Fortaleza y virtud
JongIn inició una cómoda sesión de caricias sobre sí mismo con expresión imperturbable, igual de calmado y tranquilo como era normal verlo en las calles. Tanta difusión de paz provocó que, irremediablemente, KyungSoo terminara relajándose en la comodidad de sus piernas.
—El joven maestro KyungSoo es quien me salvó en antaño, cuando este aprendiz era un niño que se perdió en el bosque. Me rescató de ser devorado por un monstruo y me llevó de regreso a casa —dijo cariñosamente mientras paseaba sus dedos tras sus orejas levantadas. KyungSoo alzó su pequeña cabeza y cruzó una mirada con el menor, quien sonreía con indulgencia y afecto—.
Su pobre corazón, incapaz de sentir toda aquella marea de sentimientos hacia este hombre delante de él, corrió a toda velocidad, tan fuerte, tan contundente, que KyungSoo temió que se saliera de su pecho y expusiera todo lo que había escondido en su interior. Agradeció entonces estar preso en este cuerpo, porque de lo contrario era más que seguro que se encontraría enormemente sonrojado.
Un bajo y corto aullido salió de su boca y movió su cuello para poder lamer el dorso de la mano de JongIn con infinita reverencia, refugiado en sus costumbres silenciosas; después de todo, ¿quién iba a decirle a JongIn que esta muestra de afecto era especialmente dada entre parejas establecidas de su especie?
Kim HwaSa pareció mostrarse gratamente satisfecha. Los bordes de sus ojos se suavizaron aún más y con los hombros relajados bebió un nuevo sorbo de té.
—Así que este es ese joven maestro. Entonces me alegra conocerlo finalmente, mi JongIn nunca dejó de hablar de usted y yo me encuentro agradecida por su intervención desde aquel día. Es una deuda que nunca podré pagarle —su cabeza, adornada con exquisitos tocados y joyas, se inclinó en una corta pero sincera reverencia—.
La imagen era nada más que sorprendente: una mujer importante e influyente inclinándose ante nada más y nada menos que un zorro. KyungSoo jamás lo hubiera imaginado, tampoco lo quiso ni aceptó, mucho menos viniendo de esta mujer justa y de buen corazón. ¿Cómo podría? Kim HwaSa era la madre de JongIn, el único punto de paz y confianza con el que el chico contaba. Permitir que esto ocurriera era inimaginable e inaceptable.
Aulló su desacuerdo y ella pronto se incorporó, una sonrisa floreciendo en sus labios rojos. Acomodó sus mangas y volvió a su posición recta y respetable, como siempre debería estar: siendo digna, intocable e igual de fuerte.
—El joven maestro KyungSoo es una persona de carácter. Aparentemente de buen corazón, lleno nada más que de buenas intenciones. Me alegra saber que mi hijo se encuentra en buenas manos. JongIn, cuida bien de él; las deudas de los Kim se pagan hasta el último suspiro de nuestra vida.
—Lo haré, madre —se escuchó la complacencia en su voz y KyungSoo le mordisqueó un dedo—.
JongIn y HyeJin hablaron por un largo tiempo, haciéndose preguntas de rutina y nada más que formales. KyungSoo pronto se aburrió, porque no estaba acostumbrado a ese tipo de reuniones (tampoco estaba especialmente entusiasmado con la idea de iniciarlas en un futuro próximo) donde todo era monótono y el diálogo parecía sacado de algún pergamino lleno de reglas a seguir. Y es que HyeJin podría ser una madre especialmente atenta, dulce y comprometida con las decisiones y los caminos que tomaban sus hijos, pero había sido entrenada para ser una Kim y comportarse como tal. Vivir tanto tiempo con HyeSuk debió dejar sus consecuencias, y en este caso era que se había perdido gran parte de la esencia de los Ahn en ella.
Finalmente, cuando estaba a punto de darse por vencido y quedarse dormido en las piernas de JongIn, Kim HwaSa dejó su vaso sobre la mesa y su rostro adoptó una mirada seria y complicada que su hijo no tardó en imitar. Atraído por la nueva aura en la sala, KyungSoo abrió los ojos y sus orejas se levantaron con un revitalizado interés.
