La hija de Jon Aracena

Capítulo 17: La hija de Jon Aracena

—¿Tú qué haces aquí?— preguntó la mujer intentando levantarse de la cama, pero la herida de cesárea todavía dolía como el primer día.

—Hey, hey, quieta— Benetti les hizo una seña a los hombres que entraron con él a la habitación y de inmediato, ellos tomaron a Alich de los brazos para inmovilizarla. Los otros dos, se quedaron afuera para cerciorarse de que no entrara nadie —Tanto movimiento te puede hacer daño— sonrió con malicia.

—¡Suéltenme!— gritó forcejeando con los guardaespaldas —¡Como Jon se entere...!

—¿Y qué hará él desde los Estados Unidos, amore mio?

—¿Qué?— hasta donde sabía, su esposo estaba en Japón reunido con unos supuestos socios —¿De qué demonios estás hablando?

—¿Cómo? ¿Acaso no sabes dónde está el tipo con el que te casaste?

—No importa dónde esté, ¡lo que importa es lo que te hará cuando se entere de que estás aquí!

—Ah, te ves tan bonita cuando te enojas— se acercó poniéndose enfrente de ella. Benetti amplió la sonrisa al ver que Alich no tenía idea de dónde se encontraba su esposo —¿Sabes? Me da igual que ahora seas madre, me sigues gustando con la misma intensidad de siempre.

—Te crees muy poderoso, ¿no? Aquí, amenazando a una mujer que no hace una semana que dio a luz utilizando a este par de energúmenos— dio un último forcejeo, pero como todos los otros, fue en vano.

—¿Amenazando? ¿Ustedes creen que la estoy amenazando?— les preguntó a los hombres —Pero si desde que vine no he dejado de elogiarte. ¿Quién entiende a las donne? Nada les parece— rió a carcajadas —Tranquila, mio caro. Si estoy aquí, no es por ti.

—¿De qué... hablas?

—Tranquila...— le pasó la mano por la mejilla —Por más que tu ambición te haya obligado a escogerlo a él, Aracena nunca te querrá como lo hago yo. Es más, ti ama davvero? ¿Por qué el hombre decidió irse y dejar a su esposa con días de haber parido a su hija? Pensi che sia giusto?— acortó la distancia entre ambos. Sin importar cuánto Alich se moviera, la mujer no podía hacer nada ante el continuo agarre de esos hombres que acompañaban al obsesionado italiano. —Nunca he comprendido qué me hiciste para sentir esto. Spezzare il mio cuore; distruggi le mie illusioni e i miei sentimenti. Anche dopo, continuerò ad amarti con l'intensità del fuoco.

Benetti pronunció esas palabras en su idioma materno. A pesar de que se estaba confesando, Alich no entendió nada de lo que dijo.

El hombre, culminando su paso por la habitación de ella; se acercó deseoso por saborear nuevamente sus labios sin el consentimiento de la mujer, la cual movía el rostro a ambos lados en un intento de evitarlo.

Sin siquiera importarle, él tomó posesión de su cuerpo en un beso que duró segundos. El hombre no pudo disfrutar del momento, puesto que la mordida que le propició Alich le hizo separarse de ella de inmediato.

Benetti la miraba con una sonrisa victoriosa en lo que un poco de sangre bajaba por su labio inferior; ella, en cambio, lo observaba furiosa; anhelaba su muerte. —¿Cómo te atreves...?— dijo con el mentón tambaleante, se sentía indefensa —¡¿Cómo te atreves a besar a la mujer del líder de los cena?!— gritó. Más que el enojo, con su grito ella quería llamar la atención de las personas de fuera. A Alich le extrañaba que no hubiera nadie cerca, ni siquiera los guardias que Jon puso a cargo de su seguridad —¡Jon podría estar en el mismo infierno y aún así, cuando se entere de lo que hiciste, no descansará hasta matarte!

—Créeme— sacó un pañuelo del bolsillo de su saco, esto para limpiarse el labio —Después de lo que haré, el que te haya besado será lo de menos.

—¿A qué te...?

