III

«El lado que pocos ojos pueden ver».

1

Una vez más allí, flotando en ese espacio oscuro que lo carcomía lentamente desde dentro con un calor infernal. Odiaba demasiado estar allí. Odiaba cerrar los ojos y verse en este maldito lugar una vez más.

Sin embargo, pudiendo permitirse ser optimista, en esta ocasión no oía o sentía a esa presencia que en sus sueños lo acosaba, diciendo cosas sin sentido y mostrándole imágenes sin sentido que lo asustaban.
Tan solo era él, sumido y flotando en una inmensa nada que podría ser el infierno, o por lo menos su equivalente en la tierra.

—«Solo... Solo debería...» —no hablaba, pensaba. Sus pulmones negros, llenos del corrosivo oxígeno, deseaban ceder, al igual que todo su ser.

Cerró nuevamente los ojos.
No hubo mucha diferencia entre eso y mantenerlos abiertos, pues solamente se divisaba nada en forma de oscuridad. Nada más, ni nada menos.

Contra todo lo que su instinto gritaba cada vez que se hallaba flotando en ese inmenso espacio, inspiró.
Sus pulmones se llenaron, y el dolor caló como una punzada hirviendo directa al sistema nervioso, sin nada de por medio que interviniera.

Un grito emergió de sí, pero fue absorbida por la inmensidad de la nada. Ni siquiera él lo escuchó.

—«Diría que me habrían gustado algunas respuestas... Pero soy mejor que eso, o al menos quiero creerlo... —sonrió y rio amargamente ante la idea de que prefería morir en la ignorancia—. La gente siempre cree que quiere saber las cosas, pero no es más que una mentira para verse fuertes ante algo inevitable que se niegan a aceptar. Y cuando saben lo que quieren saber, automáticamente nace un nuevo propósito para seguir soportando el infierno... —los pensamientos amargos siguieron. Un par de lágrimas habrían bajado por sus mejillas, pero se volvieron vapor apenas salían de las comisuras—. Yo prefiero ahorrarme todo eso... Jeje, soy débil, no lo niego. Siempre lo he sido. Que se jodan todos los demás, mientras haya garantía de que no volveré a verme inmerso en este sitio sin pies, cabeza ni sentido. Realmente no quiero... No quiero seguir... Ni aquí... Ni en la vida...

Sintió otra punzada en el instante.
No era de las que solían darse en ese lugar. No. Esta era muy diferente.
Si tuviera que compararlo con algo, diría que se sentía como un anzuelo que atrapa un pez.

Él era el pez.

2

Su cuerpo inerte convulsionó un par de veces antes de levantarse tomando una gran bocanada de aire, igual a como si lo hubieran rescatado de ahogarse. Inspiraba y exhalaba a grandes cantidades. Se pasó una mano por el cabello antes de llevarsela al pecho. Su mirada contraída vibraba, pérdida en la nada. Había sido toda una nueva experiencia. ¿Incluso sin el monstruo en sus sueños iba a sufrir? Una razón más para desear estar muerto.

—Finalmente abres los ojos —esa voz...

Los ojos alterados de Natsu viajaron hasta su costado, mirando a la misma mujer de cabello púrpura que le había salvado la vida. O bueno, que le había... En realidad no tenía ni puta idea de que había hecho esta mujer más allá de tomar una espada y matar a alguien.

—Como sea —dijo poniéndose de pie—. Ahora que estás despierto, es hora de irnos.

¿Irse? ¿A donde?

Natsu quería hablar, pero realmente no podía. El shock inicial se había reducido un poco. Al menos lo suficiente para ser capaz de regular su respiración. Solamente seguía allí, sentado en un sillón de color rojo y mirando a la chica de una forma imposible de descifrar.

—Eres realmente patético —le dijo cruzandose de brazos y haciendo una mueca molesta—. Nadie tiene un segundo despertar y actúa tan–

—No es por el segundo despertar, Kagura-chan.

Kagura giró de inmediato para hacer una reverencia a la persona que ingresaba a la habitación: Una niña rubia, de pelo muy largo, ondulado, con ojos verdes vacíos y un bonito vestido blanco.

—Mavis-sama —la saludó cordialmente, con el debido respeto que debía tenerle.

—Muchas gracias por cumplir con éxito tu misión, Kagura —le dijo esbozando una sonrisa, con una voz afable y amigable, casi maternal—. Ahora, por favor, dejanos solos.

