2.

A mis dieciocho años mido un metro con ochenta, un poco más alto que los demás hombres, y tengo el cabello negro, el cual no es muy largo debido a los estándares mundiales; es lacio y siempre lo mantengo limpio. Mis ojos son marrones como el chocolate caliente que tomamos casi a diario. Dicen que tengo facciones perfiladas y una nariz pequeña.

Hacía lo mínimo de ejercicio requerido, así mi condición física y aspecto no se veían afectados, pero en realidad no me gustaba ejercitarme, me quitaba de mi tiempo de estudio y esparcimiento. Sin embargo, cuando me pasaron a la sección B, el tiempo de ejercicio se vio ligeramente aumentado; me di cuenta entonces que con el ejercicio me podía concentrar más en las clases, pero aun así continuaba con el mínimo requerido.

Solía caminar mucho, me conocía la sección B de memoria, y de todo el gran recinto mi lugar preferido eran los jardines. De la plazoleta central, se caminaba por un pasillo entre las dos alas, el cual se alejaba del edificio principal y se pasaba de un duro y frío piso de cemento a verdes pastos que eran cuidados por Jarvan, un amable jardinero de unos cincuenta años que había vivido la mitad de su vida en la Academia, en una pequeña buhardilla al costado de la cocina. Junto a él, tres máquinas autónomas lo ayudaban a dejar pulcro el césped y a mantener bello el jardín, el cual se encontraba unos metros más adelante.

El jardín estaba rodeado por una cerca decorada, cuya puerta siempre permanecía abierta. Dentro de él, distintas especies de arbustos y matorrales adornaban el espacio y daban al estudiante un espacio de relajación distinto. No era extraño encontrarse siempre con uno o dos estudiantes sentados en las bancas que se encontraban dentro, leyendo algún texto en sus pantallas táctiles, o estudiando con los libros virtuales que la Academia ofrecía. El terreno terminaba por ese costado ahí: Detrás del jardín, una reja adornada igual a la del jardín nos separaba del resto de la ciudad, aislándonos de un mundo, que, para cualquiera, se presentaba misterioso.

Los recuerdos de mí en este jardín permanecen intactos en mi mente al igual que cuando descansaba en la plazoleta, a un costado del rumoreo del agua de la fuente. Este silencioso sonido me hizo dar cuenta que nunca advertí durante mis años en la Academia lo silencioso que era el ambiente; únicamente si uno se acercaba a los límites podía escuchar uno que otro sonido de calle. La Academia residía en la zona exterior de la Capital Mundial, por lo que el bullicio no era excesivo.

Era muy raro conversar con otro estudiante; por lo general las clases nos mantenían ocupados todo el rato, por lo que las interacciones disminuían mucho; y aunque nos habían enseñado Oratoria en la clase de Idiomas, no era común las conversaciones en la Academia. Sin embargo, de vez en cuando uno podía ver dos o tres estudiantes intercambiando un par de frases por los pasillos. Un día oí casualmente la conversación de un estudiante con uno de los profesores de la sección, hablaban sobre algo llamado arte.

—¿No hay ningún lado donde pueda pintar? —preguntó triste el joven que era apenas menor que yo.

—¿Para qué algún lado desearía un pintor? Todas las artes son inservibles porque no dan una utilidad a la sociedad —sentenció firmemente el profesor.

—No sé, quizás para darle un poco de color a la ciudad... —dijo el chico moviendo nerviosamente su pie.

—¿Color para distraer a las personas de sus trabajos? Déjate de esas ideas por favor y vuelve a tu estudio...


Un mes después de cumplir los dieciocho años me gradué de la Academia en una tarde de noviembre. Los últimos días fueron muy diferentes a los anteriores, se sentía una cierta emoción y curiosidad por lo que pasaría después de graduarnos, de separarnos de un lugar que nos acogió toda nuestra vida. Los profesores intentaron cambiar un poco la dinámica en las últimas semanas, buscaban proyectos que realizar, en los que pudiéramos aplicar todos nuestros conocimientos, "Lo más importante es que ustedes aprendan, no tener buenas notas, sino que los conocimientos realmente se les queden en sus mentes y los puedan aplicar en su vida futura" oímos repetidas veces esos últimos días de clases. Mis notas en tecnología y física estaban bastante altas (por no decir que eran las mejores), pero en realidad están sólo servían para dar a conocer cuánto habíamos aprendido. La ceremonia fue corta, sólo nos entregaron los diplomas a los de la sección B en la plazoleta central, y ahí fu donde me di cuenta que en total éramos 22 estudiantes; luego de la ceremonia nos regresamos a nuestros dormitorios personales.

