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Bienvenida infernal
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Para Lincoln, la vida siempre había sido extraña y al mismo tiempo bastante normal. Vivir en una casa con doce personas, todos los días, desde que tiene memoria... al menos sus días no son mundanos.

Pese al amor que tenía por su familia, muchas veces deseaba poder alejarse, solo unos minutos... Tal vez, una hora y simplemente descansar del caos habitual de su hogar.

Sin embargo, así como el pensamiento de "descansar" de su familia llegaba, era reemplazado por un sentimiento de culpa por pensar de esa manera, recapacitando en que quizás:

"Su extraña normalidad no era tan mala después de todo".

Pero, como era costumbre del destino, lo que parecía ser un día común en la casa Loud, se volvió una pesadilla de la que Lincoln quería despertar.

— ¿Q-Qué es ese sonido?— preguntó al aire sintiendo su corazón palpitar con fuerza, eran pisadas grandes e incluso algo pesadas.

Mientras buscaba el sonido, girando su cabeza en todas direcciones, su vista se posó en aquel extraño libro que lo había traído aquí en primer lugar.

Rápidamente, lo tomó en sus manos y hojeó con desesperación, buscando alguna manera de volver a casa, si esas extrañas palabras que había leído le trajeron a este lugar, tal vez otras lo llevarían de vuelta ¿verdad?

Pero su decepción fue inmediata cuando sin importar las páginas que pasara, todas estaban en blanco.

— ¡No, No, No, No!— gritó con desesperación mientras seguía pasando las páginas—. ¡Debes tener algo con lo que regresarme a casa!

Su ataque de histeria fue detenido por un fuerte resoplido a sus espaldas, al girarse lentamente se encontró con una especie de jabalí, piel grisácea y escamosa, tres espinas negras en su lomo. Manchas negras con centro rojizo que daba la impresión de ser ojos, cola puntiaguda cuál demonio y dos cuernos negros igual que su cola sobre su cabeza.

El monstruoso jabalí lo miraba fijamente, sus ojos brillando con una intensidad peligrosa que helaba la sangre. Lincoln retrocedió instintivamente, apretando el libro contra su pecho como si este pudiera ofrecerle alguna protección.

—No es real... No es real... Esto no está pasando.— dijo en un apenas audible susurro mientras sudaba frío.

El jabalí resopló de nuevo, esta vez dejando salir un humo oscuro de sus fosas nasales que olía a azufre. A pesar de su miedo, Lincoln sabía que no podía quedarse quieto. Miró a su alrededor buscando algo con lo que defenderse, pero el desierto no ofrecía más que rocas y arena.

El jabalí gruñó y pateó el suelo, preparando su carga.

—¡Oh no, no, no!— gritó en pánico mientras veía a la bestia acercarse con fiereza.

Sin pensar, Lincoln echó a correr, el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. Podía escuchar las pisadas de la bestia detrás de él, cada vez más cerca. El calor del aire y el esfuerzo de correr comenzaban a pasarle factura. Sus piernas temblaban, y cada inhalación era como tragar fuego.

Tropezó con una roca y cayó de bruces, el libro resbalando de sus manos y aterrizando a unos metros de él. Cuando levantó la cabeza, vio cómo el jabalí se acercaba rápidamente, sus colmillos apuntando directamente hacia él.

—¡Alguien, ayúdeme!

En ese instante, un rugido diferente resonó por el aire. El jabalí se detuvo en seco, girando su cabeza hacia el origen del sonido. Lincoln también miró, aunque con dificultad, y vio una sombra enorme moviéndose entre las rocas, nuevamente con aquellos ojos rojos que había visto cuando el portal le absorbió. La criatura infernal gruñó y retrocedió, aparentemente intimidada, antes de desaparecer corriendo hacia el horizonte.

Lincoln quedó jadeando en el suelo, incapaz de procesar lo que acababa de pasar. Su mirada volvió al libro, pero cuando intentó levantarse para recuperarlo, una intensa sensación de agotamiento lo venció.