Escuchar el llanto de un bebé la detuvo. A la habitación entró una mujer disfrazada de enfermera con Melody en brazos, ella se puso al lado de Benetti, el cual amplió la sonrisa al ver la expresión horrorizada de Alich. Aunque era la primera vez que la veía (ya que desde que nació fue introducida en una incubadora), era obvio que se trataba de su hija. ¿Quién más si no?

—Hasta que al fin. ¿Por qué tardaste tanto?— le dijo Benetti a la mujer.

—T-Tú... ¡¿Qué haces con mi hija?!— un chillido salió desde el interior de su garganta. Adquiriendo una fuerza sobrehumana, Alich empujó a los hombres y sin sentir la herida de la cesárea, caminó hasta la supuesta enfermera con tal de quitarle a la niña de los brazos.

No lo consiguió. Uno de los matones la jaló del brazo y forcejeó con ella hasta inmovilizarla.

—¡Suéltala!— no estaba dentro de sí. Ella no apartaba la mirada de su pequeña —¡Hazme lo que quieras, pero no le hagas daño!— sus ojos se llenaron de lágrimas en lo que observaba a Melody moviéndose en los brazos de aquella desconocida, tal vez por la incomodidad de ser arrebatada de su incubadora —¡Baldassare, por favor!

—Como dije: si estoy aquí, no es por ti— sacó la niña de los brazos de la mujer. Él la miró con atención, buscando en ella algún rasgo semejante a su «amada» —Es tan preciosa como tú— sonrió para luego fruncir el ceño —Lástima que tiene sus ojos— dijo refiriéndose a Jon —Y bien, creo que ya es momento de irme. Dile a tu querido esposo que más tarde me pondré en contacto con él.

—No me hagas esto— suplicó al borde de las lágrimas —¡Lo que sea que tengas con Jon, resuélvelo con él, pero no metas a mi hija! ¡Ella es inocente!

—Fue un gusto verte, amore mio.

—¡No!

En el mismo instante que Benetti cruzó la puerta, Alich volvió a realizar un movimiento brusco para de ese modo zafarse de nuevo. Sin embargo, algo sucedió:

Las suturas de la cesárea se abrieron en simultáneo. En lo que el fornido hombre la soltaba, ella se detuvo mirando para abajo, encontrándose con la horripilante escena de su bata llena de sangre en la zona del vientre. El italiano se dio cuenta de esto, pero al voltear, él solo dijo unas palabras antes de seguir su camino:

«Y yo que te dije que tanto movimiento podría lastimarte».

Ahí quedo Alich. En la habitación de la clínica; sola, destrozada y con un inmenso dolor en el pecho que nunca se iba a apaciguar hasta tener a su hija en brazos. Ella cayó de rodillas en el suelo, de no llamar por auxilio, terminaría desangrándose. La inquietud por perder a su hija era mucho más fuerte que cualquier malestar físico.


***


—¿Cómo estás, eh? Soy yo de nuevo.

Jon por fin pudo acceder a la habitación de Aidan luego de que Eribec regresara al hospital por medio del transporte público. La mujer ni loca aceptaría un aventón de Asher después de escucharlo hablar de ella a escondidas con, lamentablemente, el padre de su hijo.

—Umh...— gimoteó el pequeño. Él se sentía intimidado por la presencia de Jon y era normal, no lo conocía. Para el niño, su papá no era más que un desconocido. Estaba en Jon hacerlo cambiar de parecer.

—¿Qué pasa? ¿No quieres hablar con tu padre?— la labor sería difícil —Soy yo, Jon.

—Ma...mi— le hizo señas a Eribec lo mejor que pudo. Aidan levantó su brazo despacio, y movió un par de veces los dedos de las manos para que ella acudiera a él.

—Oh, no quieres estar conmigo.

—No te conoce— intercedió la mujer. Ella, que estaba acomodando lo que trajo de su apartamento, se detuvo al ver la insistencia de su hijo con que se le acercara —Descuida, amor. Este hombre puede parecer amenazante, pero es tu papá. No te hará daño.

Como eran hijos de diferentes mujeres, pero compartían el mismo padre. Aidan y Melody poseían rasgos similares y a la vez opuestos. Mientras que la pequeña tenía unos ojos, que como mencionó Benetti, eran iguales a los de Jon; los achocolatados de Aidan se parecían más a los de Eribec.

