CAPÍTULO 49

El camino al hospital pasa como si fuese un sueño o una pesadilla mientras me dedico a mirar por la ventana sin observar nada en realidad. No presto atención al exterior, las casas o a las personas que dejamos atrás en el camino, demasiado perdida en mis pensamientos. Theo conduce en silencio a mi lado, creo que quiere dejarme procesar la situación a mi manera, aunque eso no evita que su mano se pose en mi rodilla para darle cada pocos minutos algunos apretones suaves o caricias a mi piel como si quisiera hacerme saber que está presente sin necesidad de hablar, lo cual agradezco porque no sé si pueda ser capaz de entablar una conversación en este momento.

Puedo sentirlo también observarme por el rabillo del ojo repetidas veces; sus nudillos magullados están blancos a causa de la fuerza que emplea al apretar el volante. Sé que se siente preocupado por mí y mi silencio porque no he dicho ni una sola palabra ni siquiera cuando la policía se detuvo en el auto para preguntarme si iba a hacer una denuncia. Él tuvo que responder por mí porque yo no era capaz de abrir mis labios para decir una simple palabra.

En este momento me gustaría romper el silencio solo para hacerle saber que estoy bien y que no debe seguir preocupado... pero no puedo.

No puedo porque no estoy bien.

Todavía pienso en las palabras que Rick me dijo antes de salir, aquellas palabras se repiten en mi cabeza una vez tras otra sin poderlas detener. Pienso también en el instante en que llegó la policía a la que fue mi casa durante mis dieciséis años de vida, pero que en los últimos años ya nunca más se sintió como un hogar, para sacar a un malherido y magullado Rick.

No dejo de recordar el momento en que salió por esa puerta flanqueado por dos policías con las manos esposadas detrás de su espalda y sus ojos fijos en el auto de Theo. Observó en dirección a la ventana donde me encontraba y aunque él no pudiera verme sabía que yo si podía verlo a él. Sus labios, aún con sangre sobre ellos, se alzaron en las comisuras para darme una sonrisa demasiado llena de cinismo que me hizo estremecer de los pies a la cabeza la cual se cuela en mis pensamientos cada pocos momentos hasta el punto de que soy incapaz de borrarla de mi memoria.

Me sorprendió que una persona pudiera tener tanto de eso en su cuerpo, en su corazón. Con esa sola sonrisa supe que no se arrepentía de nada, que solo me sonrió para hacerme saber que no importaba que en ese instante tuviera esposas puestas ni que fuese a pasar encerrado en la cárcel todo el tiempo necesario; él nunca se arrepentiría de nada. Siguió con esa estúpida sonrisa hasta que los policías lo obligaron a entrar en la patrulla.

Su actitud me hizo cuestionarme varias cosas, hizo que no pudiera comprender por qué cambió de esa forma tan radical de la noche a la mañana. Puedo entender que mi madre lo haya abandonado con dos hijas pequeñas a su entero cuidado y nuestra crianza; entiendo que eso rompió y lastimó su corazón de una manera que yo nunca llegaré a entender, pero eso no justifica que haya llegado hasta tales extremos. No explica por qué eso lo orilló a convertirse en la persona fría y sin sentimientos a quien no le importa nada en absoluto.

No puedo entender cómo mi propio padre pudo llegar a odiarme tanto a mí, que soy su propia hija, sangre de su sangre. Mi mente no entiende cómo no puede ser capaz de sentir remordimientos, culpa o arrepentimiento por haberme lastimado al punto de hacerme perder todo lo que yo era antes de que todo pasara. Y tal vez nunca llegaré a comprender, solo me queda esperar que al estar en la cárcel llegue a recuperar un poco de la consciencia que perdió en estos últimos años.

Estoy tan perdida en mis pensamientos que no me doy cuenta de que el auto se detiene frente al hospital sino hasta que Theo agarra mi mano. Brinco asustada en el asiento antes de cambiar mi atención de la ventana hacia sus ojos. Escanea cada parte de mi rostro con evidente preocupación mientras pequeñas arrugas se forman en su frente y sus labios se aprietan en una línea delgada. La sangre en su boca ha comenzado a secarse y el golpe en su mejilla pronto comenzará a adquirir tonalidades moradas.

—¿Estás lista? —Pregunta con suavidad. Asiento aún sin decir nada. Suelta un suspiro antes de salir del auto, dar la vuelta y abrir mi puerta. No levanto la mirada en ninguno momento cuando él la cierra detrás de mí ni siquiera cuando entrelaza nuestras manos.

