CAPÍTULO 57

Después de esa tensa discusión con Theo, nos quedamos varios minutos en silencio. La atmósfera en la casa de mi abuela es densa y cargada de emociones luego de nuestra charla. Sé que esto todavía no acaba, que aún necesitamos hablar mucho más, pero el ánimo de continuar se escapó de mí hace varios minutos.

Me quedo en la cama por un momento con los ojos cerrados. Mi cuerpo se hunde en la suavidad del colchón, el cual me hace sentir cansada, con ganas de tomar una larga y profunda siesta. Mis pensamientos están enredados en una maraña de confusión porque no sé cómo continuar ahora. Theo se tumba a mi lado y aunque no pueda verlo en este momento, siento que su mirada está sobre mí. Sus dedos de repente empiezan a acariciar mi cabello en movimientos suaves, repetitivos, destinados a tranquilizar. Me permito sumergirme en esa sensación, sus caricias son como un bálsamo para mi alma.

Nuestros suspiros llenan la habitación y casi al instante me dan ganas de dormir. A pesar de tener que ir a la estación de policía para entregar los vídeos e ir al hospital a recibir los resultados, hoy no me siento con la energía suficiente como para lograrlo. Decido que debería despejar mi mente por un día, así que le propongo a Theo hacer algo para distraernos con Eli y la abuela. Parece aliviado de que haya dejado el tema por ahora y acepta de inmediato.

Nos quedamos en esa posición durante un tiempo; sin embargo, cuando estoy a punto de dormirme, unas voces familiares me arrancan del borde del sueño. Abro los ojos y allí está mi abuela junto a Elizabeth paradas en la puerta.

—¡Theo! —Mi hermana parece radiante al ver a Theo e inmediatamente corre hasta la cama para lanzarse hacía él.

Su pequeño cuerpo impacta contra el suyo con la fuerza suficiente como para sacarle el aire. Theo suelta un jadeo de sorpresa, aun así la toma entre sus brazos. Una sonrisa se esboza en mi rostro al ver la interacción entre los dos. Mi abuela nos observa por un segundo en silencio, hasta que nos informa sobre la comida china para el almuerzo para después alejarse.

—Eli, deja al pobre respirar —. Hablo entre risas cuando mi novio me hace ojos de pánico ante el abrazo de mi hermanita.

—Oh, cierto. Lo siento, Theo.

—Tranquila, Eli, no te preocupes —. Responde entre jadeos.

—Eli, ve a cambiarte el uniforme para ir a comer —. Hace un puchero por mi orden.

—Bueno, bueno, ya voy. —Una vez que sale de la habitación, Theo se soba el pecho donde Eli lo golpeó con una mueca de dolor. Me aguanto la risa y me acerco a él para darle un beso.

—¿Te lastimó mucho? —Mi voz sale en un susurro apenado.

—Estoy bien.

—Oh, quién diría que ibas a ser derrotado por una niña de nueve años —. Entrecierra los ojos en mi dirección con sospecha.

—¿Estás de verdad preocupada o te burlas de mí?

Eso rompe mi control. Suelto una ligera risa en su cara.

—Lo siento, es que para ser un hombre que mide un metro ochenta, fuiste derribado de forma muy fácil por una niña pequeña... es bastante gracioso.

—Oh, vas a pagar por eso.

De la nada se sube encima de mi cuerpo y comienza a hacerme cosquillas en los costados. Me deshago en un ataque de risas al tiempo en que trato de quitármelo de encima.

—¡Lo siento, lo siento! —Me disculpo en voz baja, siento que perdí el aire por reírme tanto.

Continúa durante un rato hasta que mi abuela nos grita que el almuerzo está servido. Trato de recuperar el aliento durante unos minutos hasta que por fin lo consigo. Él me observa con una sonrisa de suficiencia en su rostro, aún encima de mí.

—Te lo mereces.

—Eres un idiota.

—Yo también te quiero —. Responde en su lugar.

Cuando ya estoy bien, me ayuda a levantarme de la cama. Una vez de pie, aprovecha para darme un beso ligero en la mejilla. La felicidad me inunda al verlo tan relajado, a pesar de que lo acaban de despedir por mi culpa hoy. Trato de ignorar eso por ahora, en cambio nos dirigimos al comedor. El aroma de la comida llena la casa lo que hace gruñir a mi estómago. No he comido desde la mañana y muero de hambre.

