En medio del desahogo y el deseo
Capítulo 24: En medio del desahogo y el deseo
Tras la esperada autorización de Jon, Aidan recibió la operación que marcaría un antes y después en su vida. La primera semana de recuperación fue angustiante, pero según pasó el tiempo, el niño mostró una buena mejoría y ya, después de tanto, lo dieron de alta una semana después.
El corazón de Eribec brotaba de felicidad, la mujer no creyó que Aidan saldría de aquel lugar tan pronto, así que ella se esmeró bastante para que todo el apartamento luciera acogedor para el pequeño.
—Dime, bebito lindo. ¿Quieres algo?— le preguntó ella sentándose a su lado en la cama. —Te daré todo lo que pidas.
—Oso— susurró el niño señalando el objeto que estaba encima del gavetero. El peluche era uno amarillo de felpa. A Eribec le pareció curioso que Aidan quisiera específicamente ese, tomando en cuenta que fue su papá quien se lo obsequió.
—¿Te gusta?— le pasó el muñeco y él lo agarró contra su cuerpo.
La habitación del pequeño no era tan grande, el apartamento tampoco lo era. Este nada más tenía dos habitaciones, un baño y una cocina; solo eso. Aunque al principio la mujer se percibía a sí misma como alguien que no deseaba muchas cosas, además de una vida pacífica; sus pensamientos cambiaron al tener a Aidan. Ella quería ofrecerle lo mejor, y por tal motivo, se sentía culpable de tenerlo y no poder darle nada más que un cuarto con apenas tres juguetes sencillos y una cama junto a un gavetero.
¿Cuándo fue que su vida se convirtió en eso? ¿Cuando su mamá enfermó? No, su vida tampoco era muy buena antes de la enfermedad.
Y de nuevo, la misma pregunta llegaba a su mente, ¿será que nunca fue feliz?
—Papi— dijo Aidan hundiendo los dedos en la panza del peluche. Él recordaba a Jon, el cual le prometió que lo llevaría al parque cuando mejorara y bueno, si lo llamaba «papi».
Por alguna razón, él no pudo esperar a que el niño lo hiciera por su cuenta.
«¿En qué estará pensando?», se cuestionó Eribec. Por su corta edad y por varios factores de su personalidad, ella no describía a su hijo como alguien comunicativo.
—¿Extrañas a papi, mi amor?— ella le había dicho a Jon que lo llamaría si Aidan lo necesitaba, en ese momento él no se encontraba entre la vida y la muerte, pero no podía ignorar el deseo de la criatura —¿Quieres que lo llame?
—Umh— asintió con la cabeza.
—De acuerdo— le dio un beso en la mejilla —Déjame buscar mi celular.
Eribec salió de la habitación y tomó el dispositivo de la mesa de comedor. Ella seleccionó el contacto de Jon entre la lista de números telefónicos, antes de marcar, ella pensó varias veces en si estaba correcto o no llamarlo. Luego de varios minutos, llegó a una decisión.
—¿Le pasó algo al niño?— preguntó Jon desde el otro lado de la línea.
—Hola, no es así— enrolló un poco de cabello en su dedo índice —Te llamo... por otra cosa.
—Oh— una amplia sonrisa se apoderó de su rostro. Le sorprendió lo rápido que cambió de opinión respecto a que estuvieran comunicados.
—Elimina tu «oh»— achicó los ojos —Pasa que Aidan quiere hablar contigo.
—¿Quién?— no sabía que Aidan podía hablar, creyó que su hijo era mudo o algo parecido. Incluso llegó a suponer que, tal vez, Eribec solo buscaba una excusa para hablar con él.
—¿Por qué te sorprendes tanto? Te has acercado mucho en estas semanas, claro que algún día el niño se iba a interesar en hablar contigo.
—Oh— había hecho un buen trabajo haciendo que el niño lo quisiera.
—¿Qué te dije del «oh»?
—No fue un «oh» por ti, sino un «oh» sorprendido— Jon estaba en su oficina, después del nacimiento de Melody, era hora de volver al trabajo. Mientras el hombre hablaba, Olive abrió la puerta tocándola, eso provocó que él parara de inmediato —¿Tú qué haces aquí?— cambió el tono de su voz —¿Y por qué entras así a mi oficina?
La oficina era un lugar pintado de blanco bastante espacioso; además del escritorio de Jon y una silla acolchonada detrás de la mesa, en ella había un par de sillones oscuros alrededor de una mesita más pequeña. En la pared frente a la puerta, y detrás del sillón de Jon, se encontraba un retrato de él y de su esposa; objeto que mandó a reemplazar con una pintura en la que apareciera Melody.
