CAPÍTULO 48
Comienzo a temblar al ver que la puerta se estremece con cada golpe que Rick le da, mi corazón se siente como si fuese a salir en cualquier momento de mi pecho por lo rápido que late ante la posibilidad de que él rompa la puerta y logre entrar en mi habitación. Presiento que esta vez no se detendrá hasta matarme a los golpes si Theo no llega pronto.
Desesperada, busco algo que pueda llegar a usar en caso de que logre entrar aquí. A medida que mis ojos vagan alrededor de la habitación, mi ansiedad aumenta al no encontrar nada aquí que me sirva como arma. Solo puedo encontrar algunos cuadernos y libros de la escuela tirados encima del escritorio, pero no creo sirvan para detenerlo.
Debí haber ido a la habitación de Elizabeth donde se encuentra el escondite que tantas veces ella ha usado en lugar de venir aquí, solo que en ese único momento pensaba en encerrarme lo más pronto posible hasta que todo pudiera calmarse con mi padre.
—Por favor, por favor llega rápido —. Comienzo a murmurar cada vez más ansiosa.
Los golpes son cada vez más fuertes y demasiado constantes hasta que al final escucho como todos los intentos logran hacer una grieta en la puerta la cual sede con el último golpe y se parte por la mitad.
Lo observo parado furioso en toda su estatura. Detallo su rostro donde me doy cuenta que tiene sangre que sale de su labio. Al parecer le llegué a causar daño aunque no lo pareciera en un principio. Respira rápido y con fuerza mientras sus hombros suben y bajan; sus ojos se encuentran oscurecidos por el enojo mucho más de lo que los he visto antes, solo logro ver un pequeño anillo alrededor de la pupila pues están muy dilatadas. Desde aquí casi puedo sentir toda la energía violenta que envuelve todo su cuerpo.
—Tú siempre tratas de hacer las cosas lo más difíciles posibles. Es como si quisieras probar hasta donde es capaz de llegar mi enojo —. Comienza a avanzar paso por paso hacia mí, así que retrocedo por instinto hasta que mi cuerpo se topa con la esquina de la cama, lo que me deja sin escapatoria.
En solo dos zancadas está parado frente a mí, su mano va hacia mi cuello para levantarme en el aire.
—Deja de luchar, princesa, ¿por qué lo haces tanto?
—Sué...suéltame. —Alcanzo a murmurar con un hilo de voz, la respiración me comienza a faltar por su agarre.
—Oh, no, no te voy a soltar, Nikki. No hasta que me prometas que dejarás de luchar.
Quiero responderle que lo haré, pero ya no puedo forzar a salir más palabras de mi boca. Mis manos empiezan a arañar las suyas con toda la fuerza que me queda con la intención de hacerle ver que su agarre me lastima, solo que mis esfuerzos son en vano.
Mi pecho comienza a arder como si tuviera fuego por dentro debido a la falta de oxígeno en mis pulmones. Después de un momento ya no puedo oír nada ni concentrarme en nada que no sea en buscar la forma de volver a respirar. Soy vagamente consciente de las palabras de Rick aunque no logro registrarlas en mis oídos. Mi visión comienza a oscurecerse, mi alrededor se desdibuja hasta que ya no puedo ver nada, solo oscuridad. Sé que si no me suelta dentro de los próximos segundos perderé el conocimiento y quedaré en la inconsciencia. De repente, como si mis plegarias fueran escuchadas, siento el agarre aflojarse alrededor de mi garganta.
Me desplomo con fuerza en el suelo como si fuera nada más que peso muerto lo que logra que mi cabeza se golpee fuerte en el proceso. Al verme libre, inhalo grandes bocanadas de aire para tratar de llenar mis pulmones del tan preciado oxígeno que se me fue quitado y comienzo a toser de forma descontrolada. En ese momento todo comienza a aclararse poco a poco así que puedo volver a escuchar los sonidos a mi alrededor y el ardor en mi pecho desaparece casi por completo. Parpadeo con fuerza para aclarar mi visión antes de enfocar de nuevo la habitación. Me obligo a levantar la cabeza para saber la razón por la cual me dejó libre de el estrangulamiento al que mi padre me sometió. Cuando encuentro la razón, miro con incredulidad la escena frente a mí. A tan solo unos cuantos pasos encuentro a Rick tirado en el suelo con Theo encima de él mientras llueve golpe tras golpe sobre su rostro. Desde esta posición no puedo identificar si él trata de defenderse de todos los brutales golpes o no, el brazo de Theo es solo un rápido borrón como para poder hacerlo por lo que solo puedo escuchar el ruido que hace su puño al conectar con su cara.
