CAPÍTULO 22
Nicole
Observo desde la mesa a Theo moverse con fluidez alrededor de la cocina mientras prepara la cena después de haberle ayudado a cortar algunos vegetales. Las mangas de su camisa de vestir se encuentran hacia arriba para dejar ver sus antebrazos. No puedo apartar la mirada de su espalda ni su manera de desenvolverse en la cocina. Me tomó por sorpresa cuando mencionó su gusto por cocinar y no me esperaba que eso lo hiciera ver tan guapo.
—¿Te ayudo en algo más? —Pregunto con suavidad desde donde me encuentro, más por cortesía que por otra cosa, pues espero se niegue, de otra manera me tocaría dejar de observarlo.
Gira un poco la cabeza por encima del hombro para guiñarme un ojo.
—No es necesario, cariño, ya terminé. Solo tenemos que esperar algunos minutos y podremos comer ¿aún tienes tiempo?
Observo mi reloj para comprobar si aún es temprano para mí. Después de lo sucedido hoy, no creo que al idiota de mi padre le agrade mucho la idea de que yo llegue tarde a casa. Al darme cuenta que faltan dos horas de la hora acordada, asiento con una sonrisa.
—Está bien, deja me cambio por algo más cómodo y ya vuelvo. Puedes esperarme aquí o en la sala si quieres.
Deja un beso encima de mi cabeza antes de salir de la cocina. Mientras tanto, saco el celular de mi chaqueta para revisar los mensajes donde tengo unos cuantos de Daniel y Kate. El primero es de él de hace dos horas para preguntarme si podía salir con él, el de Kate es de hace solo unos minutos donde me pregunta si estoy con Theo en este momento. Le respondo a Daniel algo conciso sobre haber estado ocupada con algo más, aunque la culpa se apodera de mí a causa de la mentira tan descarada, después le respondo a Kate con un sí. Me responde en tan solo unos instantes con algo que hace a mis mejillas sonrojar.
—¿Con quién hablas? —Pego un brinco en la silla ante el susurro de Theo en mi oído.
Volteo la cabeza en su dirección, preocupada. Ahora me doy cuenta que miraba por encima del hombro directo a mi teléfono. Nunca lo escuché acercarse detrás de mí, ya sea que estuvo bastante silencioso o tal vez estuve muy distraída. Bloqueo de inmediato el celular y ruego a Dios no haya alcanzado a notar el mensaje de la pervertida de mi amiga, sin embargo; al fijarme en sus cejas levantadas además del brillo divertido de sus ojos, mis esperanzas se desvanecen.
Mierda, Kate Willson.
—Con... nadie. —Mi voz sale en un tartamudeo nervioso, mis mejillas se sonrojan con más intensidad que antes.
—Pues me parece que esa era la señorita Willson, ¿o me equívoco? —Asiento con la cabeza un poco avergonzada.
De repente, la diversión desaparece de sus ojos para reemplazarla por preocupación.
—¿Le dijiste sobre nosotros, amor?
Maldición. Debí mencionarle ese detalle hoy en el colegio cuando estábamos en su oficina.
—Si... lo siento, ella me obligó —. Es una excusa bastante patética de mi parte, pero si tomamos en cuenta que me arrastró hasta el baño y bloqueó la puerta, es la verdad. Es difícil guardar ese tipo de secretos de alguien tan intuitiva como mi mejor amiga.
Theo no dice nada mientras espero algún regaño de su parte o que decida que lo nuestro no vale tanto la pena. Algunos minutos después, para mi sorpresa, se encoge de hombros y una sonrisa aparece en sus labios antes de negar con la cabeza.
—No te preocupes, sabía en algún momento se iba a enterar, después de todo, es tu mejor amiga —. Respiro con alivio pues no se molestó conmigo por eso. Voy a responderle, sin embargo; apenas abro la boca, vuelve a hablar —: pero espero que el señor Smith todavía no se haya enterado, puede enojarse contigo y ojalá Kate sepa guardar secretos —. Se levanta por un momento, camina hasta la estufa, revisa todo, luego regresa a sentarse a mi lado.
