CAPÍTULO 11
Al acabar la clase, escucho al profesor decir mi nombre.
—Señorita Nicole, ¿podría venir un momento, por favor? Necesito hablar con usted.
Kate me lanza una mirada incrédula e inmediatamente levanta las cejas con curiosidad. El nerviosismo hace que me suden las manos y me obligo a encogerme de hombros, tampoco tengo ni la menor idea el motivo por el cual me pide quedarme. Le hago un gesto con la cabeza hacia la salida para darle a entender me espere fuera del salón, asiente con una sonrisa picara. Ignoro dicho gesto y para tener algo que hacer guardo mis cosas en el bolso con lentitud mientras espero que todos los demás salgan del aula.
Algunas de las estudiantes se despiden de manera coqueta, pestañean varias veces o le guiñan un ojo. Sonrío al ver al profesor incomodarse con dichos gestos e intentar ignorar la atención que despierta en sus alumnas. No puedo culparlas. Si yo fuese una estudiante con una vida normal, tal vez haría lo mismo, pero... bueno, no lo soy.
A penas el salón se queda en silencio, pongo mi bolso en mi hombro y camino hasta su escritorio.
—Dígame, profesor —. Levanta la mirada de los papeles en su escritorio para ofrecerme una sonrisa cautelosa
—Me preguntaba si va a continuar con las tutorías. Ya acabamos con todos los temas anteriores que no entendía, pero si quiere seguir...
Lo pienso por unos segundos, mi mente analiza las posibles consecuencias de mi decisión. Aunque Rick tiene a otra persona en su vida por el momento, podría molestarle voy todavía todas las tardes a la biblioteca. Eso solo le daría el poder para quitarme el permiso. No obstante, llego a la conclusión de que papá no me molestará más durante un tiempo o al menos hasta aburrirse de su nueva novia, por lo cual decido aceptar.
—Sí señor. Podríamos empezar desde ahora si quiere, de todas maneras esta era mi última clase del día...
Levanta su muñeca para ver la hora en su reloj antes de fruncir el ceño y hacer una mueca.
—Uh, no sé si pueda en este momento, tengo otras cosas que hacer. Mejor lo dejamos para la tarde, ¿le parece? Aunque estaré muy ocupado hasta las cuatro, por eso quería saber si hay algún problema con que esta vez le explique en mi apartamento.
Me quedo quieta mientras proceso sus palabras. Estas últimas semanas hemos estado en la biblioteca sin ningún inconveniente. No estoy muy segura de si eso es una buena idea o no.
—Señorita Johnson, no hay problema si decide seguir con las tutorías en la biblioteca. De todas formas le dejaré mi dirección, puede llamarme antes de las cuatro para confirmarme. Y si decide ir, puede llevar a alguien con usted.
Escribe la dirección de su apartamento en un papel antes de entregármelo. Me acaba de dar una opción sin presionar ni insistir en el tema para no incomodarme. Él ni siquiera lo sabe, pero ese pequeño gesto provoca que mi estómago dé un ligero vuelco.
—De acuerdo. ¿Eso era todo o necesitaba algo más?
Deja su bolígrafo en el escritorio para entrelazar sus dedos. Los coloca debajo de su mandíbula luego se dedica a observar con atención mi rostro. Sus ojos van desde mí frente, a mis mejillas hasta llegar a mis labios como si buscase nuevas marcas en mí. Siento mi rostro comenzar a arder con intensidad ante su escrutinio. Me revuelvo en mi lugar hasta que por fin tras varios segundos después, devuelve sus ojos a los míos.
—No, eso era todo. Puede irse, la veré en la tarde.
Asiento de forma imperceptible antes de dar media vuelta. Salgo de ahí y cierro la puerta detrás de mí. Me detengo de repente al encontrarme con Kate y Daniel apoyados en la pared del frente mientras hablan en voz baja. Al verme salir, guardan silencio de inmediato. Les frunzo el ceño con algo de molestia.
