CAPÍTULO 51

Nicole

Mi corazón late demasiado rápido al pensar en el siguiente paso que debo tomar así que me veo obligada a calmarme para que mi ritmo cardíaco disminuya lo suficiente. La mano de Theo es cálida y suave contra la mía mientras la sostiene con firmeza como una forma de ofrecerme consuelo. Le da un ligero apretón para atraer mi mirada a la suya de nuevo y cuando pongo mis ojos sobre su rostro, me da una pequeña sonrisa de ánimo.

Basta. Cálmate, Nicole.

Antes de subir aquí, me hizo prometerle que no entraría en pánico, sin embargo; no puedo cumplir esa promesa pues esa palabra no está en mi vocabulario en este momento, lo único que hago es entrar en pánico.

—Estoy lista —. Obligo a mi boca dejar salir las estúpidas palabras. En realidad es todo lo contrario, pero de todas maneras las digo en voz alta como una manera de convencerme de que lo estoy.

Asiente antes de dar un paso al frente para colocar la llave en la cerradura para abrir la puerta. Dentro del apartamento todo se encuentra a oscuras, lo que me impide ver cualquier cosa. Antes de que pueda entrar en pánico, escucho el suave clic de la puerta al cerrarse seguido de los pasos de Theo a mi espalda y al instante las luces se encienden. Parpadeo unas cuantas veces para acostumbrarme a la claridad.

—Elizabeth está en mi habitación. Puedes ir ahí a hablar con ella mientras preparo algo de comer, ¿de acuerdo?

—Vale —. Deja un beso en mi frente antes de comenzar a alejarse hacia la cocina.

Camino hasta ahí despacio, con los nervios a flor de piel. Abro la puerta lo más suave y silencioso posible por si mi hermana ya se durmió. Son casi las once de la noche en este momento y por lo general Eli duerme alrededor de las diez. No obstante, apenas doy el primer paso, alcanzo a observar un borrón frente a mí antes de sentirla brincar a mis brazos sin darme tiempo para reaccionar. Tropiezo hacia atrás con mis brazos sobre su cintura para evitar hacernos caer a las dos.

—¡Nicole! Estaba preocupada por ti, pensé que te había sucedido algo malo.

La sostengo unos cuantos minutos más luego su peso es difícil de soportar por lo que camino con dificultad a la cama para sentarla en ella. Ya no es esa pequeña niña a la que podía cargar a todos lados sin cansarme.

—Lo siento, cariño, no volveré a asustarte de esta forma —. Mueve la cabeza de arriba abajo en un lento asentimiento al tiempo que comienza a hacer preguntas.

—¿Qué pasó?, ¿por qué él fue a recogerme en lugar de la abuela? —Sus ojos me analizan con atención como si quisiera encontrar la explicación a sus dudas en mi rostro.

Con un suspiro cansado, cambio mi enfoque hacia otro lado, mis dientes duelen de lo duro que aprieto la mandíbula. Miro la pared blanca por casi diez minutos antes de volver a poner mi atención en ella, luego me siento en la cama a su lado a una pequeña distancia. Volteo un poco mi cuerpo para subir una pierna a la cama, la otra cuelga fuera de esta de forma que ahora la puedo enfrentar y Elizabeth hace lo mismo.

Agarro sus manos frías entre las mías mientras trato de encontrar las palabras adecuadas para resumir toda la jodida situación por la que pasamos hoy así como por las demás situaciones que vamos a pasar de ahora en adelante. En realidad, no hay una manera suave de abordar todo. Necesito decir lo necesario, algo que pueda entender. El nudo en mi estómago se hace cada vez más grande y apretado, mi garganta se contrae con fuerza como si quisiera evitar que las palabras salgan de mí. Levanto la vista hacia sus ojos con determinación para comenzar. 

—Princesa, hay algo que debo decirte —no dice nada, solo espera a que pueda continuar. Trago saliva un par de veces antes de hacerlo —. La abuela ya no podrá ir más por ti a la escuela, cariño. De ahora en adelante, Theo será el encargado de hacerlo —. Abre los ojos de par en par con sorpresa.

—¿Por qué?

No tengo ni la menor idea de cómo puedo decirle que alguien la vigilaba por órdenes de su propio padre. Aunque Rick esté ahora en la cárcel, eso no descarta la posibilidad de que la persona contratada para el trabajo todavía siga sus órdenes para mantener un ojo en mi hermana, así que si mi abuela aún va por ella al colegio podría ser peligroso. Decido que mentirle y ocultarle aquella parte de la historia es lo mejor por ahora, quizás cuando sea más grande pueda decírselo.

