CAPÍTULO 23
Abro lo más despacio posible la puerta de casa mientras dejo a Elizabeth detrás de mí, con temor de que Rick aparezca en cualquier momento y todo se salga de control. En el interior solo hay completa oscuridad, lo que me obliga a parpadear para tratar de orientarme, sin querer encender las luces y alertar nuestra llegada. Le indico a mi hermana se quede afuera unos segundos por si hay alguna señal de Rick. Al no encontrar ninguna, por fin puedo respirar con tranquilidad. Le indico a mi hermanita que ya puede pasar, así que cierra la puerta de la forma más silenciosa posible detrás de sí, luego comienza a caminar para ir a su habitación.
A pesar de estar agradecida, no puedo dejar pasar que mi padre no vino a regañarme, por lo cual, de puntillas, decido acercarme a su habitación con la intención de asegurarme que de verdad no esté en casa. Al abrir la puerta, mi decepción es grande al encontrarlo recostado en la cama con algunas botellas de ron y cervezas en el suelo, mientras algunos ronquidos se escapan de su boca. El hedor a alcohol que ingresa en mis fosas nasales me obliga a llevar mi antebrazo a la nariz para protegerme. Salgo de ahí, asqueada por su condición, pero también aliviada pues ya son las nueve de la noche, mucho más tarde de mi toque de queda y si hubiese estado consciente estoy bastante segura al día siguiente no podría levantarme e ir a la escuela.
Al estar ya más tranquila, voy donde Eli a desearle buenas noches, luego me dirijo a mi habitación. Ni siquiera me cambio de ropa al llegar antes de lanzarme a la cama para meterme debajo de las cobijas, demasiado agotada por todas las emociones del día.
Una vez acostada con las luces apagadas, mi mente de forma inevitable divaga hacia mi tarde con Theo. No recuerdo la última vez en la cual me haya sentido tan feliz o protegida al lado de nadie, no desde mi relación con Lucas. Estar con Theo es como estar a la luz del sol: disuelve la oscuridad que amenaza con consumir cada parte de mi vida y calienta cada rincón de mi destrozado corazón. Theo es capaz de ayudarme a salir de la depresión y la tristeza a la que me han sometido durante tantos años. Eso me atrae mucho más a él, pues sin saberlo, es capaz arreglar mi estado de ánimo con tan solo una mirada, una sonrisa o una palabra de su parte.
El sentimiento de calidez desaparece cuando mis pensamientos divagan casi de manera inevitable a sus últimas palabras de despedida:
Busca a tu madre. Aunque solo sea para saber si está bien.
Antes, tenía la intención de no buscarla nunca, no después de que mi mente decidiera no hacerlo varios años atrás, la necesidad se desvaneció al comprender que no era necesario saber de ella porque no haría ninguna diferencia, pero ahora no puedo evitar pensar que él tal vez tiene un poco de razón. Sería bueno conocer qué fue de su vida, si tuvo otra familia o si sale con alguien; preguntarle la razón de su abandono y si hablaba enserio al decir que nunca más quería vernos de nuevo.
Es curioso cómo no había pensado en Sara, pero con tan solo unas pocas palabras de Theo al escucharlo hablar con tanta admiración de su madre, ahora pienso en todas las cosas que extraño de ella: los días en el parque mucho antes de que naciera Eli, el día que anunció su embarazo con una sonrisa en sus labios y lágrimas en los ojos, la alegría de mi padre al enterarse... mi mente comienza a recrear todos los recuerdos con ella en un espiral constante en mi cabeza junto con algunas emociones que no esperaba revivir. Nunca supe el día o el motivo que lo cambió todo, ni porque mi madre decidió separarse de nosotros si, por mis recuerdos, nunca la vi otra cosa que no fuese feliz. Theo logró sembrarme la semilla de la duda en mi cabeza y ahora he decidido algo: mañana hablaré con mi abuela para preguntarle sobre Sara, después de todo, ella era su hija.
