CAPÍTULO 15
Camino por los pasillos para dirigirme hacía la clase de física con la cabeza gacha mientras esquivo a los estudiantes aglomerados fuera de los salones que esperan el inicio de la jornada académica. Estas últimas semanas he estado distraída, mi mente se quedó en la conversación que tuve con Sasha, aquella que sin quererlo dañó nuestra relación aún más. Ella ni siquiera es capaz de dirigirme una sola palabra ni de dejarme explicarle el porqué dije lo que dije. Sé que la lastimé con mi franqueza pues ella esperaba algo diferente y yo no le pude ofrecer ningún consuelo. Parte de mí, la parte egoísta oculta en lo más profundo de mí, se arrepiente de advertirle sobre Rick. Al hacerlo perdí cualquier oportunidad de librarme de mi padre, pero mi parte compasiva sabe el dolor que provoca estar al lado de un hombre como él a quien no le interesa nadie más que él mismo, solo por eso estoy segura que tomé la decisión correcta.
Suelto un suspiro cansado luego sacudo la cabeza para alejar esos sentimientos. Me obligo a levantar la mirada para evitar chocar contra alguien. Al hacerlo, me detengo en seco al ver a Theo afuera de mi aula de clases con mi profesora de física. Los observo con atención por algunos segundos como una completa idiota sin saber si irme, esperar a que se vaya a sus clases, o enfrentar la situación. Ellos hablan de forma muy animada, mi profesora echa la cabeza hacia atrás para reír de algo que él dijo. Coloca una mano en su antebrazo con coquetería y mi estómago se revuelve de forma incómoda al verlos así con algo parecido a los celos a pesar de que mi profesora es mucho mayor. En ese momento, tomo la decisión cobarde de irme para no hacerme notar. Comienzo a darme la vuelta de forma lenta, sin embargo; como si hubiese notado mi presencia acosadora en el fondo, el profesor gira la mirada en mi dirección, su sonrisa se borra de inmediato para ser reemplazada por una fina línea molesta en su lugar.
Me congelo a medio camino con la mitad de mi cuerpo girado hacia el lado contrario sin dejar de maldecirme por dentro al haberme dejado atrapar. Hasta ahora he tenido éxito en evadir sus conversaciones después de clases por todo este tiempo, pero eso acaba de llegar a su fin.
—Señorita Johnson, por fin llega. La esperaba. —Trago saliva al notar su voz en tensión, parece ser que no le ha hecho nada de gracia mis muchas excusas con tal de no hablar con él.
—¿A mí? —Siempre me ha funcionado hacerme la desentendida en situaciones así, aunque esta vez no me funciona.
—Sí. Necesito hablar de unas cosas con usted un momento.
—No puedo, profesor, tengo clase ahorita y...
—Ya he hablado con la señora Valencia y a ella no le importa que pierda unos segundos de clase ¿verdad? —Le lanza una grande sonrisa lo que solo me provoca otra punzada de celos aunque me obligo a no dejar mostrar mis sentimientos traidores. En su lugar, le echo una mirada a mi profesora con el ceño fruncido cuando le da un asentimiento con una sonrisa tonta. Lo observa con ojos de cachorro enamorado como si quisiera una palmadita en la cabeza de parte suya.
Hago una mueca de disgusto, esta mujer tiene un anillo en su dedo anular, una claro indicio de que tiene esposo, solo que eso no parece importarle en absoluto. Muevo mi cabeza en negación en su dirección, luego devuelvo mi atención al señor Jones.
—Señor Jones, no creo que debamos hablar en este momento, puede esperar. Lo buscaré después. —Le miento para tranquilizarlo y finjo una sonrisa apenada.
La señora Valencia abre su boca con indignación ante mi negativa a aceptar, pero decido ignorarlos a ambos a favor de caminar más rápido al salón. Paso a su lado sin mirar atrás ni un momento. Aún después de encontrarme sentada en mi lugar, puedo sentir la sensación fantasma de la penetrante mirada que el profesor mantuvo en mi espalda hasta que desaparecí dentro, de seguro con ganas de decirme un par de cosas no muy agradables por rechazarlo.