No quiero estar aquí.

Se supone que después de salir del hospital tengo que ir directamente a la estación de policía para colocar la denuncia en contra de papá, solo que no quiero hacer todo esto hoy. No tengo la fuerza ni la capacidad para ser interrogada.

Una vez entramos puedo escuchar hablar a las personas a mi alrededor, algunas en voz alta otras demasiado bajo como para entender algo de lo que dicen. A medida que avanzamos por los pasillos del hospital es como si pudiese sentir todos los ojos puestos en nosotros, como si supieran con exactitud por qué estamos aquí. Theo me acompaña hasta una incómoda silla para hacerme esperarlo mientras él habla con las enfermeras para que nos puedan atender.

Después de casi treinta minutos de espera, regresa con una expresión tensa. Luego de acomodarse en la silla a mi lado, sus brazos de inmediato se colocan a mi alrededor para acercarme a su costado y aprovecho la oportunidad de acurrucarme más cerca con mi cara enterrada contra su pecho.

—¿Qué les dijiste? —Pregunto sin levantar la cabeza.

—La verdad, amor. Por eso me demoré tanto.

Siento tensarse mi cuerpo a causa de los nervios que me recorren al pensar en que otra persona lo sepa, aunque ese es el motivo exacto por el que estamos en este hospital. Agradezco no estar sola en este momento porque de lo contrario no estoy segura de sí sería capaz de pasar por todos los exámenes y preguntas que de seguro me harán los médicos. Theo mueve su mano de arriba abajo por mi espalda luego me abraza aún más si es que es posible. Nos quedamos en esta posición por un tiempo hasta que mi nombre es anunciado.

Un estremecimiento recorre mi cuerpo a medida que avanzamos por el pasillo guiados por una enfermera. Damos algunas cuantas vueltas hasta que por fin nos detenemos en una habitación. Levanto la mirada del suelo donde la había puesto para observar con detenimiento lo que me rodea y no puedo evitar que un escalofrío se haga presente. Nunca me voy a acostumbrar a estar en un hospital. El olor a desinfectante ingresa de inmediato por mis fosas nasales lo que me provoca una mueca de desagrado. Las paredes son del mismo color de siempre, también hay algunas máquinas que nunca en mi vida he visto en las esquinas del consultorio.

—Siéntate en la camilla, linda. El doctor vendrá en algunos momentos, ¿de acuerdo? —Dirijo mi atención a la enfermera cuando habla.

Es una mujer algo mayor, tiene el cabello negro hasta los hombros el cual enmarca su rostro y sus ojos cafés escanean mi rostro además de mi cuerpo de manera deliberada. Me ofrece una sonrisa amable como una forma de inspirarme tranquilidad, solo que no lo consigue. Me obligo a ofrecerle una sonrisa dubitativa antes de hacer lo que me pide.

—Señor, le voy a pedir que espere afuera, por favor —. No lo dice de forma grosera, pero tampoco hay mucha amabilidad en sus palabras al dirigirse a Theo.

La miro aterrada para suplicarle solo con mis ojos que por favor no le deje salir. No quiero quedarme sola en esta habitación con el doctor y la enfermera mientras me interrogan, necesito a alguien de mi lado.

—No la voy a dejar sola —. Asegura Theo, su agarre se refuerza en mi mano, sin querer soltarme.

Entrecierra los ojos en su dirección con sospecha aunque decide acceder con un asentimiento.

Varios minutos después aparece el doctor con una sonrisa compasiva y una mirada de lástima. Me encojo avergonzada por dentro, mis mejillas se calientan ante su escrutinio pues me incomoda que lo sepan estas personas. Nunca se lo mencioné a nadie y ahora hay dos personas más que saben mi secreto. Me siento demasiado humillada justo ahora.

—Hola, Nicole. Mi nombre es Javier, me haré cargo de su caso. ¿Le parece bien o prefiere que sea una mujer?

—Por favor dígame Nikki y no... así está bien.

—De acuerdo. Primero le haré algunas preguntas y después iniciaremos con los exámenes, ¿bien? —Muevo la cabeza en un gesto afirmativo, luego dirijo mi atención a Theo.

—Deberías... deberías dejar que curen tus golpes.

—Estoy bien así —. Responde sin ninguna duda en su voz.

—Por favor, me sentiría mejor si te dejas curar.

