CAPÍTULO 54
Estoy parada frente a la casa de mi abuela desde hace varios minutos sin dejarla de observar como una total idiota, demasiado cobarde para caminar hasta la puerta. El temor de verla y contarle todo me impide dar un paso más en esa dirección. La verdad es que no tengo idea de cómo voy a abordar todo esto ni de cuál será su reacción cuando se entere.
Hay una parte de mí que espera que ella pueda comprender la situación, que nos permita vivir en su casa hasta que ocurra el juicio y nuestra custodia sea decidida; pero también está esa parte, esa fea parte que espera lo peor. Podría no interesarle nuestros problemas e intentar sacarnos a patadas de su casa para dejarnos a nuestra suerte como lo hizo hace ya varios años.
Pese a todo lo que ha pasado en los últimos días y de a todas las personas a las cuales le he contado mi secreto, todavía siento mucho miedo de darle voz a mis problemas. A pesar de que hablar con mi abuela no debería ser diferente de todas aquellas veces, se siente como si lo fuera.
Sacudo la cabeza ante mis temores. Necesito comenzar a dejar atrás todo aquello, no puedo vivir así por siempre, tan cobarde de decir las palabras o de sentir miedo, así que obligo a mis piernas a avanzar hasta su puerta. Al mismo tiempo respiro profundo por la nariz mientras pongo un pie delante del otro. Una vez estoy frente a la puerta, dudo tan solo unos segundos antes de levantar mi mano hasta el timbre para presionarlo.
Doy un paso atrás, luego limpio mis palmas sudorosas en los jeans, nerviosa. Unos cuantos segundos después, la puerta es abierta y observo el rostro de mi abuela. Su cabello castaño se encuentra recogido en una cola de caballo con algunos mechones a los lados de su rostro. Sonríe al verme aquí aunque arquea las cejas con sorpresa.
—Nikki, ¿qué haces aquí? —Suena confundida debido a mi presencia. Casi nunca aparezco a estas horas, la última vez que lo hice fue cuando le pregunté por Sara.
Trato de mantener mi cara en blanco sin querer delatar mi estado de ánimo por el momento.
—Tengo que hablar contigo.
La sonrisa desaparece de inmediato de sus labios al escuchar el tono grave en mi voz. Sin decir nada más al comprender que esto es algo serio, abre un poco más la puerta para dejarme pasar.
Una vez dentro, observo todo a mi alrededor. El característico olor a rosas y canela impregna mis fosas nasales, lo cual logra relajar un poco la tensión en mis hombros. Ingreso en la sala despacio con la intención de alargar un poco los minutos antes de tener que decirle todo.
—¿Quieres algo de tomar? —Ofrece de manera nerviosa y aparta el cabello de su cara.
Asiento con la cabeza, luego me dejo caer en uno de los sofás. Desaparece en la cocina enseguida, así que me quedo aquí para ordenar mis pensamientos dispersos.
Espero con paciencia hasta que vuelve a aparecer después con una tasa de café en la mano. La recibo gustosa y tomo un sorbo de la bebida caliente.
—Entonces, ¿qué pasa? —Cuestiona, directo al grano. Está muy ansiosa, lo puedo notar por su pierna que no ha dejado de moverse arriba y abajo.
No respondo de inmediato, en su lugar, tomo otro sorbo mientras me preparo para lo que viene a continuación. Debato unos momentos cómo quiero empezar, luego decido hablar.
—Necesito contarte algo.
—¿Qué pasó?
Suelto un suspiro tembloroso, y dejo la tasa a mi lado. Al mismo tiempo, cierro los ojos e inhalo todo el aire calmante que pueda. Cuando ya me siento confiada, dejo que la ya tan conocida historia abandone mi boca. No omito casi nada, solo dejo de lado la parte en la que le pido estadía durante unos días, pues esta vez necesito que primero entienda por completo toda la situación antes de darme una respuesta, de ello depende mi destino. Miro fijo a los ojos azules de mi abuela todo el tiempo con la esperanza de captar cualquier emoción de desagrado en ellos. No me interrumpe en ningún momento, solo se limita a mirarme de vuelta.
