No es lo que piensas...



Langa entró a la escuela con su mochila al hombro y una pequeña cajita adornada con un listón azul en las manos. La nieve ya casi se había derretido pues la primavera comenzaba ha hacerse notar. Uno o dos meses más y Big Kicker tendría su muy forzado periodo vacacional, lo que significaba que Reki tendría las tardes libres.

―Buenos días Langa ―saludo Reki con las mejillas rojas, obviamente estaba nervioso por el tipo de respuesta que podría recibir, y no era para menos, ayer se había ido sin ni siquiera despedirse.

―Buenos días ―respondió a duras penas, sabía que tenía que disculparse por haberse ido de manera tan grosera, pero simplemente las palabras estaban a toradas en su garganta.

―¡Ey! Reki, ¿comes con nosotros hoy? Quiero mostrarte un juego en línea que seguro te va a gustar ―dijo Mathew apenas entrar por la puerta del salón corriendo directamente hacia él.

―Es sobre skates ―agregó Barry mientras dejaba sobre la mesa una revista que mostraba un artículo sobre el video juego.

A Reki le brillaron los ojos, los gráficos que se mostraban en las fotografías se veían geniales, y los diseños de personajes eran sorprendentes.

―Puedes incluso personalizarlos y tener duelos online ―comentó Barry muy feliz de ver el entusiasmo ir creciendo en la mirada de Reki.

Langa se dedicó a sacar sus útiles sin querer prestar atención a la conversación, había tenido la oportunidad de tener un amigo y la había echado a perder, Reki iría con ellos y él volvería a comer solo, todo volvería a ser como antes, y eso estaba bien porque nunca necesitó a nadie. Pero, aunque intentara pensar eso, sus dedos apretaban el delicado listón que sujetaban la caja de galletas que su madre había horneado con tanto entusiasmo para que Langa le hiciera un regalo a Reki y tuvieran un agradable almuerzo.

―Yo... Lo siento, pero ya había quedado con Langa ―respondió Reki aparentemente sin mirar al nombrado.

―Bueno, será para después ―dijeron los otros muchachos yendo a tomar asiento porque el maestro acababa de entrar.

Las horas pasaron rápido, ya sea porque Langa estaba muy nervioso de ver llegar la hora del almuerzo, o porque estaba aterrado al no saber cómo iba a disculparse con Reki, hasta consideró solo dejarlo pasar, actuar como si la tarde de ayer nunca hubiera sucedido.

Llegado el almuerzo Reki se puso de pie, tomo su caja de almuerzo y su mochila y salió del salón. Langa lo siguió pensando que se dirigía hacia la azotea nuevamente, lo cual era agradable pues ahí hablarían sin miradas indiscretas o interrupciones. Grande fue su sorpresa al ver qué en lugar de subir, Reki iba hacia abajo.

―Reki ―llamo Langa.

Reki se detuvo en secó ante su voz, como si se hubiera convertido en piedra. Langa bajo los pocos escalones que los separaban notando el nerviosismo en el otro muchacho.

Reki estaba temblando, había pensado en huir lo más rápido que sus piernas le permitieran, pero al parecer no fue suficiente. Estaba tan apenado y lo que menos deseaba era enfrentar la mirada de odio de Langa. De hecho, se permitió tener una leve esperanza, intentó creer que Langa jamás noto sus sentimientos por Oliver, por eso cuando lo invitaron a pasar el almuerzo se negó, pero tras la fría indiferencia no solo al saludarlo, sino la tensión que generó en Langa cuando afirmó que comerían juntos, le hizo saber que se había equivocado. Langa era lo suficientemente maduro y amable para no humillarlo, para no gritarle ahí mismo que era un depravado y que se alejara de su padre, pero no podía esperar más de él.

Reki había aguantado las horas mordiéndose la mejilla interna para no girar en dirección a Langa y disculparse mientras le aseguraba que renunciaría en Big Kicker y se mantendría lejos de su familia. Pero cuando sonó la campana el miedo de enfrentarse a Langa fue tan grande que no pudo hacer nada más que correr. Era un cobarde y lo asumía, sin embargo, estaba más allá de él negar sus sentimientos, y lo mucho que deseaba seguir viendo a Oliver. Y por ese lado quizás si merecía los reclamos del otro muchacho.

Escuchó cada paso que dio al descender por la escalera, y solo hasta que sintió su presencia cerniese sobre él, Reki se soltó vomitando toda la disculpa que había estado rumiando solo en su mente hasta ese momento.