Ella hizo otra reverencia y se retiró de la habitación. Mavis volvió sobre sus pasos, cerró la puerta con seguro y regresó hacia Natsu.

—Espero que puedas perdonarla —fueron sus primeras palabras para Natsu, referidas a Kagura y su comportamiento—. Ella es realmente buena haciendo su trabajo, pero tanto sus habilidades sociales como su mal genio dejan mucho que desear.

Acompañada de una risita tierna, tomó el asiento que la señorita llamada Kagura recién acababa de abandonar.

—Permiteme.

Puso un dedo sobre la frente de Natsu. Ella cerró los ojos. Después, una concentración de luz se cargó en forma de un círculo y explotó.

—¡Uugh!

Hizo la cabeza hacia atrás.
La pequeña rubia devolvió su mano, observando como la luz comenzaba a viajar por todo el cuerpo de Natsu como si fuese su sangre. Sus venas se hicieron doradas por algunos segundos. Cuando este efecto expiró, lentamente, Natsu devolvió a la cabeza al frente.

Y empezó a gritar como un desquiciado.

3

Después de al menos 30 minutos gritando sin control, Natsu finalmente pudo calmarse lo suficiente. Eso si, tuvo que tomar mucho aire tras la odisea de gritos que dejaría en ridículo a cualquier hito de la opera.

—Bien, ahora que ya terminaste, me gustaría presentarme —habló comprensiva, y muy sonriente—. Soy Mavis Vermillion, directora y fundadora de Fairy Tail.

Natsu la vio con mayor detalle ahora que se sentía mucho las lúcido: Era una maldita mocosa. Se veía como de 12 o 13 años, a lo mucho. Incluso se portaba como tal. ¿Que adulto balancea sus pies en la nada al estar sentado? ¡Es más, ni siquiera podía alcanzar el piso estando sentada! ¿¡Que directora y fundadora ni que ocho cuartos!?

—Y antes de que digas algo de lo que te vas a arrepentir —su voz se hizo vacía y fría, como su mirada que fue cubierta por una sombra tenue. Era como si supiera lo que estaba pensando—: Tengo 118 años, así que no pienses ni por error en decir lo que estás pensando.

Natsu se calló. No sabía por qué, pero algo en su interior, instinto quizá, le decía que hacerla enojar no acabaría con un feliz donde come una perdiz.

—Bien —regresó a la personalidad linda y tierna—. Aclarado eso, es hora de irnos.

—¿Irnos? —finalmente habló—. ¿Irnos a donde?

—A mi oficina. Allí hablaremos con mayor comodidad —respondió poniéndose de pie. Caminó hasta la puerta, y todavía de espaldas, habló —. Pero, lo más importante, hablaremos sobre el monstruo que te atormenta en tus sueños.

Los ojos de Natsu casi salen de sus cuencas. Quedó sumamente estupefacto. Incluso el corazón se le aceleró ante esas palabras.

—¿Como es que...?

—Ya te lo dije —lo interrumpió. Su voz ahora de notaba más seria—. Ven conmigo y hablemos en mi oficina. Allí te diré todo lo que debes saber sobre este mundo.

Decidió que no iba a esperarlo. Si quería respuestas, debía venir por voluntad propia.
Y Natsu no era tonto. Distinguió perfectamente la palabra "Mundo".

Se apresuró a salir de la habitación.
Antes estaba estupefacto, pero ahora era como si medusa lo hubiera visto a los ojos hasta el alma.

—¿Q-Que demonios...? —empezó a temblar ligeramente. Un par de gotas de sudor bajaron por su frente—. ¿Que es... Este lugar?

—Esto es Fairy Tail —le respondió Mavis, de pie a un lado suyo, contemplando lo mismo que el peli-rosa: El interior de una gran y moderna edificación donde iban y venían muchas personas—. La agencia encargada de proteger la línea que divide a ambos mundos.

—¿Ambos mundos...? —no lograba comprender a que se refería.

—Sip —respondió risueña. Volteó hacia él—. El mundo de la magia y el de la no magia.

Ella retomó la marcha. A unos pasos de distancia, ella miró sobre su hombro para decirle una última cosa para que este lo siguiera.

—Bienvenido a tu primer día en el mundo de la magia, Natsu Dragneel.



























































_________________________________________________

¡Gracias por el tiempo de tu vida. Sintoniza para más pendejez en el próximo capítulo!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top