Preludio
Reki entró por la puerta de Big Kicker con su habitual energía; en el mostrador Oliver parecía revisar una lista, pero apenas escuchar las campanas elevó sus hermosos ojos azules y le sonrió al muchacho.
―Reki ¿Cómo estuvo tu día? ¿Langa fue al entrenamiento? ―cuestionó saliendo a su encuentro, su mano grande y fuerte fue directamente a despeinarle los cabellos granates con cariño.
―Normal y sí, se fue apenas terminó la escuela.
―Bien. Ahora, voy de salida porque una familia pagó por una clase de dos horas, pero ya sabes que entre que se ponen el equipo, y al terminar se lo retiran, seguramente van a abarcar tres. Así que si vez que la tarde va muy floja no dudes en cerrar e irte a casa.
―¿No va a regresar?
―Sí, pero tengo programada una caminata nocturna para seis turistas.
Reki se mordió el labio inferior por dentro, guardándose de gritar que era peligroso, que la nieve ya estaba derritiéndose y los avisos de alud eran cada vez más continuos. Sin embargo, Oliver llevaba viviendo ahí toda su vida y era un profesional, así que si él no estaba preocupado entonces Reki debía confiar en su buen juicio.
―Tenga cuidado ―dijo de todos modos.
―Tranquilo, conozco estas montañas como la palma de mi mano y de algún modo me siento obligado a hacerlo ―comentó mientras inspeccionaba las tablas que iba a utilizar en la clase. ―Estos excursionistas tienen una página o perfil, como sea que le llamen los jóvenes a esos sitios en la red en donde dejan críticas. Son muy populares, así que una mala reseña por parte de ellos y podríamos estar en problemas.
Reki comprendió la preocupación de Oliver, aun así, no le parecía que fuera una buena idea.
―Bien, ya tengo todo, te veré en la tarde o mañana. Cierras bien la tienda cuando te vayas ―indicó Oliver saliendo por la puerta.
Tal y como predijo Oliver la tienda estaba tan sola como el desierto, pero Reki ya había tomado por costumbre que en días así era mejor aprovechar el tiempo practicando su lectura y escritura. Justamente lo que estaba haciendo cuando tres hombres jóvenes entraron por la puerta.
―Bienvenidos a Big Kicker ―se apresuró a atenderlos Reki. ―¿En qué les...
―Buscamos a Oliver ―interrumpió uno de ellos sin una pisca de amabilidad.
―Él se encuentra dando una clase en este momento, pero si lo que busca es un instructor...
―Pagamos por una caminata nocturna ―informó el otro dejando que sus ojos escudriñaran la tienda con recelo.
―Impuntualidad ―dijo el tercero apuntándose al rostro con una pequeña cámara.
Reki apretó las manos en puños, porque esos sujetos no estaban ahí para disfrutar de la experiencia, sino para arruinar a Big Kicker.
―La hora de inicio del recorrido es a las 6:30, y apenas son las cinco ―puntualizó Reki controlando su tono de voz y sus formas.
―Ok, llegamos algo temprano ―dijo el primero. ―¿Qué podemos hacer para distraernos hasta entonces?
Reki no sabía que responder y su incomodidad creció al ver como apuntaban la cámara a él, no podía simplemente soltarse contando chistes con tal de entretenerlos, por otro lado, no importaba a donde los enviara, estos tipos no parecían de los que estarían satisfechos.
―A unos cinco minutos caminando cuesta abajo hay una bonita cafetería, sirven de todo, pero les recomiendo el poutine, es realmente delicioso. Y si no tienen hambre, tal vez como turistas les interese ver el teleférico ―ofreció controlando lo mejor que podía su ansiedad.
Los tres hombres parecieron realmente considerar su opinión, así que agradecieron y salieron de ahí no sin afirmarle que volverían a las 6:30.
Después de aquel horrible encuentro Reki se convirtió en un manojo de nervios. Estaba preocupado por Oliver, porque sujetos como ellos no suelen acatar las reglas o tener en cuenta que están diseñadas para su seguridad. Ellos solo buscarían divertirse mientras exigían que por obra de magia Oliver los mantuviera a salvo sin importar sus negligentes acciones.
