CAPÍTULO 52

Nicole.

Escucho a lo lejos el sonido de una llamada entrante, lo cual logra despertarme de repente. Abro los ojos poco a poco con un parpadeo para deshacerme de lo que me queda de sueño. Mis párpados se sienten demasiado hinchados producto de todas las lágrimas que solté ayer y quisiera volver a dormir para descansar mis ojos otro momento, pero el sonido del celular se detiene unos segundos, luego vuelve a sonar igual de insistente que antes. Gruño un poco ante la interrupción, aunque aún así trato de incorporarme para alcanzar el celular. Cuando mis dedos están a punto de tocarlo, el brazo de Theo en mi cintura me devuelve de golpe a mi lugar. Jadeo en sorpresa por el repentino movimiento y en ese momento su cuerpo se mueve en la cama. Giro la mirada con un poco de preocupación para comprobar si ya despertó. Al notar sus ojos cerrados, me doy cuenta con un suspiro de alivio que aún sigue dormido. No quiero despertarlo todavía, aún no es hora.

Sonrío de forma inevitable al verlo así de pacifico. El cabello le cae en la frente y sus labios se encuentran entreabiertos para respirar de forma pausada. Luego de varios segundos de observarlo, decido que es momento de salirme de su encierro y dejar de parecer una acosadora para poder contestar pues no parece que la llamada vaya a terminar muy pronto. Comienzo a deslizarme centímetro a centímetro por debajo de su brazo muy despacio, sin querer despertarlo en el intento.

Luego de unos cuantos movimientos más, puedo al fin zafarme de su abrazo. No obstante, no me doy cuenta qué tan al filo me encontraba por lo que termino en el suelo con un ruido sordo. No puedo evitar soltar un gemido debido al dolor en mi espalda. Mierda. Debí calcular mejor dónde iba a aterrizar.

Me levanto del suelo unos pocos segundos después sin dejar de quejarme a cada momento. Una vez de pie, me estiro hacía la mesita de noche para tomar el celular. Cuando por fin lo tengo en mis manos, compruebo el reloj. A penas son las siete de la mañana.

¿Quién rayos llama a esta hora? Suelto un bufido de fastidio. Podría haber dormido un poco más. En ese momento, la llamada se corta, luego vuelve a sonar. Observo con atención el número que aparece en la pantalla sin reconocerlo en lo absoluto.

Frunzo el ceño, confundida, pues casi nunca recibo llamadas de números desconocidos. Salgo en puntillas de la habitación sin hacer mucho ruido antes de contestar y llevar el celular a mi oído.

—¿Sí? —Pregunto sin levantar mucho la voz.

—¿Señorita Johnson? —No reconozco en lo absoluto la voz gruesa y seria del otro lado del teléfono.

—¿Quién es?

—Soy el oficial García. Llamaba para recordarle que tiene que venir a poner la denuncia hoy en la mañana.

Suelto un suspiro frustrado al escucharlo. No se me había olvidado la cita, no obstante; esperaba ir en la tarde. Necesitaba toda la mañana para reponerme un poco antes de enfrentarme a eso. Decido aceptar ir dentro de dos horas pues según me informa el oficial, si no voy en ese tiempo, Rick podría pagar su fianza y salir de la cárcel. Al parecer, sin pruebas ni una denuncia oficial, no hay manera de mantenerlo tras las rejas.

Después de colgar, me quedo parada un momento sin dejar de pensar en las palabras de aquel oficial. No tengo ni la menor idea de cómo funciona este tipo de casos, así que no estoy segura de lo que me acaba de decir. Unos cuantos minutos después, decido ir a ver a Elizabeth a la habitación contigua. La puerta se encuentra entreabierta, justo como la dejé ayer antes de salir. Entro sin querer despertarla aún. Está acostada del lado izquierdo de la cama en dirección a la pared, acurrucada en una pequeña bola. Su respiración es constante y pesada, totalmente tranquila sin nada que interrumpa su sueño. Al verla así, me gustaría dejarla dormir todo el día, aunque eso no sea posible. Me acerco para acariciar su mejilla con el dorso de mi mano por unos segundos. Aparto un poco el flequillo que cae en sus ojos, antes de decidir que es hora de volver a ver a Theo.

