† 03 †
La lluvia golpeaba fuertemente el suelo, el viento soplaba y causaba un frío casi insoportable en el cuerpo de cualquier persona. ¿La calle? Vacía, sin alguna señal de vida humana. Ratas, las ratas son lo único que se divisaba en aquella peligrosa avenida. Locales cerrados, casas al cien por ciento aseguradas. Y al lado de una tienda de dulces, había un pequeño callejón, que posiblemente sería el último lugar que verías antes de quedar cegado ante la luz del día. De lejos ya era terrorífico, de cerca era aún peor. Una bodega ya demasiado antigua, se encontraba entre los escombros de los botes de basura, lo extraño es que estaba habitada.
-Señor, ¿puedo pasar?- habló un joven con un impermeable, de estatura alta y un cuerpo fornido, él estaba recostado en el marco de la puerta. Su nombre: Johan, "el mercader".
-Pasa, antes de que me arrepienta.- le respondió seriamente un hombre robusto y de con su cabello oscuro sujeto en rastas- ¿Qué sucede?- cuestionó,mientras encendía un cigarrillo y le daba su primera calada.
-Le vine a informar que nuestros hombres ya se llevaron a la última chica, el traslado no tuvo problemas.- contestó cruzándose de brazos.
-Que buenas noticias. Al parecer, este día ha ido bien a excelente- comentó el jefe maliciosamente, dándole golpecitos al cigarro para botar las cenizas delanteras.
-También nuestro otro grupo ha hecho un gran trabajo, consiguieron robar buenas cantidades de dinero y de personas importantes.- añadió mostrando en sus labios una leve sonrisa- En especial, el hijo del policía.- borró aquella sonrisa y alzó una de sus cejas.
-Cada vez nos hacemos más millonarios.- el hombre sonrió ampliamente y con cinismo- Desearía ver la cara de Estoico Haddock al saber que su hijo es un pandillero ladrón y trabaja para mí, para la mafia.- rió un poco antes de volver a llevar el cigarrillo a sus labios.
-Pero el muchacho no sabe sobre todo.- dijo Johan ladeando su cabeza en una señal de relajo, pero su cuerpo volvió a ponerse firme al instante- ¿O sí?- preguntó ya no tan seguro.
-No, piensa que solo trabaja robando a las personas. No se debe enterar.- decretó cambiando su semblante triunfante a uno mucho más serio- Ahora lárgate.- ordenó dispuesto a seguir disfrutando de su soledad y su cigarro.
-Está bien, señor.- acató rápidamente el joven y salió del sórdido lugar.
Las puertas se cerraron.
Aquel hombre de rastas no quitaba la furia y maldad de su rostro, ese rostro demostraba malicia, sin misericordia por alguien; asustaba a cualquiera que lo miraba tan solo a los ojos. Su nombre es uno de los más temidos alrededor del mundo. Hombre sabio, sin duda, pero con la oscuridad y maldad dentro de su corazón. Más buscado a nivel internacional. Con solo oír su nombre te generaba escalofríos. Hijo de uno de los mafiosos más peligrosos. Él es: Drago Manodura. Tratante de blancas y narcotraficante; imposible de ser encontrado.
-Ay, dioses, esa fortuna será mía.- murmuró para sí mismo, antes de seguir hundiéndose en su oscuridad.
† † †
A las trece horas de la tarde, como todos los días, el timbre sonó, indicando la salida. Por los llamados de atención que constantemente recibían los estudiantes, la "avalancha" se fue convirtiendo en filas que caminaban a paso lento, y en orden tratando de no chocar. Como siempre lo había hecho, Astrid fue la última en salir, esta vez, acompañada de su mejor amiga y el hermano de la misma: Brutilda y Brutacio Thorton.
-Oye, ¿me prestas la tarea de matemáticas mañana?- le rogaba su amiga a la Hofferson, mientras ella veía con asco cómo el gemelo se sacaba los mocos sin ningún pudor.
-Puedes hacerla tú.- atajó la joven desviando su vista a la otra chica- ¿Ahora cuál es el problema?- preguntó temiendo por la respuesta.
-Nos da pereza.- respondió Tacio por su hermana, Astrid ya se lo imaginaba, los gemelos son muy honestos, demasiado para gu gusto- Además, no somos muy buenos en esa materia que digamos.- señaló lo obvio.
-Tilda, deberías atender a la clase en vez de pensar en chicos, peor en los pandilleros.- le recomendó a la Thorton, quien llevó una mano a su pecho ofendida- Y tú, Tacio... Bueno, ya ni siquiera sé que decirte a ti.- ella rodó los ojos, mientras hablaba en medio de una risa divertida. El rubio sólo se encogió de hombros, dándole un punto a la chica.
-¡No son pandilleros!- reclamó Brutilda frunciendo el entrecejo.
-No, claro que no.- respondió sarcásticamente- Hasta la gran mayoría son ladrones y se aprovechan de las mujeres, engañándolas.- se cruzó de brazos y también frunció el ceño, recordando su inesperado choque con el ladrón de la semana pasada.
-Bueno… No sé qué decir.- murmuró la gemela desviando la vista a su hermano, quien tampoco sabía cómo ayidarla- ¡No importa! El punto es que nos la prestes, ni más te volvemos a pedir otro favor. Lo prometemos por Loki.- rogó tomándola de los hombros y sacudiéndola.
-Eso dicen siempre.- accedió Astrid a regañadientes.