El sol abrasador y la sed acumulada finalmente hicieron que su cuerpo colapsara. Mientras caía de nuevo al suelo, sus ojos captaron algo extraño en la sombra proyectada por las rocas: dos ojos rojizos brillaban en la oscuridad, observándolo fijamente.

—¿Q-quién...?—dijo débilmente mientras intentaba arrastrarse hasta el libro.

Sin embargo, la consciencia lo abandonó antes de poder terminar la pregunta.

••••

Mientras Lincoln permanecía inconsciente, su mente fue envuelta en una cálida oscuridad. Poco a poco, una sensación de calma se extendió por su cuerpo, como si estuviera flotando en un río cálido y tranquilo.

Cuando abrió los ojos, se encontró en un prado desconocido, lleno de flores doradas que se mecían con una suave brisa. El cielo era de un color anaranjado, con tonos rosados y morados que se mezclaban como una pintura al óleo. Todo parecía irreal, como un sueño demasiado perfecto para ser cierto.

—¿Dónde estoy?— preguntó con notable confusión al verse en un lugar tan diferente.

De repente, sintió algo cálido en su cabeza. Miró hacia arriba y se dio cuenta de que estaba recostado en el regazo de alguien.

Era una mujer. Su rostro estaba parcialmente oculto por sombras y un sombrero grande de color negro, pero sus ojos eran inconfundibles: rojizos, vibrantes, y brillaban como brasas encendidas. Su sonrisa era serena, pero había algo en ella que no encajaba del todo, como si esa calidez ocultara un propósito más profundo.

—Descansa, pequeño conejito. No hay necesidad de preocuparse... todavía.

Su voz era suave, casi maternal, pero al mismo tiempo tenía un eco que le ponía la piel de gallina. A pesar de lo cálido de su tono, cada palabra parecía resonar con una amenaza oculta, como un cuchillo envuelto en terciopelo.

Lincoln intentó levantarse, pero su cuerpo no respondía. Era como si algo invisible lo mantuviera atrapado en esa posición.

—¿Q-quién eres tú? ¿Por qué estoy aquí?— preguntó con notable nerviosismo.

—¿Quién soy yo? Eso no importa ahora, mi niño. Lo que importa es que estás donde debes estar... Aunque tal vez aún no lo entiendas. —dijo con una sonrisa mientras la brisa cálida movía su largo cabello negro como la noche.

La misteriosa mujer levantó una mano y acarició suavemente el cabello de Lincoln. Su toque era cálido, casi reconfortante, pero había algo en la manera en que sus dedos rozaban su piel que lo hacía estremecerse.

—Has sido llamado, Lincoln Loud. Tienes un propósito... uno que ninguno de ellos verá venir. —dijo con aquel mismo tono cálido mientras jugueteaba con algunos mechones de cabello blanco del chico—. Pero no te preocupes pequeño conejito, yo me aseguraré de que cumplas lo que tienes que hacer.

Lincoln abrió la boca para preguntar qué significaba eso, pero las palabras murieron en su garganta cuando el paisaje comenzó a cambiar. Las flores doradas se marchitaban rápidamente, convirtiéndose en cenizas que se alzaban en el aire. El cielo se oscureció, volviéndose de un rojo profundo, y el calor reconfortante se transformó en un sofocante ardor.

La mujer continuaba sonriendo, pero ahora había algo inquietante en su mirada. Sus ojos parecían perforar el alma de Lincoln, y su sonrisa se veía extraña, con un líquido negro, oscuro como la brea chorreando de sus labios.

—No temas, Linky.— el escucharla decir aquel mote cariñoso con el que sus hermanas y familia solían decirle le estremeció— Todo esto es solo el comienzo. Nos veremos pronto... muy pronto.

Y sin más le deposito un beso en la frente, se sentía frío... muerto, como si toda la calidez que aquella mujer emanaba se hubiese esfumado como la belleza de este extraño Páramo.