Sigue en la misma posición en la que lo dejé, aún con su respiración tranquila. Camino hasta el lado contrario para colocarme a su espalda. Una vez me acomodo, me inclino un poco a su lado, luego acerco mi rostro al suyo para comenzar a dejar un rastro de besos desde su mejilla izquierda hasta su mandíbula con el objetivo de despertarlo; su barba me causa pequeñas cosquillas en la piel.

Continuo con mis besos durante un tiempo hasta que empieza a despertarse. Gira su cuerpo hacia donde me encuentro mientras un bostezo sale de su boca. Parpadea un par de veces hasta lograr abrir los ojos. Su mirada oscura aún adormilada se encuentra con la mía. Mi corazón da una voltereta en mi pecho y las mariposas se hacen presentes en mi estómago al notar la manera en la que me mira. Creo que nunca me voy a cansar de ver el color de sus ojos, ni de aquella mirada tan intensa. Una sonrisa somnolienta se extiende por su cara al verme. Le sonrío de vuelta.

—Buenos días —. Hablo antes de separarme unos cuantos centímetros.

En un solo movimiento, envuelve mis caderas con su brazo para obligarme a rodar de espaldas con el encima de mí, por lo que no puedo evitar reír sorprendida. Sus antebrazos se colocan a cada lado de mi cabeza y al instante, aquella conexión que siempre parece estar presente cuando estamos juntos, se manifiesta sin hacerse esperar, lo que hace que mi respiración se detenga y mi piel se ponga de gallina.

—¿Cómo amaneces? —Pregunta al tiempo en que empieza a pasar los pulgares por encima de mis ojos para acariciar mis párpados con suavidad. Una sombra cruza por su cara al ver que los tengo hinchados de la noche anterior, aunque se desvanece con rapidez sin darme tiempo a interpretarla del todo. Decido pasarlo por alto antes de responder.

—Bien, amor. ¿Tú?

—Igual, preciosa —mira hacia el lado derecho donde se encuentra el reloj en la mesita de noche. Observa la hora antes de devolver su atención a mí —. Dime una cosa, ¿por qué te despertaste tan temprano?

Arqueo mi ceja de manera inquisitiva.

—Siempre me levanto a esta hora, Theodore —. Frunce el ceño al ser llamado así.

—No me llames así, Nicole —enfatiza mi nombre para tratar de hacerme enfadar también. Eso solo me hace reír, pues a mí no me molesta que me llamen por mi nombre completo —. Para ti soy amor, cariño, mi vida, precioso o el hombre más importante de tu vida, ¿entendido? —Cuestiona con cara seria aunque sus labios intentan sonreír. Me burlo en su cara, pero aún así le doy mi asentimiento. Sonríe satisfecho antes de continuar —: y sé que te levantas a esta hora, solo que pensé que no íbamos a ir a la escuela hoy. Tenemos que ir a la estación de policía dentro de unas cuantas horas.

Mi expresión divertida se borra al instante.

—De hecho, no. Acaban de llamarme hace algunos minutos para pedirme que fuera dentro de dos horas. Al parecer, si no hay denuncia, Rick podría pagar su propia fianza para salir pues no habría ningún delito por el cual tendría que estar en la cárcel.

Comienza a fruncir el ceño ante lo que acabo de mencionar, el enojo se puede apreciar en el músculo que ha empezado a palpitar en su mandíbula al igual que en la vena de su cuello la cual parece que estuviera a punto estallar en cualquier momento.

—Entonces tenemos que ir ahora mismo. Ese hijo de puta no puede salir de la cárcel —. Utiliza una voz demasiado fuerte, dura y sin emoción, lo cual me logra preocupar un poco. No me gusta escuchar aquel tono en su voz, menos si es por culpa de mi padre.

—Lo sé, Theo. Por eso estoy despierta ya. Iré hoy y acabaré con esto —al ver que sigue molesto, bajo un poco la voz —. Por favor, no te enojes, no me gusta verte así por ese hombre —. Levanto mi mano para suavizar esa expresión enfadada.

De inmediato siento como sus cejas fruncidas se relajan contra mis dedos y  sonrío en respuesta. Amo ser yo la que pueda calmar su enojo con solo acariciarlo y tocarlo.

—Lo siento, amor. No estoy enojado contigo, es solo que escuchar su nombre me hace enfadar, no creo que alguna vez eso vaya a desaparecer. Todo lo que tenga que ver con ese imbécil siempre me hará querer golpearlo.