Y si algo llegaba a pasarle a Oliver.
Dios, Reki no quería ni pensarlo. Oliver era un hombre maravilloso, una persona que solo merecía lo mejor de la vida. Y era el padre y la piedra angular de la vida de Langa. Su amigo nunca hablaba demasiado, pero las pocas cosas que le contó siempre tenían que ver con su padre. Era como si la vida fuera Langa-Oliver, Oliver-Langa.
La radio de comunicación entre instructores, montañistas y de seguridad ciudadana emitió un zumbido que hizo saltar a Reki, por lo que se apresuró a abrir el canal para escuchar el mensaje.
―A todos se les comunica que el semáforo de alud a pasado a amarillo, extremen precauciones. Repito, se les comunica que el...
Reki se quedó ahí, apenas captando el mensaje mientras su cerebro imaginaba un millón de escenarios en donde todo salía mal y Oliver...
―Reki, estoy de vuelta ―se anunció Oliver entrando por la puerta cargando las tablas que había utilizado para la clase.
Como siempre llevaba esa hermosa sonrisa adornando su rostro, el cabello ligeramente desordenado por el viento y esa mirada amable y cálida que Reki tanto adoraba. Y tras verlo deslumbrante y lleno de vida, tomó una decisión.
―Bu... bue..bueeno ―tartamudeo Reki empezando a recoger sus cosas. ―Entonces... ya me voy a casa.
Oliver parpadeo dos veces al notar el cambio en el chico, sin embargo se abstuvo de preguntar, porque la amistad de Reki y Langa estaba mejorando y Oliver deseaba salir de escena lo más rápida y discretamente posible.
―Ve con cuidado ―dijo despidiéndose con la mano en alto.
Reki salió de ahí a todo correr, tenía penas el tiempo justo para llegar a casa.
Por su parte Oliver se quedó mirando la puerta por largos segundos, luego dejó salir un suspiro. Después de la desastrosa cena en la que prácticamente habían salido huyendo de la casa Kyan, Oliver procuró mantener cierta distancia con su lindo zorro japonés. Reki era tan gracioso y lindo que en varias ocasiones se vio acariciándole la cabeza con cariño antes de incluso racionalizarlo. Simplemente era imposible no tomarle afecto. Reki era un hermoso sol en miniatura, resplandeciente, candoroso y reconfortante. Pero Oliver sabía que debía poner distancia entre ellos si deseaba que la relación con Langa se fortaleciera. Darles espacio para que se conocieran. Porque siendo un adulto y padre, podía notar el vigor y particularidad con que Reki pronunciaba el nombre de su hijo. La casi tímida llama que se encendía en su mirada cada que le hablaba o preguntaba por Langa.
―Solo es cuestión de tiempo ―susurró Oliver satisfecho de ver como el cariño entre ellos iba germinando y estaba seguro de que terminaría por convertirse en algo maravilloso, fuerte y duradero, o al menos eso deseaba.
Con un meneo de cabeza espantó esas divagaciones para concentrarse en sus deberes. Lo primero era limpiar las tablas y comprobar que las sujeciones estuvieran en buen estado para poder guardarlas en la bodega, una tarea que lo demoro cerca de una hora. Lo siguiente era comprobar la ruta de ascenso a la montaña. Pensaba llevar al grupo al mirador Bratt, pues, aunque la subida era dura, la vista desde ahí era impresionante. Además, podría presumir el hecho de que los instructores de Big Kicker eran los únicos con esté destino en sus visitas nocturnas.
Oliver trazo un camino un poco más largo, pero menos accidentado, una vez satisfecho pasó a comprobar su mochila de provisiones, cuerdas, ganchos, tornillos de sujeción, su siempre confiable piolet entre otras cosas, y por supuesto un botiquín básico de emergencia.
Estaba considerando si debía llevar algo más cuando la puerta de la tienda de la puerta se abrió dejando entrar a Reki. El chico parecía muy agitado, por lo que Oliver se acercó a él con la preocupación dibujada en el rostro.