Entre bocados de comida, nos sumergimos en conversaciones variadas. La conexión entre mi abuela y Theo es innegable, como si compartieran un entendimiento mutuo que va más allá de las palabras. Temía que ella me diera un sermón por andar con alguien mucho mayor que yo; no obstante, parece que estaba equivocada pues cada chiste o risa compartida fortalece el vínculo entre ellos.

Después de la comida, decidimos disfrutar de una tarde de películas. Nos acomodamos en el sofá con mantas y almohadas, como si fuésemos una pequeña familia unida.

—¡Miremos crepúsculo! —Elizabeth salta de arriba abajo luego de su sugerencia, emocionada. Suelto un gemido.

—Vamos, Eli, escoge otra —. Le ordeno con voz suave.

—No, yo quiero ver crepúsculo.

—¡Siempre vemos esa saga, Eli! ¿No te gustaría ver otra cosa?

—Nop.

—Podríamos mirar una película de vampiros de verdad, no esa cosa —. Mi abuela y Theo nos observan pelear de un lado al otro sin intervenir.

—Por favor —. Hace un puchero y me lanza sus ojitos de niña buena. Mierda. Sabe que esa mirada siempre le consigue lo que quiere.

—Bien, mocosa manipuladora —. Me quejo antes de buscar la estúpida película.

Me lanza una sonrisa que muestra todos sus dientes, feliz de haber ganado nuestra discusión. Solo así me tiene en sus manos. Haría cualquier cosa por mi hermana, no importa que.

A medida que pasan las escenas tontas de la película, las risas llenan la habitación cuando compartimos bromas sobre la trama y los personajes en la pantalla.

—Oh mira, el vampiro de cien años brilla como un diamante al sol, sin duda eso no llama la atención de la gente —. Se queja Theo en voz baja en mi oído.

Una risita se me escapa ante su comentario y le doy un codazo en el estómago. Elizabeth logra escucharlo y lo mira por encima del hombro, molesta.

—¡Ellos no salen de su casa cuando hacen sol, Theo! Así que nadie se da cuenta de que brillan.

En otro momento, Andrea suelta un gemido torturado.

—¿Por qué alguien se enamoraría de una chica que tiene cara de culo todo el tiempo? Solo mírala, parece un zombie viviente. —Menciona mi abuela, indignada.

—¡Es parte de su encanto, abuela! —Contraataca ella con un puchero.

Por cada comentario sarcástico que los tres hacemos sobre la saga, Eli refuta todos y cada uno de ellos con tanta vehemencia que es como si fuesen personas reales.

Decidimos mirar las siguientes películas solo para complacerla y en un momento dado logro quedarme dormida contra el pecho de Theo, el cansancio del día cobra factura.

***

Varias horas después, luego de cenar, el momento de despedirse llega.

—Fue un placer conocerte, chico. Por favor, vuelve a visitarnos en cualquier momento.

Él toma la mano que le ofrece entre las suyas, luego le da un ligero beso en el dorso de la mano como un caballero. Mi abuela se sonroja por el gesto antes de alejarse. Theo y yo nos quedamos solos por un instante, nuestros ojos se encuentran en un intercambio silencioso lleno de significado. Se acerca a mí, su mano encuentra mi mejilla con suavidad.

—Gracias por esta tarde, amor. Me divertí.

—Yo también.

Nuestros labios se unen en un beso, sus brazos se envuelven en mi cintura para levantarme un poco, mis brazos se enredan en su cuello. Nos quedamos en esa posición por un tiempo hasta que me coloca de nuevo sobre mis pies.

—Descansa bien, Nikki —. Susurra con ternura con su frente apoyada sobre la mía.

—Igual tú y gracias por quedarte conmigo todo el día.

Con una última sonrisa, Theo se aleja y yo entro a la casa. Una vez estoy vestida con mi pijama, me acurruco debajo de las cobijas para poder dormir. Siento que de verdad necesitaba un día de relajación con las personas que me importan luego de todo el sufrimiento de los últimos días.

Con ese último pensamiento, me quedo dormida.

***

Pasan algunos días luego del arresto de Rick, lo que me deja con más ánimo que nunca antes. Es como si la tranquilidad que él me había quitado regresara poco a poco a mi vida. Sin embargo, a medida que el tiempo pasa, sé que no puedo quedarme en este oasis de tranquilidad por mucho más tiempo, las cosas deben seguir su curso. Todavía hay cosas que necesito hacer como entregar los vídeos e ir al hospital a recoger los resultados de los exámenes, así que una tarde reúno el coraje suficiente para continuar. Llamo a Theo al celular, ansiosa. No hemos podido vernos tanto como nos gustaría. Como ya no trabaja en la escuela, se ha dedicado a buscar otro trabajo como profesor luego de que yo hablara con el director en persona y llegáramos a un acuerdo sobre no perjudicar su hoja de vida.