—Te entiendo, solo quisiera que no tuvieras que lidiar con eso por mi culpa —suelto un suspiro antes de volver a hablar —. Bueno... —coloco las manos en su pecho para alejarlo un poco —. Creo que es hora de ir a despertar a mi hermana. Tenemos mucho que hacer hoy.

—Me parece una buena idea. Entonces creo que debería levantarme y arreglarme ahora mismo para que no se nos haga tarde ¿no crees? —Asiento.

Debería hacerlo, aunque eso implique que se tenga que alejar de mi cuerpo. Espero a que su peso me abandone, sin embargo; parece no estar dispuesto a alejarse de mí ahora, así como yo tampoco quiero eso. Sin dejar de observarme con atención, sus ojos se posan en cada parte de mi rostro antes de comenzar bajar la cabeza poco a poco, centímetro a centímetro, hasta que su boca se coloca a una corta distancia de la mía. Deja un pequeño espacio de separación entre nuestros labios, lo cual provoca que nuestros alientos se entremezclen. Inclino mi cabeza hacia el lado contrario para romper esa conexión.

—Aliento mañanero —. Murmuro avergonzada al recordar que me acabo de despertar. Su pecho vibra contra el mío debido a la risa.

—No me importa.

Pone un dedo en mi barbilla para devolver mi cabeza al mismo lugar en el que estaba antes. Nuestros ojos se encuentran y me pierdo por un segundo en sus pupilas. Se me acaba de olvidar la razón por la cual no quería que me besara. Mi pulso se acelera junto con mi respiración en anticipación por sentir sus labios sobre los míos, pero comienza a tomarse su debido tiempo, solo se mantiene elevado por encima de mí.

Tengo ganas de decirle que me bese de una maldita vez, hasta puedo sentir el puchero que se construye en mis labios. Parece notarlo porque sus ojos comienzan a brillar con intensidad, divertidos por el efecto que tiene en mí. Ni siquiera sé cómo pasamos de hablar sobre algo tan importante a este momento tan íntimo entre los dos, aunque no me quejo.

Por fin, después de lo que parecen ser horas de tortura, su mano acaricia mi mejilla y sus labios rozan los míos con suavidad. Cierro los ojos antes de pasar mis brazos por detrás de su cuello para meter mis dedos entre su cabello. Por fin permito que aquel gemido que aguanté todo este tiempo abandone mi pecho para perderse entre su boca. Su lengua encuentra la mía para comenzar a jugar con ella con suavidad y los dedos de mis pies se curvan un poco contra la cama. De repente, una de sus manos comienza a descender por mi cara, mi cuello, mis pechos hasta llegar a mis caderas donde procede a jugar con el elástico de mis pantalones para dormir. Suelto un jadeo de sorpresa al sentirlo cerca de mi parte más íntima. De inmediato se separa de mí con una mirada de preocupación en su rostro.

—¿Estás bien, amor? ¿Me acabo de sobrepasar contigo? —Suena de verdad angustiado, así que niego con la cabeza con una sonrisa.

—No, cariño, no fue eso. —Le aseguro en voz baja como una forma de calmar su angustia.

—Lo siento, Nikki, no era mi intención asustarte, es solo que me emocioné un poco al besarte. No debí presionarte después de lo de ayer.

Tomo su cara entre mis manos con la intención de tranquilizarlo ya que puedo notar que está a punto de alejarse de mí.

—Theo, no me asustaste, solo me sorprendiste, eso es todo —trata de irse, aunque no lo dejo hacerlo —. No de una mala manera, lo juro. Lo siento, no quería que te preocuparas.

—Siempre me preocuparé si se trata de ti. Siento haberte sorprendido, amor —suelta un suspiro de derrota al mismo tiempo que coloca su frente contra la mía —. Será mejor que nos vayamos a arreglar para ir a la estación, podemos seguir después.

Trata de alejarse de mí de nuevo, sin embargo; enredo mis piernas alrededor de su cintura para detenerlo y en su lugar lo obligo a acomodarse contra mí. Me mira, sorprendido por mi actitud, así que le sonrío.

—¿Quién dijo algo sobre irnos ahora? Todavía tenemos tiempo. Además, no quería que te detuvieras. Confío en ti y sé que nunca harías nada que yo no quiera.