―Reki ―nombró elevando las manos con toda la intención de sujetarlo por los brazos. ―¿Esta todo bien?
―¡Oh! Sí. Sí. Todo bien. Es sólo que olvidé mi patineta.
―Pues yo acabo de acomodar las tablas de la clase y no vi nada ni aquí, ni... ―comentó Oliver haciendo memoria.
―¿Aún piensa salir? Los de seguridad han cambiado a amarillo la alerta de alud ―interrumpió Reki con la esperanza de hacerlo cambiar de opinión.
―Sí, escuché el aviso por radio, pero tomaré una ruta segura. No te preocupes, llevo en esto mucho tiempo y conozco la montaña.
―Pero...
―Reki. Se está haciendo tarde ―apuró Oliver, pero por la mirada asombrada de Reki tuvo que especificar. ―Tu tabla. Estas aquí por tu tabla. ¿En dónde la dejaste?
―Es que... pensé que estorbaba al paso y... la puse en una de las repisas del fondo del almacén ―dijo señalando y luego caminando en dirección a la puerta que daba a la trastienda.
Oliver detuvo su avance con su mano.
―Deja te la traigo yo, está muy alto para ti. Creo haberte dicho que no fuerces tus brazos ―regañó paternalmente mientras avanzaba y buscaba con la mirada el objeto. ―¿Reki, en dónde está? No la veo.
―Está ahí, justo a su derecha.
―Pues no la...
Y la puerta se cerró detrás de él.
―Reki, abre la puerta ―demandó Oliver golpeando con los puños. ―Esto no es gracioso, abre la puerta ―volvió a exigir sintiendo como la ira iba creciendo rápidamente.
―Le deje en la mochila mantas, un termo de sopa caliente y café.
Y efectivamente Oliver podía ver una mochila de buen tamaño que muy a las prisas fue arrojada a un costado de la puerta.
―¿Qué demonios? ―gritó Oliver esta vez pateando la puerta. ―Abre de una maldita vez.
―Lo siento ―se disculpó Reki.
―Vas a necesitar más que eso niño. Abre la puerta, quien te crees para encerrarme. TE DIGO QUE ABRAS. Reki, Reki, vas a arrepentirte de esto cuando salga niño tonto.
Pero ya no hubo respuesta. Por más que Oliver berreo y aporreo no consiguió nada.
Reki por su parte había salido a toda prisa de la tienda, cerrando muy bien, no solo la puerta, sino que por primera vez bajó la cortina metálica que Anna utilizaba solo durante el periodo de vacaciones cuando Big Kicker permanecía cerrada por dos meses. Luego se sentó a un lado a esperar.
Los cinco excursionistas llegaron más o menos puntuales e inmediatamente su gesto de disgusto al encontrar a Reki ahí en lugar de a Oliver esperándolos se hizo notar.
―¿Y Oliver? ―pregunto el que parecía a cargo, mientras que el camarógrafo filmaba.
―Él tuvo un pequeño accidente en la clase de hoy, así que yo voy a ser su guía ―respondió intentando mostrarse seguro y profesional.
―Nos prometió una visita soñada ―dijo una de las dos chicas que ahora acompañaban a los tres truhanes que ya había tenido el disgusto de conocer.
―Si claro, seguramente les habló del mirador Bratt.
―Si, ese ―se emocionó la chica. ―Dijo que no había nada más bonito en kilómetros.
―Espero que haya mencionado que somos la única tienda que tiene ese destino entre sus caminatas nocturnas.
―Si, lo dijo ―afirmo la estrella del programa, porque inmediatamente después de eso se soltó hablando con gran entusiasmo a sus seguidores.
Reki no le tomó importancia, simplemente se puso de pie y comenzó a caminar seguido muy de cerca por el pequeño grupo.
Langa llegó del entrenamiento a eso de las siete, encontrando a su madre muy feliz preparando la cena, pero su padre no se veía por ningún lado.
―¿Y papá? ―preguntó Langa dejando su mochila sobre la silla del comedor.