Aparentemente iba a comenzar la verdadera conversación.
—El joven maestro BaekHyun y su esposo llegaron a la casa Kim hace unos días. Fueron a exponer los trabajos deshonestos y sucios del nuevo emperador y pidieron ayuda a tu padre.
—Lo sé, ellos vinieron también aquí. Según sus palabras, padre no estaba de acuerdo con su campaña.
HyeJin apretó los labios y cerró los puños con fuerza por un instante.
—Mi señor esposo se negó a participar y ayudar. Dijo que nadie podría ir en contra del emperador y que nadie debe creer en los cuentos que un solo hombre ha expuesto sobre él. HyeSuk es un hombre apegado a las reglas y las tradiciones, está acostumbrado a vivir tras los mandatos y las decisiones del imperio y por eso no hará nada en su contra. Mi suegro está hecho por la misma caña de bambú, así que no es de extrañarse que tuviera la misma opinión que él.
JongIn asintió lentamente, deteniendo los movimientos de sus manos para pasar a dejarlas inmóviles sobre su espalda.
—No es sorprendente que se nieguen a intervenir. Ambos tienen el mismo pensamiento de los ancianos de nuestra familia, viven bajo las costumbres que los benefician y está el pensamiento incrustado en sus cabezas de que las criaturas mágicas son inferiores por no tener el prestigio de las grandes familias.
—Lo sé, son todos una bola de ignorantes, viejos decrépitos —HyeJin se detuvo por un momento y cuando captó la ofensa que había expuesto tan libremente sobre la generación más influyente de su familia, se sonrojó hasta las orejas—. No has escuchado salir eso de mi boca.
JongIn sonrió y negó con la cabeza, un pequeño rayo de calma antes de que todo volviera a tomar el rumbo tenso y pesado de antes.
—En mi caso, como sabía que no podría contar con la familia Kim, recurrí a mi querido padre en busca de ayuda. Él, como era de esperarse, se comprometió a mantenerse vigilante e informar a sus conocidos en el mundo celestial sobre lo que estaba ocurriendo. Esta mañana llegó su carta a mis habitaciones y me confesó que los dioses se encuentran muy atentos a los procedimientos del emperador; han formado un grupo de guerreros y están esperando a que haga algún movimiento indecente para poder intervenir.
—Pero, madre, el emperador ya ha hecho su movimiento indecente al linchar y encarcelar a las criaturas mágicas sin ninguna razón aceptable. ¿Cómo pueden los dioses no intervenir en este momento, cuando estamos delante de una crisis de este tamaño?
HyeJin formó una mueca y un suspiro suave escapó de sus labios.
—Es porque las mismas personas fuera de estas criaturas aceptan el decreto del emperador. Para ellos, los zorros, las hadas y demás especies pequeñas que no aportan nada al mundo, no son más que una plaga que hay que erradicar. Los dioses, aunque son dioses y están en la cúspide de nuestra forma de vida, tienen limitaciones y un sistema claro de justicia. Saben que tarde o temprano las familias nobles sufrirán el mismo dolor que las pequeñas criaturas, y por eso esperarán hasta que la verdadera cara del emperador se muestre para poder intervenir.
—Quieren que paguen por sus aires de grandeza, pero los más débiles seguirán sufriendo las consecuencias. Al final, no habrá nadie que se salvará de lamentarse y llorar.
Como un acuerdo tácito, ambos guardaron silencio por un tiempo indefinido, cada uno metido en sus propios pensamientos y sus propias conjeturas. KyungSoo pensó que el panorama era muy desalentador para todas las especies existentes en el mundo espiritual, y que nada más que la desesperanza y la calamidad consumirán las tierras que una vez fueron prósperas y habitables.
Y no lo mal entiendan, después de toda la injusticia que había vivido su especie durante los inicios mismos del tiempo, era imposible no guardar un poco de rencor en su corazón. KyungSoo no era tan bueno, después de todo; sin embargo, le parecía una verdadera lástima que tantas personas inocentes se vieran afectadas en medio de aquella purga y limpieza espiritual. Tantas mujeres, tantos ancianos, tantos niños. Era una pena.
