CAPÍTULO 24

Camino sin rumbo fijo por las calles llenas de gente que va a sus respectivos trabajos, algunos con traje y otros de manera informal. Al observarlos, no puedo evitar envidiar a esas personas: personas que, aunque tienen dificultades, pueden seguir adelante con sus vidas. Desearía yo también ser capaz de lograrlo, pero, ¿cómo podría hacerlo si todavía dependo de mi padre? Sé que hasta tener la edad suficiente para velar por nosotras, ser libre será una esperanza bastante lejana.

Suelto un suspiro, no tengo a dónde ir por el momento. Podría dirigirme a clases; sin embargo, no deseo estar sentada en mi escritorio y escuchar a mis profesores hablar durante el resto del día. Podría llamar a Theo, pero luego recuerdo el mensaje de texto que dejó esta mañana en mi celular. Pidió permiso en la escuela para faltar a las demás clases con la intención de estar con su familia a quienes hace tiempo no visitaba. Podría volver a casa, solo que tampoco es una opción para mí porque papá despertó con resaca además de mal humor, por lo tanto, me quedo sin soluciones.

Sigo mi camino sin dejar de repetir las palabras de mi querida abuela. No puedo creer lo alcahueta que es con su hija a pesar de saber sobre su abandono cuando éramos solo unas niñas; sin embargo, sé que hay más en la historia de mis padres de la que conozco. Mi abuela debe saberla bastante bien como para ayudarla a seguir adelante, pero hasta que ella no decida contarme los verdaderos motivos, seguiré en la oscuridad.

Cruzo por un callejón un poco solitario, todavía es temprano y puedo acortar el camino, aunque, unos momentos después, algo logra ponerme alerta de inmediato. Escucho el susurro de unos pasos detrás de mí como si alguien me siguiera. Mi ritmo cardíaco se acelera de forma incontrolable, los vellos de mis brazos se levantan en advertencia. Me detengo de manera abrupta, mi mente empieza a imaginar todo tipo de escenarios, el temor envuelve sus garras en cada parte de mi cuerpo cuando los pasos de quien está detrás mío, se detienen en conjunto con los míos. Miro a mí alrededor, asustada. No hay nada ni nadie que me pudiera servir de ayuda si algo anda mal. Maldigo mi estupidez al caminar por un lugar tan solitario.

Me obligo a tranquilizar mis nervios, luego continuo con mi camino para estar de verdad segura que en realidad me siguen y no es solo mi mente la que me juega una mala pasada. Cuando vuelvo a escuchar más pasos aparte de los míos, estoy segura: alguien me sigue.

Doy la vuelta con mis defensas elevadas, aunque no podría hacer mucho para evitar cualquier inconveniente con mi perseguidor; sin embargo, no hay nadie detrás de mí. Busco con la mirada algún lugar donde pudo haberse escondido. A tan solo unos centímetros, encuentro un basurero en donde alguien con facilidad podría ocultarse. Regreso despacio sobre mis pasos para tratar de encontrar a la persona sin querer alertarla de que estoy enterada de su presencia.

Sí, es un poco estúpido de mi parte, en el callejón no hay más personas a parte de quien sea mi perseguidor y yo, pero si quien me sigue me quisiese hacer daño, ya me lo hubiese hecho hace mucho. En ese momento, como si hubiesen sentido mis pasos cerca suyo; aquella persona sale detrás del escondite. Entrecierro mis ojos para tratar de identificar quien es y después de acercarme otro poco, por fin puedo reconocer a una mujer por su constitución pequeña.

Me quedo en mi lugar algunos centímetros alejada sin dejar de detallar su apariencia. Tiene el cabello largo negro el cual enmarca una cara en forma de corazón; ojos oscuros con unas pestañas alargadas además de una nariz con una pequeña protuberancia en el puente y labios gruesos. Mierda. Reconozco esa cara. ¿Cómo no podría? Hace tan solo unos días estuvo en mi casa.

Sasha.