Desde dentro se podía contemplar parte de los edificios de la zona, a través de unas amplias ventanas de cristal.
—¿Jon, todo bien?— Eribec que estaba del otro lado, no entendía nada.
—¿Hablas con Alich?— se acercó con una sonrisa, aunque por el gesto que el hombre hizo, vio que no.
—Ni se te ocurra volver a entrar así— amenazó frunciendo el ceño —Te llamo luego— se despidió de Eribec colgando la línea.
—¿Por qué tan molesto? Bien que te encantaba cuando antes lo hacía— se sentó en la silla, cruzando lentamente las piernas —Vine porque necesitamos más personal en el área administrativa. Quiero que me des permiso para contratar nuevas personas.
—Pudiste pasarme el mensaje a través de mi secretaria, ¿por qué, en cambio, decidiste venir y hablarlo en persona?
—Porque te conozco, sueles ignorar lo que no te interesa.
—Si es todo, ya vete. Estoy ocupado.
—Aquí te dejo una lista de los cargos que necesitamos— le dejó una hoja en el escritorio —Y oye, por cierto, ¿hasta cuándo Alich se piensa quedar en casa? El papel de ama de casa no le luce para nada.
—¿Por qué te afecta tanto en lo que se dedique mi esposa? Ella ya no pertenece a tu familia, puede hacer lo que se le venga en gana— se encogió de hombros.
—Es mi prima.
—¿Y?
—¿Cómo que «¿Y?»?— arrugó la frente —Me preocupa, es todo.
—Haré como que te creo— le dio un vistazo a la hoja —Espero que no le andes llenando la cabeza de estupideces— Alich todavía seguía sospechando de la doble vida de Jon, pese a que él le inventó una gran mentira, no era suficiente para ella.
—¿Cómo crees?— salió indignada de la oficina.
Entre los puestos vacantes escritos en la hoja, hubo uno que al hombre le llamó bastante la atención: contabilidad.
Hasta donde recordaba, Eribec era contable. Una oportunidad de trabajo podría ser la excusa perfecta para tenerla cerca y a la vez lejos. No iba a ser fácil cubrir los gastos de Aidan, así que sería una buena idea darle un trabajo a la madre.
Él iba a llamar a Eribec para hablar con el niño cuando una llamada al teléfono de la oficina lo detuvo. Al tomarlo, la secretaria le avisó que el representante de los Bera se encontraba en la recepción, esperando a que Jon lo dejara pasar.
Por un segundo, el líder pensó en decirle a la trabajadora que no lo hiciera, pero Jon recordó a tiempo todo lo que Beracena había hecho por él.
Además de que no le convenía tenerlo de enemigo, siendo de la segunda familia más poderosa del clan.
—¡Mi viejo amigo!— saludó Jon dirigiéndose hacia él, quien abrió la puerta del lugar con el mismo aspecto sombrío de siempre —¡Ni cuánto tiempo!
—Me enteré de lo que pasó— tales palabras, lo pararon en seco; aun con los brazos extendidos.
—¿Eh?— parpadeó un par de veces.
—Sacaste una cola de sirena de la bodega— afirmó tenso —Creí que éramos socios, ¿por qué me ocultaste una cosa así?
—¿Álvaro te dijo?— bajó los brazos.
—Así es, él junto a Eiracena nos informaron de todo. Mi pregunta aquí es: ¿Por qué hiciste las cosas solo? ¿Qué es lo que planeas para recuperar la cola de esos desgraciados?
—Esas son dos preguntas— el hombre le miró con desaprobación —Escucha, tengo todo bajo control. Dentro de poco viajaré a Italia y me encargaré de esos tipos, si es que la sirena no lo hizo primero— esperaba que Álvaro le hubiera contado sobre el nivel de toxicidad de la cola que entregó —Ellos no saben que la carne de sirena es venenosa, para estas alturas, han de estar bien tiesos.
—¿Qué te dice a ti que no sepan que la carne sea venenosa? Si supieron de su existencia, nadie sabe si también saben de eso— se sentó en uno de los sillones —Jon, Jon, Jon... Estás haciendo todo mal, ¿lo sabes, no?
«¿Y este quién se cree llamándome por mi nombre?».
—¿De qué estás hablando?— sonrió entrándose las manos en los bolsillos. Le convenía más respirar profundo y no descontrolarse, no podía poner las cosas más difíciles.