—¿Qué sucede? —Cuestiono con mi mirada fija en Kate e ignoro a Daniel. Intercambian una mirada preocupada.
Ella le hace un gesto con la barbilla hacía mí para indicarle que hable. Dani se aclara la garganta antes de responder, inseguro.
—Quería... hablar contigo un momento.
Da un paso hacía adelante, dispuesto a que lo escuche. Lo pienso unos segundos, analizo su expresión la cual es de absoluto arrepentimiento. Decido que no, no tengo ánimos para escuchar por el momento sus disculpas.
—No. No quiero hablar ahora —. Niego antes de apresurar el paso en dirección a la salida con Kate a mi lado.
Por supuesto, como no puede ser de otra manera, camina conmigo. Aún estoy bastante molesta con él por quererme hacer sentir algo a parte de amistad a la fuerza, al besarme de esa forma.
—Por favor, Nikki. Necesito disculparme por lo de esta mañana.
Continuamos con nuestro camino sin detenernos. No lo miro ni una sola vez.
—Está bien, te disculpo, ahora vete.
Suspira frustrado. Al darse cuenta de que no obtendrá nada más de mí por el momento, decide obedecer y camina más rápido hasta perderse entre los demás estudiantes.
—Nikki, sabes que apoyo siempre tus decisiones... pero tal vez deberías escucharlo. Me contó lo que pasó y no creo sea para tanto —. Habla mi querida amiga con un ligero tono de reproche.
—Kate, me confesó sus sentimientos hace unos pocos días, ya se cree con el derecho de besarme o abrazarme como si fuera su novia además de hacerlo a la fuerza. No me digas "no es para tanto". Nadie debería forzar a nadie a besarlo si no quieren —. Gruño con molestia.
Quizás soy un poco cruel con mis palabras, sin embargo; no puedo hacer nada por mejorarlo. En los sentimientos no se manda. Apresuro el paso para alejarme también de ella. No puedo creer que lo acabe de defender.
—Está bien, está bien, no te digo nada más; ya sé lo terca que puedes llegar a ser. Cambiemos de tema, ¿que quería el sexy señor Jones?
—Quería saber sí iba a seguir con las tutorías —. Contesto después de respirar hondo para calmarme.
—Me imagino que le dijiste que si ¿no? —Ruedo mis ojos sin poder evitar que una sonrisa aparezca en mis labios ante lo descarada que acaba de sonar.
—Sí, Kate, le dije que sí. Pero no te emociones, no es para nada malo.
—Pero... —Le lanzo una mirada de reproche. Sus labios se fruncen en un puchero, aunque no dice más por el momento.
Una vez salimos de la escuela, decidimos caminar por unos minutos hasta un parque cerca de ahí. El día está bastante soleado, el calor calienta mi piel y el ligero viento me revuelve el cabello. Suelto un suspiro relajado, el ambiente logra traerme la felicidad otra vez después de lo sucedido con Daniel. Al llegar, nos acostamos a la sombra de un árbol.
—Y... ¿ya pensaste en lo que te dije? —Continúa con su charla después de acomodarnos.
—¿En qué?
—En lanzarte un poco con él. Ya sabes: coquetear, besar, tocar...
—¡Katerine Willson! —La regaño con su nombre completo, mis mejillas arden de vergüenza. A mi mente llegan imágenes de sus labios y sus manos en mi rostro aquel día, la forma tan intensa con la que suele mirarme... contrólate Nicole —. No vayas ahí, ya te dije que no.
—Y yo te digo que no tiene nada de malo, no seas mojigata.
—No soy mojigata, simplemente yo no puedo ser tan coqueta y confiada como tú.
—¡Oye! —Contesta ofendida, me da un golpe con el puño en el brazo luego me tira hierba a la cara. Suelto una risa y devuelvo su pequeño ataque —. Antes era coqueta, pero sabes que desde Jacob ya no soy así.