―De verdad lamento haber dicho que comeríamos juntos, y te prometo no volver a acercarme a ustedes, yo nunca quise que esto pasara, yo solo... ―y sin poder evitarlo las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. ―Soy un asco ―se ofendió él mismo, porque debía ser cierto en más de un sentido, aun más en ese momento con el rostro escurriendo en lágrimas y mocos debía verse patético. ―Y lamento que hayas tenido que soportarme, lo siento... de verdad lo siento...

Reki no quiso mirar, ni escuchar e hizo lo que pensó desde el principio, corrió con todas sus fuerzas, sin mirar atrás solo encerrado en su vergüenza y dolor.

―Reki ―llamó Langa demasiado tarde, entre la veloz diatriba en japonés de Reki, y su propia incapacidad para entenderlo con fluidez lo único que realmente llegó a captar fue la disculpa y uno que otro insulto que no llegó a comprender a quien iba dirigido. Pero por sobre todo le estrujó el corazón verlo llorar de esa manera tan desgarrada.

Reki no volvió para las clases de la tarde, y por medio de su padre se enteró que tampoco fue a trabajar.

Langa estaba demasiado perdido, no entendía como todo se había ido al traste tan rápido. Era como si su almuerzo con Reki solo hubiera sido algún tipo de sueño efímero que al despertar se esfumó.

―nga... anga... LANGA ―nombro Oliver mirando a su hijo. La cena ya había terminado y él seguía ahí sosteniendo la cuchara como si en ello le fuera la vida. ―¿Esta todo bien?

Langa se mordió el labio y los ojos comenzaron a picarle, signo inequívoco del llanto. Luego se puso de pie y sin pensarlo, solo guiado por la enorme necesidad de afecto se lanzó a sus brazos. Su cuerpo temblaba entre los fuertes brazos de su padre y las lágrimas se deslizaban silenciosas mojando el suéter tejido que tan bien le quedaba.

―Tranquilo Langa, estoy aquí ―murmuró apretando su agarre mientras acariciaba sus cabellos. ―Todo va a estar bien. Si me dices que pasó voy a intentar...

―Reki ―gimió Langa sintiendo un enorme nudo en el pecho con solo decir su nombre. ―Reki, me ha estado evitando. ¿Por qué me duele tanto si apenas nos conocemos? ―preguntó Langa llevando sus manos a su pecho. ―Es como si todo hubiera dejado de tener color, sabor y olor... es un vació tan doloroso.

Oliver sonrió tristemente al comprender y encajar con la figura de Reki todo aquello que Langa le contó, estaba feliz de que su hijo al fin pudiera experimentar un sentimiento tan hermoso como el amor, pero era triste que no pudiera verlo por él mismo. Todo esto solo había llegado a confirmar lo que Oliver ya suponía. Su pequeño Langa era un neófito sentimental e iba a costarle mucho aprender a abrirse con las personas.

No es que le molestara, más bien le preocupaba pensar en su futuro, cuando tuviera que relacionarse con sus compañeros de trabajo, o sin ir más lejos, buscar un empleo.

Sabía que Langa deseaba dedicarse igual que él al snowboard a nivel profesional, pero nuevamente el problema serían las relaciones públicas.

En ese aspecto Reki era maravilloso y Oliver pensó que el indicado para ayudar a Langa, aunque en realidad nunca se imaginó este resultado. Langa con su falta de emotividad estaba frustrado al no poder darse a comprender y Reki con su arrolladora sensibilidad estaba magnificando cada pequeño desaire.

Un desastre colosal se dijo Oliver. Lo rescatable de esta situación era que ambos eran niños buenos y sería fácil convencerlos para que hablaran. Lo malo es que Langa estaba enfrascado en tachar de amistad algo mucho más grande y que a la larga solo iba a seguir lastimándolo, porque Oliver acababa de enterarse de lo celoso que podía ser su hijo.

Sin darse cuenta Langa no solo estaba molesto porque otros deseaban hablar con Reki, estaba enojado con cualquiera que pudiera atraer su atención, incluido él, su padre.

Langa tenía que descifrarlo por sí mismo, pero si esto tardaba demasiado podría llegar a herirse o a Reki en el proceso.

Oliver mantuvo a su hijo en su regazo permitiéndole desahogar cada cosa atorada, mientras Nanako sigilosamente pasó de la cocina a la recámara en donde esperó paciente para saber lo sucedido.

Ella comprendía que Oliver y Langa compartían una relación muy estrecha y especial, sin embargo, como madre le dolía no contar con la confianza de Langa. El no poder sostener a su hijo y enjugar sus lágrimas era un pesar que se había guardado desde hace mucho, porque ella deseaba ser partícipe de su vida y no solo espectadora. Porque siendo sinceros, ella dejo de compartir cosas con Langa desde los siete años, cuando él decidió que fuera Oliver quien lo acompañara a comprar su ropa, lo llevara a la escuela, le preparara los alimentos, le contara un cuento a la hora de dormir, jugara con él, y lo que estrecho aún más su relación fue el snowboard. Ellos se iban a veces temporadas completas, se enfrascaban en entrenamientos durante las competencias, y ella solo esperaba para verlos volver.