―Va a regresar muy tarde. Dijo algo sobre una caminata nocturna.
―Pero la temporada de deshielo ya empezó ―se alarmó Langa.
―Langa, tu padre sabe eso. Estoy segura de que piensa solo darles un recorrido por los senderos más firmes. No es como si pensara conducirlos a Bratt. Eso si sería una locura ―dijo muy tranquila Nanako mirando a su hijo para transmitirle ese mismo sentimiento.
―Sí, puede que tengas razón.
―Bien, entonces ve a cambiarte y luego cenamos.
―Esta bien...
Langa se dio una ducha rápida antes de sentarse a la mesa, para entonces su madre ya lo esperaba mientas se entretenía mirando el celular. Sin su padre para mediar entre ellos Langa sentía que el silencio de a poco se iba volviendo algo incomodo.
―Langa ―llamó Nanako como a la mitad de su comida. ―Tu aún estas...
―Mamá ―interrumpió Langa, su padre sabía que estaba viendo a Reki, no solo porque su entrenadora se lo había comentado, sino porque Reki prácticamente le contaba su día a Oliver durante el trabajo. Una idea que al principio le desagradó, pero que luego encontró conveniente, porque eso quería decir que Reki pensaba en él aún estando con Oliver.
Y antes de que pudiera alegar cualquier cosa el teléfono sonó. A disgusto por haber sido interrumpida en un momento importante, Nanako se apresuró a contestar.
―Buenas noches ―dijo ella apenas levantar la bocina
―Nanako, habla Anna, podrías pasarme a Oliver por favor ―pidió la mujer con voz urgente.
―él no está en casa ―respondió comenzando a sentir el miedo creciendo en su pecho. Por el tono de Anna algo muy malo estaba pasando.
―Entonces podría hablar con Langa.
Nanako le hizo señas a su hijo para que tomara el aparato.
―Anna ―nombro Langa para que supiera que la escuchaba.
―Langa, Dios, necesito saber si tu padre aun esta en la tienda y si Reki esta con él.
Langa sintió que un balde de agua fría le caía encima.
―No lo sé. Mamá mencionó que tenía programada una caminata, y Reki... No he sabido de él desde el terminó de la escuela.
―Dios ―gimió Anna. ―Gracias. Comunícame con tu madre.
La bocina una vez más pasó a manos de Nanako.
―Anna. Necesito saber que está pasando ―exigió.
―Esta bien. Pero quiero que tomes esto con calma, no estoy segura de nada, solo... ¡Rayos! yo... quizás solo estoy siendo paranoica y...
―Anna ―exclamó Nanako para que hablara.
―Hace menos de cinco minutos me llamaron al celular los padres de Reki, no ha vuelto a casa, o al menos no lo han visto en todo el día, y no contesta el celular. Llamaron a la tienda, pero solo responde la contestadora. Así que llamaron a los contactos que dejó, a Oliver que tampoco respondió, y luego al mío. Pensé que tal vez Oliver estaría en casa con el celular botado por ahí, pero ahora...
―Ahora... ―presionó Nanako.
―Yo... creo que algo malo pudo haberles pasado, es extraño que ninguno de los dos conteste ni haya llegado a casa. Además... ¿una caminata? Nanako, la alerta por alud esta en amarilla, Oliver nunca se arriesgaría.
―¿Qué me estas queriendo decir?
―No sé, tal vez solo se quedaron hasta tarde y en cualquier momento ellos llegaran a casa, pero y si...
Y en ese momento un sonido aterrador se escuchó del lado de Anna.
―¿Qué es eso? ―preguntó Nanako aunque ya lo sabía.
―Es la alarma para alud, lo están trasmitiendo por los radios de seguridad. Y es uno enorme...
―Mamá ―gimió Langa asustado pues el ruido que salía por el auricular era tan fuerte que aún estando a varios pasos atrás lo escuchaba sin problemas.
―¡Oh, por Dios! Oliver ―chilló Nanako soltando la bocina que quedó colgada mientras ella se aferraba a Langa.
Continuará...
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