El sonido de su voz me despierta de mi trance.

—Hola, Theo. ¿Estás ocupado hoy? —Pregunto antes de pedirle cualquier cosa.

—No mucho. Ya he ido a dejar algunas hojas de vida a algunos colegios, ahora solo necesito esperar. ¿Por qué? 

—Necesito un favor, cariño.

—Claro, Nikki. Lo que necesites, ya lo sabes —. No duda en responder. Amo que este hombre siempre esté dispuesto para mí.

—Quiero que me lleves a la estación de policía. Tengo que entregar las cajas con esos estúpidos vídeos para deshacerme de eso de una vez por todas.

El otro lado de la línea se queda en silencio por unos segundos, casi puedo imaginarme que su expresión muestra el desacuerdo por mi idea, sin creer que ahora sea el momento apropiado.

—¿Estás segura de eso, Nikki?, ¿no prefieres esperar?

Niego, solemne. No, no quiero. He aplazado esto durante los últimos ocho años de mi vida, no puedo esperar más tiempo para que el idiota de Rick pague por lo que me ha hecho.

Cuando escucha mis palabras que suenan determinadas, suelta un suspiro de derrota. Sabe que yo soy lo bastante terca como para no desistir de mi idea. Acepta con comprensión así que, sin más demora, me arreglo para esperarlo.

Treinta minutos después, el claxon de su carro suena fuera de mi casa. Me despido de la abuela con un beso en la mejilla, no sin antes asegurarle que regresaré a penas pueda. Una vez hecho esto, salgo de la casa donde encuentro a Theo parado en la entrada.

—Hola, amor —. Me da un ligero beso en la mejilla para después alejarse con una sonrisa.

—Hola Theo. Gracias por venir. ¿Puedes ayudarme a colocar las cajas en el baúl?

—De nada, linda y claro que puedo. —Me guiña un ojo antes de ir a traer los vídeos.

Luego de tener todo listo, me subo en el asiento del pasajero y Theo enciende el carro para después arrancar. Nos dirigimos hacia la estación de policía primero, el silencio en el auto de repente se vuelve un poco tenso pues este momento es muy importante. Mi corazón late con fuerza dentro de mi pecho, mis manos están sudorosas por los nervios y la ansiedad recorre mi cuerpo. Si soy sincera conmigo misma, la situación me hace sentir asustada y al mismo tiempo también puedo sentir una extraña sensación de liberación.

Llegamos a la estación varios minutos después, el enorme edificio se extiende ante nosotros, intimidante, y desde aquí casi puedo sentir el aire de ajetreo que hay detrás de esas puertas. Trago saliva antes de dirigirle una mirada a Theo.

—Necesito que te quedes aquí, por favor —. Le ruego en voz baja.

A diferencia de la primera vez que me trajo aquí, en este momento decide no hacerme preguntas, no me cuestiona o me pide entrar juntos, solo me ofrece una sonrisa de ánimo; sin embargo, sí insiste en ayudarme a colocar las cajas en mis brazos porque no puedo tomarlas todas por mí misma. No le digo que no porque las cajas son un poco pesadas de por sí. Cuando salimos del carro, Theo abre el baúl para recogerlas y las amontona en mis brazos. Aunque tiemblo un poco por el esfuerzo, me pongo mis bragas de niña grande y soporto su peso, luego camino hacia la estación.

Los policías son diferentes a los que estaban hace unos días, estos por lo menos me dan un asentimiento respetuoso cuando los paso.

—¿Necesitas ayuda con eso? —Pregunta el más alto de ellos, su cabeza señala las cajas en mis brazos. Dudo un momento, solo que al sentir que un calambre comienza en mis bíceps, decido aceptar.

Las agarra de mis brazos antes de indicarme con un gesto de la cabeza que avance primero. Al ingresar, el interior de la comisaría está impregnado con el olor a café además de estar lleno de murmullos constantes de conversaciones entre los policías. El chico las deja en el suelo cerca del escritorio de recepción y le doy las gracias por su ayuda a lo que solo me da una sonrisa amable. Se despide de mí luego de eso para dirigirse de nuevo a la puerta, lo que me deja de repente sola. Dudo varios minutos mientras los oficiales pasan de un lado al otro, algunos de ellos me lanzan miradas de curiosidad. Después de un largo suspiro, decido que es la hora por lo que reúno el valor para entrar.

