aquí estaremos bien.
—Ya es muy tarde señorita Johnson, además ya estamos en su barrio. ¿Cuál es su casa? —Interroga sin hacer caso de mi sugerencia.
—Esa de ahí. —Eli señala al frente con el dedo y en serio pienso en darle un pequeño golpe, ella es la única que debería saber de las consecuencias que esto me puede traer, pero en su entusiasmo parece habérsele olvidado. Más tarde debo hablarle con seriedad, no puede decirle a desconocidos el lugar donde vivimos y menos si dicho desconocido es un hombre.
Bueno, al menos el hombre en cuestión no tiene intención de hacernos daño, si quisiera podría haberlo hecho hace ya varios minutos. Al llegar, estaciona en la entrada, luego apaga el auto.
—Un placer señoritas —. Le dirige una sonrisa a Elizabeth.
—Gracias. Hasta luego. —Quita nuestro cinturón de seguridad antes de abrir la puerta para saltar fuera del auto sin esperarme ni responderle.
Miro muy asustada la casa, no sé lo que mi padre pueda hacer ahora. Ya debió darse cuenta del carro frente a la entrada, de seguro su primera pregunta será saber de quién es.
—¿Se encuentra bien? —Pego un brinco en el asiento, por un momento había olvidado al señor Jones.
Mi corazón redobla sus latidos cuando pongo mis ojos en los suyos los cuales tienen una repentina preocupación.
Quiero decirle que no, que no estoy bien, que nunca lo estaré; contarle que en mi casa hay un monstruo disfrazado de buen hombre, de padre responsable. Quisiera rogarle nos lleve a otro lugar lejos de aquí, pero sé las consecuencias si abro la boca. Sinceramente prefiero evitarlas, no puedo permitir se cuestione mi situación. En su lugar, contesto la misma mentira de siempre sin atreverme a mirarlo a la cara para ello.
—Estoy bien. Muchas gracias por traernos.
Escucho mi nombre susurrado, aunque lo ignoro a favor de bajarme lo más rápido posible. Cierro la puerta antes de que pueda decir algo más o antes de que vea las lágrimas en mis mejillas. Corro hasta la entrada rápido, luego espero hasta escuchar su auto arrancar de nuevo instantes después.
—No llores, Nikki —. La voz suave de Elizabeth para calmarme me distrae de mi llanto.
Levanto la vista hacia su cara, sus ojos están cristalizados con lágrimas reprimidas. Seco las mías propias con el dorso de la mano antes de formar una sonrisa tranquilizante.
—Lo siento, pequeña, entremos—. Respiro hondo, luego saco mis llaves del bolso e ingreso en la casa.
A penas ponemos un pie dentro, notamos a nuestro padre en la entrada de brazos cruzados contra su pecho, con una mirada enojada e intensa. Se nota la molestia en su actitud, más conmigo que con mi hermana pues a ella casi no la determina para nada.
—¿Dónde diablos estaban? —cuestiona con voz controlada.
Antes la pregunta iba dirigida solo a mí, sin embargo; esta vez es diferente pues lanza un vistazo a Elizabeth. Me pongo frente a ella para ocultarla de su asquerosa mirada, la inquietud me recorre de la cabeza a los pies y decido no responderle, en su lugar en voz baja le ordeno a Eli irse a su habitación.
Obedece de inmediato sin rechistar. Corre por el lado de Rick a su cuarto sin mirarme de nuevo pues sabe que esto se pondrá muy feo a partir de ahora.
Al escuchar que la puerta se bloquea con seguro, me dispongo a responderle.
—Ya sabes dónde estaba, se me hizo tarde, lo siento mucho —. Tartamudeo un poco al hablar; mi pulso late como loco en mi cuello producto del miedo que me causa su sola presencia.
—Te dije a las ocho, Nicole, son las nueve y media —. La desaprobación en su tono de voz no me es pasada por alto. Tiemblo un poco más en mi lugar.
—Lo sé, Rick. Perdón, no volverá a pasar.
Agacho la cabeza para no tener que observar más sus furiosos ojos. La sala se llena de silencio varios minutos mientras aguardo que venga mi castigo.
—Puedes irte a tu habitación. No tienes permitido salir hasta mañana, ¿entiendes? Hoy van a quedarse sin cenar. —Levanto mis ojos sorprendida de que en verdad me haya dejado ir sin golpearme o tomarme del cabello como suele hacer a veces, aunque la sola idea de dejar a mi pequeña hermana sin comer coloca una mueca de dolor en mis labios.
—Solo deja que Elizabeth cene algo, por favor. No importa si yo no puedo comer nada —. Me atrevo a hacer contacto visual con él para que vea mi súplica.
Su rostro se suaviza un poco, lo cual me sorprende hasta la médula. Desde hace mucho no lo había visto tener aunque sea una pizca de amabilidad con mi hermana, pero ahora parece casi como si le importara.
—Bien, pero luego las quiero a ambas encerradas —. Se da la vuelta sin otra palabra de su parte para ir a su habitación y encerrarse ahí.
Suelto el aire contenido y me dispongo a darle de comer a mi pequeña hermana.
Al terminar de verla cenar le pido que vaya a dormir. Una vez me aseguro de que esté encerrada con llave, me voy a mi cuarto luego cierro la puerta detrás de mí. Por primera vez en mucho tiempo decido ponerle seguro para que ese hombre no pueda ingresar más de noche. Ahora que mi hermana se encuentra segura en su cuarto, puedo relajarme un poco.
Espero que mañana sea un día mejor.
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Dedicado a: ArellanesdeMellark
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