En ese momento no lo sabían, pero los ojos no eran lo único que Melody tendría parecido a su padre.

Aidan era un niño de una estatura acorde para su edad. Su cabello ondulado y azabache, ojos grandes y casi oscuros; eran los rasgos más importantes que destacaban en él. Desde muy pequeño tuvo problemas de salud, pero no fue hasta que cumplió los dos años que su situación agravó a un punto en que pasaba más tiempo en el hospital que en su casa.

—¿Qué parezco amenazante?— Jon levantó la ceja.

—¿Es una sorpresa para ti?

—Me ofende que opines eso considerando que tenemos un hijo juntos— se burló haciendo una pequeña sonrisa que la molestó un poco.

—Oh, cierto. No pareces amenazante, lo eres.

—¿Me seguirás reprochando por un error que comete cualquiera?

—¿Un error que comete cualquiera? ¿Es en serio?

—Danos un minuto— le dijo Jon al niño.

Él tomó a Eribec del brazo y la sacó de la habitación para poder hablar sin la presencia de Aidan. Si el hombre quería que las cosas se dieran como lo tenía planeado, debía dejar las cosas claras con aquella mujer que lo resentía tanto. No le convenía lidiar con una persona de opiniones variadas.

—Mira, creo que tú y yo no hemos platicado de un modo serio sobre lo que sucedió hace tres años.

—Ahora no es el momento— evadió agarrando el mango de la puerta. Jon se apoyó en la misma para que no se fuera.

—No, te equivocas. Ahora es cuando— se llevó las manos a la cintura —Está bien, lamento haberme ido sin decirte nada. Fue algo que hice sin pensar, y ya cuando fui consciente del asunto, traté de olvidarte— algo que para ser sincero, no logró —Incluso, tal vez no venga al caso, pero cada vez que veía una taza de chocolate, me acordaba de ti.

—¿Y qué? ¿Piensas que me sentiré mejor por eso?— cruzó los brazos —Pasaron tres años, Aracena. El tiempo que ha transcurrido no puede ser remediado en menos de cinco minutos de conversación.

—Estás totalmente cerrada en hablar conmigo, eso pasa— se acercó a ella. Eribec iba a retroceder por instinto, pero él la detuvo cogiéndole la mano —Quiero que tengas algo claro. Yo no soy un buen tipo, ni siquiera intento serlo. No obstante, estoy tratando de afrontar la noticia de mi hijo lo mejor que puedo y por eso necesito que me ayudes en acercarme a él. No por mí, sino por Aidan.

»De nada sirve que lances ese tipo de comentarios delante del niño, diciendo que soy amenazante y todo eso; soy su papá, no podrás cambiarlo, así que acéptalo.

»Sí, te hice daño. Pero ya me disculpé, queda en ti superarlo y avanzar al presente; el presente en el que de la nada, soy padre de dos niños.

—A partir de ahora...— se quitó su mano de encima —Nuestras interacciones se limitarán a hablar de Aidan y de nada más. No quiero tener ningún tipo de relación contigo.

—Respeto tu decisión.

Él iba a volver a entrar al cuarto cuando se acordó de un detalle. —Por cierto...— le habló a la mujer, quién tenía las cejas bajas y se encontraba en trance antes de que Jon la sacara de sus pensamientos —¿Qué tipo de camino eligió Aidan?

—¿A qué te refieres?

—Llegado el momento, todos los niños escogen entre varios caminos: los dinosaurios, carros o juguetes de guerra. Dime, ¿cuál escogió Aidan?

—Le gustan los bloques— contestó. Jon arqueó la ceja al instante.

—Los bloques...— eso le tomó de sorpresa. Por lo que parece, Aidan estaba exento de su teoría —Muy bien, cuando tenga tiempo le compraré un par de bolsas.

—Él por ahora no puede jugar con ellos— se puso un mechón detrás de la oreja —Ya sabes, por su condición.

—No estará así para toda la vida— el gesto que hizo Eribec, le hizo pensar lo opuesto —¿Hay algo que deba saber?