Cuando por fin termino, me quedo en silencio a la espera de una palabra de su parte. Parpadea varias veces como si no pudiera creer lo que acaba de escuchar, sus cejas se fruncen un poco al igual que sus labios. El silencio reina en la habitación durante mucho tiempo y la tensión se siente más fuerte ahora, el ambiente algo sofocante.
—¿Andrea...? —La llamo por su nombre esta vez antes de pararme del sofá porque este silencio me comienza a poner ansiosa.
Se encuentra demasiado quieta para mí gusto, sin mover ni un solo músculo o mostrar cualquier reacción y temo que está en estado de shock. Al escuchar mi voz, parece como si se despertara del trance de golpe y se levanta como un resorte de su sitio, luego se aleja de mí varios centímetros sin darme la cara, como si no soportara estar a mi lado.
Mi estómago se retuerce en nudos apretados a medida que el pánico aparece en cada rincón de mi cuerpo al ver su actitud. Temo que se sienta asqueada de mí y que venga a agarrarme del brazo para arrastrar mi cuerpo hacia la salida de su casa. No quiero que eso suceda porque entonces mi hermana y yo terminaríamos con la trabajadora social en lugar de con mi abuela.
Doy algunos pasos para llegar hasta ella con la intención de poner mi mano en su hombro y obtener cualquier otra reacción de su parte que no sea esa. Me detengo cuando estoy tan solo a unos pocos pasos de llegar a su lado al escuchar los sollozos y ver cómo sus hombros tiemblan con cada uno de ellos. De repente, no sé qué puedo hacer; nunca la había visto llorar de esa manera. Esto me coge fuera de guardia, así que decido mantener las distancias y me quedo quieta con los brazos a mis costados.
De forma inesperada, comienza a soltar varios insultos en dirección a Rick que no puedo distinguir por la rápida forma en la que escapan de su boca, su voz está cargada de ira y dolor, justo como la de Theo cuando le conté. De todos los escenarios que recreé en mi mente antes de venir aquí, ninguno se parece a este. No esperaba esta forma de enfrentar mis palabras porque nunca me ha mostrado este lado suyo; verla perder el control es casi demasiado.
De un momento a otro, se da la vuelta tan rápido que no tengo tiempo para hacer nada hasta que siento sus brazos rodearme antes de acercarme a su pecho. Entierra su cara en la cima de mi cabeza, sus lágrimas no dejan de caer una tras otra lo cual logra humedecer un poco mi cabello. No respondo por un instante, confundida por el inesperado abrazo, luego llevo mis brazos a su espalda para devolverle el gesto con ternura. Susurra que lo siente repetidas veces, su voz suena bastante entrecortada y quiero consolarla, sin embargo; decido no responder pues el nudo en mi garganta se aprieta cada vez más como para hacerlo.
Nos quedamos de esa manera mucho tiempo hasta que ya no la siento temblar. Espero por un momento antes de desenredar mi cuerpo del suyo para caminar de nuevo hasta el sofá. Ella se queda parada unos instantes, luego decide seguirme y sentarse frente a mí. Sus ojos rojos e hinchados se posan en los míos para observarme con tristeza.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —Su voz sale ronca además de demasiado baja, que si no hubiese estado tan cerca no la habría escuchado.
Dudo un poco antes de responder, no sé cómo contestarle. Ella sabe a la perfección bien mis razones, no obstante; como parece bastante afectada por todo, no quiero hacerla sentir peor, así que escojo con cuidado mis palabras.
—Lo siento, abuela. Te lo iba a decir el día que te pedí quedarnos contigo, pero... ya sabes lo que pasó, por esa razón decidí que sería mejor no decirte la verdad, ya no le veía mucho sentido al hacerlo —. Trato de suavizar mi voz para que no se escuche como si le echara la culpa, aun así más lágrimas comienzan a caer con esa declaración.
Me siento un poco mal por ella porque, después de todo, es parte de mi familia y no me gusta verla así.