Bueno eso es verdad, pero no se lo voy a admitir, me gusta sacarla de sus casillas de vez en cuando.
—De todas maneras, no voy a hacerte caso. Él es... guapo sí, pero me lleva muchos años, Kate, y el pensamiento de tener algo con un hombre mayor que yo... no creo sea algo bueno, por no mencionar también el problema que eso nos traería en un futuro.
A pesar de mis palabras, la verdad si he llegado a pensar un poco en su propuesta sin poder evitarlo y después de muchos debates internos decidí que algo así está mal en bastantes sentidos, sobre todo porque no quiero ponerlo en peligro inmediato por su asociación conmigo. Mi mejor amiga suelta un suspiro rendido. A pesar de su consejo, en el fondo también sabe lo mal que estaría coquetear con mi profesor.
—Bueno, bueno, señorita cobarde. Solo espero no te vayas a arrepentir después.
Tal vez me puedo llegar a arrepentir de mi decisión, sin embargo; es lo mejor. Dejamos aparte dicha conversación, y cambiamos a temas más triviales hasta que se pase la hora de volver.
****
Theo
Conduzco hasta mi apartamento después de ocuparme de mis asuntos, sin dejar de pensar en la tarde con Nicole; hay una pequeña ansiedad en mi pecho por hablar con ella y preguntarle algunas cosas sobre su vida. Quiero conocer más de ella para ganarme su confianza con las intención de ayudarla. Aunque detrás de todo eso también hay una razón egoísta la cual me ha incomodado mucho, solo que no quiero reconocer dicha razón en voz alta.
No he podido sacar de mi cabeza esos oscuros ojos azules tan expresivos, sus labios ni su rostro sonrojado cuando me atrapa con mis ojos fijos en ella. Entiendo que está muy mal de mi parte pensar de ese modo porque es menor de edad y yo soy su profesor además de no conocerla demasiado, pero parece que se quedó en mis pensamientos desde la vez del roce entre nuestros brazos junto con los estremecimientos causados en mi cuerpo.
Dejo a un lado el recuerdo al llegar hasta mi conjunto residencial, luego hago sonar el claxon para que Walter, nuestro portero, abra las puertas para mí. Después de que lo hace ingreso no sin antes darle un saludo con la cabeza. Conduzco hasta el lugar correspondiente antes de apagar el auto y poner el seguro.
Camino despacio hasta el ascensor y una vez dentro, marco el número de mi piso. Al llegar al sexto piso, salgo. Una vez dentro de mi apartamento lo noto: algo está mal.
Lo primero que mis ojos captan es un bolso de mujer en el suelo al lado del sofá seguido de unos tacones rojos tirados de cualquier manera como si se hubiese apresurado a hacer cualquier otra cosa. Reconozco sus cosas en ese mismo momento. Sé quién está aquí.
Cierro la puerta detrás de mí. Me apoyo por unos segundos contra esta mientras ordeno los sentimientos que revolotean por mi cuerpo. Suspiro y dejo en una pequeña mesa mis llaves antes de recorrer el pasillo principal en busca de una señal de ella. La encuentro en la cocina con una de mis camisas puesta. Su cabello castaño está recogido en un moño sobre su cabeza, camina de un lado a otro mientras agarra platos, sartenes o cualquier otro utensilio de cocina. Suelto un suspiro de fastidio al notar la confianza que todavía tiene, como si todavía viviese aquí.
—¿Qué mierda haces aquí, Valery?
Con un brinco en el aire, deja caer un cuchillo al suelo. Da la vuelta con una amplia sonrisa en sus labios lo que me permite ver sus hoyuelos en las mejillas; aquellos hoyuelos que hace algún tiempo me quitaban la respiración... bueno, hasta que decidió arruinar las cosas entre los dos. Con pasos rápidos en mi dirección, se lanza a mis brazos con la intención de que la agarre en el aire, sin embargo; en su lugar la atrapo por los hombros sin dejarla tocarme.
