Grandes mejoras



El oficial aparcó prácticamente con un rechinar de llantas, bajó de la patrulla, abrió la puerta trasera para tomar el cuerpo de Reki y colocarlo sobre la camilla que los paramédicos ya tenían preparada. En menos de dos segundos Langa lo perdió de vista.

―Chico, necesito que seas fuerte, voy a precisar tu declaración y debes estar seguro de lo que dirás ―dijo el policía mirando a Langa directamente a los ojos, como si buscara confirmar que estaba entendiendo.

Langa asintió con la cabeza un tanto aturdido porque estaba a nada de correr tras Reki. Comprendía que hacer tal cosa solo retrasaría la ayuda que tan desesperadamente necesitaba, es que estaba fuera de su control ese impulso de querer estar con él.

―Pero como eres menor de edad tendrás que llamar a uno de tus padres ―agregó el oficial no muy seguro de si Langa puso atención.

―Mi papá viene para acá ―informó Langa con una voz tan neutral que el policía estuvo a nada de pedir una revisión psicológica para él, después de todo era increíble que estuviera tan calmado tras un ataque.

―Eso es genial, vamos a la sala de espera ―invitó el policía con la firme intención de vigilarlo.

Langa lo siguió obedientemente. Al entrar se acomodaron en una de las butacas vacías del fondo mientras el olor de antiséptico se hacía notar. Había poca gente y casi ninguna conversaba, un silencio aterrador que siempre precede a las malas noticias.

Diez minutos después Oliver entro por la puerta, todo él reflejaba lo angustiado que se encontraba. Apenas ver a Langa corrió a estrecharlo entre sus brazos. Estaba aterrado de solo imaginar que hubieran herido a su hijo. Y aunque apreciaba a Reki y lamentaba por lo que había tenido que pasar, ver a Langa lastimado seguía siendo su peor pesadilla, porque Langa era su vida, todo su mundo.

―¿Estas bien? ¿Te hirieron? ―dijo buscando la confirmación a pesar de que a simple vista no parecía tener ni un solo rasguño. En los ojos de su niño había una mirada que Oliver jamás vio, era miedo, dolor... desesperación, o tal vez una amalgama de todo eso.

―Estoy bien ―aseguró Langa sonriéndole tristemente antes de volver a buscar consuelo en los brazos de su padre, que no dudó en dárselo.

―Gracias por ayudar a mi hijo ―dijo haciéndose notar un hombre castaño de lentes e interrumpiendo el momento y Langa supuso era el padre de Reki. ―De verdad, no sé cómo pagarte, le has salvado la vida.

Langa negó con la cabeza, si era honesto, en realidad fue Reki quien terminó protegiéndolo.

―Reki fue muy valiente ―argullo con la cabeza gacha.

El uniformado se mantuvo al margen permitiendo antes que nada que padre e hijo se calmaran mutuamente, y tomó nota del tercer hombre y su parentesco con el afectado para más tarde. Soló hasta que consideró que estaban un poco más centrados se permitió hablar con Oliver, y pedirle permiso para tomar la declaración de su hijo porque era muy importante tener fundamentos para detener a los tres hombres y deslindar responsabilidades, ya después cuando Reki se encontrara mejor y pudiera no solo declarar, sino identificarlos los procesarían.

―Langa, Oliver ―llamó Nanako desde la puerta que daba al interior del hospital.

―¿Mamá, sabes algo de Reki? ―preguntó Langa corriendo a abrazar a su madre, en su pecho aleteaba la leve esperanza de que estuviera al menos fuera de peligro.

―Perdió mucha sangre, y las suturas de sus brazos han requerido de siete puntadas para cada una ―contó desanimada. La verdad, aunque no conocía en persona a Reki, haber escuchado de parte de Oliver lo animoso y brioso que era y luego ver a Langa tan entusiasmado, casi contagiado con esa desbordante energía, solo para conocerlo en un estado tan lamentable le apretaba el corazón. Un niño como él jamás debería verse frenado en una cama de hospital, cuanto menos por un trio de maleantes xenófobos.

―Pero estará bien ―casi suplicó una confirmación el padre de Reki, sus manos se estrujaban con tanta desesperación que Nanako no pudo menos que sentir su miedo de escuchar lo contrario.

―Si, él estará bien ―confirmó ella viendo al padre respirar aliviado e ir a derrumbarse en una de las tantas butacas de la sala de espera y llorar. Oliver empático se acercó a él para brindarle su silencioso apoyo.

―¿Puedo verlo? ―preguntó Langa, estaba desesperado, casi neurótico por comprobar con sus propios ojos a Reki.