KyungSoo solo podría rezar a los dioses más misericordiosos en busca de generosidad hacia aquellos que no cargaban culpa alguna en todo este lío.
—A sus ojos, es lo que merecemos —comentó HyeJin con solemnidad, tan firme como un Ahn, como una reina—. Por otra parte, conozco a mi pequeño hijo y sé que no se quedará de brazos cruzados por mucho tiempo. Vas a participar en los Grupos Silenciosos antes de que la batalla estalle, ¿no es así?
Al escuchar esto, KyungSoo miró de inmediato a JongIn y, al notar su mirada decidida y determinada puesta en su madre, se levantó prontamente, casi salvaje y sin dudas frenético (cree que llegó a rasguñarlo en el proceso, sin embargo, no puede estar del todo seguro de esto); JongIn no lo detuvo ni le devolvió la mirada cuando asintió firmemente hacia su madre.
Según tenía entendido, el Grupo Silencioso era aquel encargado de desmantelar los retenes con las criaturas mágicas colocados en los bosques cercanos al hogar del emperador. Era una zona especialmente vigilada, custodiada por los mejores hombres y mujeres del gobernante, que se caracterizaban por ser especialmente crueles y sanguinarios a la hora de luchar. Era en este lugar en específico donde reunían toda la carga capturada a lo largo de los días antes de presentarla al emperador, por ende, siempre estaba a reventar de personas encerradas, también era en este lugar donde los dragones aparecían para enfrentarse a los guardias
Los dragones eran criaturas mágicas sumamente antiguas e importantes. Conocidos por portar un poder espiritual desbordante, reinaban en la escala de las criaturas mágicas animales de su mundo, por ende, eran influyentes desde tiempos inmemoriales, también eran especialmente recatados en cuanto a los asuntos mundanos que los rodeaba. Los dragones siempre fueron criaturas respetadas y serenas que preferían mantenerse en grupos apartados de su propia especie a socializar con el resto del mundo, por ello era impresionante verlos luchando contra el imperio en una causa que un noble vería con desdén y superficialidad. Era aún más impresionante que, de hecho, varios de ellos resultaran capturados en medio de la batalla.
Por ello, temiendo verdadera y profundamente por la seguridad de JongIn al saber que participaría activamente en este grupo, no pudo retener la explosión en su interior y todo estalló a su alrededor, su forma cambiando rápidamente ante su cambio de humor repentino para revelarse con un cuerpo humano, totalmente desnudo, sentado junto al menor mientras se aferraba duramente a la túnica que cubría su muñeca.
—¡Kim JongIn, no puedes simplemente decidir esto de la nada y aceptar sin valorar las opiniones de los demás!
JongIn no lo miró y HyeJin apartó sus ojos recatadamente del cuerpo expuesto de KyungSoo. Cuando respondió, lo hizo con calma.
—Sabías que estaría trabajando activamente con los grupos de guerra, KyungSoo.
—¡No! ¡Sabía que irías contra el emperador, pero no que estarías en el Grupo Silencioso! ¡¿Qué mierda, JongIn?! ¡¿Acaso quieres morir?! ¡Ni siquiera los dragones son capaces de derrotar a esa bola de matones del demonio! ¿Cómo puedes entrar ahí entonces? ¡Es una decisión suicida!
—Pero es mi decisión, KyungSoo. No puedo evitar seguir mis principios, estaría en contra de mi moral y todo lo que he formado y creado durante toda mi vida.
KyungSoo golpeó fuertemente el suelo a su lado. Su mano dolió terriblemente, pulsando con fuerza y creando una sensación que no le hubiera importado hace unos años, pero que ahora pesaba duramente en la zona maltratada. JongIn lo miró entonces, preocupado, pero KyungSoo utilizó ese momento para descargar sus pensamientos sin ningún tapujo de por medio.