—No. Daniel... él no lo puede saber, eso lo lastimaría bastante. Y no te preocupes, prometió no le diría nada a nadie, confío en Kate.
—Estoy de acuerdo con respecto a Daniel. Si alguna vez se llega a enterar... espero lo puedas manejar y él también.
Sí, yo espero lo mismo, aunque ojalá ese día no llegue pronto, o al menos no hasta encontrar el momento adecuado para decírselo.
Lo miro a los ojos por un tiempo antes de cambiar de tema para preguntarle algo personal, pues no hemos tenido la oportunidad de conocernos por completo.
—Así que... tu madre les enseñó a cocinar —asiente luego toma mi mano entre las suyas, su dedo pulgar comienza a trazar las líneas en mi palma —, cuéntame de tu familia —. Le pido y entrelazo nuestros dedos.
—Bueno, no hay mucho que contar. Mi padre se llama Michael, mi madre Alexandra y tengo tres hermanos.
—Vaya, tú familia es grande. ¿Cómo se llaman? ¿eres el mayor?
—No. Owen es el mayor —una sombra cruza por su expresión a la mención de ese nombre, pero se desvanece tan rápido que no estoy segura sí sucedió o me lo imaginé —. Él tiene treinta años, es contador público como papá; luego sigo yo, ya sabes mi edad. Por último están los mellizos, Samuel y April. Tienen diecinueve años, están en cuarto semestre en la universidad.
Suelta mi mano en ese momento para levantarse y apagar las estufas, a continuación comienza a sacar los platos de las gavetas y sirve la comida. Siento una punzada de tristeza en mi pecho al escuchar de su familia, parece que todos se llevan bastante bien entre ellos. Yo solo tengo a Elizabeth en mi vida pues con mi abuela rara vez hemos tenido momentos en familia, además, desde la muerte de mi abuelo, nuestra relación se ha terminado de enfriar. Dejo de lado el sentimiento de soledad que empezaba a aparecer en mi pecho cuando Theo coloca con una sonrisa esperanzada la comida frente a mí. Mi boca se llena de saliva al sentir el olor de la comida.
—Pruébalo, es el plato favorito de toda mi familia, espero te guste.
Llevo un bocado grande a mi boca y de inmediato los sabores explotan en mis papilas gustativas. No puedo evitar soltar un gemido de apreciación ante la sazón de Theo; hace mucho tiempo no probaba una comida casera tan deliciosa.
—¿Y bien? ¿te gustó? —Dirijo mis ojos en su dirección, él ya se dedica a observarme de forma atenta, sin duda quiere saber mi opinión.
—Está delicioso, tu madre te enseñó bien —. La apreciación es evidente en mi voz así como en mi sonrisa satisfecha. Theo se ilumina con mi respuesta.
—Me alegro que te guste, amor. Entonces, ¿si logré conquistarte? Sino, estaré muy decepcionado con mi madre por mentirme. —Arquea una ceja en mi dirección con coquetería.
Finjo pensarlo al colocar un dedo en mi barbilla además de entrecerrar los ojos. Después de unos minutos de suspenso, sonrío de oreja a oreja.
—Sí lo hiciste, Theo, me tienes en tus manos.
Sus labios se curvan en una sonrisa la cual pone a mis mejillas calientes. Theo tiene el poder de hacerme sentir bien con tan solo una mirada o sonrisa de su parte, algo que no había sentido desde hace mucho tiempo y que con sinceridad pensé nunca más iba a volver a sentir. Despacio, sin dejar de mirarme, acerca su rostro al mío, sus labios tocan primero una mejilla, luego la otra.
—Alivias mi corazón, amor.
Jamás lograré acostumbrarme a ser llamada de esa forma ni tampoco al redoble de los latidos de mi corazón cada vez que lo hace. Esta vez sus labios hacen contacto con los míos y comienza a besarme de manera tierna. Agarro su cara entre mis manos para profundizar el beso sin ser suficiente del todo.
Varios instantes después, nos apartamos el uno del otro para continuar con la cena en un silencio tranquilo, tan solo disfrutamos de la comida, hasta que él hace una pregunta que esperaba nunca responder.
—¿Qué me dices de tu familia?