—Porque vamos a vivir con él de ahora en adelante —. Me limito a decir después de dudarlo. En ese momento salta de la cama para pararse más derecha como si no le agradase la idea.

—¿Qué hay de papá? Él es peligroso y le tienes miedo, Nikki. No nos dejará vivir con él —. Hay demasiada preocupación en sus palabras y es ahí cuando me doy cuenta de que no es porque no le agrade la idea de vivir juntos, sino porque está asustada de nuestro padre.

—Eso ya no será un problema, cariño —. Afirmo con convicción, pero sin explicarle el motivo.

Le enseño una verdadera sonrisa de felicidad por primera vez en años pues al decir las cosas en voz alta es como si al fin todo se volviera real. Antes, me sentía como si estuviese en un ensueño; como si las cosas que sucedían no me pasaran a mí. Era como si fuese una espectadora lejana, todo a mi alrededor estaba envuelto en una pesada bruma. Ahora, en este instante, ya no lo siento así; ahora sé con certeza que todo esto es verdad y no algún sueño.

Mi sonrisa se desvanece un poco al notar la no muy feliz reacción de Eli. Tiene los ojos entrecerrados con las mejillas encendidas y sus pequeñas manos están apretadas en dos puños a cada lado de su cuerpo.

—¿Qué pasa? —Preocupada por esa reacción, entrecierro mis ojos para tratar de descifrar aquella actitud.

—Dime la razón, Nikki, ¿por qué ya no es un problema? —Jugueteo con las manos en mi regazo sin saber qué responder, esperaba que se conformara con esa vaga respuesta.

—No creo que quieras saberlo —. Odio ser así de evasiva; sin embargo, ¿qué más puedo hacer?

—¡Si quiero! —Sisea enojada y salto en mi lugar ante su arrebato. Nunca antes me había gritado así. No se parece a la niña tierna y calmada a la que estoy tan acostumbrada. Frunzo el ceño en su dirección, sin gustarme su forma de responder.

—No me hables así, Elizabeth. Trato de ser respetuosa contigo siempre, espero el mismo respeto de tu parte y, además, no puedo decirte, Eli. Aún eres muy joven para entenderlo.

Rueda los ojos exasperada, lo que me sorprende de nuevo. Parece que en cualquier momento va a hacer un berrinche con gritos, pucheros y toda la cosa. Nunca antes la había visto comportarse así.

—No soy muy joven para entenderlo. Quiero que me lo digas, siempre me ocultas todo. No me gusta que me todavía me trates como a una niña tonta.

—No creo que seas tonta... —Trato de debatir con ella, aunque me interrumpe.

—Entonces dime todo. ¿Por qué me quieres ocultar aún las cosas que pasan?

Me quedo callada un momento para pensar si tal vez sea demasiado complicado para ella entender la situación. Siempre he pensado que es muy ingenua como para saber que en el mundo no todas las personas son buenas. Yo era así a su edad, antes de que todo pasara. Pensaba que todo era felicidad y alegría; no sabía lo que era el sufrimiento. Nadie antes me había preparado para lo peor. Nunca hubiese esperado estar en esta situación tan jodida ni que la peor persona con la cual me pudiese encontrar viviera en mi propia casa. No obstante, tengo que dejar de reflejar mi actitud en la de ella; nuestras personalidades son por completo diferentes. Elizabeth cruza los brazos en su pecho sin abandonar la expresión irritada a la espera de una contestación. Me encorvo derrotada en la cama y suelto un largo suspiro.

—Está bien, te lo voy a decir —doy unos golpecitos a mi lado para indicarle que vuelva a sentarse y me obedece sin rechistar —. Tú sabes que él hacía cosas malas, ¿verdad?

—Sí.

Al escucharla afirmar con tanta vehemencia, comienzo a relatar todo lo que puedo sin saltarme muchos detalles. A medida que avanzo en la historia, observo su rostro por si encuentro alguna señal que pueda mostrarme si todo esto la afecta en algún sentido. Puede que Rick casi nunca haya sido bueno con ninguna de las dos, no obstante; él todavía es su padre y tal vez en algún momento de su vida pudo llegar a resentir el hecho de no tener a ninguno de sus padres con ella. No soy la única persona que ha sufrido aquí, mi hermana también lo ha hecho; solo que no me di cuenta antes. He sido demasiado egoísta como para pensar en sus sentimientos.

