Infortunio


Reki caminaba con la cabeza gacha, en estos días la nieve había disminuido lo suficiente para poder usar su patineta, el snowboard era grandioso, pero el skate fue su primer amor y poder volver a montar una tabla le aligero el corazón.

Estaba cansado porque había dormido muy poco, cada vez que cerraba los ojos sus sueños rápidamente lo devolvían a esa penosa tarde en que Langa lo miró casi con desprecio, para luego lanzarlo a la mañana siguiente en que lo ignoró.

Se atormentaba imaginando a Langa contándole a su padre sobre su enamoramiento, Oliver seguramente se reiría de él. Un hombre tan maravilloso jamás pondría los ojos en alguien tan insignificante.

Y lo peor de todo era que de verdad le agradaba Langa, por un segundo creyó haber encontrado un amigo. Se veía compartiendo secretos, andando en patineta o haciendo snowboard, haciendo pijamadas, apoyándose mutuamente. Una bonita fantasía que se quebró mucho antes de empezar y todo por culpa de su infantil enamoramiento.

―Ey miren lo que encontré ―dijo una voz a la espalda de Reki, una que durante un buen rato le causó pesadillas. ―Eres el chinolo de la otra vez. Vaya, vaya... te vez mejor ahora.

Reki disimuló en lo posible el temblor de su cuerpo, estaba asustado hasta la médula, pero no pensaba demostrarlo.

―¿Qué te parece si repetimos lo de la última vez? ―preguntó otro cerrándole el paso para que no intentara escapar. ―La verdad me divertí mucho.

Reki se mordió el labio, debía mantener la calma y esperar por una oportunidad, aunque... sí desaparecía, también lo harían los problemas que había causado. Su madre jamás tendría que enterarse de su crush por el agradable hombre que lo salvó. Y su padre no pasaría vergüenza frente a nadie cuando tuviera que explicar por qué su único hijo jamás tuvo descendencia. Incluso podría llegar a ser un obstáculo para que Koyomi encontrara pareja, porque si tenía en la familia a un raro, quien les garantizaba que sus hijos no fueran a salir igual, y el mismo caso iba para Nanaka y Chihiro.

Era una mierda total y solo iba a traer desgracia a su familia.

Su cabeza estaba tan llena de eso que el primer golpe ni siquiera lo vio venir, cuanto menos el segundo o el tercero. Dios, ya había olvidado lo mucho que dolía, pero de alguna retorcida manera se sentían bien, correcto, porque era una escoria que merecía ser molido a golpes y borrado de la faz de la tierra.

―¿No vas a defenderte? ―preguntó uno de ellos. ―Le estas quitando toda la diversión ―dijo antes de soltarle una buena patada en las costillas.

―Si no vas a pelear, que te parece si nos movemos al siguiente nivel ―agregó otro sacando una navaja. ―Sujétenlo ―ordeno el del cuchillo y los otros dos lo tomaron por los brazos para impedirle moverse. ―Ahora respira profundo chinito, porque esto va a doler un poco.

Reki trago aire antes de sentir como la carne de su brazo se abría con el rápido tajo del metal. Quería gritar, pero le habían cubierto la boca.

―Me encanta ver el terror en tu rostro, tus ojos me miran como nunca miraran a nadie más ―murmuró el sujeto presionando la navaja en el otro brazo de Reki. ―El olor y sabor de la sangre... el miedo... son tan maravillosos.

Reki se retorció queriendo soltarse sin lograrlo.

―Esta vez, si vamos a llegar hasta el final y vas a disfrutarlo ―aseguró el que se aferraba a su brazo derecho.



Langa miró detenidamente las frutas expuestas, la verdad se había ofrecido a comprar el presente para la familia Kyan sin considerar que en realidad nunca hizo las compras, y no tenía ni idea de lo que debía adquirir. Es decir ¿había alguna clase de regla sobre el tamaño o cantidad? ¿era igual regalar un melón, o una sandía a unas cuantas peras o naranjas? ¿El precio también era un atributo? ¿Si compraba las más costosas se vería un tanto presuntuoso?

Miles de preguntas para las que Langa sinceramente no tenía como contestar, estaba completamente perdido.

Al final Langa adquirió dos bolsas que según su razonamiento su padre podría acomodar según fuera conveniente, si era mucho podrían regalar una y la otra llevarla a casa. Solo esperaba que la mayoría de sus adquisiciones fueran correctas.

Y mientras subía la cuesta para encontrarse con su padre, comenzaba a replantearse el razonamiento que le hizo comprar una sandía de cinco kilos, en su defensa diría que consideró que tres hermanas menores, dos papás y Reki eran una cantidad de personas a tener en cuenta a la hora de compartir alimentos.