Los amaba a ambos, pero sinceramente desearía ser un poco más apegada a Langa.

Y estaba pensando en eso cuando la puerta del dormitorio se abrió. Oliver tenía la cabeza gacha y los ojos tristes.

Nanako se apresuró a envolverlo en un abrazo reconfortante y esperar a que él le contara cual era el problema.

―Esa niña tonta se ha atrevido a rechazar a mi Langa ―farfulló Nanako con la ira creciendo dentro de ella. ―Porque si es así... ―amenazó con los ojos flameando de ira.

Oliver le sonrió cálidamente y negó con la cabeza antes de jalarla en dirección a la cama, en donde con un gesto amable le indicó que se sentara.

―Nanako, Langa... ―y Oliver torció la boca al no saber cómo exponer la situación. Inhalo y exhaló ruidosamente y tomando las manos de su esposa dijo lo que más le pesaba en el pecho. ―Creo que Langa está enamorado.

―Eso se le nota a simple vista ―rio ella.

―El problema no es ese, sino que él no parece entender la diferencia entre desear una amistad o algo más. ―Y antes de que ella pudiera replicar, Oliver elevó la mano pidiéndole que lo dejara continuar. ―Me preocupa pensar el motivo de esa negación.

―¿Por qué iba a estar en negación en primer lugar?

―Porque se trata de un chico ―soltó al fin Oliver.

Nanako abrió cuanto pudo los ojos, sus labios se despegaron como si fuera a dar un grito que nunca salió de su boca y toda ella pareció sufrir un colapso y reinicio de su sistema nervioso.

―Es... es... o Dios ―gimió ella parpadeando varias veces. ―Tal vez estas equivocado y Langa...

―Nanako, tu misma acabas de decirlo, se le nota a simple vista. Langa nunca antes mostro interés por nadie, así que es normal que conceptualice sus sentimientos como amistosos cuando no tiene punto de comparación y los estándares románticos más aceptables son heterosexuales.

―¿Y qué vamos a hacer Oliver? ―chilló ella aferrándose al pecho de su esposo con dramatismo.

―Lo que hemos hecho siempre, amarlo, apoyarlo y ser lo más comprensivos que podamos.

―Pero... pero... ―y la angustia en el rostro de ella hizo sentir un poco de miedo a Oliver, porque nunca, jamás llegó a considerar el repudió por parte de Nanako. ―¿Pero cómo vamos a convencer a ese niño de que le dé una oportunidad a nuestro Langa? Es decir, con una chica siempre podíamos apelar a los regalos, ya sabes que las mujeres amamos los detalles. Pero un chico... hay Dios, y le llevó galletas, ¿y si por eso lo rechazó? ¡Quizás pensó que Langa era muy domestico! OLIVER...

Y todo lo que dijo hizo a Oliver volver a enamorarse. Nanako era maravillosa y perfecta, por lo que no pudo contenerse y la abrazó con todo su amor.

―Reki es muy sencillo de complacer, y estoy seguro solo es cuestión de que hablen.

―¿Reki? ―exclamó Nanako ―¿El mismo Reki que tu adoras porque es una especie de pequeño zorro japonés? ¿El Reki que me robó tu atención por varias semanas?

Oliver asintió.

―Oh Dios mío, padre e hijo tienen los mismos gustos ―se quejó Nanako juguetonamente.

―Que puedo decir, los japoneses son lindos ―afirmó besando a su esposa.

Ella se abrazó a Oliver, estaba feliz de tenerlo, porque de no ser así quizás habría entrado en pánico y arruinado las cosas para ella y Langa.

―Creo que puedo ayudar a Langa, aunque primero deberás convencerlo de decirme que le atormenta ―dijo Nanako feliz de poder al fin aportar algo a la situación de su hijo.

Oliver asintió con la cabeza, porque estaba seguro de que no le iba a ser muy difícil, en este punto el pobre Langa estaba desesperado por ayuda.

A la mañana siguiente Nanako como de costumbre se levantó para preparar el desayuno, era fin de semana y estarían en casa los tres. Con un poco de pereza se movió por la cocina para poner a funcionar la cafetera y asomarse al refrigerador en busca de que preparar. Y en eso estaba cuando sintió las dos presencias masculinas paradas detrás de ella, eso fue rápido pensó conteniendo la sonrisa que se le escapaba de los labios, y que ocultó a prisa cuándo Langa carraspeo con la garganta para llamar su atención.