Antes de la llegada de Jon, los pronósticos en torno al pequeño no eran muy buenos. Sin embargo, con la decisión de trasladarlo a un hospital especializado, las esperanzas de Eribec aumentaron.

Según lo investigado por ella, el sitio recomendado por el hombre tenía muchas reseñas positivas, por lo que había una gran posibilidad de que allí, el promedio estimado de Aidan aumentara de una manera exponencial.

—No— negó con la cabeza, entrando primero que él.

Jon siguió tratando de conectar con su hijo, pero cada vez que lo hacía, el pequeño lo ignoraba del modo más frío. Como el líder de los cena no estaba acostumbrado a que a alguien no le valiera su presencia, él no tenía el dominio suficiente para llamar la atención de su objetivo sin asustarlo o intimidarlo.

Aidan era un niño sensible; callado, pero perceptivo. Su carita se enrojecía cuando percibía un ambiente tenso u hostil, era amante de la paz.

Al mismo tiempo que el hombre platicaba con Aidan sin recibir ningún tipo de respuesta por parte de la criatura, Eribec observaba la escena con cierta melancolía que le producía un inexplicable nudo en la garganta. Si las cosas hubieran sido diferentes, su hijo habría tenido una vida opuesta a la que posee con ella.

Sí, se había visto obligado en permanecer escondido de los «demonios» del clan cena, pero al menos hubiera gozado de las ventajas de ser el hijo del líder de esa gente. En primera, tal vez se habría enfrentado a un tratamiento más efectivo contra su enfermedad y en vez de estar en una cama, estaría jugando en un parque; haciendo amigos y disfrutando de una vida «normal».

Nada más la mujer sabía lo mucho que se lamentaba por no ser capaz de darle una mejor vida a su hijo. Añoraba un futuro en el que fueran felices.

Sin embargo, mientras Jon pasaba tiempo de calidad con su primer hijo, su segunda hija se encontraba fuera del alcance de Alich; su madre. Alguien que fue intervenida de inmediato por la cantidad de sangre que perdió luego de que su herida se abriera.

Ella dormía en la cama, en lo que era víctima del sedante puesto por los médicos. Las pocas personas que sabían de su paradero, estaban con el grito al cielo por el secuestro de la futura heredera del clan. Por más que llamaran al número de Jon, el hombre en ningún momento se dignó en atender.

Él sobreentendía que no había nada de qué preocuparse.

Porque, ellos lo llamaban al celular que utilizaba en el ámbito laboral. Solo Alich y personas cercanas sabían su otro número, al mismo que Travis llamó para brindarle información sobre las personas que intentaron sacarlo del mapa.

—¿Hola?— era tanto el apuro por contactar a Jon, que terminaron llamando a Asher.

De todas las personas que existían, él era la única que debía conocer el paradero del hombre; después de todo, casi siempre estaban juntos.

—Jon. ¿Sabes dónde está?— preguntó Olive Meracena, la prima de Alich.

Ella estaba de pie, fuera de la habitación de la mujer, quien a pesar de estar dormida, su cara delataba la profunda preocupación que la envolvía.

Los calmantes le harían efecto por hasta cinco horas.

El rubio, sin tener idea de lo importante que era revelar su ubicación, rodó los ojos al escuchar su pregunta. Estaba harto de que lo utilizaran para encontrar a su amigo.

—¿Por qué tendría que saberlo?— señaló entrando a la habitación de hotel. Allí se sacó los zapatos y se sentó en la cama, mientras hablaba por celular, él se quitaba las medias; necesitaba descansar luego de un agotador día de trabajo.

—Escúchame bien, mortal. Esto es serio, ¡necesitamos conocer la ubicación de Jon, de inmediato! Algo terrible sucedió.

—¿De qué hablas?— arrugó la frente.

—N-No sé cómo pasó. Alguien vino, mandó a que le dispararan a todos los guardias de seguridad, desconectó las cámaras del perímetro y se llevó a Melody. ¡Secuestraron a la futura heredera del clan cena!

—¡¿Qué?!— se levantó de golpe —¡¿Entonces cualquiera puede entrar a una clínica privada, atacar a los guardias y robarse un bebé?! ¡¿Qué demonios?!