Estamos sentadas en una cafetería a la que nunca he venido antes. Me costó trabajo convencerla para hablar en un lugar seguro. Después de darme cuenta quién era, Sasha se tiró como una vil salvaje hacia mí con la misma mirada de odio intenso que me dio con anterioridad. Necesité sujetar su brazo antes de que su puño conectara con mi cara. Comenzó a gritar incoherencias además de proferir insultos de todo tipo sin dejar de tratar de soltarse de mi agarre, luego sujeté su otra mano cuando se dirigió a mi cabello. Estuve en esa posición como por media hora hasta que se calmó lo suficiente como para insistirle en hablar. No sé qué hice para estar rodeada de mujeres locas. Primero Valery, luego Sasha. En algún momento debo recurrir a hacer un ritual anti-locas para que dejen de aparecer. Suelto un suspiro antes de pasarme las manos por la cara en frustración, luego decido romper con el silencio primero.

—Como parece que no te vas a dignar a hablarme, iniciaré yo. ¿Qué pensabas al seguirme por las calles y desde qué momento comenzaste? —Tomo un sorbo de mi café aunque está un poco caliente y quema mi lengua.

Se queda callada un momento sin dejar de revolver su bebida con la pajilla, luego levanta la mirada. Su cara aún tiene algunas secuelas de la brutalidad de Rick, como el ojo morado y el labio partido.

—Te seguí desde que saliste de tu casa —. Admite entre dientes. Abro mis ojos, sorprendida. ¿Desde esa hora? Ni siquiera me di cuenta de eso.

—¿Por qué? —Rueda los ojos, como si me dijera "duh, deberías saberlo".

—Quería acorralarte y, asustarte un poco. Sin embargo, te diste cuenta antes de poder hacerlo.

Niego de un lado a otro con la cabeza. De verdad, de verdad necesito hacer un ritual.

Al tenerla frente a mí, le hago la pregunta que me ha atormentado desde ese día, después de ver y sentir su odio en mi dirección.

—¿Por qué me odias? ¿qué te hice? Desde el principio fui muy amable contigo; te ofrecí mi ayuda varias veces, pero aun así decidiste odiarme y querer golpearme. No te entiendo.

En la cafetería la gente hace cada uno sus propias cosas, algunos toman café con sus parejas o ríen al hablar por teléfono, ninguno tiene una aura de tensión a su alrededor mientras esperan a que su acompañante responda su pregunta, a diferencia de mí.

—Te diré por qué —responde al fin con los dientes apretados —. Primero, cuando pedí tu ayuda con tu padre, me trataste como si no fuese merecedora de estar a su lado —abro la boca para contradecirla, pues las cosas son al revés, pero no me deja continuar antes de volver a hablar —: luego... los vi. A tu padre y a ti —. Me tenso un poco aunque no tengo la menor idea de a qué se refiere.

—¿Qué viste?

—Vi la manera de tocarte de Rick sin pensar que alguien los miraba desde lejos y tú lo dejaste hacerlo. Al principio pensé... bueno, debe ser una caricia inocente ¿verdad? —suelta una amarga risa al tiempo en que niega con la cabeza como si fuese una ingenua —, pero un día, después de salir del baño, lo vi... darte un beso en la boca.

Mierda. Ahora recuerdo ese día: fue una semana antes la decisión de mi padre de sacarla de la casa sin explicación alguna. Yo estaba en el pasillo porque me iba a dirigir a mi habitación cuando él llegó de la nada, me tomó del brazo y me dio un tirón para acercarse a mis labios. Lo que ella no sabe es que nunca quise besarlo.

—Tú no sabes de lo que hablas, Sasha. No tienes idea. No puedes odiarme por algo que yo no quise hacer.

Se queda callada un momento, sus ojos me analizan de forma muy detenida como si no pudiera creerme del todo.

—¿Sabes qué no entiendo? —Pregunto unos minutos después al no escuchar su respuesta.

—¿Qué? —Aparta su bebida hacia un lado, luego cruza las manos encima de la mesa.

—¿Por qué mi padre te... te golpeaba cuando llegué? ¿Y por qué supusiste que yo...? —trago saliva antes de decirlo —, ¿que yo me acostaba con él? —Agacha la cabeza para juguetear con las manos, de repente nerviosa. Toma una bocanada de aire antes de soltarla de golpe.

—No sé si deba decirte esto, puede ser perturbador para ti.

—Quiero saberlo —. Afirmo con decisión aunque en el fondo me temo lo peor. No estoy segura de querer saberlo de verdad.