—"Mi moral, mis principios" todo es una mierda, todo es una porquería, ¿te digo por qué? Porque todo está establecido para que lo sigas como un maldito reglamento, porque si les fallas por pensar en ti mismo, entonces estarás frenético y tendrás cargos de conciencia porque no es aceptable, porque te lo has impuesto a ti mismo como algo ridículamente incorrecto. Así que, para mí, los principios no son más que mierda, porque todo en este mundo está corrompido, en la virtud y la luz hay oscuridad e inmundicia, y en la misma inmundicia hay rastros de luz. Tú tienes grises en tus blancos al mantenerme con vida, yo tengo blanco en mis grises al rescatarte y jugar mi vida por tantos otros, así que no pongas esta mierda de excusa para arriesgar tu vida porque es lo "correcto y aceptable" en esta situación.
»Siempre estás diciéndome que debo pensar en mí mismo y cuidarme más, que te preocupas por mí enormemente, pues entonces quiero pedirte lo mismo a ti, porque me preocupo siempre por ti, porque quiero que estés vivo. ¡Porque en este mundo no hay nadie tan blanco, pero tan agradablemente gris que valga la pena como tú! Pero no lo entiendes, y aunque admiro la bondad de tu corazón con toda mi alma, aunque me encante cada hermosa parte de ti, no puedo más que aborrecer esta generosidad tuya que nadie va a devolver jamás, que te llevará a un pozo del cual difícilmente saldrás. Después de todo, nadie es como tú y nadie abogará por ti ahora que la única persona que podría hacerlo se ha vuelto polvo.
Se levantó sin decir nada más, con los ojos calientes comenzando a picar y sin importarle ni un poco su desnudez; con la cabeza en alto, abandonó la sala e ignoró el llamado de JongIn, así se encerró en su habitación y se deslizó por la puerta cerrada. Solo entonces, cuando estuvo solo y no quedó nada más oprimiendo su corazón, KyungSoo permitió que las lágrimas fluyeran y que el nudo de su garganta comenzara a aflojarse.
⋆.ೃ࿔*:・
—KyungSoo, ¿podemos hablar? Madre se ha ido ya.
La voz de JongIn se escuchó al otro lado de la habitación. KyungSoo se encontraba sentado en la cama, mirando hacia la ventana con una expresión vacía que no se vería comúnmente en su rostro vivaz. Se había vestido hace unos minutos y el llanto había cesado finalmente, dejando nada más que vacío y silencio en su corazón y su pecho.
Ahora, estando un poco más calmado, KyungSoo notaba el peso de sus palabras y se sentía genuinamente arrepentido por haber arremetido su impotencia sobre JongIn. No lo merecía y, sin embargo, había tenido que lidiar con toda esa mierda en ese momento. KyungSoo se sintió indescriptiblemente culpable.
Sin embargo, en él también había florecido una decisión que no tardaría en tomar.
La puerta sonó tres veces, llamándolo e instándolo a acercarse. La voz de JongIn vino no mucho después.
—¿KyungSoo? ¿Estás bien? ¿Puedo entrar?
KyungSoo suspiró largamente, apartó la mirada del paisaje a través de la ventana y se puso de pie silenciosamente. Se acercó a la mesa llena de pergaminos y tomó la espada de madera que, olvidada, reposaba en su sitio tranquilamente, esperando a ser usada nuevamente. Sus pasos lo llevaron hacia la puerta, la deslizó de inmediato y sus ojos no tardaron en apreciar el rostro hermoso y lleno de incertidumbre de su discípulo. Sin entrar en discusiones sobre el tema anterior, KyungSoo extendió la espada y murmuró en voz baja:
—Entrenemos.
Antes, cuando KyungSoo supo que el veneno le había arrebatado parte de su poder espiritual y lo había reducido a un cuerpo lleno de dolores corporales rutinarios, debilidad y agotamiento, se había dejado caer en un mar de desprecio que lo sacudía de un lado a otro despiadadamente.