Un tipo diferente de temor comienza a recorrer cada parte de mi cuerpo que no es por mi padre esta vez, sino por Theo. Tengo que impedir que siga con sus golpes de esa manera descontrolada, si continúa así lo puede llegar a matar. Apoyo las manos en el suelo para impulsar mi cuerpo hacia arriba con la intención de ir hacia ellos.
Logro ponerme de pie a pesar de lo temblorosas que tengo las piernas, aunque me tambaleo un poco hacia los lados por unos segundos; un leve mareo aparece de la nada. Una vez que este desaparece, enfoco de nuevo mis ojos en la escena frente a mí, luego me obligo a correr hasta donde se encuentran. Me coloco a su lado antes de poner mi mano temblorosa en la espalda de Theo con la intención de atraer su atención, solo que parece no sentir mi toque pues sus puños todavía caen con rapidez sin mostrar signos de detenerse.
—¡Ya basta, Theo! ¡Lo vas a matar! —Grito en un intento por hacerlo parar.
Escucho un gruñido molesto provenir de él antes de que levante la cabeza para observarme con el ceño fruncido y los ojos encendidos por la ira. Tiene un pequeño hematoma en la mejilla izquierda así como su labio partido del cual sale un ligero hilo de sangre. Rick debió golpearlo en su intento por defenderse de él aunque no tuvo ningún éxito más allá de eso. La expresión en el rostro de Theo al mirarme muestra que ya lo habría matado si pudiera. Retrocedo un paso ante esa expresión tan... impropia de él al igual que la mirada enojada que es lanzada en mi dirección, aunque sé que no soy yo el motivo de aquel enojo.
—¿Por qué siquiera lo defiendes? Debería matar al desgraciado a golpes en este instante. ¡No lo protejas! —Suelta en un siseo furioso, un músculo le palpita en la mandíbula a causa de lo fuerte que la aprieta.
—¡No lo protejo a él, imbécil, te protejo a ti! Puedes matarlo a golpes, Theo. Podrían meterte a la cárcel —. Eso por fin parece atravesar la bruma que envuelve su mente.
Con un gran esfuerzo, por fin se aleja del cuerpo casi inconsciente de Rick. No me atrevo a echarle ningún vistazo, no quiero ver el estado de su cara. Al alejarse de mi padre, me doy cuenta que respira de manera agitada, sus brazos se encuentran a los costados con las manos todavía apretadas en puños, sus nudillos están partidos y una vena en su frente parece estar a punto de estallar de la rabia. En ese momento, como si se diese cuenta del estado en el que se encuentra, decide cerrar los ojos mientras sus hombros suben cuando toma una profunda respiración para relajarse y cuando lo consigue por fin afloja las manos.
Enfoca sus ojos marrones en los míos antes de caminar hasta ponerse frente a mí. Sostiene mi cabeza con suavidad entre sus manos para moverla de un lado a otro e inspecciona cada parte de mi rostro como si quisiera asegurarse que no tenga ningún golpe ni moratón. Su mirada desciende poco a poco hasta que cae a mi cuello. Al ver las marcas que el agarre de Rick de seguro dejó en mi garganta, toma una gran bocanada de aire.
—Tenemos que... tenemos que llamar a la policía.
Le doy un asentimiento con la cabeza en acuerdo, así que lleva las manos al bolsillo trasero de su pantalón para agarrar las llaves del carro antes de ponerlas en mis manos. Envuelvo mis dedos con fuerza alrededor de ellas.
—Ve al auto y espérame ahí, ¿de acuerdo? Tengo que quedarme aquí hasta que la policía llegue, no quiero que este idiota escape —. Asiento de nuevo sin decir palabra alguna.