Me acerco al mostrador de recepción, la chica de la última vez ya no está ahí, ahora se encuentra un hombre de mediana edad quien tiene cara de que preferiría estar en cualquier otro lugar que trabajar aquí. Me aclaro la garganta con fuerza y mira hacia mí con aburrimiento.

—¿En qué puedo ayudarle, señorita? —Pregunta en un tono profesional.

Lucho un segundo por encontrar las palabras adecuadas antes de lograr hablar.

—Tengo pruebas... pruebas importantes para el caso de mi padre.

Asiente con comprensión y me pide algunos datos del caso. Le digo el nombre de mi padre, así como del oficial García. De inmediato es como si ya supiese qué sucede. Su mirada cambia de aburrida a una de lástima en un santiamén. Me indica esperar un momento en las sillas para que pueda consultar con otra persona, luego se va. Después de unos minutos que se sienten como una eternidad, observo a García caminar en mi dirección. Una sonrisa de familiaridad aparece en sus labios.

—Nicole, ¿cómo puedo ayudarte? —La familiaridad de su voz me tranquiliza un poco, a pesar de las circunstancias.

—Traje las pruebas que me pidió la fiscal. Son varios vídeos que incriminan a mi padre —. Explico con voz temblorosa al tiempo en que indico las cajas en el suelo.

Parece enojado al verlas, sus cejas se fruncen y sus labios se aprietan en una línea, pero me da un apretón en el hombro como si quisiera consolarme. Después llama a una chica joven para que le ayude a llevarlas. No dice nada, solo obedece la orden.

—Entiendo la seriedad de esto, Nicole. Vamos a asegurarnos de que llegue a manos de la fiscalía. Puedes tener la seguridad de que se revisará todo con detenimiento.

Siento cómo un peso se alivia de mis hombros al ver que las pruebas están en manos competentes pues por fin acabo de tomar un paso importante en el proceso de obtener justicia para mi padre. A pesar de eso también siento como si tuviese un nudo en la garganta al pensar en el proceso legal que se avecina.

Como ya no tengo nada más que hacer aquí, me dispongo a salir de la estación. Antes de poder hacerlo, García me detiene por un momento.

—Solo quería decirte que acabas de hacer algo valiente aquí, no todos tienen el coraje de enfrentarse a la verdad de esta manera.

Le agradezco por su amabilidad antes de dirigirme al auto donde me espera Theo.

—¿Cómo te fue? —Pregunta, preocupado.

Suspiro antes de responder, trato de encontrar las palabras adecuadas para describir la situación.

—Fue un poco más difícil de lo que esperaba, aunque siento que por fin puedo respirar de nuevo —. Asiente, parece un poco más tranquilo al escuchar mi respuesta.

—Me alegra que hayas podido manejarlo. Sé que esto significó mucho para ti.

Le sonrío con sinceridad.

—Gracias por tu apoyo, amor. —Menciono en voz suave, de verdad agradecida por tenerlo aquí, a mi lado.

Nos quedamos en silencio por un momento; no obstante, como aún tengo algo más por hacer, le doy una mirada suplicante.

—¿Qué pasa?

—Tengo que pedirte otro favor.

—Dime.

—Aún tengo que ir al hospital por los resultados —. Confieso, un poco abrumada.

Espero alguna queja de su parte sobre que tengo que tomar las cosas con calma y me sorprende su respuesta.

—Lo sé, amor —. Al menos tiene la decencia de lucir avergonzado.

—¿Lo sabias? —Me da un encogimiento de hombros evasivo.

—Lo siento, el día de las películas vi el mensaje que te llegó a tu celular. Me sorprende que no quisieras ir antes, para ser sincero.

Debería estar enojada por su confesión, solo que eso ocupa el último lugar en mi lista de prioridades en este momento.

—Entonces llévame al hospital, por favor.

No le digo más después de eso, en su lugar solo me dedico a mirar por la ventana a las calles; a la gente que camina sin ninguna preocupación en el mundo. El sol todavía está alto en el cielo y proporciona un ambiente cálido, así que me permito disfrutarlo.

Una vez llegamos, dejo a Theo en el estacionamiento. Me dirijo sola hacia el lugar donde se entregan los resultados e intento no entrar en pánico por lo que está por venir.