Era casi imposible recuperarse rápidamente de aquel ataque y, si lo conseguía, sería a través de métodos dolorosos que no le garantizarían una efectividad y seguridad completas. Por ello, se había rendido vergonzosamente, bajó los hombros y permitió que las circunstancias lo derrumbaran. ¿Qué sentido tenía seguir luchando, qué ganaba con intentarlo cuando el tiempo no estaba a su favor y no había seguridad para poder volver a ser el mismo de antes? No tenía sentido, así que KyungSoo renunció a todo, se deshizo de sus ideas necias de superarse y recuperarse de aquella caída.
Por otra parte, ahora tenía un motivo para intentar ponerse de pie nuevamente; tenía los pies fangosos y el suelo era inestable y resbaladizo, por ello, era probable que cayera nuevamente una y otra vez, sin embargo, estaba decidido a levantarse en cada desplome si eso podría garantizar un mejoramiento en sí mismo, si podía darle más seguridad a JongIn. Ahora tenía un motivo para volver a luchar, y KyungSoo iba a aferrarse a él con uñas y dientes antes de que todo fuera demasiado tarde.
El peso sobre sus manos, la respiración agitada, los sentidos alertas y los movimientos del enemigo. Estaba acostumbrado a este tipo de cosas, las había burlado, utilizado y sentido innumerables veces, entonces, ¿por qué no podía volver a ello? ¿Por qué no podía luchar por familiarizarse con esto de nuevo? Incluso KyungSoo se daba cuenta de la terquedad que lo dominaba en los momentos más críticos, de la baja apreciación de sí mismo y la poca fuerza de voluntad cuando estaba completamente derrotado.
Aún así, a pesar de ello, siguió tomando con fuerza su espada de madera, activó sus sentidos lo máximo posible y dejó escapar la más mínima cantidad de aire para no agotarse tan fácilmente.
JongIn era un oponente nada más que formidable que no tenía ningún tipo de indulgencia para él. Si notaba que comenzaba a responder a su ritmo de lucha, entonces aumentaba su propia fuerza y velocidad, obligándolo a superarse para poder hacerle frente. Lo había derribado incontables veces, lo había inmovilizado y arrojado al suelo, había servido como catalizador para su propia tristeza, una gran distracción para la pena que golpeaba su pecho dolorosamente. Él realmente era un buen hombre, tan bueno, tanto, que KyungSoo no podía evitar quererlo un poco más cada día.
JongIn lo derrotó ese día cuarenta y siete veces. KyungSoo no ganó ningún encuentro.
Cuatro días después, JongIn lo venció treinta y siete veces. KyungSoo ganó dos encuentros (la sensación había sido abrumadora y lo suficientemente fuerte como para permitirle permanecer en un estado absoluto de adrenalina y determinación puros).
Una semana después, JongIn había recurrido a sus poderes espirituales. Ganó treinta veces. KyungSoo sólo obtuvo tres victorias.
Para la tercera semana, KyungSoo había notado más agilidad en su cuerpo, sus músculos comenzaban a crecer y formarse de forma saludable, su piel se había vuelto brillante y vivaz una vez más y sus ojos relucían con firmeza y fiereza. Sus sentidos habían vuelto a agudizarse y rápidamente comenzaba a tener de vuelta consigo su velocidad y agilidad. Aún faltaba su fuerza y su energía espiritual, pero los resultados que ya había obtenido con la ayuda de JongIn era algo que KyungSoo ni siquiera se había atrevido a soñar con tener. Estaba agradecido con lo que había ahora mismo, así que no podía despreciarlo ni ser demasiado quisquilloso al respecto.
Durante ese tiempo, ambos acordaron silenciosamente no traer a colación el tema de la participación de JongIn en el Grupo Silencioso. Era lo mejor que podían hacer si querían evitar un cambio de humor demasiado brusco, además, había cierta tensión entre ellos que era mejor no estudiar ni profundizar.