Cuando termino de contarle que él estará en la cárcel a partir de ahora y que quizás ya nunca más lo volveremos a ver, el rostro se le contrae en una mueca y los ojos se le llenan de lágrimas. Suavizo mi expresión antes de extender mis brazos para que puede acercarse. Trepa hasta mi regazo al tiempo en que coloca su cabeza contra mi pecho. Escondo mi rostro en su cabello, el olor de su shampoo ingresa a mis fosas nasales mientras le acaricio con ternura como una forma de consolarla.

—Lo lamento princesa, sé que él es tu padre a pesar de todo.

Escucho cada uno de los sollozos que suelta sin levantar la cabeza, cada uno más fuerte que el anterior. Mi camisa se humedece cada vez más rápido, pero no me importa, la dejo desahogarse como tantas veces ella me ha dejado hacerlo. Es demasiado doloroso para mí escucharla así, quisiera derrumbarme a su lado, solo que no puedo permitir que me vea así; tengo que ser fuerte por las dos. Se aparta después de unos cuantos minutos de llanto, sus ojos se encuentran inyectados en sangre y un poco hinchados.

—No lloraba por papá, Nikki. Lloraba porque por fin vas a ser feliz. Ya no estarás triste todo el tiempo —. Aunque su voz suena inestable, una hermosa sonrisa adorna sus labios.

Agarrada con la guardia baja, solo atino a quedarme en absoluto silencio a causa de la confusión que se arrastra sobre mí. Quiero decirle algo; sin embargo, se adelanta antes de que pueda pensar en lo correcto para decir.

—Nunca me ha gustado verte sufrir. Puede que pienses que no sabía todo el dolor por el que pasabas, pero si lo hacía. Todos los días te oía llorar en las noches después de que papá se fuese de tu habitación. Aún no sé bien lo que pasaba ahí dentro, solo sabía que era algo malo. Sé que soportabas todo eso para protegerme, Nicole y ahora que él ya no estará más con nosotras, por fin estarás bien. No lloro por él, no se lo merece, porque nunca tuvimos una relación cercana como para considerar a ese hombre como mi padre. Tú has sido como un padre y una madre al mismo tiempo para mí, por eso no los necesito a ninguno de los dos.

Siento las lágrimas amenazar con desbordarse de mis ojos al terminar de escuchar sus dulces palabras de consuelo. Trato de evitar llorar y en su lugar la atraigo hacia mí para abrazarla con fuerza otra vez. Escucharla hablar de esa manera es como recibir un balde de agua fría en la cara para hacerme abrir los ojos. Nunca pensé que mi hermana fuese tan madura al respecto a pesar de solo tener ocho años.

—¿Cuándo creciste tan rápido? —Pregunto sin dejar de abrazarla con fuerza. Debí notar antes que mi hermana podía entender más de lo que dejaba ver y debí confiar más en ella. No es tarde para comenzar a hacerlo.

****

Theo nos espera con una sonrisa al entrar en la cocina. Está apoyado en la pared con los brazos cruzados a la altura del pecho y cuando nuestros ojos se encuentran por un breve momento, asiento a la pregunta no formulada que puedo ver en ellos.

Todo está bien ahora.

Después de varias lágrimas, sollozos y palabras de aliento por parte de ambas; el olor de la comida nos atrajo aquí como abejas a la miel. Mi hermana no había comido nada desde hace horas y su estómago rugió de inmediato. Una vez entramos, Eli me observa con duda en sus ojos al notar la silla sacada de la mesa con un plato vacío frente a ella, así que le indico que puede sentarse. Obedece con sus ojos fijos sobre Theo y la cabeza ladeada como si tratase de ver su reacción. Él, sin sentirse incómodo por la inspección a la que es sometido, comienza a servirle una buena porción de cada comida sin dejar de sonreír.

Es muy de noche ya para comer, pero a mi hermana parece no importarle nada pues se lleva un gran bocado de comida a la boca. Sus mejillas se inflan como si fuera una pequeña ardilla, lo que nos saca una sonrisa.

—¿Tenias mucha hambre? —Le pregunta Theo sin dejar de sonreírle. Sus mejillas se sonrojan con rapidez, aunque asiente de manera enérgica con la cabeza.