—Esto no es como hace tres años, ahora tienes una hija— se acomodó en el sillón, apoyando los brazos en el espaldar de este —Esa chiquilla podría reemplazarte en cualquier momento.
—¿Una bebé de un mes?— arqueó la ceja.
—Esa bebé es tu sucesora— frunció el ceño.
—Y de pasar eso, que me terminen reemplazando, tú serías el máximo beneficiario, ¿o me equivoco?
—¿Lo crees?
—Quiero no hacerlo— acortó la distancia entre ambos. Jon en ninguna instancia tomó asiento; se quiso mostrar superior a él, manteniéndose de pie. Aunque por el temperamento de Beracena, hasta una posición casual lo hacía ver imponente —Tú y yo somos socios, ¿no?— era innecesario recibir una respuesta directa, el hombre conocía muy bien las intenciones de su acompañante —Tú me ayudas, y yo te ayudo a ti.
—Recuerda algo. De no haber sido por mí, hubieras seguido controlando una estúpida discoteca en vez del clan— hay que ver el lado positivo, de no ser el líder de los cena, Jon no se hubiera tenido que marchar de Estados Unidos, y por ende, había estado ahí para Aidan. —Entregaste una de las reliquias, no sé si deba seguir confiando en ti.
—La entregué a cambio de la futura sucesora— masculló molesto. ¿Cómo no rescatar a su hija?
—No, la entregaste por débil— volvió a cambiar de posición, esta vez apoyó los brazos en su regazo, inclinando su cuerpo hacia delante —Solo es una niña. Hijos, puedes tener muchos, ¿pero una cola de sirena? Entre tomar una decisión sencilla y una atroz, escogiste la segunda.
—Una atroz, eh...— susurró a punto de quitarse la máscara.
Por más que todavía no comprendiera los sentimientos paternos, Jon tenía claro lo mucho que la pequeña significaba para él. Ella era su persona importante, y ese momento que tuvieron tras su reencuentro, se lo confirmó.
No permitiría que nadie cuestionara las decisiones que tomó para salvar a la pequeña, tal vez por eso pidió la ayuda de Álvaro, ya que si lo hacía a su manera las cosas hubieran terminado muy mal.
Jon le iba a decir un par de cosas que se reservó al escuchar el sonido del teléfono. La recepcionista lo volvió a llamar, avisándole de la presencia de la representante de los Endiracena y su enemiga; Lauren Endiracena.
La mujer rubia, de cabello hasta los hombros y de alta estatura, subió a la oficina de Jon a través del ascensor sin esperar primero por su permiso. Ella, con un traje completamente azul, cruzó por delante de la secretaria que intentaba detenerla y tocó un par de veces la puerta, esperando ser atendida por el líder que irrespetaba.
—¿Por quién me toman?
Primero Olive y ahora ella, el único que entró acorde a las reglas fue Beracena. Lo irónico de eso es que su visita se trató de la peor.
—¿De qué sirve dárselas de refinada si irrumpes en una oficina como una corriente?— le preguntó el hombre.
—Ten cuidado del modo en que me hablas— entró no sin antes dedicarle una mirada asesina a la secretaria qué iba detrás de ella —Ah, tú también viniste— le dijo a Beracena y él le respondió con una sonrisa desafiante —¿Interrumpí su conspiración?
«¿Por qué no se sorprendió de verlo?», se preguntó Jon. La situación lo tenía bastante confundido.
—¿Qué haces aquí?— interrogó a la mujer —No eres bienvenida a mi oficina, todo lo que quieras hablar conmigo, hazlo con mi secretaria.
—Tres palabras, seis sílabas y doce letras: cola de sirena. Créeme que a mí tampoco me agrada estar aquí, pero lo que hiciste es demasiado serio. Anda un arma biológica por ahí, mientras estamos aquí, conversando como si nada.
»Todos están pendientes de la pérdida, pero parece que yo soy la única que se preocupa por el verdadero peligro qué supone la situación.
—¿Y qué propones?— preguntó Beracena cruzando los brazos —No sabemos dónde está.
—Podríamos usar la brigada especial, ellos se encargarán de encontrar a los ladrones. Solo necesitamos tu aprobación— miró a Jon.
—Definitivamente, no— negó con la cabeza. El hombre, pese a ser el líder, debía seguir un montón de reglas que lo sobrepasaban. Una de ellas consistía en utilizar a la brigada especial en casos que, como su nombre lo indicaba, fueran especiales.