Ese día habían decidido tener una lucha cuerpo a cuerpo. Las espadas de madera habían sido olvidadas en el porche de la casa y sus túnicas de prácticas se habían cambiado para poder moverse más ligeramente y sin tanto lío de telas. KyungSoo había sujetado su largo cabello en un solo recogido, el flequillo hacia atrás estaba sostenido por una banda, así que no contaba con ninguna distracción que lo desconcentrara. Se puso en guardia, el corazón acelerado ante las expectativas y los sentidos alerta. Pronto fue atacado por un puño firme y seguro que consiguió esquivar a duras penas.
Así inició el encuentro. JongIn, como era de esperarse, no fue suave en lo más mínimo. Si debía patear, lo haría, si debía ir más rápido, no lo dudaría, si tenía que golpearlo, lo golpearía. Era lo que KyungSoo quería y lo que JongIn no se atrevía a negarle.
No pasó demasiado tiempo para que JongIn impusiera su poderío sobre él, tumbándolo al suelo con un par de movimientos fluidos mientras era sometido por un agarre firme en sus muñecas sobre su cabeza. Para impedirle moverse, JongIn se instaló entre sus piernas y dejó caer todo su peso sobre su cuerpo. No era necesario hablar sobre lo ridículamente cerca que se encontraba el uno con el otro, tampoco de las deliciosas bocanadas de aliento que KyungSoo tomaba para sí mismo desde la boca abierta de JongIn.
—Te tengo —susurró el menor, y su voz produjo un escalofrío involuntario que caló toda su piel y todos sus huesos—.
KyungSoo jadeó fuertemente, y con el aliento atascado en su garganta, exclamó entre dientes.
—¡Otra vez!
JongIn se levantó de inmediato y KyungSoo lo siguió de cerca, agitado y sobrecogido ante la mirada penetrante que se dirigía hacia él con vigor e insistencia. Acomodó su ropa como objeto de distracción y volvió a ponerse en posición.
Fue arrojado al suelo menos de cinco minutos después.
Esta vez, fue tumbado con el pecho en la hierba, apoyado en sus rodillas mientras su torso se hundía en el suelo, sus manos tras su espalda y JongIn firme y fuerte detrás de él. Una mano grande del menor mantenía sujetas sus muñecas mientras que la otra estaba muy bien presionada en su hombro. Su cuerpo estaba alineado tras el suyo de tal manera que KyungSoo tuvo problemas para reprimir un gemido gustoso.
No podía evitarlo. Era su naturaleza, su parte instintiva y animal había sido olvidada y su zorro aceptaba en gran parte este tipo de cercanías, siempre y cuando vinieran directamente de JongIn. Sentir una ola de placer ante la dominancia puesta sobre él había sido inevitable.
—O-otra vez.
De nuevo, JongIn lo liberó y lo dejó ir.
Por tercera vez, KyungSoo se puso en posición, con la diferencia clara de que entre sus piernas se erguía una pequeña molestia. Sus pómulos se habían sonrojado y el sudor comenzaba a resbalarse de sus sienes y cuello. JongIn, a unos metros de distancia de él, se encontraba especialmente atento y receptivo.
Esta vez, ambos colisionaron contra el otro al mismo tiempo. KyungSoo fue capaz de bloquear acertivamente dos puñetazos que irían hacia su abdomen, esquivó una poderosa patada que habría hecho mucho daño de haber impactado su cuerpo y huyó del agarre demoledor que lo tiraría nuevamente al suelo. Reuniendo el coraje y la fortaleza suficiente, tomó ambas muñecas de JongIn y las colocó tras su espalda, coló un pie entre sus piernas abiertas e hizo palanca para poder derrumbar su estabilidad y estrellarlo sobre la hierba.
¿Quién diría que una pequeña erección sería capaz de revitalizarlo tan sorprendentemente?
Sentado sobre sus caderas y apoyado en su amplio pecho, KyungSoo fue capaz de notar fácilmente todas y cada una de las pequeñas peculiaridades del rostro de JongIn, como el arco de sus labios, las pestañas cortas, pero preciosamente rizadas, el pequeño lunar que no había visto antes alojado tranquilamente en su sien y las minúsculas sombras bajo los ojos de JongIn. A esta distancia, todo parecía más impresionante, más irreal; también, todo parecía abrumadoramente íntimo e indebido.