Hago garabatos en mi cuaderno mientras mis amigos charlan entre ellos, los tres esperamos el inicio de clases. En un momento dado sale el tema de conversación que menos quiero tratar en estos momentos.
—¿Ya has hablado con él? —Interroga Kate con las cejas arqueadas. Daniel mira de forma alternada entre las dos sin entender de quién hablamos.
Tuve que contarle a ella sobre el interés de nuestro profesor de matemáticas conmigo este último mes para calmar un poco los ánimos entre las dos después de toda la tensión entre nosotras por ocultarle sobre los moretones, aunque omití algunos detalles de la conversación que tuvimos ese día en su apartamento. Cualquiera hubiese pensado que esa situación era la tercera guerra mundial por su forma de reaccionar ante mis palabras. Me tachó de inmadura e inconsciente al haberme metido en aspectos tan personales de su vida también por ya no ir más a las tutorías con él, sin embargo; no sabe el motivo oculto de mis acciones. Si supiera la razón además de mis estúpidos sentimientos confusos, creo que se volvería mucho más loca.
Vuelvo a mirarla a los ojos para salir del recuerdo. No ha dejado de prestarme atención ni un solo momento a la espera de una respuesta de mi parte. Me revuelvo incomoda en la silla, luego desvio la mirada hacia mis uñas para tratar de sofocar las ganas de golpearla un poco ponerme en esta incómoda posición. Abro la boca dispuesta a mencionar unas cuantas palabras no muy agradables en su dirección, pero antes de que le pueda responder, la voz de nuestro profesor nos obliga a ubicarnos en nuestros lugares.
—Buenos días —. Todos dirigimos nuestra cabeza hacia él al escuchar su tono de voz severo, sorprendidos.
Se encuentra bastante desaliñado desde la última vez que lo vi, lo cual es muy raro en él si tenemos en cuenta que siempre suele estar muy pulcro en clases. En este momento es la excepción. Su cabello está sin peinar y revuelto como si hubiese pasado su mano varias veces en las últimas horas. Uno de los botones de su camisa se ha desabrochado lo que nos permite ver un poco de su piel bronceada con algunos vellos en el pecho. En lugar de verse mal como cualquier otra persona con esa apariencia, solo le añade un aire mucho más sexy. Varias de las estudiantes sueltan un pequeño suspiro, olvidan por un momento su voz enojada al notar su apariencia aunque a Theo se le nota en la cara y en la postura rígida que no está para nada feliz hoy, esos suspiros solo parecen irritarle más.
—Separen los escritorios en tres filas, saquen una hoja —se escuchan algunas exclamaciones de fastidio junto con algunos murmullos molestos —. ¡Silencio! No quiero que nadie hable. Apúrense, no tengo todo el día.
Nos habla casi a los gritos por lo que todos brincamos en nuestros lugares en completo silencio para hacer lo que nos pide lo más rápido posible. Nunca nos ha tratado de esa forma desde su ingreso como profesor en la escuela. No tengo ni idea de la razón de su enfado o tal vez la tengo, pero no lo quiero reconocer. En el salón solo se escuchan los ruidos producidos por el arrastre o movimiento de los escritorios de un lado a otro. Una vez ya estamos todos acomodados con hoja en mano, se gira hacia el tablero. Comienza a anotar con furia los ejercicios a resolver, lo cual solo aumenta mucho más nuestro miedo. Una vez termina, se da la vuelta para decirnos que solo tenemos una hora.
Deja el marcador en el escritorio luego apoya su trasero en este antes de cruzar los brazos contra su pecho. Suelto un pequeño gemido al ver los quince ejercicios. Mi sonido hace que Theo pasee la mirada por todo el salón con la intención de encontrar el ruido. Me hago más pequeña en la silla para tratar de evitar sus ojos. No funciona. Es casi como si un imán los atrajera hasta mí pues de inmediato estos conectan con los míos. Por un breve segundo, un fuego de enojo exasperado aparece en su mirada, luego decide apartar su atención de mí y me obligo a comenzar con el examen.