El clan cena contaba con una brigada de personas inmortales con una inmunidad casi parecida a la que tenían los Aracena, el problema radicaba en que ellos no la tenían de manera natural, sino que para obtenerla, debieron someterse a métodos pocos éticos. Gracias a ese detalle, ellos solían descontrolarse y ser altamente peligrosos para las personas a su alrededor; eran seres bastante propensos a la agresividad.
—¿No?— arqueó la ceja.
—Tengo todo bajo control, yo mismo me encargaré de recuperar la cola— era más fácil hacerse cargo de unos ladrones a lidiar con las acciones de la brigada —Ahora es propio de que se marchen, estoy ocupado.
—¿Ah, sí? ¿Y de qué forma piensas hacerlo?— cuestionó Endiracena.
—¿No escuchaste? Dije que se fueran— cruzó los brazos —¿O qué? ¿El amor que sientes por mí no te permite marchar?
—¿Disculpa?— frunció el ceño. Beracena levantó las cejas mientras se ponía de pie, al hombre le sorprendía ver la forma en la que Jon le hablaba a una de las personas más chocantes con las que había tenido el «placer» de tratar.
—No hay de qué, nadie decide de quién enamorarse— se llevó la mano al pecho —Lo lamento, cariño. Pero sabes que estoy casado.
—Primero se congela el infierno, llueven las vacas y un tsunami se lleva el mundo antes de sentir una cosa así— respondió haciendo un gesto de asco —¿Queda claro?
—Amiga, tranquila. Solo fue una broma— se aproximó a ella —Aunque si quieres, no es broma— susurró guiñándole el ojo —Como no se van, yo mismo me marcho.
En lo que salía, Jon cambiaba su expresión burlona por una de enfado. En vez de quedarse por los alrededores del edificio central de los cena, él se fue a su casa; Melody se había convertido en lo único que le hacía sentir mejor y en ese mismo instante, necesitaba abrazarla y respirar profundo; dejando atrás los pensamientos que tuvo con lo que le había dicho Beracena.
Nunca abandonaría a un Aracena, menos a la merced de un loco como Benetti.
El líder de los cena operaba en la sede central del clan, allí se controlaban todas las gestiones que hacían las empresas bajo su mandato. Tal edificio se ubicaba en el centro de la ciudad capital, era uno de los más altos de la zona, con una gran cantidad de pisos, y enormes ventanales en ellos que le daban vida al lugar y ofrecían vistas panorámicas de fuera.
Tan solo las paredes del vestíbulo estaban revestidas con materiales de mármol y granito; con alfombras de terciopelo en el suelo. Además, ni hablar de las paredes del edificio que estaban decoradas con pinturas valuadas en miles de dólares.
Jon como siempre dejó el auto al lado de la fuente. Él entró a la mansión cargando con el enojo que le generó la fastidiosa visita de los representantes, pensaba en la forma en la que Álvaro hizo las cosas, pudo haberse equivocado al dejar el problema en manos de su hermano y su noviecita secreta.
Porque sí, dándole mente a la cara que puso cuando la mencionó, era de imaginar que tuvieran algo.
—Ellos creen que pueden conmigo, ¡él cree que me tiene en sus manos!— dijo entrando. Por «él» se refería a Beracena, alguien que se convirtió en una piedra en su camino —Ya verán quién es Jon Aracena, iniciaré contigo, desgraciado.
El hombre no se podía acercar a la pequeña con el mal humor que cargaba, así que primero decidió tranquilizarse en la sala; dando varias vueltas sin parar y murmurando docenas de insultos.
—¡¿Y ahora cómo encontraré la cola?!— lo mejor de estar en su casa, era que podía revelar sus verdaderas emociones sin miedos. Jon no tenía idea de cómo empezar su búsqueda —¡Me dan ganas de...!— tomó un jarrón anaranjado, ubicado en la repisa próxima a las escaleras.
—¡Jon!— le llamó Alich bajando. El llamado impidió que terminara rompiendo el objeto contra el suelo, Jon se detuvo en seco tras escucharla —¿Qué haces?
—Estoy harto— susurró dejando el jarrón en su lugar. Jon subió las escaleras hasta colocarse en un escalón por debajo del de su esposa. Él se paró ahí, mirándola fijamente a los ojos —Tal vez tenga razón y esté haciendo las cosas mal, pero hay una cosa que sí hice bien y fue proteger a Melody; a nuestra hija.
—¿De qué estás hablando?