No contesto de inmediato, en su lugar me tomo mi tiempo al meter más comida en mi boca. Casi me atraganto en el proceso mientras mastico lo más lento posible, sin dejar de pensar cuales cosas quiero decirle y cuales no. Después de terminar el bocado, respondo:
—Ya te dije de mi madre; se llamaba Sara. Cuando ella se fue solo quedamos Rick, mi hermana y yo. No tengo muchos familiares, a excepción de mi abuela y algunos tíos de parte de mi padre con quienes no nos llevamos.
— ¿Rick es tu padre? —Por supuesto, de todo lo mencionado solo decide enfocarse en ese maldito nombre.
Mi cuerpo se encuentra tenso como si una cuerda invisible hubiese sido llevada más allá de su límite y temo no logre aguantar la situación.
—Sí. —Parece notar la incomodidad con la cual respondo porque decide no preguntar más por él. Exhalo con lentitud el aire que retenían mis pulmones.
—Nikki... no has pensado, tal vez... ¿buscar a tu madre? —Mi mano se queda quieta con la cuchara a medio camino de mi boca ante su curiosidad, antes de bajarla de nuevo.
No esperaba esa pregunta.
Cuando lo menciona, mi mente decide tomar ese momento para recordar el día en que se fue de casa. Es uno de los pocos momentos en mi vida de los cuales puedo recordar todo con una claridad casi perfecta, aunque desearía no hacerlo. Vuelvo a rememorar aquella mirada fría y mordaz en los ojos de mi madre, su postura rígida; la forma despectiva de pronunciar el nombre de mi padre y lo más importante: cuando dijo con mucha claridad que no quería que mi hermana y yo buscáramos su paradero.
Había pensado en esas palabras durante los primeros dos años de su desaparición a cada momento del día aunque nunca le conté a mi padre o a mí abuela sobre eso. Analicé cada palabra sin dejar de preguntarme a mí misma varias veces sí había hecho algo mal para su renuencia a vernos de nuevo. Nunca encontré una razón válida con la cual justificar su abandono de esa forma tan cruel a mi hermana y a mí, por lo tanto, al no encontrar dicha razón, decidí no buscar nunca a Sara, justo como ella quería. Suprimí aquel recuerdo y lo enterré lo más profundo posible en mi mente. Hasta que Theo decidió sacar a colación el tema.
—No. No lo pensé —. Mi respuesta es algo molesta, lo cual él nota.
—¿Por qué? —Aprieto mis dientes. Entiendo que su pregunta no es hecha con ninguna maldad, solo con curiosidad, pero eso no cambia mi incomodidad.
—No quiere que la busque, Theo.
—¿Cómo lo sabes si nunca lo has intentado? —Y yo que pensaba que la única curiosa era yo.
—Porque ella lo dijo antes de irse.
Aunque no conozco el motivo, es como si no pudiese evitar contarle cosas que nadie nunca ha sabido. Es como si pudiera hablar con él sin ningún problema sobre todo. Es frustrante, aunque al mismo tiempo me reconforta.
Se queda con la mirada fija en mí como si no pudiera creerlo.
—¿Qué madre puede decir algo como eso? —Parece molesto en mi nombre además de protector conmigo como si quisiera evitar mi sufrimiento, así que le doy una mirada triste.
—La mía puede. Créeme, yo también me lo pregunté muchas veces, sin embargo; ya no tiene caso acordarme de mi madre, es mejor dejarla en el olvido justo como ella quería. ¿Podemos, por favor no hablar más de Sara? Ni siquiera has vuelvo a tocar tu comida.
Acepta con comprensión y vuelve a comer. Después de eso, terminamos la cena en silencio con el ambiente ya más calmado, luego le ayudo a lavar los platos antes de tener que irme. Son las ocho en punto de la noche cuando lo hacemos y decido que es hora de ir por Eli.
A pesar de todas las preguntas y de mi tensión con cada una de ellas, esta cena ha sido la mejor que he podido tener en mucho tiempo. Tal vez la próxima vez pueda venir con mi hermana, quisiera hacerla conocer mejor a Theo. Estoy segura que le encantaría mucho o más que a mí.
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