JongIn se removió para intentar liberarse de su agarre, pero KyungSoo hizo presión y se mantuvo sobre él con terquedad, mirándolo, absorbiendo su aliento y aspirando su aroma fresco y salado a causa del sudor. Entonces JongIn dejó de luchar y devolvió la observación, lo recorrió profundamente con sus ojos oscuros, lo miró a conciencia, paseando por cada lunar, por cada tramo de piel al alcance de sus ojos. Un nuevo aire los rodeó y eclipsó todo lo demás.
KyungSoo no fue capaz de huir de esto y alejarse, no en este momento cuando todo había sido tan tembloroso y difícil y su corazón se rompía cada vez más. No cuando JongIn devolvía la mirada anhelante reflejada en sus ojos y lo devoraba implacablemente bajo su cuerpo.
KyungSoo, con un sentimiento de adoración y sensibilidad naciendo en su corazón, se inclinó lentamente hacia él y dejó que sus labios se posaran dulcemente en su pómulo. Se retiró luego de un par de segundos sin ir demasiado lejos, pero tomando la suficiente distancia como para poder mirarlo de nuevo. JongIn, a su vez, echó su cabeza hacia adelante y devolvió el gesto, colocando un suave beso sobre su mejilla acalorada. Con el corazón violentamente agitado y a punto de escapar de su prisión en su pecho, KyungSoo volvió a bajar su rostro y coló sus labios en el borde de la boca de JongIn.
JongIn jadeó y su mirada tomó un rumbo más oscuro, más profundo de lo que KyungSoo jamás había visto antes; sus vellos se erizaron ante la fortaleza y algo tan mundano como el deseo comenzando a surgir de sus pupilas ampliadas y brillantes. Más sonrojado de lo que había estado alguna vez en su vida y con un peso palpitante entre sus piernas, KyungSoo se inclinó una vez más con la intención de dejar un toque de labios sobre la mejilla contraria, sin embargo, a último momento, JongIn giró su cara y sus bocas se encontraron a mitad de camino.
Y aunque anteriormente habían tenido ciertos roces y toques labiales, esta vez fue algo completamente nuevo y nada más que fascinante e indescriptible.
Ninguno tardó en mover los labios contra los contrarios, negándose a un simple toque efímero que no llenaría el deseo de explorar y conocer la carne ajena. Fue un toque torpe al inicio debido a la inexperiencia de JongIn, pero KyungSoo fue paciente y no tardó en mostrarle un ritmo placentero que ambos terminarían disfrutando.
Apresando sus labios sobre los húmedos, suaves y calientes de JongIn, KyungSoo desplegó todo el deseo que había mantenido oculto en su interior por años enteros; cuando la presencia de la lengua llegó y se hundió en su cavidad, entonces todo explotó en un ambiente desesperado y codicioso que ninguno quiso abandonar.
Liberó su agarre sobre JongIn y sus brazos no tardaron en rodearlo con posesión; se separaron un instante para tomar aire y JongIn aprovechó esto para sentarse con KyungSoo sobre su regazo, entonces, tomándolo de las caderas y apretándolo contra su cuerpo caliente, JongIn lo atrajo hacia él nuevamente y lo besó una vez más.
No había nada más que pasión entre ambos, pasión, calor y un deseo cada vez más profundo, cada vez más indescriptible.
Los labios de KyungSoo se hallaban resbaladizos ante la saliva compartida, el pliegue de su boca se abrió, gustosa, para recibir la invasión de la lengua húmeda y sedosa y sus manos se aferraron con dureza al cuello grueso y cálido del hombre contra él. Juguetones, sus dedos se movieron sobre la cabeza de JongIn y caprichosamente tiró de la cinta que mantenía su cabello atado, desplegando el mar de mechones oscuros y sedosos que cayó como una cortina entre ambos.