Y estaba aún cavilando si los Kyan podrían ofenderse por que dos extraños llegaran a su casa cuando un jadeo doloroso le llegó a los oídos.

Langa intentó ubicar de dónde venía el sonido, porque a partir de la primera queja, el volumen y la repetición parecieron aumentar. Por un momento pensó en alejarse de lo que a sus ojos era un asalto o tal vez un ajuste de cuentas entre porros, después de todo lo que menos deseaba era meterse en problemas con vándalos, pero el pensar en que quizás algún día él llegara a necesitar de la ayuda de un extraño, le hizo apretar las manos y tomar todo el valor que tenía para acercarse al grupo de cuatro personas que intentaban ocultarse en el estrecho callejón.

Los gemidos se escuchaban estrangulados y aun así dejaban ver el dolor por el que eran exhalados. Langa quiso retroceder, el pulso le martillaba apresurado y las manos le sudaban.

Pero apenas acercarse la cruel estampa que lo recibió fue tan dolorosa, que sin pensarlo Langa precipitó la enorme sandía contra la cabeza del sujeto que deliberadamente cortaba a Reki lentamente para hacerlo sufrir. Los otros dos sobresaltados al ver como su amigo era noqueado por el esférico verde soltaron a Reki casi lanzándolo al piso para centrarse en Langa.

―Vas a pagar por esto ―amenazó uno de ellos sacando de entre sus ropas una navaja de bolcillo, al tiempo en que el tercero tomaba la que el desmayado había dejado caer.

Ambos sujetos se fueron acercando a Langa que retrocedió un par de pasos, sus sonrisas sórdidas lo iban a perseguir en sus pesadillas, pero incluso antes de que pudieran atreverse a soltar un solo ataque, Reki se puso de pie y tacleo por la espalda a uno de ellos, con tan buena suerte que el hombre terminó estrellándose contra el muro y su cabeza rebotó con tal fuerza que lo dejó fuera de combate.

El cuerpo de Reki tiritaba de dolor e ira, la adrenalina era lo único que lo mantenía en pie, y sus ojos ámbar que a Langa le parecían tan hermosamente felinos en ese momento parecían jurar una promesa de muerte contra el pobre sujeto que sin sus amigos estaba desesperado por escapar.

Reki estaba furioso, a él podían hacerle cualquier cosa, porque era un despojo, una mierda que solo servía para provocar dolor, pero Langa... Langa era diferente, él era maravilloso y Oliver iba a sufrir mucho si llegaban a herirlo. Oliver no merecía sufrir una pérdida ni el tormento de ver a Langa herido, y Reki iba a impedirlo.

―NO TE ACERQUES ―gritó al ver como Reki caminaba a paso tembloroso, era como un zombi que solo se mueve por impulso. ―Lo digo enserio ―amenazó apuntando con el cuchillo a Langa.

El chillido de una patrulla se escuchó a la distancia y el hombre nervioso giró la cabeza en esa dirección, una distracción momentánea que fue suficiente para que Reki sujetara su tabla de skate y prácticamente abofetear al maleante hasta volverle el rostro y hacerlo derrumbarse ahí mismo.

Langa al ver eso no dudo en salir del callejón para hacerle señas a la policía, porque sin duda iban a necesitar ayuda. Si solo huían esos tres después podrían buscar venganza y Langa no pensaba exponer a Reki ni a él mismo. La patrulla se detuvo y dos oficiales bajaron del vehículo, Langa no dudo en contar a grandes rasgos lo sucedido mientras los conducía directamente a los rufianes, una acción que no le llevo más de tres minutos, pero que fueron eternos para Reki que se dejó caer sin gracia en el piso porque las fuerzas lo abandonaron por completo.

Los oficiales al ver la condición de Reki colocaron un torniquete en sus brazos, decidiendo que uno llevaría a los chicos al hospital más cercano mientras el otro se hacía cargo de los tres hombres.

Langa se subió a la patrulla y el oficial con cuidado depositó el cuerpo de Reki quien parecía un muñeco desmadejado sobre su regazo.

Mientras conducía por radio se comunicó a emergencias, necesitaba que atendieran a Reki lo más pronto posible.

―Presenta dos heridas por arma blanca. Ha perdido mucha sangre ―informó el oficial mientras conducía lo más rápido que podía. ―¿Es tu amigo? ―preguntó el uniformado una vez dejo el radio, a lo que Langa solo pudo responder con un asentamiento de cabeza. ―Intenta hablarle, debes mantenerlo despierto al menos hasta que lleguemos al hospital. Y si tienes como avisarle a su familia mejor.

Langa sacó su teléfono con las manos temblorosas, en el marcado rápido localizo el contacto de su padre y a trompicones apenas respondió, le contó lo sucedido con la voz titubeante y que iban de camino al hospital.

―Voy para allá ―dijo Oliver.

Continuará....

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