—¿Estás segura? —Mira de un lado al otro entre mis ojos como una manera de confirmarlo.

—Lo estoy. Por favor, tócame como tú quieras, amor, necesito sentirte después de lo de ayer. Necesito sentir que quién tiene el control sobre mi cuerpo soy yo, no... —me interrumpo por un segundo antes de continuar —. No ese hombre. Por favor, tócame.

Vuelve a mirarme por un largo momento y cuando toma su decisión, cierra sus ojos antes de besarme de nuevo. Su mano vuelve a posarse sobre mi cadera por un momento para jugar otra vez con el elástico de mis pantalones antes de introducir sus dedos por entre mi ropa. Suelto un gemido alentador cuando siento su dedo índice presionar mi clítoris con fuerza antes de comenzar a acariciarme en círculos, primero despacio, luego con mayor intensidad.

Levanta su boca de la mía para preguntarme si estoy bien. Las palabras parecen no poder salir de mis labios así que en su lugar decido abrir todavía más mis piernas como una forma de respuesta. Sonríe con cariño mientras capta la indirecta y al instante continúa con sus caricias durante varios minutos hasta que decide dar un paso más allá. De la nada, introduce dos dedos dentro de mí de golpe y no puedo evitar gritar ante la intrusión. Al escucharme, detiene su movimiento por un momento para comprobar si estoy bien. Al notar que lo estoy, empieza a mover sus dedos dentro y fuera de mí al mismo tiempo que aumenta la presión con su pulgar contra mi sensible clítoris. Pronto logra encontrar el ritmo perfecto que hace que mis caderas se muevan contra su mano por puro instinto. Escucho varios gemidos, aunque no sé si provienen de él o de mí. Nunca antes me habían tocado con tanta pasión como lo hace Theo y se siente increíble.

Su asalto continua durante varios minutos, la intensidad cada vez mayor. En la habitación solo se escuchan nuestros sonidos de placer junto con un sonido casi obsceno que es provocado por mi humedad y de sus dedos que entran y salen de mí interior con cada vez más fuerza. De verdad espero que mi hermanita todavía esté dormida, no quiero que nos escuche. De la nada, empiezo a sentir cómo mi sexo se aprieta alrededor de sus dedos, lo cual me indica que estoy cerca.

—Theo —. Grito su nombre como una oración mientras continúa con su asalto.

—Eso es, hermosa, córrete para mí. Quiero sentir cuánto te encanta que mis dedos te acaricien.

Como si mi cuerpo hubiese esperado su sucia orden, me vengo con un chillido que en otras circunstancias me habrían hecho avergonzar. Cierro los ojos cuando uno de los mejores orgasmos de mi vida me recorre desde los dedos de mis pies hasta mi cabeza. Theo no presiona por más, solo me acaricia despacio a través de las réplicas hasta que mi placer se calma. Una vez bajo de la cima, abro los ojos para observar a Theo. Cuando ve que lo miro, poco a poco saca los dedos de mi sexo antes de llevarlos hacia su boca para chuparlos. Mierda. Eso está caliente.

—Sabes delicioso —. Me elogia y mis mejillas se sonrojan.

Desciende de nuevo su cabeza para besarme una última vez con fuerza. Nos alejamos un poco cuando la respiración nos comienza a faltar, nuestras frentes se unen en un momento íntimo. Sus pupilas se encuentran dilatadas, su pecho sube y baja con rapidez igual que el mío. El sonrojo aumenta aún más en mis mejillas al ver que su cabello está desordenado, producto de haber pasado mis dedos por ahí al besarlo.

—¿Sabes algo?

—No —. Suelto un suspiro de felicidad.

—Nunca me voy a cansar de ti —. Contesta en un susurro, sin despegar la mirada de mí rostro.

Con un último beso en mi frente, su cuerpo desaparece de encima del mío luego se dirige a la ducha antes de cerrar la puerta detrás de sí. Aún no puedo asimilar cómo las cosas cambiaron de esta forma, así de repente.

Nunca pensé que en mi vida hubiera posibilidades de estar enamorada de nuevo de alguien o al menos, no dentro de mucho tiempo, pero al parecer el destino tenía otros planes en mente para mí. Quien iba a imaginar que iba a tener una relación con mi profesor de matemáticas.

