7- Destino en Desventaja
La alarma sonó, en lo que a mi respecta en muy poco tiempo, pero no podía quedarme dormida. El dormir, aunque haya sido en ese corto tiempo, me ayudó a aclarar mi mente, sabía qué haría a partir de ahora: y eso sería recuperar mi antigua vida.
Me vestí con mi equipo, tomé mi bolso, encendí un cigarrillo y cerré la puerta. El colectivo no tardó en llegar, y como supuse Ian me estaba esperando en el circuito de calentamiento.
Dejé mis cosas aún lado, me puse a enlongar y comencé mi circuito; y como ya lo había sospechado él me siguió.
—Pensé que después de esta tarde no vendrías.
—Soy la capitana y tengo que dar el Ejemplo — respondí sin dejar de correr y esquivando su mirada.
—Es lo que más me gusta de ti, amo tu determinación.
—Te lo agradezco, pero a partir de ahora te voy a pedir que no me hables, que no me sigas, no quiero verte, salvo que sea en un partido de práctica. Voy a recuperar mi vida a antes de conocerlos — él se detuvo mientras yo seguía corriendo.
Terminé de hacer mi circuito de calentamiento y las chicas empezaron a llegar; me reuní con ellas y les pedí que comenzaran a estirar; para cuando la entrenadora llegó todas habían acabado con sus circuitos.
Esta vez no hubo partido, practicamos saques y recepción; luego nos concentramos en la defensa y en la coordinación. La práctica realmente se sintió muy bien. Estiramos y nos marchamos.
—¿Ese chico que está ahí no es el capitán del equipo masculino? — preguntó Luna.
—Pero hoy no tienen entrenamiento — agregó Ana.
—Por cierto ¿De qué hablaron Milena en la práctica anterior? — me preguntó sin rodeos Agustina.
—De nada en particular, sólo quería algunos consejos para su equipo — respondí de manera fría.
—Sin embargo, creo que te está esperando — habló Luna luego de notar que me estaba observando.
—Yo no tengo nada que ver con él — y di media vuelta ignorándolo, realmente estaba determinada a volver a mi antigua vida.
Tenía mucho miedo de llegar a casa y encontrarlo esperándome, pero por suerte no fue así. Sin embargo, esta vez Anahí era la que me estaba esperando.
—Me cansé de tocar y no contestabas, me cansé de llamarte y no devolviste ni una de mis llamadas, si en diez minutos no dabas señales de vida pensaba llamar a la policía — me regañó fuertemente.
—Perdón estuve en el entrenamiento — dije temblando mientras la invitaba a pasar.
—¿Es qué acaso eres estúpida?
—Si mi hermana, de nacimiento — y reímos como si no hubiera pasado nada — Por favor ponte cómoda, me ducharé rápidamente y luego prometo contarte todo.
—Está bien, mientras lo haces pediré la comida, y como supongo que será una charla larga me quedaré a dormir — dijo sonriendo.
Luego de bañarme y de cenar, traje el colchón de la pieza de al lado y lo acomodé en mi cuarto. Le presté ropa de dormir, y después de acomodarnos empecé a hablar; le conté todo desde el principio, y cómo los sentimientos de cada uno arrasaban conmigo. Le conté con detalle cada beso y lo que había determinado a hacer, y ella sólo se limitó a escuchar sin interrumpir. Por fin cuando terminé dijo…
—Creo que el destino está en desventaja para ellos, y creo que el destino está siendo cruel contigo, pero es evidente que te están esperando grandes cosas.
—Eso de verdad no me da aliento para nada — y reí a carcajadas.
—Ya sé, creo que Luana o Aylana serían mejor para esta situación. Pero no importa lo que hayas decidido todas te apoyaremos.
Hablar con Anahí fue lo mejor que me pudo pasar, siento que me pude desahogar y poner en claro mis ideas. Cuando amaneció ella ya no estaba, de seguro se había ido a trabajar.
Me levanté a ducharme y desayunar, recordé que tenía algunos ejercicios del club y que tenía que leer unos documentos para Gestalt. Como es la materia que más me gusta terminé de leerlos en un rato, y para descansar salí a hacer las compras para el almuerzo.
Mientras caminaba hacia la tienda sentía que el sol entraba por cada poro de mi piel, la brisa a penas fresca recorría mi cabello que se veía de un rojo intenso. No podía sentirme mejor. Luego de comprar volví a casa y me puse a cocinar mientras realizaba los ejercicios que me había pedido la entrenadora.
Tomé mis apuntes y el uniforme de trabajo y me fui hasta la parada del colectivo, la comida estuvo bastante rica, así que no podía quejarme.
Al llegar, un perfume familiar se hizo presente y supe que Noah me estaba esperando; tan tranquilo y llamativo como siempre.
—Buenas tardes Milena — me saludó sonriendo.
—Hola — le devolví el saludo.