Lo que le siguió fue una punzada en su cabeza que sintió le estaba atravesando el cráneo con fuerza, como si alguien le pusiera clavos a su cerebro. Sin embargo su dolor no impidió que la mujer continuara hablando.

— Por ahora debes despertar y seguir con el camino que se te ha impuesto, pero no tengas miedo mi niño, yo te mantendré a salvo. —su sonrisa se mantuvo aunque ahora su mirada parecía tener algo más, como si hubiese algo en Lincoln que le fascinara o en su defecto, le divirtiera.

Antes de que Lincoln pudiera reaccionar, el suelo bajo él desapareció, y comenzó a caer en un abismo oscuro. Las risas suaves de aquella extraña mujer resonaban mientras caía, mezclándose con sus propios gritos.

•••

Poco a poco empezó a recuperar la consciencia, sintiendo que la solidez del piso había sido reemplazada con una suavidad que solo un colchón podría proporcionar. Por un instante, pensó que todo se había tratado de un mal sueño, uno quizás producto de haber cenado la famosa Lynnsaña de su padre hasta hartarse o tal vez había tropezado en el ático y quedó inconsciente, estando ahora en su habitación.

— Te digo que es peligroso tener a ese niño aquí Lin, tú lo viste, es un humano vivo. —expresó una voz masculina con un marcado acento campesino—. ¿Sabes cuánta escoria de este y otros anillos mataría por tener un humano vivo en su poder? Es comprarnos problemas que no nos corresponden.

Los ojos de Lincoln apenas distinguían a las figuras en la habitación, siendo hasta ahora solo sombras.

— Joe, lo entiendo perfectamente, enserio.— dijo una voz ahora femenina, con un tono de voz maduro pero con un marcado acento sureño—. Pero cariño, no podemos dejarlo a su suerte ahí afuera... no es correcto.

—Es el infierno Lin.— respondió tajante el nombrado Joe—. ¿Desde cuando nos preocupa lo que le pase a otro que no sea de nuestra familia?

La mujer, Lin, permaneció en silencio un momento, como si analizara aquellas palabras que, pese a sonar egoístas. Estaban cargadas de verdad.

Vivían en el infierno, lo habitaban y lograban hacer una vida pese a las circunstancias, aquí abajo no había cabida para los "actos desinteresados" o "la buena voluntad". Todos veían por sí mismos, a menos claro, que tuviesen familia o amigos que les importaran lo suficiente como para ser buenos con ellos.

Aunque como ya se a dicho, no era una mayoría y fácilmente podrían contarse con los dedos de una sola mano. Aún así, Lin decidió responder.

— Yo... lo sé, perfectamente.—dijo en un tono calmado y reflexivo—. Pero tú viste al chamaco cuando lo encontraste junto con Millie, es un niño, no como los otros que llegan aquí. Además de estar vivo algo en mi interior me dice que es diferente, que su almas es... blanca, justo como su cabello.

Joe permaneció en silencio, analizando las palabras de su esposa y aunque su carácter rudo tratase de ocultarlo, el también había sentido lo mismo. Cuando lo cargó en sus brazos para llevarlo hasta el rancho, era ligero y en cierto modo, frágil.

Durante su vida, escuchó historias sombre como los humanos eran frágiles y propensos a ceder ante enfermedades. Cargar a ese niño de cabeza de algodón le hizo ver que esas historias eran ciertas o por lo menos acertadas en cuanto a su fragilidad.

Una que en vez de hacerle sentir vergüenza o rechazo al vivir en un entorno que aprecia los músculos y la fuerza sobre todas las cosas... le daba un sentimiento de querer protegerlo, algo que no había sentido desde que había cargado a cada uno de sus hijos por primera vez... Y, para un hombre como Joe, sentir eso otra vez pero con un niño humano, le hizo temer de que algo estuviera influyendo en su pensar, algo fuera de este plano.