—Mientras tu padre iba a comprar alcohol ese día, entré en su habitación luego busqué entre sus cosas —respira hondo antes de continuar —, encontré... encontré algunos vídeos.

Siento la sangre abandonar mis mejillas, una punzada aparece en mi pecho y mi pulso se acelera por lo que puedo sentir su golpeteo en mis oídos. Todo a mí alrededor parece desvanecerse, no queda nada ni nadie más aparte de aquella confesión la cual comienza a rebotar en mi cabeza, sin poderlo creer. Por favor, Dios, no permitas que sea eso.

—¿Q-que vídeos? —Por favor, por favor, por favor que no sea eso.

—Tu padre tiene cámaras en tu habitación, en la suya, en la sala, me di cuenta de eso por los ángulos de los vídeos. En un momento sin saber muy bien qué era, puse un vídeo de los dos en tu cama. Le reclamé por eso, entonces fue cuando se enojó demasiado y comenzó a pegarme; así fue como lo entendí. Sé que disfrutas cuando Rick se acuesta contigo, Nicole. Escuché tus gemidos junto con los de él con claridad. —Suena tan segura de sí misma la muy...

Trato de controlar las ganas de gritarle en su maldita cara por juzgarme tan rápido, sin saber la verdadera razón.

—¿Hay cámaras en la habitación de Elizabeth? —eso es lo primero que necesito saber, temo también la haya observado a ella. Lo segundo que digo es: —¿Y cómo te atreves a decir eso? Estás equivocada —. Aunque traté de decirlo sin alterarme, las palabras salen en un siseo enojado.

—Lo lamento, pero sí, la suya no se encuentra libre de ellas. Y con respecto a lo otro, explícame, ilumíname para entenderte.

Cierro los ojos al comprender que no soy la única a quien el imbécil de mi padre ha mirado en silencio, nunca pensé él sería capaz de hacerle daño a ella si me tenía a mí para lastimar. Tengo ganas de irme de aquí y correr a mi casa para sacar aquellos malditos vídeos; sin embargo, primero debo aclarar con Sasha las cosas. Si logro convencerla, podría servirme algún día como testigo a mi favor en contra de Rick.

—¿No te das cuenta? —Ruedo los ojos ya enojada y frustrada más allá de la razón —. Rick abusa de mí cada vez que se le da la puta gana. Lo ha hecho desde mi cumpleaños número nueve. ¿Quieres saber lo que siento cuando lo hace? Asco. Puro asco. Por él, por mí; por mi estúpido cuerpo traidor.

»No puedo evitar mis reacciones, Sasha. Mis "gemidos" no son porque lo disfrute, son a causa del dolor que suele provocarme; a veces son gemidos de rabia al saber que mi cuerpo puede traicionar mis sentimientos y sentirse satisfecho con él. ¿Crees que no odio con todo mi corazón tener un maldito orgasmo con mi padre? —Me rio con amargura, me rio al tiempo en que mis lágrimas comienzan a caer por mis mejillas. La gente me mira como si estuviese loca, pero tengo que buscar una forma de dejar salir mi dolor.

Me detengo por un momento de mi arrebato para obligarme a tomar aire despacio y reunir coraje, nunca he confesado esto, pero no puedo detenerme, necesito hacerla entender.

»¿Entiendes lo que es estar indefensa ante un hombre mucho más fuerte sin poder detener lo inevitable? No, ¿verdad? No lo sabes, no lo entiendes. —Aprieto las manos en puños, mis ojos se cierran por un segundo mientras recreo los sentimientos que tengo en aquellos instantes —. Tú no eres quien tiene que aguantarse los abusos mientras te sientes sucia por dentro. No eres quien se odia a sí misma por reaccionar de esa manera con tu propio padre, tu progenitor; la persona que te dio la vida. No lo eres. No puedes asumir algo por lo que no puedes apostar. No seas ilusa, Sasha, no metas las manos al fuego y creas saberlo todo.

Con eso dicho, no espero por una respuesta suya, ni una disculpa o cualquier otra cosa de su parte; me levanto de golpe y en el proceso casi tiro la silla al suelo. Tomo algo de dinero de mi chaqueta para ponerlo encima de la mesa luego me alejo de ahí. Dejo a Sasha sola, sorprendida y sin palabras.

****

Alcen la mano los que odian a Rick 🙋

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