Nanako lo pensó un segundo, muy sorprendida por la necesidad que leía en los ojos de Langa. Por lo que aun contra su buen juicio tiró de él discretamente para llevarlo dentro sin que nadie lo notara.

Langa conocía el hospital y a varias de las compañeras de su madre, así que cuando Nanako le pidió que entrara a la lavandería a mudarse de ropa, sabía exactamente qué hacer. No tardó ni cinco minutos en salir vistiendo el uniforme de los voluntarios. Su madre asintió con la cabeza dando su aprobación mientras tomaba rumbo con el mayor disimulo a la habitación del joven Kyan.

―No te tardes mucho ―indicó abriendo la puerta y empujando a Langa dentro apenas llegar.

Era extraño estará ahí, todo su cuerpo se había petrificado frente a la imagen que era Reki tendido en la cama, y conectado a varios tubos que le suministraban sangre y suero. La piel de su rostro mostraba un blanco casi mortecino y sus labios tenían un tono morado, como si tuviera mucho frio. Hasta su cabello que parecía desafiar la gravedad caía sin fuerzas sobre la almohada.

―Reki... ―Langa deseó más que nada que abriera los ojos, que lo mirara y le sonriera como ese día que almorzaron en la azotea. ―Reki... ―murmuró dejando que su llanto asomara silencioso, porque no sabía cómo ayudarlo, que hacer para salvar el enorme abismo que se había formado entre ellos. ―Yo... lo que dijiste ese día... no sé, no llegue a comprender... solo sé que verte llorar fue horrible. Reki ¿Qué estoy haciendo mal? Solo quería pasar tiempo contigo, hablar y hacer snowboard, tal vez aprender skateboard, ese almuerzo que compartimos fue maravilloso y...

―Entonces no estas enojado ―dijo en apenas un hilo de voz Reki, abriendo muy levemente los ojos. A la vista de Langa se veía tan cansado, débil... frágil.

―No, Reki, yo no podría ―se apresuró a decir Langa desapareciendo la distancia entre él y la cama para sujetar en un movimiento desesperado la mano del pelirrojo. Esta muy fría, pensó Langa.

―Creí que me odiabas ―confesó Reki con las lágrimas apenas contenidas. ―Que ibas a pedirme desaparecer de tu vida y de la de Oliver-san porque yo...

―Reki, eso ya no importa ―interrumpió al propósito Langa, porque algo le decía que si escuchaba la conclusión de esa frase algo muy malo iba a pasar y no pensaba permitirlo. ―¿Podemos empezar de nuevo? ¿ser amigos? Te prometo que intentaré ser un poquito más claro con lo que pienso, digo y expreso, yo... ―propuso permitiéndose mostrar una tímida sonrisa, que era la respuesta más sincera a la que Reki dibujó en sus labios al escucharlo.

―Eso suena maravilloso ―suspiró cerrando los ojos porque aquella corta conversación lo había agotado demasiado, una acción que al principio asustó a Langa y casi lo hizo lanzarse al botón junto la cama para pedir por un médico, afortunadamente un segundo antes de ceder a su miedo se percató que Reki solo dormía.

―Langa, ya debes retirarte ―llamó Nanako desde afuera.

Langa fue conducido de nuevo a la lavandería para mudarse las ropas, y luego a la sala de espera en donde ella despidió a los tres hombres asegurándoles que mañana les permitirían ver a Reki, además de prometer hacerse cargo de él personalmente y llamarlos de inmediato por cualquier eventualidad.

Oliver y Langa se despidieron en la entrada del hospital de Toshio Kyan. El hombre parecía mucho más tranquilo ahora, y Langa reconoció de inmediato el parecido con Reki, ambos tenían la mirada cálida y amable.

―Una vez más, muchas gracias por ayudar a Reki, Langa. Y gracias por avisarnos y acompañarme Oliver ―e hizo una dogeza profunda.

―Toshio, por favor, no es necesario, a Langa y a mi nos agrada mucho Reki. En el poco tiempo que llevamos de conocerlo se ha vuelto casi parte de la familia ―afirmó Oliver.

Y ante este comentario Langa se crispo debido a las miles de implicaciones de la frase, y las muchas imágenes mentales que en menos de un segundo asaltaron la mente del pobre Langa.

Parte de la familia, repitió en su cabeza mientras se imaginaba a él y a su padre llegando del trabajo para encontrarse a Reki con un bonito delantal ayudando a su madre a hacer la cena. Hacer snowboard los tres, Langa luciéndose frente a Reki mientras este elogiaba sus giros y piruetas, enseñarle paso a paso como hacer cada una y atraparlo entre sus brazos cada que perdiera el equilibrio. Luego cuando Reki fuera experto le mencionaría la posibilidad de inscribirse a las carreras de relevos. Las pijamadas en donde podrían charlar hasta altas horas de la noche, y aunque era poco probable, si le temía a la oscuridad o a los relámpagos, Langa estaba muy dispuesto a proporcionarle la seguridad de su regazo.