— ¿Y qué propones?— preguntó mientras rompía el silencio finalmente—. ¿Quedárnoslo y criarlo como si fuera nuestro? Lin, no estamos hablando de un chiquillo imp o de adoptar un sabueso infernal de mascota, es un maldito niño humano, vivo y posiblemente con familia.

Joe se dio la vuelta y tomó algo de un mueble aledaño.

— También que apareció aquí en el infierno, con un grimorio, parecido a los que usan esos riquillos de sangre azul... Es muy extraño. —Joe suspiró sintiendo que era demasiado—. Incluso si decidiéramos hacer eso, ¿qué te hace pensar que el niño siquiera aceptará?

En ese momento la visión de Lincoln se recuperó por completo, observando como ambas voces pertenecían a dos diablillos de piel rojiza que vestían ropas de granja. Sus ojos amarillos, colas y cuernos hicieron que Lincoln entrara en pánico.

(Joe)

(Lin)

—¡Aaah! ¡Monstruos!— gritó presa del miedo cayendo abruptamente de la cama mientras se pegaba a la pared cubriendo su rostros con sus brazos—. ¡No me coman! ¡N-No tengo buen sabor, solo quiero irme a mi casa!

Joe permaneció sorprendido sin saber cómo reaccionar ante la sorpresa, mientras que Lin se compuso más rápido y trataba de calmar al asustado niño.

Lin alzó las manos en un gesto de paz mientras daba un paso hacia Lincoln, su voz adoptando un tono suave y tranquilizador.

—Tranquilo, cariño, no te vamos a hacer daño, te lo prometo. No somos monstruos.

Pero las palabras no parecían penetrar el pánico de Lincoln. Sus ojos seguían fijos en los cuernos y las colas de los diablillos, su respiración rápida y temblorosa.

—¡No! ¡Déjenme ir! ¡Quiero volver a casa con mi familia! —gritó, con los ojos vidriosos por el miedo—. ¡Quiero a mis hermanas! ¡Quiero a mis padres!

Joe cruzó los brazos, sintiéndose un tanto incómodo con la escena, pero su expresión ruda no ocultaba del todo el conflicto interno que sentía. Lin, por otro lado, se arrodilló lentamente frente a Lincoln, asegurándose de no acercarse demasiado rápido.

—Escucha, cariño, sé que esto es muy confuso y aterrador, pero tienes que calmarte un poco para que podamos explicarte qué está pasando. —Su voz era cálida, casi maternal—. No estás solo, y no queremos hacerte daño, ¿de acuerdo?

—¡¿Dónde estoy?! —soltó Lincoln, ignorando la calma en su voz, su mirada alternando entre Lin y Joe—. ¡¿Qué es este lugar y por qué se ven así?!

Joe suspiró profundamente y, tras un momento, sacó el grimorio que había mencionado antes del mueble cercano. Lo sostuvo en sus manos con cierto cuidado antes de mostrarlo a Lincoln.

—Primero, cálmate, muchacho —dijo Joe con firmeza, aunque su tono no era agresivo—. Y escucha bien, porque esto tampoco es fácil para nosotros. Estás en el infierno.

Lincoln se quedó congelado, sus ojos se agrandaron mientras las palabras parecían resonar en su mente.

—¿El infierno? —repitió en un susurro tembloroso.

Lin asintió lentamente.

—Sí, cariño, el infierno. Específicamente en el Anillo de la Ira. Aquí es donde vivimos mi familia y yo.

Lincoln sacudió la cabeza, negándose a creerlo.

—¡Eso no tiene sentido! ¡No estoy muerto! ¡No puedo estar muerto!

—No lo estás —interrumpió Joe, señalando con un dedo al niño—. Por eso eres un problema tan grande. Los humanos vivos no terminan aquí, no deberían poder hacerlo. Pero tú... tú apareciste.

Joe levantó el grimorio en el aire.