Una vez llego, tengo que quedarme en la fila durante varios minutos hasta que al fin logro llegar al mostrador. Le muestro mi cédula a la enfermera detrás del vidrio quien revisa si efectivamente mis resultados se encuentran listos. Una vez lo confirma, la chica me pide que aguarde un momento en las sillas de la sala de espera. Espero por lo que parecen ser horas en lugar de minutos hasta que por fin me llama por mi nombre. Tomo el sobre sellado extendido en mi dirección con manos temblorosas y le agradezco en un murmullo. Me armo de valor antes de romper el sello con dedos ansiosos pues la incertidumbre me comienza a volver loca, para después sacar los papeles con la información.

Empiezo a leer, mis ojos recorren con miedo las palabras impresas. La mayoría de las cosas son solo galimatías para mí porque no las entiendo hasta que mi mirada encuentra lo que busco. Mi corazón da un vuelco dentro de mi pecho al leer la palabra escrita en todas las hojas, mi aliento se queda atrapado en mi garganta.

Negativo.

Por un solo instante, estoy en shock. Vuelvo a leer una y otra vez esa única palabra al final de las hojas, sin poderlo creer. Una vez que mi cerebro logra procesarlo, las lágrimas de alivio y gratitud llenan mis ojos, una sonrisa temblorosa se forma en mis labios. Todos los papeles indican que estoy bien sin presentar ninguna ETS y, de manera milagrosa, sin estar embarazada. Es como si un peso enorme acabara de salir de mis hombros, como si al fin pudiera respirar después de haber contenido la respiración durante tanto tiempo.

Al menos hay una sola cosa en mi vida que mi padre no pudo arruinar.

Con los resultados en mano, decido ir a buscar el consultorio del médico para que los revise a pesar de que yo ya lo he hecho. Según las indicaciones en el mensaje de texto, no necesito sacar una cita para que el doctor pueda atenderme, así que aguardo por unos minutos a que salga uno de los pacientes que se encuentran dentro. Cuando ya está vacío, me levanto de la silla, luego toco con los nudillos la puerta. Javier, el doctor que me había atendido, levanta la mirada de la pantalla de su computador y me da una sonrisa cuando me ve.

—Hola, ¿puedo ayudarte? —Pregunta con amabilidad. Por su expresión, parece que no me reconoce.

Me armo de valor y me aclaro la garganta para poder hablar con voz serena.

—Mi nombre es Nicole Johnson, usted me atendió hace unos días, eh... cuando llegué por urgencias.

Le digo que los resultados ya estaban listos y que quería su opinión sobre ellos. Su mirada cambia a una de reconocimiento y seriedad luego de escucharme explicar. Su mano se extiende en mi dirección para recibir el sobre con los exámenes. Mientras el doctor revisa todo, muevo mi pierna de arriba abajo, ansiosa.

Varios minutos después de terminar de leer, levanta la mirada, sus ojos me observan con seriedad.

—Nicole, tus resultados físicos están en orden, eso es algo bueno. Pero —se interrumpe un momento y mi corazón comienza a acelerarse al no saber la razón. Tal vez leí algo mal —, tu salud mental es otra cosa.

—¿Mi salud mental? —No puedo evitar sonar confundida. Sí, sé que me hicieron algunas pruebas en ese sentido, solo que no me di cuenta que esos papeles también estaban dentro del sobre.

—Tus pruebas psicológicas nos indican que puedes llegar a presentar depresión, así como síndrome de estrés postraumático.

—¿Eh? —Es lo único que atino a decir, aturdida como estoy. No estoy segura de tener ningún síntoma; me habría dado cuenta.

—Después de lo que has pasado, es importante que busques ayuda para procesar tus emociones, Nicole. Te recomendaría hablar con un psicólogo para que te brinde el apoyo que necesitas. Tu bienestar mental es igual de importante que el físico.

—¿Un psicólogo? Creo que no es necesario.

—Entiendo de donde viene esa respuesta, pero sí lo es. Sé que mucha gente piensa que ir con un psicólogo es para gente que está loca o algo parecido, lo cual está muy lejos de la realidad... —Interrumpo su discurso antes de que pueda continuar.

—Doctor, creo que está confundido, no tengo síntomas de depresión —. Afirmo con convicción.

—No dije que los tuvieras, dije que podrías llegar a tenerlos.