No esperaba que todo se sintiera tan bien al vivir con él. Ahora puedo respirar tranquila sin el temor de que al salir por la puerta, Rick me espera para la misma rutina de siempre: hacer de mi vida un infierno. Sin embargo, aunque la idea de vivir y despertar aquí todos los días suene tentadora, sé que no puedo hacerlo para siempre. No sería justo para él hacerse cargo de mi hermana y de mí toda la vida, así como yo no sería capaz de vivir a costa de su dinero ni de su trabajo.

Si voy a salir adelante, necesito hacerlo sola. Todavía soy menor de edad, aún necesito conseguir trabajo para poder terminar la secundaria, ir a la universidad, conseguir un nuevo lugar donde vivir; darle a Elizabeth todo lo que necesite para salir adelante sin que le falte nada en absoluto y no lograré nada de esto si me quedo aquí sin hacer nada a la espera de que Theo siempre me salve de todo.

No sé de qué manera vaya reaccionar Theo cuando hable con él sobre esto, no obstante; en algún momento tendré que decírselo.

***

Una vez despierto a Elizabeth, la ayudo a arreglarse para ir a la escuela. Tiene una sonrisa radiante a cada momento, una que casi nunca tuvo cuando vivíamos en nuestra casa, ni siquiera cuando le comentaba algo divertido para hacerla reír. Su felicidad me hace feliz a mí también.

Luego de varios minutos, ambas estamos listas para salir de aquí.

—Ve por tus cosas, princesa, nos iremos dentro de un rato.

Corre hacia la habitación para hacer lo que le digo mientras yo voy a buscar a Theo a la suya. Lo encuentro concentrado en su tarea de abrocharse la camisa. Aún no está por completo cerrada por lo que puedo ver una parte de su pecho desnudo, lo cual me hace olvidar por un momento el motivo de venir a buscarlo. Observo embelesada los movimientos de sus manos y trago saliva de vez en cuando ya que mi boca se encuentra reseca.

—¿Nikki? —Despierto un poco aturdida de mi trance al escucharlo hablar. Me obligo a quitar mi atención de su cuerpo para en su lugar mirar su rostro —. Supongo que te gustaba lo que veías, ¿cierto?

Me avergüenzo de inmediato por haber sido pillada infraganti. En momentos así, me gustaría que la tierra se abriera, me tragara y me escupiera lejos de aquí.

Debería tener cuidado, no debo ser tan obvia pienso con un giro de ojos.

—También deberías tener cuidado con decir tus pensamientos en voz alta —. Arquea una ceja hacia mí de manera burlona.

Suelto un quejido lo cual lo hace reír entre dientes. Termina de acomodarse la camisa luego se gira por completo hacia mí para caminar unos pocos pasos hasta dejar una distancia prudente.

—¿Venías a decirme algo?

Niego con la cabeza por mi torpeza. Siempre termino avergonzada delante de él. Decido decir de una buena vez por todas lo que vine a hacer —. Sí. Eh... estamos listas para salir.

—De acuerdo. ¿Ya desayunaron? —Pregunta antes de caminar por la habitación para recoger sus cosas.

—No. Son contadas las veces en las que sabemos comer algo.

Voltea con rapidez en mi dirección, su tarea olvidada para mirarme con el ceño fruncido como si lo que acabara de decir fuera inaceptable. Me encojo de hombros con indiferencia pues para nosotras no es tan importante desayunar algo antes de salir. Niega con la cabeza y bufa entre dientes.

—De ninguna manera. Desde que vivan conmigo, van a desayunar todos los días, sin excepción. Vamos a la cocina —. Comienza a caminar hacia la puerta, pero detengo su brazo.

—No es necesario, Theo. A Elizabeth le dan de comer en la escuela y yo no tengo hambre. No...

—No importa —. Interrumpe lo que iba a decir de manera suave —. No nos iremos de aquí hasta que coman algo.

Esta vez si sale de la habitación. Pasa a mí lado con pasos decididos sin darme la oportunidad de negarme. Suspiro frustrada. Es un hombre que se preocupa mucho por todo y tendré que hacerme a la idea.

***

Llegamos a la estación de policía media hora antes de lo acordado. A esta hora ya hay demasiada actividad en la ciudad puesto que la mayoría de las personas van a sus trabajos, escuelas y universidades. Me fijo en el edificio frente a mí. Reconozco las paredes blancas, el letrero que indica el nombre de la estación; el símbolo de la policía grande y de un llamativo color verde de la gran estructura que está frente a mí. Es uno de los pocos lugares que conozco como la palma de mi mano.