En la mañana siguiente nos había llegado un mensaje:


"Por favor dirigirse todos los estudiantes de la sección B a la plazoleta central"


Me vestí rápidamente y salí en dirección a la plazoleta, bajé las escaleras junto con dos compañeros más; siempre que nos llegaban mensajes indicaban algo importante, pero lo más extraño es que el mensaje dijera que todos los estudiantes teníamos que dirigirnos a la plaza. Eran muy reducidas las veces que nos habíamos reunidos todos los estudiantes, además de la graduación del día anterior, solo recuerdo haber visto a todos en una o dos ocasiones.

Cuando llegué a la plazoleta se encontraban los maestros y el rector de la Academia frente a la fuente de la plazoleta, los maestros traían su característica bata blanca con el logo de la Academia bordado, y el rector vestía un traje marrón, con un moño vino tinto atado al cuello. Sus arrugas recorrían toda su cara, la cual mostraba serenidad y una clase de paz.

Frente a los profesores ya estaban varios estudiantes esperando a que el rector se dispusiera a hablar, conté unos doce estudiantes, poco a poco iban llegando los que faltaban, y cuando ya estábamos todos, el rector se aclaró la garganta y comenzó a hablar:

—Queridos estudiantes, les tengo una pregunta: ¿Por qué anoche después de la ceremonia de graduación, volvieron a sus dormitorios? —Varios estudiantes levantaron la mano— A ver... Cuéntame Lorien.

Lorien, uno de los estudiantes de mi clase empezó a hablar.

—¿A dónde más iríamos de noche después de la graduación?

Empecé a suponer a que estaba refiriéndose el rector.

—Bueno —respondió el rector—, si ya se graduaron, técnicamente no hacen parte de la Academia. Ya son mayores de edad y necesitan integrarse a la sociedad.

Un murmullo general se extendió entre los estudiantes, un chico a mi lado empezó a hablarme, pero estaba tan exhorto en mis pensamientos que no le puse atención.

—Y la base de la sociedad es el trabajo —puntualizó el rector—, aplicar los conocimientos que les hemos enseñado a un bien común, promoviendo la investigación, el desarrollo y el avance de la humanidad. Y ustedes, como privilegiados por haber estudiado en la Academia, no dudamos que eso será cumplido. Como ex-alumnos de la sección B, seguirán a la oficina 221 cuando acabe de hablar, que como ya saben está ubicada en el segundo piso, allí se les dará la orientación a cada uno sobre los temas que abarcarán su vida desde ahora.

¿Una vida fuera de la Academia? Suena algo muy obvio, pero nunca me había parado a pensar cómo sería mi vida fuera de aquí. ¡Ni siquiera he visto a una mujer más a que Mrs Celadia y las mujeres de servicio en la Academia! El sistema de enseñanza se le imparte a hombres y mujeres por separado, lo cual dicen que nos genera mayor concentración en las clases, pero ninguna de las mujeres que veía en la Academia es tan joven como yo, por lo que desconozco su aspecto en realidad.

El rector y los maestros se retiraron y automáticamente todos nosotros nos dirigimos a la oficina 221, subimos las escaleras y al costado de la puerta de la oficina había una pantalla con la inscripción "Entrará un estudiante a la vez; cuando este estudiante haya salido de la oficina, ingresará el siguiente, harán una fila acorde a su fecha de nacimiento". Todos nos empezamos a preguntarnos sobre la fecha de nacimiento de cada uno, algunos no habían cumplido los 17 años y otros ya habían llegado a los diecinueve, yo quedé aproximadamente a la mitad de la fila detrás de un chico que había visto varias veces por los pasillos y que había recibido el nombre de Kantos, era más bajo que yo, pero su masa muscular era mucho mayor que la mía.

—Oye Marcus —me dijo Kantos mientras esperaba a entrar—, ¿qué crees que haya dentro? Cuando sale uno se aleja en silencio. ¿Cómo decidirán donde trabajaremos?

—No lo sé —le respondí—, pero sea lo que sea lo descubrirás ahora, mira, ahí sale Lorien —le dije mientras el chico salía de la oficina y se alejaba.

Pasó un tiempo hasta que quedara de primeras en la fila, cada vez que salía un estudiante se dirigía en silencio al ala de los dormitorios y lo perdíamos de vista. Salió Kantos de la oficina y me dispuse presionar el botón para abrir la puerta de la oficina.

Abrí la puerta y lo único que me encontré dentro fue una mesa, una silla y una pantalla táctil en ella.

—Siga adelante y siéntese —dijo una voz robótica justo cuando la puerta se cerraba.

Me senté y la pantalla frente a mí se encendió, en ella se leía lo siguiente:


Examen de Reconocimiento Académico y Genético

Nombre: Marcus Z9

Fecha de Nacimiento: 23 de octubre de 2027

Registre su huella dactilar en la pantalla.


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