—Vine a verte, mi amor. Pensé podríamos cenar juntos y después...
—Silencio, Val. Ni siquiera sé cómo entraste. Te quité las llaves después de terminar.
—Ay tontito, saqué algunas copias de las llaves —. Abro mis ojos, sorprendido.
—Estás loca —niego con la cabeza en disgusto, luego la alejo de mí con suavidad —. Por favor, ve a vestirte, te quiero fuera de mi apartamento. También me vas a entregar todas las llaves que sacaste, ¿de acuerdo?
Su sonrisa se desvanece para ser reemplazada por una fina línea, sus ojos comienzan a cristalizarse. Oh, Dios, no. Otra vez no. Resisto el impulso de disculparme o tomarla entre mis brazos. No voy a caer de nuevo.
—¿Por qué ahora me tratas así, amor? Si hace varios días estuviste en mi casa, entre mis sabanas por más de unas cuantas horas.
—Fue un error de mi parte, pero ya no voy a volver a caer de nuevo entre tus garras.
Su rostro cambia de forma drástica en ese mismo momento para transformarse en uno lleno de resentimiento. Atrás quedó su actitud de no-rompo-un-plato, ahora comienza a gritar y a lanzar maldiciones mientras se regresa a la sala con grandes zancadas. Recoge sus cosas, entra a mi cuarto luego tira la puerta de golpe.
Al cerrar mis ojos, llevo dos dedos a mis sienes para masajearlas con la intención de calmar el dolor de cabeza palpitante. Esta mujer me vuelve cada vez más loco con cada encuentro, sus cambios de actitud se vuelven manipuladores, a veces temo llegue a sobrepasar sus límites en lo que respecta a mí.
Sale vestida unos minutos después con jeans ajustados, un top negro y chaqueta de mezclilla junto con su bolso. Ya no "llora", pero me mira con tristeza. Vuelve a acercarse a mí para tomar mi rostro con suavidad entre sus pequeñas manos. Escudriña mis ojos marrones como si buscara alguna señal, aunque trato de no mostrarle ninguna.
—Por favor, cariño, no me trates así, no es justo. Yo te amo.
La miro un momento, todavía siento esa pequeña punzada en mi pecho al escucharla decir esas dos palabras. Acerca poco a poco sus labios sin despegar la mirada de la mía, como si esperara mi reacción. Me gustaría hacer como si nada hubiese sucedido entre los dos, actuar como cuando era mi prometida y llegaba a casa del trabajo, cerrar la distancia entre nosotros; besarla, atraerla a mis brazos... solo que me niego a volver a sentir cualquier cosa por ella. Despejo aquellas ideas absurdas de mi cabeza, luego retiro sus manos para alejarme unos centímetros hacia atrás.
—¿Sabes lo que no es justo? Que te hayas acostado con mi hermano y su mejor amigo al mismo tiempo, Valery. Pude haberte perdonado casi cualquier cosa, pero una infidelidad... ya lo habíamos hablado.
Aún recuerdo ese día con toda la claridad junto con el dolor que sentí en mi corazón al comprender que la mujer que más amaba en el mundo, me había traicionado de esa forma tan cruel tan sólo unos días antes de la boda. Dicho esto camino hasta la puerta para abrirla.
—Si ya acabaste con tus mentiras, puedes irte. Que tengas un buen día.
Se queda donde está un poco más luego, furiosa, taconea con fuerza hasta la salida sin entregarme las llaves. Deberé cambiar cerraduras después de todo. Antes de que termine de salir, se detiene a mi lado de forma abrupta. Doy la vuelta, confundido por su reacción. Al hacerlo me encuentro con la señorita Johnson quien mira con ojos abiertos y asustados a Valery.
Mierda. Miro mi reloj donde me doy cuenta que ya es la hora de nuestras asesorías aunque nunca recibí su confirmación de si lo haríamos en la biblioteca o aquí.
Maldición.
Esto se pondrá feo.
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