—Los guardias son lo de menos, ellos estarán como si nada dentro de dos meses, lo que importa aquí es el paradero de mi sobrina. Porque aunque Alich sea mi prima, la amo como si fuéramos hermanas. ¿Lo sabe, no?

«No me importa en lo más mínimo», pensó.

—¿Al menos tienen una sospecha de quién fue?

—No. Lo único que se sabe, es que el tipo hablaba con acento italiano.

—¿Acento italiano?— arrugó la frente —De acuerdo. Veré si consigo hablar con Jon.

—Tiene que venir de inmediato, al menos antes de que Alich despierte.

Una llamada no iba a ser suficiente para comunicar un evento de esa magnitud. Así que Asher, con toda la prisa posible, se volvió a poner los zapatos y salió rápidamente de la habitación de hotel. Mientras conducía; el hombre agarró el celular y aprovechando que el semáforo estaba en rojo, le envió un mensaje a Eribec para preguntarle si su amigo se encontraba con ella.

Él vio el cielo y la tierra cuando le respondió que sí.

Tal vez era la intensidad del momento lo que lo hacía sentir que los autos tardaban más en moverse, o porque, como siempre, el tránsito era terrible.

Asher permaneció alrededor de treinta minutos atrapado en un terrible embotellamiento, hasta que por «arte de magia», pudo llegar al hospital:

Jon estaba dentro, aún permanecía en la habitación de Aidan, pero no hablaba con el niño.

Nada más lo miraba con detenimiento, buscando similitudes entre él y el pequeño. Él no veía como mala opción, realizarle la prueba de ADN. Pues, no consideraba que Aidan se pareciera a su persona en lo más mínimo.

A la vez que el rubio entraba con dirección al cuarto, Jon se levantó de la silla al recibir una llamada a su número personal. En vez de marcar algún nombre, como era normal si lo tenía agendado, en la pantalla del dispositivo se podía leer una serie de números que no recordaba haber visto.

Al principio, el hombre pensó en ignorar la llamada, pero recordó que había estado recibiendo otras en su otro número. Así que, para comprobar que no estuviera pasando algo raro; salió de la habitación dejando a Aidan con su madre, y en el momento que iba a atender, vio a Asher dirigiéndose hacia él.

—¡Jon!— lo llamó con la respiración agitada. En todo el camino estuvo pensando en cómo le daría la noticia.

—¿Asher? ¿Qué haces aquí?— se suponía que a esas horas, debía estar descansando en el hotel.

—¿Quién te está llamando?— apuntó el celular que todavía vibraba, esperando a que respondieran.

—Era lo que iba a averiguar antes de que aparecieras— se iba a colocar el celular en la oreja, pero su amigo se lo impidió tomándole el brazo —¿Qué pasa?

—Los que te están llamando deben ser las personas responsables de esto— respiró profundo —Algo muy grave pasó, tienes que volver con Alich de inmediato.

—¿De qué estás hablando?

Eribec se asomó un poco por la puerta, le pareció extraño ver a Asher andando por la zona:

—Es que...— tensó el mentón —Unos tipos entraron a la clínica y se llevaron a Melody.

Se quedó en silencio, digiriendo la información dada. El hombre abrió más los ojos y apretó el celular con fuerza, por un momento sintió un frío en el estómago.

—Creo que escuché mal...— respiró profundo. Una furia incontenible se apoderaba poco a poco de su ser —¡¿Me estás diciendo que unos malditos secuestraron a la hija de Jon Aracena?!

—¿Cómo?— Eribec salió de la habitación, uniéndose a los hombres.

—Eso me dijo la representante de los Meracena.

Sin intercambiar más palabras, él atendió la llamada y con una mirada fulminante, respondió:

«Devuélveme a mi hija si es que valoras tu vida».

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Espero que te haya gustado el capítulo :D

Un nuevo personaje ha aparecido, aunque este ha estado presente desde hace mucho...

¿Qué te parece Baldassare Benetti? Un personaje que se sumó al juego de poder, aunque tal y como  dice el título de la portada, no solo es de poder :0

En el próximo capítulo se abarcará de dónde salió este personaje, lo que sí es que le pondrá las cosas díficiles a Jon.

¿Teorías?

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Nos vemos el martes sin falta :D

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