Venía aquí cada vez que podía y me quedaba parada a unos metros de distancia sin dejar de mirarlo con atención mientras pensaba en cómo sería entrar de una vez en lugar de solo observar. Imaginé muchas veces cómo serían las cosas si ponía la denuncia de inmediato, antes de tiempo. Había veces en las que daba unos cuantos pasos, decidida a entrar, solo que en ese instante me invadían varios pensamientos sobre las consecuencias, así que me acobardaba de inmediato y daba media vuelta para irme.

Hoy es algo diferente. Por fin haré lo que debía hacer en aquellos momentos.

Theo apaga el motor sin apresurarme para salir, comprensivo. Con una respiración profunda, me giro un poco en el asiento. Sopeso por un instante las palabras que voy a decirle a Theo. Pensé en todo el camino hasta acá lo que iba a hacer y sé con seguridad que no le va a agradar para nada la decisión que tomé, hasta sé que se negará, pero deberá aceptarlo. Retuerzo mis manos, nerviosa.

—¿Sucede algo?

—Sí... creo que debería entrar sola, es más... voy a entrar sola.

El auto se queda en completo silencio, lo cual me hace sentir más nerviosa aún. La ansiedad se hace presente entre más callado se queda. Me atrevo a echarle un vistazo por el rabillo del ojo, donde me doy cuenta que me ha mirado todo tiempo con los ojos entrecerrados, como si analizara si hablo en serio o no.

—¿Por qué quieres ir sola? —Esperaba que su voz sonara molesta, sin embargo; lo único que puedo notar es una inquietante calma además de preocupación y curiosidad.

—No lo sé. Siempre he sabido que cuando estuviera en este lugar y tuviera que dar mi declaración, iba a hacerlo sola. Imaginé que sería lo suficientemente fuerte y valiente para dar ese paso y sería libre al fin. Quiero que eso sea lo que pase —. Encojo los hombros casi de manera imperceptible. 

Solo le digo una parte de la verdad. No menciono nada acerca de las otras dos razones por las cuales entraré sola: una de ellas es su trabajo en la escuela. Quiero que vaya a trabajar hoy porque no me gustaría que lo lleguen a despedir por faltar con su obligación. Sé que si le menciono esto, comenzará a decirme que no le importa perderlo con tal de estar a mi lado, solo que no es lo que quiero. La otra razón es algo que no creo le vaya a agradar mucho. Analizo la expresión de su rostro con atención para tratar de saber qué piensa. Su ceño fruncido se ha relajado y una pequeña sonrisa asoma en sus labios.

—Te entiendo, amor. Admiro la valentía y fortaleza que tienes. Eso es lo que más me gusta de ti.

Mi pecho se expande en una inhalación ante sus palabras. Me relajo un poco por la comprensión que me ofrece, aunque no puedo evitar abrir la boca algo sorprendida. Pensaba que esto no le gustaría para nada y que haría lo que fuera para ir conmigo.

—¿No estás molesto? —Niega despacio con la cabeza.

—No. Admito que no me agrada mucho la idea de que pases por esto sola, pero respeto tu decisión. Estaré aquí cuando salgas.

Un poco de la tensión vuelve a mí, eso no era lo que quería decir. Mierda.

—Eh... de hecho, deberías ir a dar clases, Theo. Una vez salga caminaré hasta tu apartamento.

Esta vez sí suelta un gruñido enfadado.

—Eso si no lo haré. Entiendo porque me pides que no vaya contigo, pero no te dejaré volver sola. De ninguna jodida manera.

—Theo...

—No.

—Theo.

—No, Nikki. Puede pasarte algo.

—Theodore. Estaré bien, no pasará nada malo. Deja de preocuparte tanto.

—Eso es como pedirle al agua que no moje, Nicole. No me iré de aquí y punto.

Ruedo los ojos fastidiada al notar la evidente demanda en sus palabras. Respiro hondo mientras cierro los ojos con fuerza.

Asfixiar a la gente es ilegal, asfixiar a la gente es ilegal. Repito como un mantra en mi cabeza para tranquilizarme. Una vez lo logro, los abro de nuevo. Trato de pensar en una razón para que acepte lo que le pido.