Espero encontrar todas las respuestas.
Después de dejar a Eli en su escuela, decido faltar a la mía solo por hoy aunque esté prohibido faltar a clases sin una autorización de los padres por escrito. Espero no llamen a la casa, si lo hacen, estaré en grandes problemas con Rick, pero la curiosidad por saber de mi madre impide a la preocupación instalarse por completo. Camino hasta la casa de mi abuela porque no queda tan lejos desde donde estoy, al tiempo en que espero de verdad pueda darme alguna información o algunos detalles del paradero de mi mamá.
Al llegar unos minutos después, me quedo de pie fuera de su puerta mientras observo con duda la casa; mi corazón martillea con fuerza contra mi caja torácica por los nervios. En ese momento, decido cerrar los ojos antes de tomar una larga respiración con la intención de infundirme de valor. Una vez me encuentro calmada, me acerco los últimos pasos para tocar el timbre.
—¡Voy! —Escucho su grito desde el interior además de algunos sonidos, como si se hubiesen caído cosas contra el suelo.
Unos segundos después, la puerta se abre para mostrar a mi abuela vestida con su bata de dormir. Tiene el cabello castaño despeinado, además de ojos somnolientos. Al notarme ahí de pie, me mira por un rato como si su cerebro tratara de ponerse al día con mi presencia, luego me ofrece una sonrisa de labios sellados.
—¡Nikki! ¿Qué haces aquí a estas horas?, ¿no deberías estar en la escuela? —Me acerco a darle un incómodo beso en la mejilla para ganar tiempo y pensar una respuesta rápida.
—Sí, pero... cancelaron las clases —. Mentirosa, mentirosa.
Duda un poco más, luego se hace a un lado para dejarme pasar al interior.
—Está bien, cariño. ¿Quieres algo de tomar?
—No abuela, así estoy bien. Vine a hablar contigo.
Dudo en la entrada por un momento aunque mi abuela se dirige hasta su habitación, luego decido seguirla en silencio hasta que nos ponemos cómodas en su cama, yo me acomodo en el filo, ella se dirige al otro lado para sentarse junto a mí con las piernas cruzadas. Sus ojos se dirigen en mi dirección y se quedan fijos en los míos.
—Bueno, entonces, Nikki; ¿de qué quieres hablar conmigo? —Tomo una respiración profunda para calmar mis nervios, luego suelto todo de golpe.
—Quiero hablar sobre mi mamá.
Mi abuela se congela por completo, con su cuerpo tenso por la sorpresa. Se queda de esa forma varios minutos aunque luego salta de la cama para quedarse de pie.
—Nikki... cariño, ya te dije hace mucho tiempo que no sé nada sobre ella. —¿Lo hizo? Pienso por un segundo, mi mente trata de rememorar ese momento; sin embargo, mi cerebro se queda en blanco. Estoy confundida por esa declaración.
—¿En serio? ¿cuándo? que yo recuerde, nunca te pregunté nada de Sara antes. —Niega con la cabeza.
—Sí lo hiciste, de hecho. Fue hace ocho años, linda. Los primeros días de su ausencia, me bombardeaste con preguntas casi todo el tiempo sobre su paradero.
Vuelvo a buscar en mi mente alguna memoria, o algo que pueda darme una señal de si lo que dice es verdad, pero es como si mi cerebro hubiera suprimido aquellas veces.
—No recuerdo nada de eso.
—Era muy reciente la partida de tu madre, tal vez tu cerebro decidió protegerte de esos recuerdos.
Nos quedamos en silencio por un poco de tiempo, ella no ha dejado de observarme con tranquilidad a la espera de más de mi parte, por lo cual decido continuar:
—Abuela, por favor, dime donde está. Sé que tú lo sabes, eres su madre. No creo que hayas estado ocho años sin saber sobre ella, en algún momento tuviste que buscarla o ella a ti.