Gruñendo contra su boca, JongIn imitó su movimiento y desató las restricciones de su pelo sedoso y curiosamente indomable; las hebras cayeron sobre su espalda y sus hombros con gracia y su flequillo cubrió su frente y los laterales de su rostro. JongIn apresó de nuevo sus caderas, sus dedos hurgando curiosamente el inicio de sus glúteos, y volvió a besarlo con frenesí y desespero, desgastando su boca y violentando sus labios.
KyungSoo no supo cuándo ocurrió exactamente, pero antes de darse cuenta, se había entregado plenamente a los deseos y la voluntad de JongIn. Recibiría todo lo que el chico quisiera darle, llegaría hasta donde él quisiera llegar y lo abrazaría incansablemente, hasta que sus brazos se desprendieran de su cuerpo e, inútiles, se los llevara el viento.
—Aah... Muy bien, cariño, muy bien. Se siente bien —ronroneó, agudo, con sus ojos parpadeando entre el café y el rojo mientras su zorro se apoderaba profundamente del momento. JongIn se estremeció contra su cuerpo, sin embargo, no se detuvo y bajó sus labios por la línea de su mandíbula y la curva de su cuello, comenzando a explorar, encontrando nuevos puntos agradables para besar—. Continúa así. Perfecto.
Incapaz de mantenerse firme ante sus palabras, JongIn finalmente le apretó el trasero y lo impactó contra él, estrellándolo en sus caderas para sentir la prominencia en su pelvis. KyungSoo gimió, bajo, ronco y complacido, y sus piernas se rodearon firmemente a su alrededor para comenzar a moverse con fiereza contra su ingle.
En este punto, ya nada importaba, nada era más importante que el calor entre ellos, los jadeos que se escapaban de sus bocas y la exquisita sensación que nacía en los sexos violentamente friccionados.
KyungSoo abrazó y se aferró a los hombros anchos del menor, buscó desesperadamente su boca e inició un nuevo y devastador beso que barrió con todos los huesos de su cuerpo y lo derritió contra la piel calurosa de JongIn. Sus lenguas no tardaron en enzarzarse juntas, frotándose la una a la otra con desesperación y lujuria mientras un hilo perlado de saliva se escapaba de las comisuras y manchaba su barbilla.
KyungSoo fue lo suficientemente audaz como para succionar la lengua de JongIn en su boca, penetrando su cavidad al ritmo desbordante de sus caderas. Fue sencillamente placentero e indudablemente devastador.
JongIn pareció enloquecer ante esto, lo tomó duramente por las nalgas y lo presionó firmemente contra él. La fricción desapareció entonces, pero el palpitar duro, la humedad y el calor abrumador fue presionado perfectamente uno sobre otro con fuerza, sin un solo centímetro que separara un miembro del otro. KyungSoo continuó con la atención sobre el músculo húmedo de JongIn, extendió una larga lamida en la extensión resbaladiza y volvió a unir sus labios, solo para ser atrapados, mordidos y succionados por el menor.
Cuando JongIn por fin le permitió un momento para respirar y llenar sus pulmones de su olor (cargado de lujuria, deseo y placer), KyungSoo tomó dulcemente sus mejillas y lo instó a mirarlo a los ojos con una sonrisa naciente sobre sus labios maltratados y hormigueantes. Recorrió el borde hinchado de la boca de JongIn con su pulgar, tiró del labio provocativamente y lamió aquel dulce trozo de carne colorado, mojado y caliente.
Alejándose prontamente para no darle tiempo a JongIn de profundizar el toque, KyungSoo se movió para besar suavemente su barbilla y la línea que dibujaba su definida mandíbula. Lamió un poco de la piel de su cuello y llegó hasta el lóbulo suave y desatendido para lamer, mordisquear y tirar el pequeño y estimulante trozo de carne.
—KyungSoo —gruñó JongIn contra su cuello y, mierda, fue el sonido más caliente que KyungSoo escuchó alguna vez en su vida—.
Sin poderlo evitar y con el corazón palpitando rudamente contra sus costillas, arrebatándole el aire y aumentando sus ganas de continuar, KyungSoo murmuró una orden que determinaría el punto crucial de este momento, la línea que separaría lo correcto de lo indebido e indecente.
—JongIn, llévame a una habitación.
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