—Estás muy fría el día de hoy, no estas tan emocional como últimamente, pero no importa, porque así me enamoré de ti — y volvió a sonreír.
—Te lo diré claramente para que entiendas, al igual que a Ian — y por primera vez lo miré fijamente — No quiero saber nada de ti, no quiero que me persigas ni que me busques — y en ese momento subí al colectivo que había llegado oportunamente, dejándolo atrás.
Cuando llegué a la facultad todas me estaban esperando, mi rutina volvió a ser la misma de antes. Las clases volvieron a tener vida, y los recreos volvieron a ser los de siempre.
—Milena, no te quiero alarmar, pero desde que salimos al recreo Noah no te ha quitado los ojos de encima — me dijo Aylana.
—No me di cuenta — dije mientras salía el humo del cigarrillo por mi boca — Si no lo miran, se cansará y se irá de regreso.
Las clases terminaron y me fui directo al trabajo. La noche estuvo tranquila, todo parecía volver a la normalidad y eso me alegraba.
Los días fueron pasando, y yo de apoco fui recuperando mi tranquilidad. Los días en la facultad eran como antes, todas sentadas en el suelo fumando entre charlas; las prácticas del club seguían igual de intensas que siempre y de vez en cuando notaba que Ian recorría mi circuito antes de que yo lo hiciera. Mis noches en el trabajo eran las mismas de siempre, aunque algunas noches Noah me sorprendía viniendo al bar, pero mi determinación era fuerte y los ignoraba, o al menos eso mismo cría yo.
Una noche después de dos meses de no hablar con ninguno, me hallé acostada y extrañándolos. Giré sobre mi cama para despejar esos pensamientos y recordé la melancolía de aquellos sueños que precedieron a la llegada de cada uno. Todo era tan raro, no sabía que pensar, creí que esto era lo mejor, pero me estaba equivocando.
Ese día en el entrenamiento, la entrenadora nos dijo que volveríamos a jugar contra el equipo masculino, y el solo hecho de pensar que lo vería hizo que mi pecho saltara de emoción.
—Muy bien chicas — grité — No dejaremos que tomen ningún set — y todas aplaudieron.
—Ese es el espíritu capitana — dijo la entrenadora — Luego de precalentar todas al circuito.
Cuando terminamos de calentar, los chicos ya estaban sobre la cancha. Busqué disimuladamente los ojos de Ian y al hallarlo noté que algo en él había cambiado. Y lo confirmé justo antes del partido.
—Si ganamos — se sintió con fuerza su voz — Si ganamos este partido Milena, dejarás que me acerque, dejarás que pueda enamorarte sin queja alguna — gritó mientras se puso frente a mi.
—¡Ese es nuestro capitán! — gritaron — No renuncia al amor.
—No dejaré que eso pase — respondí mintiendo — Me mantendré firme en mi decisión de hace dos meses.
—No pienso renunciar a ti — el partido comenzó.
Nunca antes había sentido tantos nervios al jugar, mis armadas estaban todas llenas de dudas y perdimos varios puntos por mi culpa. Quizás esa fue su idea desde el principio, ponerme nerviosa y sacar ventaja.
Perdimos el primer ser 25-19, la diferencia fue abismal. Nos recuperamos en el segundo set y ganamos 21-25; y ahora que estábamos en un empate quién ganaría.
La última pelota cayó del lado de la red, y antes de poder respirar Ian me estaba besando delante de todos, habíamos perdido 26-24. Aunque me sentía feliz, la vergüenza era demasiada; tomé mis cosas, me disculpé con la entrenadora y salí corriendo. No podía ocultar la sonrisa que tenía y se que él la había visto.
Cuando llegué a la parada no me podía calmar, no podía estar quieta, cada rincón de mi cuerpo temblaba, así que decidí caminar de regreso a casa. Paré en un kiosco por un refresco y al darme la vuelta tropecé con alguien, al levantar la mirada para disculparme, Noah me estaba sonriendo. Su mirada también había cambiado, no era la misma.
—Por fin te detienes — me dijo sonriendo.
—¿Perdona? ¿Me estabas siguiendo?
—¿No te cansas de preguntar lo mismo? — y esta vez no hubo nada que evitara que la distancia se acortara. Sus besos llenaron cada espacio de mi alma.
—¡Detente! — dije levantando la mano para abofetearlo, pero él la retuvo en el aire.
—Se que no estoy respetando lo que me dijiste, pero no pude soportar la agonía de no besarte y abrazarte por más tiempo — bajó mi mano — Deja que de ahora en más te enamore a cada minuto; y estoy seguro que el idiota de Ian siente lo mismo que yo, y no perderé ni me daré por vencido hasta que me elijas.
Al escuchar sus palabras sentí el impulso de correr, lloraba de alegría y sabía que él se había dado cuenta.
Cuánta razón tuvo Anahí con sus palabras, ahora de verdad creo que el destino está en desventaja.
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