-¡Muchas gracias! Te debemos una. Nos tenemos que ir; no te olvides mañana.- antes de que la Hofferson les reclamara, los gemelos corrieron hacia el auto de su papá y este se alejó ni bien cerraron la puerta.
-Me deben mil.- se dijo a sí misma.
Mirando a ambos lados cruzó la calle. Solo había pasado una semana desde ese "casi robo" cerca de la escuela. Aunque se decía a sí misma que debía ser valiente y que nada malo le iba a pasar, el miedo la invadía cada vez más. Thor hoy no estaba con ella, maldijo el momento en el cual lo vió cruzar la calle, rápidamente y con temor, se escondió detrás de unos botes de basura. Para su mala suerte fue en vano.
-Vaya, nos volvemos a encontrar.- le dijo el castaño con una sonrisa pícara en su rostro y acercándose con lentitud a donde estaba ella.
-¡Por favor, no me mates!- suplicó con lágrimas ya dificultando su visión- Si quieres mi mochila, tómala y ten por seguro que no le diré nada a la policía. Sólo déjame vivir.- dijo en un intento desesperado por salvar su vida y volver a casa con su mamá.
-¿Matar?- el ojiverde empezó a reír haciendo confundir a la ojiazul- Claro que robo, es verdad, pero jamás en mi vida he matado a alguien.- admitió colocando sus manos en sus bolsillos.
-¿No es una broma, cierto?- la chica alzó una de sus cejas con suspicacia y se alejó de los botes de basura, sin dejar de mirarlo a los ojos y manteniéndose alerta en todo momento.
Hiccup rió un poco más, antes de contestar.
-No, tranquila.- respondió mostrándole a la rubia un destello amigable en el verde de sus ojos- No te haré daño, sólo porque me dio lástima tu cara de asustada.- el muchacho decidió seguir divirtiéndose con ella.
-No estaba asustada.- negó ella de inmediato cruzándose de brazos.
-Si lo estabas.- contestó él con simpleza, pero con una sonrisa de lado en su rostro.
-Bueno ya, un poco.- aceptó ella riendo levemente. Sin embargo, recordó que ya tenía que volver a casa, antes de que su madre se preocupara y enviara a todo un escuadrón de policías a buscarla. Sin mencionar que está teniendo una conversación con un ladrón. ¡Un ladrón!- Ahora mejor me voy, porque aun pienso que me estás engañando.- desvaneció la sonrisa de sus labios e intentó pasar por su lado.
-No lo hago.- refutó el castaño sin dejar su actitud relajada- Y para que me creas, te llevaré a tu casa.- propuso agrandando más su sonrisa.
-¡¿Estás loco?!- exclamó alterada alejándose de él y volviendo a poner una expresión seria- Jamás dejaría que un ladrón me acompañara a mi casa, menos cuando estoy sola.- se defendió ella desconfiada.
-Gracias por el cumplido, mejor vámonos antes de que se haga tarde- al ojiverde no le importaba la negación de la chica, sin dudas cogió su mochila, la cual pesaba, y la llevó- Soy Hiccup.- se presentó.
-Astrid.- la rubia sonó tajante, mientras miraba atentamente cómo caminaba saliendo de aquel callejón y seguía por la calle.
-Bonito nombre.- opinó sin voltear a mirarla.
-Gracias.- agradeció caminando a paso veloz para alcanzarlo y seguir con el camino a su lado. Hiccup la vió de reojo cuando ella lo alcanzó.
En silencio, transcurrieron juntos varias calles.
Ella aún tenía miedo de que le hiciera algo y que solo la estuviera engañando. ¿Y quién sabe para qué? Tal vez para llegar hasta al punto de violarla. Pero su corazón decía lo contrario, latía diferente al lado de él, y le hacía, por más raro que parezca, estar más segura, confiada. Sus ojos verdes como el bosque la hacían perderse en un mundo de fantasías. ¡Alto! ¡¿Qué estaba pensando?! ¡Él es un pandillero! Y eso, definitivamente, significaba peligro para ella. No obstante, algo le ve en especial. Había demostrado que era amable, a pesar de lo que hacía, dejándola evidentemente en la duda de si su vida siempre fue así.
Él también estaba perdido, usó una excusa para estar más cerca de ella, para conocerla mejor. Su corazón, extrañamente, ansiaba protegerla, no sabía por qué, pero así era. Esos ojos azules cuál océano lo dejaban soñando, sin palabras en su cabeza. Por desgracia, le hacían recordar a su familia, aunque ya no los considera así después de todas las mentiras.
Una tormentosa mezcla de sentimientos en los corazones de ambos. Confusión, dudas, confort, confianza y protección. Llegando a la única palabra que, por el momento, no la demostraban; pero sabían que era aquella que los dejaba tan desconcertados, desorientados y llenos de un nuevo y desconocido sentimiento: Amor.
¡Hola hola, genteeeeeeee!
Espero que les haya gustado el capítulo de hoy, lo hice con mucho cariño para ustedes. 💕
¿Les gustó la presentación de Drago? La hice diferente a otros de mis fanfics, además que aquí Johan no es el líder, sino que sólo un secuaz más. ¿Les gustó el inicio de la relación Hiccstrid? ¿Rara, confusa? Claro, una relación de un ladrón con su víctima jamás será normal 🤭.
Bueno, eso es todo por hoy...
¡Nos leemos pronto! 🤍
A_Hiccstrid
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