En el momento en que empiezo a anotar en el papel los ejercicios con un pequeño espacio entre cada uno de ellos, me doy cuenta que no logro entender nada de nada. No llegamos a esto en las tutorías debido a mi ausencia desde hace un tiempo, no sé cómo resolver ninguno. Estoy frita.
Los minutos pasan de forma lenta mientras yo continúo con los ojos pegados sin parpadear en la hoja como si todo estuviera escrito en chino. No he resuelto nada en absoluto.
—Terminó el tiempo. Los últimos estudiantes de cada fila recoja los exámenes y déjenlos en mi escritorio, ¡ya!
Miro sorprendida mi reloj de muñeca, ni siquiera noté la hora. La ansiedad se apodera de mi estómago pues tengo la hoja sin resolver. El estudiante asignado para cada fila comienza a recoger los exámenes a cada uno, así que resignada decido entregarlo. Una vez los lleva hasta él, dejo caer mi frente contra el escritorio. Soy un estúpido desastre.
Ya sin poder hacer nada, guardo mis cosas en mi bolso con rapidez, luego comienzo a salir con los demás hasta que su voz me detiene en el lugar.
—Señorita Johnson, venga de inmediato a mi escritorio, si es tan amable —. Su voz trata de sonar controlada, pero algo de su enojo logra filtrarse en las palabras de todas maneras.
Mis compañeros me lanzan una mirada compasiva antes de salir apresurados, ninguno quiere estar en mi lugar con el estado de ánimo de él. Kate y Daniel también salen no sin antes desearme suerte, luego cierran la puerta detrás de sí. Desde la última vez que trató de hablar conmigo hace ya algunas semanas, no volvió a querer hacerlo, al menos no hasta hoy. Al parecer decidió que ya ha tenido suficiente de soportar mi mierda. Camino lo más lento posible como consecuencia de los nervios que recorren todo mi cuerpo.
—Siéntese —. Señala una silla frente a su escritorio con la cabeza. Ahogo un gruñido descontento ante la orden, sin embargo; decido obedecer. Tomo tomo asiento en el filo por si acaso necesito irme rápido.
Levanta la cabeza tan lento que me remuevo incómoda en el lugar. La anticipación pone mis manos sudorosas al posar sus ojos en los míos, los cuales se encuentran oscurecidos. Tiene mi hoja en su mano.
—¿Se puede saber qué rayos es esto? —Pregunta con enojo a penas contenido. Arrastra con un dedo la hoja por la mesa en mi dirección casi con rabia.
Estúpido.
Controlo los insultos que quieren salir de mi boca porque estoy segura no le va a agradar eso y terminaremos en una pelea.
—Es mi examen —. Contesto con obviedad luego levanto una ceja en su dirección.
—Sí, ya sé que es su examen, Nicole. Lo que no puedo entender es por qué no resolvió nada. Los ejercicios están en blanco, Johnson.
—Lo siento, no entendí los ejercicios —. Me encojo de hombros como si en realidad no me importara aunque por dentro tiemblo con un poco de miedo.
Una mala nota no me agrada para nada, no después de haber logrado mantener mi promedio en esta materia hasta ahora. Cierra los ojos muy brevemente, luego pasa una mano por su frente, frustrado.
—Claro que no entendió, eso sucede si no pregunta en clases, Nicole. Ni siquiera ha sido capaz de dar una excusa creíble para faltar a las explicaciones privadas.
Touché, profesor.
Guardo silencio pues la verdad no tengo nada que decir a eso. Tiene razón en todo, pero como soy terca, no le daré el gusto de admitírselo. Se levanta de su silla para dar la vuelta y caminar hasta donde me encuentro.
Coloca las manos a cada lado de mi escritorio, al mismo tiempo acerca su rostro al mío hasta el punto de llegar a sentir su aliento cálido en mi rostro. Tomo una respiración profunda ante el escalofrío de placer que me recorre. Decido colocar toda la distancia posible entre los dos, que no es mucha, al pegarme al respaldo de la silla. Me observa con tanta intensidad a los ojos que me hace temblar en mi puesto, luego su voz baja unas octavas con la intención de pronunciar cada palabra con toda la claridad que puede reunir.