—Así que... uhm... ¿viviremos contigo de ahora en adelante? —Cuestiona después de terminar de comer. Coloca sus manos frente a ella como si estuviese a punto de interrogar a mi novio. Mis labios se curvan en un indicio de sonrisa por su actitud, es adorable.

—Sí, Eli. Vivirán conmigo —. Se levanta a dejar el plato hasta el fregadero luego vuelve a enfrentarnos de nuevo.

—¿Dónde dormiré yo?

—En la habitación de al lado, linda. ¿Ya tienes sueño?

—Sí, por eso pregunto —. Responde con suficiencia y quiero llevarme la mano a la frente ante su insolencia, solo que a Theo le parece divertido.

—Está bien, te llevaré ahí, ¿quieres? —Extiende su mano hacia ella. Eli la observa con el entrecejo fruncido lo que significa que piensa en si es una buena o mala idea poner la mano en la suya.

Asiento cuando me vuelve a mirar para pedirme permiso y por fin acepta que la lleve. Espero unos cuantos minutos para darles tiempo de hablar un poco antes de seguirlos a pasos más cortos. Una vez ingreso a la habitación, comienzo a asimilar todo a mi alrededor. Nunca había entrado aquí y de inmediato siento la diferencia del aire pues aquí adentro es mucho más abrigado que en la habitación de Theo debido a que es más pequeña. Hay una cama individual arrinconada en la esquina, una mesita de noche al lado de esta y un escritorio caoba en la otra esquina. Algunas ventanas dan hacia la calle lo que permite que entre un poco de luz de luna e ilumina el espacio.

Theo le presta una camisa antes de dejarnos a solas para que pueda hacer nuestra rutina de meterla en la cama. Una vez está acomodada, me acuesto a su lado por un momento para hablar y acariciar su cabello hasta que su respiración se vuelve más constante, por fin puede descansar después de un largo día. Estoy feliz que la conversación haya salido bien entre nosotras a pesar del miedo que tenía de que todo se fuera cuesta abajo luego de contarle todo. Le hago compañía por unos pocos segundos más antes de salir y dejar la puerta entreabierta.

Mi estómago ruge después de estar varios días sin comer consecuencia de haber estado encerrada por papá todo este tiempo, solo que no creo pueda pasar ni un solo bocado por mi garganta, no ahora de todos modos. Con un suspiro, decido ir a dormir de una vez. Theo ya está acostado con sus ojos fijos en el techo, pero en cuanto escucha mis pisadas pone su atención en mí.

—Te dejé ropa de dormir en el baño, puedes cambiarte ahí si quieres —. Asiento sin decir palabra alguna. 

Salgo unos minutos después y me acuesto a su lado e inmediatamente me acerca a su costado donde acomoda mi cabeza sobre su pecho desnudo con sus brazos a mi alrededor y sus piernas entre las mías. Trato de tomar una respiración, solo que esta sale inestable y se queda atorada en mis pulmones. Todo el peso de lo que pasó hoy de repente cae como una manta sobre mí al estar abrazada a él. Mis ojos se llenan de lágrimas y en lugar de tratar de evitar llorar, dejo salir todo lo que guardé en mi interior desde que sacaron a Rick de la casa. Lágrimas silenciosas comienzan a caer por mis mejillas una tras otra directo hacia su pecho. En otro momento podría estar avergonzada de mojar su pecho con mi llanto, solo que no hoy. 

Me acerca aún más de ser posible a su cuerpo para permitirme llorar con total libertad. No me dice nada, no trata de consolarme ni trata de decirme que todo estará bien; él sabe que las palabras no siempre significan algo, así que solo me deja desahogar. Quería estar a solas para hacer esto, no quería que me volviera a escuchar así, pero ahora me doy cuenta que prefiero estar con él que revolcarme en mi miseria en solitario mientras me mecía de un lado a otro en una esquina. 

No es solo lo que pasó hoy lo que sale de mí; son todos los años de abusos, golpes, insultos, maltrato. Son mis miedos; son todos los años de quedarme callada y soportar sola aquel infierno; es el abandono de mamá que nunca me permití llorar como era debido. Es la tristeza por no haber podido tener una vida normal en mis dieciséis años. Finalmente, lloro por la niña que debí ser, por la infancia que perdí. Todo ese sufrimiento sale desde lo más profundo de mi corazón.

No sé cuánto tiempo pasa, sin embargo; es solo cuando ya mis ojos comienzan a cerrarse por el cansancio que mis sollozos se calman y mis lágrimas dejan de salir.

***

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