—Theo... —comienzo a hablar, mis ojos lo miran de la manera más dulce posible. Él en cambio trata de devolverme una mirada enfadada, aunque por como sus cejas se relajaron un poco, sé que conseguí mi objetivo. Me acerco un poco a su rostro sin despegar la vista —. Por favor, Theo. Cuando salga querré asimilar todo. Caminaré y me despejaré por completo.

Beso la comisura derecha de sus labios, luego la izquierda.

—¿Por favor? —Vuelvo a hacer lo mismo.

Con un suspiro rendido, se acerca para robarme un pequeño beso.

—Eres una pequeña tramposa. Está bien, amor, me iré. Sin embargo, si me necesitas, me llamarás, ¿de acuerdo?

Asiento con una sonrisa satisfecha por lograr el objetivo, no pensé que funcionaría. Me alejo para darle una mirada al reloj de la radio. Mis ojos casi se salen de sus orbitas al ver que ya han pasado veinticinco minutos desde que llegamos. Desabrocho mi cinturón e intento abrir la puerta.

—Llegarás más rápido si tomas un atajo, amor. Ya tengo que entrar.

Le doy un rápido beso antes bajarme. Me alejo unos pasos para subir a la acera y me obligo a colocar una sonrisa en mis labios mientras me despido con la mano sin dejar de observar hasta que arranca el auto para desaparecer lo lejos. Una vez él se va, mi onrisa se desvanece al darme la vuelta. Las personas caminan a mi lado con rapidez sin prestarme atención, sin saber que estoy a punto de cambiar mi vida. Hay cuatro policías en la entrada, dos a cada lado quienes me miran de forma curiosa, de seguro se preguntan qué hace una chica de mi edad aquí. Me armo de valor con una respiración tranquilizadora. Cuando estoy segura de que esta vez no correré, camino hacia la entrada.

Hay unas cuantas gradas las cuales subo despacio sin despegar mi atención de la puerta. Las ventanas son un poco oscuras por lo que no puedo ver muy bien, solo distingo unos cuantos cuerpos que van de un lado a otro.

Al entrar, miro a mi alrededor. Los policías van y vienen, algunos con papeles en sus manos aunque otros hablan con sus compañeros. Hago mi camino hasta una mesa alargada donde se encuentra una mujer policía joven de la edad de Theo. Su cabello rubio se encuentra recogido en un moño apretado en la parte superior de la cabeza. Está demasiado concentrada en la pantalla de su computador y escribe de manera rápida en él sin prestar atención a nadie ni a nada.

—Buenos días —. Hablo en voz baja a la espera de que me preste atención, no obstante; está tan distraída que parece no escucharme, por lo que abro la boca de nuevo, esta vez hablo con una voz más fuerte y clara —. Buenos días.

Por fin se da cuenta de mi presencia y levanta un la cabeza para colocar sus ojos verdes sobre los míos. Aquellos ojos tienen un parecido increíble a los de Kate pues tienen el mismo brillo y una pizca de picardía en ellos. Es guapa. Me ofrece una amable sonrisa, lo cual aumenta aún más el parecido. Con los ojos entrecerrados, trato de recordar su cara de alguna fotografía de la familia de Kate, aunque no logro conseguirlo.

—Buenos días, linda, ¿en qué puedo ayudarte? —Su voz es delicada y angelical lo cual le da un toque de inocencia.

Trago saliva un par de veces antes de hablar.

—Busco... busco al señor García.

—Claro, por supuesto. ¿Cuál es tu nombre?

—Nicole Johnson.

Su sonrisa se desvanece con rapidez, en su lugar suelta un jadeo bastante audible y al mismo tiempo, puedo sentir la mirada de algunos oficiales puesta en mí. Aquella expresión amable es reemplazada por una de lástima, su boca se aprieta en una línea tensa.

—Espéreme aquí. Iré... iré a buscarlo.

Se levanta con rapidez antes de salir por un lateral de la mesa y desaparecer en una esquina. Decido echar un vistazo alrededor para ver si la sensación de ser observada es cierta. Como lo imaginé, algunos policías, hombres y mujeres por igual, me observan con atención, todos con la misma expresión de la mujer rubia. Lástima.