Observo cualquier reacción de su parte para saber si tengo razón o no y noto cómo entrelaza y suelta sus manos cada pocos segundos, lo cual confirma mis sospechas.
—Lo siento, cariño. En realidad no tengo idea de donde está o donde se fue, te lo juro.
Un gruñido de frustración escapa de mi garganta. Ella miente muy mal, eso es obvio, pero no me lo quiere decir, es más, comienzo a creer que fue una pérdida de tiempo venir aquí si no me va a decir nada.
Ya arrepentida de mi decisión por querer saberlo todo, me levanto de forma rápida de la cama para caminar a la salida. Los pasos apresurados de mi abuela coinciden con los míos mientras trata de alcanzarme.
—Nicole, cariño, espera por favor —. Me detengo para mirarla por encima del hombro.
—Si no me lo vas a decir, no tengo nada más que hacer aquí.
—Entiéndeme, no puedo decírtelo. Ella me lo hizo prometer —. Con eso, al final sucede. Exploto, la restricción que tenía sobre mis sentimientos se libera de golpe.
—¡Pero soy su hija, maldición! ¡Tengo derecho a saber dónde está!
Mi arrebato provoca que su autocontrol también se rompa y sus ojos comienzan a arder de rabia.
—¡Ya no lo habías preguntado más, ni siquiera te acordabas!, ¡¿por qué quieres encontrarla ahora?!
—¡No lo sé! Solo... alguien me aconsejó buscarla y no sabía que quería verla hasta que él lo mencionó. ¡Dime dónde está! —Odio notar a las lágrimas aparecer en mis ojos; odio hacerla ver mi debilidad.
—¡No puedo decirte! —Frota su rostro con desesperación, como si yo fuese una molestia para ella.
—¡Abuela! —Mi último intento de rogar es patético, mi voz se rompe en las palabras.
—¡Ella no te quiere ver!, ¿de acuerdo? ¡No te quiere!
Doy un paso atrás como si me hubiese pegado una cachetada. Auch. En ese momento, mi corazón se rompe en pedazos ante esa declaración. Nos quedamos calladas con su confesión; el silencio es demasiado sofocante, casi me impide respirar. Puedo notar el arrepentimiento en sus ojos, pero no dice nada para remediar sus palabras, en cambio, aprieta sus labios en una fina línea.
No sé qué hice para que mi propia madre no me quiera a su lado. El dolor en mi pecho se vuelve demasiado insoportable y abre un nuevo un agujero tan grande, que creo podría tragarse mi corazón como si fuera un agujero negro. Ahora las lágrimas caen con libertad por los mejillas, el nudo en mi garganta es demasiado para soportar, así que doy la vuelta para caminar con paso decidido hasta la salida. Mi mano tiembla mientras abro la puerta.
—Nikki...
—¡Cállate! No quiero escuchar más, Andrea. Solo te pido algo: ve a buscar a Elizabeth a la escuela, y en la noche la llevas a casa. Es lo menos que puedes hacer por nosotras.
No digo nada más, en su lugar salgo de esa casa. Cierro de un portazo, luego empiezo a caminar. ¿Qué diablos pensaba al venir aquí? ¿qué esperaba escuchar? ¿que mi madre estaba arrepentida de haberse ido, que nos amaba y había cometido un error? Si ella de verdad quisiera estar aquí, hace bastante tiempo hubiese vuelto por nosotras, pero ese no es el caso.
No logro comprender por qué rayos mi abuela la apoya tanto. Sé que es su madre y la ama; sin embargo, yo tengo derecho a verla, a saber de ella aunque sea solo una vez.
Cuando suelto un sollozo de dolor me cubro la boca con las manos, no quiero que la gente me vea desmoronar en la calle por culpa del desprecio de mi madre. Ojalá Sara fuese lo suficiente mujer para ser capaz de decírmelo en la cara, así podría cerrar este ciclo de una buena vez.
Solo que no siempre obtengo lo que deseo y la vida se ha encargado de recordarmelo cada vez.
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