Capítulo 12
Le había contado a la señora Jones todo: desde qué estábamos haciendo cuando vimos la camioneta, hasta lo último que Allek me había dicho. Ella estaba sumamente triste y preocupada. Pero aún así tomó fuerzas para cuando llego la policía y le tuvo que dar toda la información necesaria.
Ella me había explicado quién era Ricardo.
Resulta que Ricardo era su ex esposo, el padre de Alba, y se separaron, porque él era muy posesivo y trataba muy mal a Allek. No me había dado muchos detalles, pero me había hecho entender que era muy peligroso.
Una hora después tocan la puerta, yo al ver que la señora Jones no está por aquí, la abro. Claro que antes veo por la ventana quién está tocando. Ahí veo a Liam.
Al abrir la puerta Liam entra rápidamente a la casa. Lucía desesperado; estaba sudado, despeinado y muy sofocado.
En busca de alguien, de Allek.
—¿Qué noticias tienen? —pregunta Liam, dando vuelta por la sala, pensante, mientras lleva las manos a la cabeza, afligido.
—Todavía no sé nada al respecto, pero la policía los está buscando —pego los ojos al suelo, incapaz de mantener su mirada—. Dios, todo pasó tan rápido.
—¿Cómo se llevó a Allek? ¿Cómo supo dónde estaba él? ¿Estás bien?—Liam me bombardeó con preguntas, antes de que siquiera supiera la respuesta de la primera.
—Liam, tranquilo —le dije, levantando la mirada. Lo acerqué al mueble, para que tomara asiento y se calmara—. Estoy segura de que él estará bien, tengo esperanza en eso.
—Yo también espero eso, créeme que sí. No me imagino lo mal que debe estar Alicia. —Cruza los brazos.
—¿Él había hecho esto... otras veces? —le pregunto a Liam, refiriéndome a si Ricardo había hecho algo como esto, otras veces.
—¿Uhm? —murmura Liam, confundido.
—¿Ricardo había hecho esto otra vez?
—Habían tenido muchos problemas y peleas, pero nunca había estado así. O sea, prácticamente secuestró a Allek —Liam se tomó un respiro para decir lo siguiente—: ¿Qué coño pasa por la mente de ese?
—Liam, ¿cómo estás cariño? —pregunta Alicia, entrando a la sala y dándole un abrazo a Liam. Al parecer se tienen cariño, por la forma en que se abrazan, supongo que ella le tiene cariño por ser el mejor amigo de Allek.
En eso mi mamá me llama al celular. Ay, Dios mío, con tantas cosas en la cabeza se me había olvidado decirle a mi madre que estaba bien, y que estaba en la casa de al lado.
—Aló —digo al contestar.
—Heather Alexandra Peterson, ¿dónde te metiste? Antonella me dijo que no habías llegado a la casa y, a parte, me avisó que en la casa de al lado habían unas patrullas policiales. Así que me preocupé, aún más, cuando supe que no cogías el teléfono. Ahora mismo dime, ¿dónde estás?
—Ahora estoy en... —me quedé pensando en la forma correcta de explicarle a mi madre que secuestraron a Allek, sin que se alarme demasiado. Luego de unos segundos llegué a la conclusión de que no había manera—. ¿Sabes qué mamá? Mejor te explicó cuando llegué a la casa.
—¡¿Cómo es eso de que me explicas cuándo llegues?! ¿Heather Elizabeth Peterson, dónde estás? —pregunta, con su voz aguda. Sin querer me río, ¿por qué?, tal vez te preguntarás. Pero la cosa es que no tengo segundo nombre, de lo que mi madre se arrepiente, porque cada vez que me discute me pone uno nuevo.
—Mami tranquila, ya voy —le digo y cuelgo, antes de que me empiece a cuestionar aún más.
Al cerrar la llamada y girarme para avisarle a la señora Jones que me tendría que ir, me encuentro con ella al frente.
—¿Esa era tu madre, Heather? —me pregunta, con su rostro preocupado. Sus facciones lucían cansadas, a pesar de que era joven, había llorado demasiado.
—Sí, era ella.
—Debe estar muy preocupada, será mejor que vayas a casa. Si obtengo alguna noticia de Allek te informaré, muchas gracias por tu ayuda —dice tratando de darme una cálida sonrisa, pero sus lágrimas la delataban.
—De verdad espero que aparezca pronto. Adiós señora Jones, adiós Liam —me despido, para luego salir de la casa de Allek. Fuera de casa se encontraban dos patrullas policiales; una tenía a un oficial atento escuchando la radio, y los otros tres oficiales estaban dentro de la casa.
Me fui hacia mi casa, muy asustada por lo que le esté pasando a Allek, ni siquiera puedo procesar bien lo que pasó.