Mi mente comienza a correr como una forma de analizar las razones por las que estas personas me darían aquellas miradas. Mi corazón se detiene en el momento en que las teorías dejan de circular por mis pensamientos cuando me doy cuenta de la razón. Puedo sentir que en cualquier momento tendré un ataque de pánico, aunque me obligo a controlarlo.

Al parecer, no solo los oficiales que arrestaron a Rick saben lo que pasaba en casa; ahora todo el mundo lo sabe. La sensación de hacer algo mal al igual que la de querer correr fuera de aquí circula por mi cuerpo, pero no puedo hacer eso ahora.

Algunos minutos de tortura después, el oficial García sale a paso seguro. Es algo mayor, debería tener entre cuarenta y cincuenta años. Su estatura sobrepasa casi el metro noventa con hombros anchos. Su cabello es negro con algunas canas en ellas producto de la edad. Es bastante imponente, podría intimidar hasta el más valiente de los hombres. Algunas de los policías dan unos pasos a los lados cuando camina cerca de ellos. Busca entre todos los presentes hasta que sus ojos marrones conectan con los míos. Me ofrece una sonrisa fraternal, lo cual me inspira seguridad.

—Señorita Johnson. La esperaba.

Lanza una mirada mordaz a nuestro alrededor al darse cuenta de la atención que recibo. La mayoría se dispersa como cucarachas, intimidados por él.

—Por aquí.

Pone su mano en mi espalda para guiarme por el mismo lugar por el que desapareció aquella mujer. Pasamos algunos cuantos pasillos, damos unas cuantas vueltas hasta llegar a una puerta, la cual se encuentra cerrada.

—Debo avisar que estará sola aquí dentro, señorita Johnson. No se me permite estar ahí, sin embargo; si así lo desea, las personas dentro accederán a lo que usted decida.

La verdad no sabía que me quedaría sola y ahora que sé esa información, no quisiera estarlo con personas por completo desconocidas, necesito una cara familiar que me inflija confianza.

Abre la puerta para que pueda pasar e ingreso un poco temerosa, mis rodillas comienzan a temblar de los nervios, pero avanzo unos pasos sin quererme rendir. Dentro hay tres personas: dos hombres, ambos de traje negro y una mujer de chaqueta azul.

Dejan de hablar al ver que ya estoy aquí. El hombre de la derecha no es muy alto, ronda el metro sesenta, además de que es un poco robusto. Tiene los ojos marrones y su cabello castaño es algo corto. El que se encuentra parado a su lado es un poco más joven, alto y delgado, sus facciones son duras con una barba en forma de candado. Es el más serio de los dos, sus ojos azules miran con atención cada movimiento que realizo. Por último, sentada a la mesa, está una mujer algo mayor, algunas arrugas se encuentran presentes alrededor de sus ojos marrones y también tiene líneas de expresión en la boca. Sonríe con amabilidad cuando conecto mi mirada con la suya.

—Oficial García, puede retirarse —. Menciona la mujer con firmeza.

—Ehh... n-no —logro tartamudear con torpeza —. Quiero que esté presente, por favor.

Aquellos hombres intercambian una mirada, luego la observan a ella quien no quita su sonrisa tranquilizadora. Inclina la cabeza hacia un lado antes de asentir despacio.

—De acuerdo, si eso es lo que quiere, no hay problema. Por favor, tome asiento, Nicole. García, cierre la puerta.

Ambos obedecemos sus órdenes en completo silencio. Cuando ya estamos todos acomodados, los tres centran su atención en mí.

—Relájate, dulzura, nadie te hará daño ni juzgará nada de lo que digas en estas cuatro paredes, puedes estar tranquila.

Para mi sorpresa, el hombre que habló fue él que al principio me pareció más serio, su voz sale suave. Trato de obedecer, pues sé que tiene razón, su obligación no es juzgarme, sino escucharme. Trato de a abandonar la postura tensa, lo que me gana un asentimiento seguido de una sonrisa de parte de quién me habló.

—Eso es, linda, no hay de qué preocuparse. Vamos a iniciar ahora, ¿bien?

—Sí.

Me mentalizo para lo que está por venir, sé que será bastante difícil, solo que ya no estoy tan nerviosa ahora.

El pensamiento de hacer pagar a Rick por todo lo que me hizo es lo que me da la fortaleza para continuar. No dejaré que mi padre salga de la cárcel, no si tengo algo que decir al respecto.

***

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