Acerca sus labios a mi frente para dejar un suave beso que logra reconfortarme. Doy una media vuelta con la intención de irme, solo que antes de poder salir de la casa, escucho un quejido provenir de Rick lo que me deja quieta en mi lugar. Me atrevo a echarle un vistazo por encima del hombro y cuando lo hago trato de no jadear horrorizada ante la visión de lo que todos los golpes le hicieron a su cara. Su ojo derecho está hinchado, el izquierdo parece como si fuese a estarlo dentro de algunas horas. Además de eso tiene varios hematomas en las mejillas que sé por experiencia propia se convertirán en horribles moratones y de su nariz sale un poco de sangre que cae hasta mezclarse con la sangre que se encuentra en las comisuras de su boca.
En ese momento abre los ojos, o bueno, todo lo que pueden ser abiertos mientras se coloca de medio lado al tiempo en que una risa sarcástica escapa de su boca.
—Sabes, Nikki —comienza a hablar con dificultad entre dientes —, puedes irte con tu noviecito, denunciarme y deshacerte de mí en la cárcel, pero... —medio jadea, medio gruñe cuando trata de incorporarse sin éxito pues cae de nuevo sobre su hombro. Escupe un poco de sangre antes de continuar —: pero en realidad nunca estarás libre de mí por completo.
—Cállate —. Gruñe Theo antes de dar un paso hacia adelante. Eso hace que mi padre enfoque su atención en él ahora en su lugar, una sonrisa cínica aparece en sus labios.
—Y tú... nunca vas a olvidar quién fue el primer hombre que Nikki tuvo entre sus piernas —. Me pongo rígida ante lo que acaba de soltar sin ningún remordimiento o vergüenza por haber abusado sexualmente de su propia hija durante tantos años.
La bilis sube por mi garganta al pensar en todas las veces que abusó de mí. Todas las veces que me tocó, que me besó sin que yo pudiese detenerlo. Todas las veces donde me humilló, me ultrajó y me hizo desear nunca haber nacido. Quiero vomitar ante las imágenes que comienzan a hacerse presentes unas después de otras como diapositivas de recuerdos morbosos de todos los ocho años de dolor y sufrimiento. Trato de interrumpirlo para que no le diga nada más, solo que no me lo permite. No quiero que Theo escuche esto.
—Espero que recuerdes que yo fui el primer hombre en su vida. Puedes tenerla ahora, pero nunca será tuya de verdad. Ella me pertenece.
Lágrimas de humillación aparecen en mis ojos aunque las contengo lo más que puedo e impido que estás caigan hacia mis mejillas. Es increíble la cantidad de odio que una persona puede llegar a albergar por otra, así es como me siento en este instante. Lo odio.
Theo se pone rígido a mi lado, furioso de nuevo en segundos y da otro paso adelante. Antes de que lo pueda detener, patea su estómago con fuerza lo que provoca que se encorve del dolor, un patético gemido sale de los labios de mi padre.
—Ella no te pertenece, imbécil, nunca lo hizo y nunca lo hará. Ella se pertenece a sí misma.
Agarro su mano en la mía para darle un apretón tranquilizador. Voltea a verme enojado de nuevo hasta que fuerzo una sonrisa lo mejor que puedo. Así como así, la tensión desaparece de inmediato de su rostro.
—Déjalo, amor. Lo que él diga... no es importante, mejor llama a la policía.
Con un asentimiento, saca el celular de su bolsillo. Miro una última vez a mi padre.
—Espero que te pudras en la cárcel —. Escupo las palabras con voz temblorosa y desearía poder decirle algo que le causara el mismo dolor que sus palabras me causaron a mí.
Ojalá pudiera hacerle el mismo daño, solo que nunca podré lastimarlo como él a mí, porque él no tiene sentimientos. Es un monstruo.
Todas las palabras que dijo terminaron de hundir la daga en mi corazón. Lo peor de todo es que eran ciertas. Doy la vuelta sin volver a mirar atrás para salir de esta casa y espero nunca más tener que volver.
Es sorprendente cómo las palabras pueden causar más daño que cualquier golpe físico. Estás pueden destruirte en segundos, te pueden dejar con más heridas y cicatrices de las que puedas imaginar. Duran para siempre en nuestra mente, enterradas en lo más profundo de nuestra psique. No importa cuántas veces trates de desvanecerlas, nunca se irán, permanecerán contigo hasta el final. Lo único que puedes hacer es aprender a vivir con ellas y seguir adelante.
Eso es lo que tendré que aprender a hacer de ahora en adelante.
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