Hace dos horas venía de camino a casa junto a Allek, todo iba bien y de repente pasó esto... Y ahora Allek está perdido junto a un loco que quiere venganza. ¿Y yo qué puedo hacer para ayudarlo? Nada, absolutamente nada. Y es exactamente eso lo que odio.
Al entrar a mi casa veo a Antonella en el mueble, ella le da unas palmadas al espacio desocupado al lado de ella, para que me siente ahí.
Eso hago, me siento al lado de Antonella y ella me da un abrazo.
—¿Ma te contó? —le pregunto.
—Sí, cariño. Tranquila —me dice Anto, y sigue abrazándome.
De todos mis hermanos, con Antonella es con la que me llevo mejor. Y claro, ella ha sido como una madre para mí.
Ya que debido al trabajo de mamá, ella no está la mayor parte del tiempo, y Antonella siempre ha sido la que está conmigo.
Ella me explicó qué es ese líquido rojo que me llegó a los 11, me explicó porqué me gustaba mi compañero de cuarto y me explicó porqué no debemos confiar en los demás.
Si sentía ganas de llorar, ahora en los brazos de mi hermana es posible que explote y me haga un mar de lágrimas.
—¿Qué pasó? —pregunta Antonella, pasando su mano por mi cabeza.
Ella siempre lleva un dulce tono de voz.
—Lo que sabes...
—¿Estabas en la casa de al lado?
—Sí, es que secuestraron a Allek —le digo y siento mi garganta seca, no tengo ganas de hablar.
—¿Y Allek es...? —pregunta Antonella tratando de unir los cabos.
—Nuestro vecino nuevo —le explico a Antonella, pero su cara contraída me demuestra que sigue sin entender. Así que resignada le digo —: El chico que se cayó por la ventana.
—Oh Dios mío, ¿quién lo secuestro?
—Su padrastro. Delante de mí, él nos empezó a perseguir en su vehículo, hasta que Allek entró.
—Ese amigo tuyo es muy valiente.
—No es mi amigo... bueno, podría serlo.
—¿Quién es él para ti? ¿Un amigo? ¿Un simple vecino?.... ¿Un interés romántico, Heather? —pregunta Antonella. Tenía que ser Antonella, siempre está metiéndose en nuestros asuntos personales.
¿Qué es Allek para mí?
¿Un amigo? ¿Allek es mi amigo? Ni siquiera sé que él me considera, tal vez ni me crea su amiga. Pero, ¿y yo, lo considero un amigo?
¿Un simple vecino? Definitivamente no. No pondría a Allek y la palabra simple al lado, definitivamente él no es eso.
¿Un interés romántico? Pues claramente lo es, mis hormonas me lo han confirmado, y el beso lo terminó de demostrar.
Luego de las preguntas de Anto, me quedé pensando en qué Allek pensaría de mí.
Me quedé borracha en su casa y lo vomité, una muy buena impresión no debe de tener.
—Heather —me llama Antonella—, aterriza. Pensaste mucho en la respuesta, ¿te gusta Allek?
—No sé si me gusté, pero...
—Te gusta Allek —contesta Anto.
Quería negarlo, pero en el fondo sabía que me empezaba a gustar Allek. Eso lo sabía porque cada vez que lo veo se me acelera en corazón, y porque ahora que está en peligro, quiero salir a buscarlo y gritar su nombre con todas mis fuerzas.
Así que sí, me gusta Allek. Tal vez sea algo pasajero, tal vez, sea lo que sea, ni debo preocuparme tanto por eso. Lo que va a suceder, sucederá.
—Sí —le dije a Antonella. No serviría de nada que se lo negará, ella sabía todo de mí.
—Heather, Dios mío, te enamoras muy rápido.
—No me he enamorado, nunca lo he hecho, a lo que me refiero es que...
—Ya sé, ya sé, te refieres a que te parece atractivo y nada más, sea como sea, siempre te gusta alguien. Debes calmar esas hormonas.
—¡Ay, Antonella! Tus comentarios no vienen al caso, Allek está secuestrado y tú me empiezas hablar de esto.
—Bueno, te estoy hablando de Allek, ¿no sirve?
—En estos momentos no.
—Está bien, vete a tu habitación y dúchate, te voy a preparar té.
Antonella se levanta del mueble y va hacía la cocina.
Yo hago lo que me sugirió, y me baño y visto, ya cuando entro a mi habitación, encuentro una taza de té caliente lista para beber.
Así hice lo que Anto me recomendó. Me senté a beberme el té, mientras trataba de relajar mi mente.
Lo que me resulto imposible, por más que pensará, siempre tenía el mismo resultado; Allek.
Y Dios, sólo puedo pensar que si yo estoy así porque no sé nada de él y apenas lo conozco hace unos meses, su madre debe estar muriéndose por dentro.
Allek Jones.
Deje detrás a Heather en el callejón, y me preparé para mirar a los ojos al ser más despreciable que podría existir, Ricardo.