—Y esto estaba contigo cuando te encontramos. No sabemos qué significa, pero ese libro es algo raro. No se ve como algo que sea de aquí, ni siquiera entre la nobleza infernal sus elegantes libros se ven como este.

Lincoln miró el libro, reconociendo el pentagrama  y detalles dorados que lo adornaban. Algo en él despertaba una sensación extraña, una mezcla de familiaridad y misterio.

—¿Un... libro? —preguntó en un murmullo, bajando un poco los brazos pero aún temblando.

Lin aprovechó el momento para acercarse un poco más.

—Sí, cariño, estaba contigo. ¿Recuerdas algo sobre él?

Lincoln trató de pensar, sus recuerdos eran borrosos. Había algo, una sensación extraña, abrir aquel libro, voces, el portal, la voz de su hermana... tenía una hermana.

No, tenía 10 ¿o eran 11? Y sus nombres... ¿¡Porque no recordaba sus nombres?! Sabía que tenía familia... o sentía que tenía una, algo en su interior se lo gritaba. Pero no podía recordarlo, se forzó en intentarlo, más lo único que venía a su mente eran fragmentos borrosos y desordenados.

Recuerda que su hermana ¿Lacy? O era ¿Lizy? No importa, la recuerda a ella gritando su nombre y pidiéndole que soltara el libro, luego vio esos ojos rojos antes de caer inconsciente y... la mujer de su sueño.

—No lo sé... —murmuró, su voz apagada—. Todo es tan confuso, el libro me trajo aquí pero no recuerdo todo... solo una mujer de sombrero y ojos rojos decirme que tengo un propósito aquí, algo que nadie espera.— abrazó sus rodillas mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos—. Recuerdo que tengo familia... o al menos creo que tengo una, lo único que quiero es volver a mi casa.

Lin suspiró, sintiendo su corazón apretarse al ver la desesperación en el rostro de Lincoln.

—Entendemos, cariño. Pero necesitamos tiempo para averiguar cómo llegaste aquí y qué podemos hacer para ayudarte. Mientras tanto, estás a salvo con nosotros.

Joe gruñó bajo, desviando la mirada como si quisiera protestar, pero al final no dijo nada. Lincoln permaneció en silencio, mirando a ambos diablillos. Parte de él seguía asustado, pero la sinceridad en los ojos de Lin lo hacía querer creerle, aunque solo fuera un poco.

—¿De verdad? —preguntó en voz baja, con un hilo de esperanza.

—Claro que sí, cariño —respondió Lin con una sonrisa tranquilizadora—. Ahora, ¿por qué no te sientas otra vez y tratamos de explicarte un poco más sobre este lugar?

Lincoln no respondió, en vez de eso abrazo a Lin, tomando por sorpresa a la mujer imp quien tardó unos segundos en corresponder el abrazo. Su instinto materno tomando el control, mientras acomodaba a Lincoln contra su pecho y acariciaba su cabellera blanca.

— ¿Cómo te llamas mijo?— preguntó con una voz dulce y tranquilizadora.

Lincoln sintiéndose más tranquilo y relajado, acomodó su cabeza en el pecho de la mujer diablillo, escuchando el suave palpitar de su corazón.

— Lincoln, me llamo Lincoln.— respondió con una voz tranquila y una sonrisa ligera.

El nombre del niño resonó en la pequeña habitación, dejando un breve silencio tras su revelación. Lin sonrió con calidez mientras continuaba acariciando el cabello de Lincoln, notando lo vulnerable que se veía en ese momento, como si toda la confusión y el miedo estuvieran empezando a desmoronarse lentamente.

—Es un buen nombre, Lincoln. Fuerte y único. —comentó, tratando de infundirle confianza.

Joe, quien había permanecido en un silencio tenso durante el intercambio, finalmente dejó escapar un suspiro pesado. Aunque seguía incómodo con la situación, algo en la mirada del muchacho le recordó a sus propios hijos cuando eran pequeños y se sentían asustados. Lentamente, dejó el grimorio sobre la mesa y se cruzó de brazos, decidiendo no intervenir por ahora.