―Mamá, hay algo que quiero contarte...

Nanako intentó mantener la calma mientras escuchaba, aunque internamente estaba a nada de entrar en pánico. ¡Dioses! Langa de verdad estaba perdido en cuanto a relaciones sino pudo entablar más allá de una conversación con ese chiquillo que parecía querer ser amigo de todos.

En teoría debió ponérsela fácil y concordaba con su hijo cuando este término con un...

―Creo que la embarre...

Nanako suspiró, antes de comenzar a explicarle a Langa que los japoneses son un poco más rígidos en cuanto a relaciones y que de hecho entablan amistades y relaciones románticas basándose en una serie de aspectos. Por ejemplo, a las chicas les gustan los hombres con buen carácter, amables y dulces. Trató de explicarle sin ahondar demasiado que para conquistar a una japonesa es importante cuidar su aspecto sin llegar a ser demasiado femenino. Aprender algo de su cultura también le ayudaría, aunque esa parte estaba cubierta pues hablaba si no con fluidez, al menos si lo suficiente del idioma y respetaba por crianza algunas normas de etiqueta. Le aconsejó no presionar para llevar la conversación a temas personales, además de no ser susceptible. Un consejo que tal vez llegó demasiado tarde tomando en cuenta la situación.

―Y por último, ―dijo ella mirando a Langa directamente a los ojos. ―Para nosotros como cultura es muy importante la familia, y sobre todo la opinión de nuestros mayores, así que si logras conocer a sus padres y a ellos les agradas, ten por seguro que estas del otro lado ―aseguró Nanako elevando el pulgar.

―Por suerte yo conozco a su papá ―se vanaglorio Oliver. ―Así que puedo presentártelo. Lo haremos parecer una casualidad, después de todo su hijo trabaja conmigo, puedes estar ahí casualmente cuando pase a recoger a Reki el domingo por la noche ―y le guiño un ojo a su hijo.

Langa no sabía que decir, tanto apoyo de parte de sus padres lo hacía sentir que podía volver a intentarlo. Había empezado con el pie izquierdo su relación con Reki, pero aun había esperanza para remediarlo.

―Gracias ―Langa en ese momento amaba aún más a sus padres.

Mas tarde ese mismo día Oliver paso casi todo el día intentando localizar a Reki por teléfono. Pues apenas llegar a Big Kicker a media mañana, Anna le informó que Reki había telefoneado para informarle que estaba enfermo y que no podría asistir por al menos tres días. Una excusa que Anna no se creyó, pero estaba dispuesta a darle un respiro al chico por si tenía asuntos escolares o familiares que resolver.

Pero dada la situación en que Reki dejo la escuela, Oliver estaba irremediablemente preocupado del silencio del chico.

Si algo llegaba a pasarle a Reki, Langa nunca se lo iba a perdonar, sin importar que no tuviera nada de culpa.

―Anna, en la solicitud de empleo Reki escribió su dirección, ¿Podrías dármela?

Anna al principio estaba dudosa, pero estaba hablando de Oliver y por lo tanto él tendría una buena razón para pedírselo.

Con una enorme preocupación en el pecho Oliver salió de Big Kicker con la firme intención de no parar hasta encontrar al adolescente.

Estaba en eso cuando su teléfono timbró, Oliver consideró ignorar la llamada hasta que vio el nombre de Langa en la pantalla.

―Dime...

―Papá, ¿Reki está contigo? Tal vez debería ir ahora mismo y...

Oliver consideró mentirle a Langa, después de todo no estaba seguro si Reki dijo la verdad, el muchacho bien podría estar en su casa debido a una gripe, pero ¿y sí no era así? Lo mejor era ir con la verdad por delante, de todos modos Langa manejaba mejor la franqueza.

―No llegó a trabajar, le dijo a Anna que se encontraba enfermo, pero... ahora me estoy dirigiendo a su domicilio solo para estar tranquilo.

― Quiero ir contigo ―solicitó. ―Puedo pasar a comprar algo de fruta y llevarla como regalo.

Oliver pensó negarse, no había tratado a nadie de la familia Kyan más allá de un saludo cortes al padre cuando pasaba a recoger a Reki, y no quería arriesgarse a que les negaran ver al chico. Un desprecio que Langa no tomaría bien.

―Por favor papá, necesito verlo ―suplicó con tono tan necesitado que Oliver terminó cediendo.

―Esta bien, pero si Reki está enfermo, probablemente no nos permitan verlo ―advirtió solo para que su hijo fuera barajeando dicha posibilidad.

―Solo quiero comprobar que este bien ―acotó Langa con seguridad.

―Tienes donde anotar... ―y Oliver le dictó a su hijo la dirección. ―Te veo ahí.



Continuará...

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