—No importamos, Alich— arrugó la frente —No somos más que jugadores de esta gran mesa, creí que tenía ventaja por llevar sangre Aracena, y, sin embargo, no es así. Somos tú, yo y Melody...— también Aidan —Somos nosotros contra el mundo— dio otro paso más para estar a la misma altura que su esposa.
Él selló sus palabras con un beso en los labios que duró varios segundos en los que la mujer, por un instante, abrió los ojos producto a la sorpresa y después, los cerró lentamente con el objetivo de saborear más del momento.
Ella no se había dado cuenta de la falta que le hacían tales demostraciones de afecto.
—Tú eres Jon Aracena y nosotros somos tu familia— colocó las manos a los costados de su rostro —Nadie está ni estará por encima de nosotros, ni siquiera los que te hicieron enojar. Ellos podrán ser inmortales, pero tú eres el inmortal definitivo.
—Sí— entre tantas cosas que había que admitir, una de ellas era la seguridad que Alich le transmitía. Desde que fueron novios, la mujer siempre elegía las palabras correctas para hacerlo sentir mejor —Nuestra familia está por encima de todas ellas— frotó la punta de la nariz con la de su mujer —Sobre los Beracena, Endiracena...— plasmó varios besos en su rostro —Y hasta por la misma Meracena. De todas.
—Por supuesto— correspondió los besos.
—Dime algo, ¿tu herida logró sanarse por completo, no?— por el tono bajo de voz, era sencillo deducir sus intenciones.
—¿Por qué mejor no lo confirmas tú mismo?— cuestionó cruzando los brazos alrededor de su cuello.
Jon sonrió besándola de nuevo, entre pequeñas caricias la cargó en los brazos y la llevó hasta la habitación matrimonial. En lo que él la recostaba en la cama, Alich desabotonaba los botones de su camisa y depositaba varios besos en su cuello y hombros.
—Teníamos tiempo sin hacer esto— le susurró con una sonrisa dibujada en los labios.
—A veces nos desviamos de lo que verdaderamente nos importa.
El hombre despojó a la mujer de su vestido y se posicionó encima de ella. Él la volvió a besar para después, bajar por su cuerpo dejando un camino de besos por su paso, Jon no se detuvo hasta llegar a su ombligo y hundir el rostro en su abdomen.
—Me haces cosquillas— señaló riendo. Alich se sentó en la cama, y se aproximó a su esposo, tomándolo de los costados del rostro. Sin intercambiar palabras, ella lo besó mientras que Jon se deshacía de la franela.
En medio del calor del momento, el hombre se volvió a poner encima de su esposa; él le miraba los pechos jugueteando con la frontera entre sus dedos y la piel de ella: el brasier. Luego de unos segundos, desabrochó la prenda y volvió a hundir el rostro, esta vez en sus senos. A Jon le encantaba el aroma suave que desprendía su cuerpo, así que solía acercarse a ella de esa manera.
La pareja continuó besándose, y ya en el punto más alto de las caricias; ambos se complementaron.
***
Jon dormitaba mientras que Alich le pasaba la mano por el cabello, ambos estaban debajo de las sábanas, y bueno, él siempre caía rendido después de un rato de pasión.
La mujer pensaba en las palabras dichas por su esposo cuando regresó de la oficina, él se veía enojado, era poco usual que el hombre expresara sentirse inferior a los demás.
—¿Qué habrá pasado?— se preguntó en voz baja —Ah, no sé cómo sentirme. ¿De verdad me deseabas o solo te serví como desahogo?— suspiró recostándose en la almohada. Era posible que fuera la segunda opción, después de todo, la última vez que ellos estuvieron juntos fue cuando concibieron a Melody —Cualquier mujer te habría funcionado de haber sido por un desahogo.
Un tanto desanimada, Alich iba a cerrar los ojos cuando escuchó el celular de Jon sonando. Ella lo ignoraría si no fuera porque el que sonaba era su celular personal, y no el laboral. Así que ella, con toda la curiosidad del mundo, hurgó en el bolsillo de su pantalón y sacó el aparato. El número decía desconocido.
Mirando a Jon de reojo, la mujer atendió la llamada con la ceja alzada. Le parecía extraño que alguien más que ella o Asher lo contactara a ese número.
—¿Jon?— preguntó Eribec del otro lado de la línea. Era obvio que habían tomado la llamada, pero no se escuchaba nada más que un silencio incómodo. —¿Hola?
Alich colgó rápido sin cruzar palabras. La mujer oprimió el celular observando a su esposo con una furia inminente.
«¿Y esa mujer?».
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Esta vez traje dos caps ♥
Espero que te haya gustado :D
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Isandy_ds
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