—Bueno, Lincoln, no sé cómo te vamos a ayudar a volver a casa —dijo Joe con un tono más suave, aunque su expresión seguía siendo seria—, pero si vas a quedarte aquí un tiempo, tendrás que aprender algunas cosas. Este no es un lugar fácil para nadie, y menos para un niño humano.

Lincoln levantó la cabeza ligeramente del pecho de Lin, sus ojos azules miraron a Joe con curiosidad y temor.

—¿Qué tipo de cosas? —preguntó con voz temblorosa.

Joe se acercó un paso y señaló hacia la ventana que daba al exterior. A través del cristal polvoriento, Lincoln pudo ver vastas extensiones de un terreno árido y desolado, salpicado de montañas escarpadas y cielos teñidos de un rojo ominoso. En la distancia, columnas de humo se alzaban hacia el cielo, y criaturas que no podía reconocer se movían entre las sombras.

—Este es el Anillo de la Ira —explicó Joe con un gesto hacia el paisaje—. Aquí, todo y todos luchan por sobrevivir. La mayoría no dudará en aprovecharse de ti si creen que eres débil, y siendo humano... bueno, eso te hace un blanco muy jugoso.

Lincoln tragó saliva, su miedo regresando al ver el paisaje inhóspito. Lin, notando esto, le dio un leve apretón en el hombro.

—Pero no te preocupes, cariño. Joe exagera un poco, aunque tiene razón en algo: necesitas aprender a cuidarte. Mientras estés con nosotros, te enseñaremos lo necesario para que te defiendas y sobrevivas, ¿de acuerdo?

—¿Sobrevivir? —repitió Lincoln, tratando de asimilar lo que escuchaba—. ¿Por cuánto tiempo estaré aquí? ¿Y si no puedo regresar nunca a casa?

Lin le dedicó una mirada comprensiva, pero no tenía una respuesta clara. En su lugar, le ofreció lo único que podía en ese momento: consuelo.

—No lo sabemos, cielo, pero pase lo que pase, no estarás solo. Joe y yo cuidaremos de ti como si fueras uno de los nuestros, ¿verdad, Joe?

Joe gruñó, mirando a otro lado como si estuviera evitando comprometerse por completo.

—Hmph. Mientras no cause problemas, está bien. —Su tono era áspero, pero había una ligera suavidad en sus palabras que no pasó desapercibida para Lin.

Lincoln no estaba seguro de cómo sentirse. Había perdido su hogar, sus recuerdos estaban incompletos, y ahora estaba en un lugar que apenas podía comprender. Pero por primera vez desde que abrió los ojos en ese lugar extraño, no se sentía completamente solo.

Apretando con más fuerza los brazos alrededor de Lin, murmuró con voz quebrada:

—Gracias... por no dejarme solo.

Lin sonrió, dejando que Lincoln se refugiara en su abrazo por un momento más antes de apartarse ligeramente.

—Vamos a arreglar esto, cariño. Lo prometo. Pero primero, necesitas descansar. Has pasado por mucho, y mañana será otro día.

Lincoln asintió levemente, dejando que Lin lo guiara de vuelta a la cama. Mientras ella lo cubría con una manta gastada pero cálida, Lincoln dejó escapar un suspiro profundo, sus pensamientos aún llenos de preguntas y temores, pero también de una pequeña chispa de esperanza.

Joe observó la escena desde la distancia, rascándose la nuca mientras murmuraba para sí mismo:

—¿Qué rayos estamos haciendo...? —A pesar de sus dudas, no pudo evitar sentir que, de algún modo, estaban haciendo lo correcto.
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Continuará.

Finalmente, tras un pequeño bloqueo vuelvo con el primer capítulo de esa historia.

Agradezco el apoyo y los comentarios en el piloto, me alegra que esta historia les interesara.

Espero les haya gustado este capítulo y nos vemos en otra actualización.

Yo me despido por ahora.

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