—Oh Dios, Nikki. Lo siento tanto... yo... yo nunca debí decirte eso. Si hubiera sabido la razón... —traga saliva mientras cierra los ojos y mueve la cabeza en negación —. Perdóname linda. Tú... debes odiarme, ¿verdad?
Lo pienso durante un momento, solo que ya no encuentro aquel dolor que sentía al pensar en eso, por lo que niego aquella pregunta.
—La verdad es que no lo hago. Eso ya pasó hace mucho tiempo y no puedo culparte para siempre, abuela.
Un poco de alivio cruza por su cara al asegurarle que no la odio, aunque es reemplazado de nuevo por la misma expresión de antes.
—Agradezco que no me guardes rencor, solo que eso no me absuelve de todo. Estoy muy arrepentida por mis acciones, si no te hubiese hecho aquello, no habrías pasado por tanto dolor durante tantos años. Siento que de alguna manera fue mi culpa.
Me levanto de mi lugar para arrodillarme frente a ella, luego tomo sus manos entre las mías sin alejar mis ojos de los suyos como una forma de mostrarle la sinceridad en mi expresión cuando le vuelvo a decir que no le guardo rencor.
Luego de algunos momentos de silencio, decido que es la hora de decirle la verdadera razón de mi presencia aquí. Ver su manera de reaccionar ante mi confesión me da el valor que necesito así como la seguridad de que no me va a negar su ayuda pues la mujer frente a mí está deshecha y puedo ver un verdadero arrepentimiento en su mirada.
—Aún puedes redimirte por aquello.
—¿Cómo?
—Necesito tu ayuda ahora más que nunca, abuela. Mi padre está en la cárcel, por lo que no hay nadie que pueda hacerse cargo de nosotras. No tenemos donde vivir. La trabajadora social nos llevará con ella si no conseguimos un lugar pronto y no quiero que eso suceda. Entiendo que es mucho pedir, pero por favor, por favor déjanos quedar contigo.
Aprieto sus manos fuerte, desesperada por hacerla entender. Guarda silencio varios minutos, lo cual solo aumenta mi ansiedad cada vez más. Cierro los ojos, a la espera de su respuesta. No quiero observarla a los ojos si decide que no me va a ayudar. Los abro de nuevo cuando levanta mi barbilla con su mano, así que presto atención a su semblante serio. Hay una pequeña mueca de tristeza que adorna sus labios y sus ojos han perdido todo sentimiento de golpe.
La decepción me golpea fuerte en el pecho, mi esperanza comienza a resquebrajarse pues es la misma cara que tenía el día de su rechazo. Comienzo a levantarme, dispuesta a irme de aquí, no quiero escuchar su negación otra vez, sin embargo; antes de dar un solo paso más, me inmoviliza con tan solo un ademán de su barbilla.
—Nikki, después de todo lo que me acabas de contar, ¿en serio esperabas que me negaría? Cometí un error hace varios años, un error que me atormentará algún tiempo. No puedo hacerles lo mismo otra vez.
Dejo escapar el aliento que no me di cuenta retenía en mi garganta al oírla decir eso. Alivio como nunca antes he sentido me invade por completo y no puedo evitar sonreír de par en par antes de lanzarme a sus brazos, lo cual casi nos hace caer a ambas del sofá por la fuerza empleada. La escucho reír un poco al mismo tiempo en que me aprieta contra su pecho un poco demasiado fuerte, aunque no me importa del todo. Hasta este momento, no sabía cuánto necesitaba un abrazo de mi abuela y permito que el calor de sus brazos me llene de confort.
—Gracias —. Susurro agradecida.
La decisión que acaba de tomar me llena de una nueva esperanza y logra demostrarme que pese a lo ocurrido en el pasado entre nosotras, puedo contar con su apoyo. Todo lo demás, todo el rencor que pude haberle tenido en algún momento se desvanece en unos instantes.
No importa cómo hayan resultado las cosas en el pasado con Andrea, todo lo que importa es que esta vez decidió hacer lo correcto por sus nietas.
***
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