Suspira resignado, aunque asiente. Me da un último apretón antes de ir a sentarse a una distancia prudente para que la enfermera comience a curarle las heridas de rostro y manos. No despega la mirada de la mía ni un solo segundo a medida que el doctor comienza a lanzarme todo tipo de preguntas; la mayoría demasiado incómodas y personales. Aunque no deseo responder ninguna, lo hago de todas maneras. De repente el doctor deja la sonrisa de lado, en su lugar una expresión seria se apodera de sus facciones.

—Sé que lo que le preguntaré puede incomodarla, no obstante; necesito saber sí su agresor usaba protección al... al abusar sexualmente de usted.

Oigo las bruscas inhalaciones al otro lado de la habitación solo que no quito mi atención de la persona frente a mí, no necesito ver la expresión triste en el rostro de mi pareja. Me quedo petrificada por completo pues sé la respuesta a eso, solo que tengo miedo de decir las palabras en voz alta. Mi estómago se retuerce en pequeños nudos, mis palmas comienzan a sudar y creo que en cualquier momento podría desmayarme. Suelto un suspiro tembloroso antes de responder.

—No.

Anota la respuesta en los papeles en completo silencio luego lanza otra pregunta igual que la anterior. Esta vez su voz adquiere un tono suave.

—¿Sabe si su agresor estuvo con otras mujeres a parte de usted?

Nunca pensé que aquí me hicieran ese tipo de preguntas. No sabía lo que esperaba, para ser sincera. Me tomo un momento en contestar. Considero mentirle; decir que él nunca estuvo con nadie a parte de mí, sin embargo; no creo que eso sea de mucha ayuda, dadas las condiciones.

—No lo sé. Nunca pregunté y él... él nunca me lo dijo —. Bajo mi tono de voz, estoy demasiado asustada de hablar en voz alta porque alguien más puede escuchar mis respuestas.

Theo se levanta de un salto e interrumpe lo que sea que la enfermera le hacía. Camina hasta donde nos encontramos para pararse frente a él con los hombros tensos. Hay una advertencia en su voz al hablarle al doctor:

—Debe dejar de hacer esas preguntas, no está en condiciones de responderlas, solo mírela. Está atemorizada.

—Mire, es muy difícil hablar sobre esto, no solo para ustedes, yo lo entiendo, pero no puedo pasar por alto ninguna información, señor. Todo lo que ella me diga servirá para hacerle los estudios necesarios —. Habla de manera firme y la habitación de repente se llena de tensión.

Me veo obligada a levantarme de la camilla para interferir. Pongo mi mano en su espalda en un gesto reconfortante.

—Tranquilízate. Puedo hacer esto, no te preocupes —. Gruñe un poco en desacuerdo, pero decide hacerse a un lado.

—Gracias —el doctor lanza una mirada molesta en su dirección antes de continuar —: ¿su agresor tuvo una novia recientemente? —Esta vez no titubeo ni un poco.

—Sí. Sasha. Ella fue su novia hace algunos meses —. Anota la respuesta antes de mirarme de nuevo.

—Bien, linda. Eso es todo. Lo hizo muy bien. Ahora ya podemos iniciar con los exámenes. Sígame.

Da media vuelta luego comienza a caminar a la salida. Theo empieza a seguirme, solo que el doctor Javier nos mira por encima del hombro.

—Señor, usted no puede venir. Por favor, espere aquí.

Abre la boca para protestar, aunque lo detengo al levantarme sobre las puntas de mis pies para tomar su cara entre mis manos con la intención de hacer que me mire.

—Estaré bien, amor. Tienes que quedarte aquí, ¿de acuerdo? Prometo que no tardaré mucho.

—No quiero dejarte sola.

—Lo sé. Créeme que lo sé, pero esto... esto necesito hacerlo sola. Te lo suplico. Quédate aquí.

—No me gusta, pero está bien. Ve con él. Esperaré aquí hasta que vuelvan.

Sonrío antes de acercar mis labios a los suyos. Nos besamos por unos segundos, entrelazo mis manos entre su cabello al mismo tiempo en que toma mi cintura para acercarme aún más a su cuerpo. Lo dejo ir después de un momento, luego sonrío una última vez antes de seguir al doctor.

A medida que me alejo más de Theo, mi pecho se aprieta y mi respiración comienza a acelerarse. Hubiese dejado que viniera con nosotros, solo que no quería que hubiera problemas en el hospital. Además, debería empezar a hacer las cosas por mí misma; no quiero tener que depender siempre de él para todo. Tengo que empezar a ser independiente.

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