—Quiero... no, le exijo que vaya hoy mismo a las tutorías para continuar donde lo dejamos, no quiero excusas.
Abro la boca, sorprendida. ¿Me acaba de ordenar hacer algo... a mí, de todas las personas? Gruño con enojo y me pongo a la defensiva. Coloco mis manos en su pecho para empujarlo con toda la fuerza que puedo reunir. Lo atrapo con la guardia baja, su expresión se torna perpleja. Me levanto de un salto del asiento lo cual nos obliga a colocarnos pecho con pecho. Este hombre tiene mucha confianza en sí mismo si cree que voy a hacer lo que él dice solo por ordenarme de esa manera.
—Sé que usted es mi profesor, también que se encuentra por encima de mí en la escuela, pero no por eso voy a hacer cualquier cosa por usted. Tengo más asuntos que atender, así que no pierda su tiempo.
Bufa sin dejar de acercarse un poco más a mí hasta que compartimos el mismo aire por la cercanía. Mi pulso comienza a latir como loco en mi cuello, mis mejillas se sienten acaloradas por el sonrojo. ¿Hace calor aquí o solo soy yo?
Como un acto de precaución, cruzo las manos en mi pecho como si esta pequeña barrera entre nosotros pudiese hacer retroceder mis ganas de aferrarme a su camisa y acercar sus labios a los míos.
Mala Nicole.
—Va a venir, señorita Johnson. Sus notas han sido bastante malas desde hace tiempo. Si decide no venir, yo me encargaré de ir de forma personal a su casa a recogerla o hablaré con su padre para contarle su bajo desempeño académico.
Me quedo muda ante la advertencia, ni siquiera sé si respiro. Mi mirada se dirige a esos labios carnosos unos segundos tensos, luego la aparto; en su lugar me obligo a mirar sus ojos oscuros. Con esta poca distancia, puedo darme cuenta cómo sus pupilas comienzan a dilatarse todavía más si es posible. Aguanto un jadeo entrecortado, una gota de sudor baja por detrás de mi cuello hasta mi pecho. Mi cerebro hace cortocircuito por unos cuantos segundos mientras asiento con la cabeza en aturdimiento. Necesito alejarme lo más pronto posible de este hombre, me vuelve loca.
Sonríe satisfecho, parece que hubiese ganado la lotería. Antes de hacer algo estúpido como presionar mi torso contra él, se aleja de mi espacio personal.
—Me alegro pudiéramos llegar a un acuerdo, señorita Nicole. Ahora puede irse.
Doy unos cuantos pasos hacia la puerta aún aturdida, luego salgo de ahí a zancadas. Solo al encontrarme afuera, mi cerebro procesa que el señor Jones acaba de hacerme cambiar de opinión con solo su presencia. Con los ojos cerrados, me obligo a tomar aire. Mantengo la respiración unos segundos en mis pulmones, luego lo exhalo. Ahora me doy cuenta que tomo rápidas y muy malas decisiones si actúo sobre presión.
Miro hacia el techo como si este fuera darme una respuesta.
—Oh, Dios, ¿por qué tiene que acercarse tanto? ¡¿y porque diablos lo hiciste tan guapo?!
—¿Quién es guapo? —Pego un respingo en mi puesto, asustada. Mi corazón se acelera mucho más si es posible al escuchar su voz.
Volteo mi cuerpo en la dirección del sonido donde lo encuentro ahí parado con una mirada divertida en mi dirección, sus cejas se arquean como si me desafiara a decir algo. No sabía que había salido detrás de mí.
Invento una excusa de inmediato, mis mejillas aún mas rojas si eso es posible.
—¡Nadie! Y-yo ya me iba a... mi siguiente cla-clase. Adiós profesor.
Giro sobre mis talones antes de comenzar a correr sin mirar atrás directo a mi salón de arte. Nunca antes me había pasado algo así con ninguna persona. ¿Por qué siempre tengo que arruinar todo con él? No tengo remedio para mi bocota. Nací imprudente, me quedaré imprudente.
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