Cuando tenía 8 años Ricardo entró a la vida de mi madre. Empezó a conquistarla como todo un caballero. Primero empezó siendo su amigo, dejándole en claro que estaría con ella en cada momento que necesitara. Luego siguió con las visitas continúas a mi casa, siempre acompañadas por un nuevo regalo; flores y bombones para mi madre, y juguetes para mí.
Era tan buena persona con nosotros que en algún momento lo llegué a considerar un padre, grave error.
Después de que se casara con mi madre su actitud cambió por completo, o como digo yo, demostró su verdadero ser, él se empezó a portar posesivo y controlador con mi madre.
Mi madre sabía que él estaba mal, y con las únicas personas que podía hablar era con sus ¨amigas¨, ya que mi abuela había muerto y yo estaba muy pequeño, y ellas le dijeron: ¨Es normal, los hombres enamorados celan¨.
¿Qué clase de persona le dice eso a alguien que está siendo víctima de maltrato psicológico?
Mi mamá pensó que tal vez estaba siendo muy dramática y que así eran las cosas, pero no así no son, ni deben ser las cosas.
Así que la pobre paso por todo esto sola, ya que estaba ahí, pero era muy pequeño para entender.
Yo creía que Ricardo era nuestro héroe.
Pero luego sucedió era un día como cualquier otro, tenía 11 y llegaba de mi partida de fútbol, lo único diferente era el moretón que tenía mi mamá en la mejilla.
Nadie dijo nada, hasta que en la cena pregunté.
—¡Ma! —la llamé eufóricamente para que notará mi presencia, ella estaba pérdida en sus pensamientos.
—¿Si Allek? —me dijo sin siquiera levantar la mirada del piso, por alguna razón se sentía apenada, yo no sabía porqué.
—¿Qué te pasó ahí? —le pregunto refieriéndome al golpe que llevaba en la mejilla.
—Se golpeo con la puerta —respondió Ricardo; seca y meticulosamente, cerrando el tema ahí.
Pasaron dos semanas hasta la primera pelea en que me vi involucrado.
Estaba durmiendo plácidamente en mi habitación hasta que escuché como se estrellaban los cristales contra el piso.
Me desperté con el corazón retumbando en su cavidad. Quería pensar que eran ladrones, pero sabía que no era así ya que las únicas voces que se escuchaban eran las de Ricardo; gritando enfadado, y la de mi madre; llorando.
Bajé hasta la cocina corriendo y me encontré con las tazas de mi mamá rotas; las tazas que le había dado su jefe de regalo de cumpleaños. Sabía que eran esas porque mamá me había dicho lo mucho que le gustaron.
Mi primera intensión fue recogerlas y tratar de pegarlas, pero luego escuché más gritos en la habitación de mi madre y Ricardo. Así que fui corriendo hacía allá y me encontré con mi madre acorralada en una esquina de la habitación con Ricardo gritándole que era una zorra.
Sin saber qué hacer, las lágrimas inundaron mis ojos y me fui corriendo al lado de mi mamá.
—Mami, ¿qué pasa? — le pregunté.
—Amor, ve a tu habitación, todo estará bien —Yo me quedé mirándola a la cara y supe que nada volvería a estar bien si me iba, así que me decidí quedarme con ella.
—¡Vete a tu habitación, Allek! —me grito Ricardo frustrado.
—¡No te atrevas a volver a gritarle a mi hi... —Ricardo freno en seco las palabras de mi madre cuando estampo su mano en la delicada cara de ella.
Todavía recuerdo la mirada que me dio mi madre luego de esa cachetada.
Nunca había visto a nadie lastimando a mi mamá. Mucho menos a Ricardo.
Otra vez las lágrimas surgieron, y mi primer instinto fue defender a mi mamá, así que agarré el bate de Ricardo y se lo estampé en las piernas. Él cayó adolorido.
Esa noche fue la primera vez que Ricardo me dio una paliza, y esa noche fue la primera vez que mi mamá le puso una orden de alejamiento.
Meses después se enteró que estaba embarazada de Alba, y Ricardo le pidió una segunda oportunidad, ella aceptó porque quería que Alba creciera con su papá.
Lo que ella no sabía es que las personas manipuladoras como Ricardo nunca cambian. Así que volvimos a lo mismo.
Las mismas peleas, las mismas discusiones, sólo que ahora había una bebé añadida a la ecuación, lo que hacía todo mucho peor.
Así es como llegamos aquí, al 2019, donde ya Ricardo salió de la cárcel por todas las denuncias que le puso mi mamá, y los vecinos que escuchaban sus discusiones.
Ahora está empeñado con que ya cambió, y que quiere ser un buen padre.
El auto de Ricardo se estaciona al lado de mí, el baja el vidrio y me dice: —Entra.
—¿Por qué mierda entraría? —le preguntó asqueado con su presencia.
—Entra —me dice y señala un arma.
Debajo del arma se encuentra una foto de mí mamá.
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