Niego una y otra vez con la cabeza. No quiero ir a un psicólogo de nuevo. No soportaría volver a revivir cada uno de mis traumas, volver a revivir el dolor que mi padre me causó. Lo que pasó la primera vez que lo hice fue suficiente como para no querer regresar. Al ver que estoy a punto de entrar en pánico, el doctor Javier coloca su mano sobre la mía con delicadeza.

—Nicole, te lo digo como una forma de ayudarte, nada más. Escúchame. Si guardas dentro de ti todos tus sentimientos reprimidos, poco a poco estos te van a consumir.

—Creo que puedo superarlos muy bien por mí misma, doctor. No necesito hablar con un psicólogo —. A pesar de que mantiene su expresión amable, todavía puedo darme cuenta que no va a dejar de persistir en el tema.

—Comprendo que quieras demostrar fuerza y resolver las cosas tú sola; sin embargo, a veces buscar ayuda profesional puede marcar una gran diferencia en cómo afrontamos las cosas.

Al ver que no va a dejar de persistir en el tema, decido ser sincera con él.

—Mire, ya estuve una vez en el psicólogo, ¿vale? Y aunque al principio fue una experiencia que me ayudó, después de que mi padre se enteró que lo estaba haciendo... bueno, digamos que no resultó bien para mi psicólogo.

Por un momento llego a pensar que tal vez se va exasperar conmigo por seguir negándome, no obstante; en sus ojos no encuentro nada más que comprensión.

—Nicole, tu padre ya no puede hacerte daño, ya está en la cárcel. Sé que tienes miedo de que algo así pueda volver a suceder, pero no será así.

Lógicamente sé que tiene razón, es solo que años de haber sido condicionada por mi padre no serán tan fáciles de dejar atrás. Cuando no le doy la respuesta que quiere, suelta un suspiro antes de ofrecerme una sonrisa amistosa

—No te voy a presionar, Nicole. Solo te voy a decir una última cosa. Si decides cambiar de opinión en algún momento, aquí está el contacto de una muy buena amiga mía —saca una tarjeta de uno de los cajones del escritorio para entregármela. Aunque no quiero, decido tomarla con cautela —, ella es una excelente psicóloga.

—Lo pensaré, doctor. No prometo nada, pero... lo pensaré.

Una vez hecho esto, le agradezco al médico por su consejo para después salir de la consulta con un peso adicional en mi pecho. Sus palabras resuenan en mí como un eco. A pesar de saber que lidio con algo más grande que yo misma, admitirlo en voz alta es un paso difícil de dar.

Al estar en la comodidad del auto de Theo, él me mira con una expresión de incertidumbre. Estos resultados para él eran igual de importantes como lo son para mí, así que puedo entender cómo se siente.

—¿Cómo te fue, amor?

Lo observo con una mezcla de sorpresa y alivio.

—Todo está bien, Theo. Estoy bien —. Su expresión se relaja de inmediato y me da una amplia sonrisa.

—Me alegro mucho, cariño. Eso es un peso menos que llevar.

—Lo sé —. Mi estado de ánimo decae al recordar que no todo fue color de rosas y Theo, perceptivo como es, lo nota al instante.

—¿Pasó algo más?

—No quería decírtelo. El médico también me pidió que fuera a psicología... —Guardo silencio por un momento, insegura de cómo continuar.

—¿Qué sucede? —Me lanza la pregunta mientras me mira con el ceño fruncido y preocupación en sus ojos.

—Tengo miedo de volver a ver a un psicólogo, Theo. La última vez tuve que contarle todas las cosas que mi padre me hizo desde pequeña y Rick se enteró. No quiero volver a arruinarle la vida a otra persona.

La suavidad reemplaza el anterior sentimiento y toma sus manos entre las mías para apretarlas con suavidad y me mira con atención a los ojos antes de comenzar a hablar.

—Amor, tu padre ya no estará más en tu vida, él ya no puede hacerte daño nunca más. Además, si quieres mi consejo, deberías intentar darle una segunda oportunidad y si al final decides que ya no te gusta, lo dejas. Solo quiero que sepas que no importa la decisión que tomes, nunca estarás sola en esto, Nikki. Estoy aquí para ti, pase lo que pase.

Mis ojos se llenan de lágrimas ante sus palabras, ese era el consuelo que necesitaba. Todavía no estoy muy segura sobre si regresar a terapia es lo adecuado para mí o si seré capaz de pasar por lo mismo de nuevo, pero ahora por lo menos tengo la seguridad de que tengo a alguien que está dispuesto a acompañarme en cada paso del camino si se lo pidiera.

Solo eso es suficiente para considerarlo.

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