―... ga... anga... LANGA ―gritó Oliver para traerlo de regreso a la realidad. Lo cual termino en un rojo intenso cubriendo toda su cara pues ambos adultos lo miraban con diversión.

―Entonces mi esposa y yo los esperamos ―afirmó Toshio despidiéndose una vez más antes de marcharse.

―Nos espera... ―jadeó Langa con los ojos bien abiertos y brillantes.

Oliver sonrió aguantándose de hacer algún tipo de baile de la victoria, ni siquiera cuando ganó el Grand Prix en Cypress Mountain sintió esa euforia. Aun así, se permitió arrastrar a Langa una o dos cuadras lejos del hospital antes de abrazarlo y elevarlo por los aires mientras daba vueltas.

―Nos ha invitado a cenar para cuando Reki sea dado de alta. ¿Sabes lo que eso significa? ―preguntó su padre con retintín al tiempo en que elevaba las cejas. ―Estamos del otro lado Langa. Ahora Reki no podrá deshacerse de nosotros.

Langa tenía la boca abierta y aun gorrión inquieto aleteando con furia atrapado en su pecho. Esté día a pesar del miedo, y entre todo lo malo que pasó y pudo haber pasado, quería centrarse en lo bueno, habló con Reki y medio aclaró su situación y ahora estaba siendo invitado a cenar.

En medio de la calle celebraron como un par de chiquillos, Oliver y Langa estaban dando un espectáculo gracioso y encantador. Oliver estaba feliz por Langa, porque su pequeña nevada estaba creciendo, deseaba más que nada verlo convertirse en una poderosa ventisca, en un hombre maravilloso, pero por sobre todo feliz.

Llegaron a casa rodeados de un silencio cómodo, cada uno atrapado en sus pensamientos se fueron a su habitación a asearse y prepararse para dormir porque de alguna manera ambos anticipaban que ese fin de semana sería uno muy movido.

Oliver se sumergió en el reino de Morfeo mientras intentaba imaginar a Langa vestido de blanco, o tal vez a Reki. Quizás los dos, esa idea lo hizo sonreír, porque sin duda serían una hermosa pareja.

A las siete de la mañana del día siguiente Oliver casi se cayó de la cama cuando el timbre del teléfono lo despertó de manera abrupta. Del otro lado de la bocina la voz de Nanako por un segundo despabiló del todo a su aún aturdido cerebro al encender las alarmas. Sin embargo, ella llamaba solo para recordarle que tenía una sesión de fotos a las diez con el promotor. Un gesto que Oliver agradeció, pues con todo lo acontecido la tarde anterior ya lo había olvidado.

Con pesadez se arrastró hasta la cocina en donde preparó el desayuno, no pensaba despertar a Langa, pero le dejaría el plato con sus alimentos para cuando se levantara. Una vez terminó volvió a su recámara para mudarse de ropa, quería escoger un atuendo que lo hiciera ver atrevido, salvaje, y aunque cabía la posibilidad de que le pidieran mudarse por alguna prenda que llevara el nombre estampado de la marca que lo patrocinaría en la siguiente competencia, pues no perdía nada con hacerles una sugerencia de sus gustos de esa manera.

Se cambió un par de veces antes de estar satisfecho, luego escribió una nota rápida avisando a donde iba porque ya eran casi las nueve y Langa seguía inconsciente en su cama. Con una despedida en forma de susurro salió de casa.

Langa abrió los ojos a eso de las nueve y media, desperezándose en la cama como minino mimado, había dormido mejor que las noches anteriores y se preguntaba si se debía al hecho de saber que ahora estaba más cerca de Reki.

En la cocina encontró su desayuno y la nota de su padre, y al revisar su celular lo saludó el mensaje de texto de su madre pidiéndole que le avisara si pensaba ir al hospital para que pudiera estar al pendiente de él.

Langa se mordió los labios, su padre le había dicho que a Reki aún se le complicaba mucho la pronunciación y la escritura, lo cual era un buen pretexto para pasar tiempo de calidad con él mientras estaba atado a la cama.

―Puedes ofrecerte a llevarle la mochila ―había aconsejado Oliver ayer de camino a casa. ―Porque con los brazos doloridos le va a costar mucho moverse con libertad.

Langa se ruborizaba de solo imaginarse haciendo eso, pero luego pensaba en la sonrisa agradecida que le regalarían y se daba valor para intentarlo. Lo primero, era ir hoy a hacerle compañía, y con ese pensamiento envió un mensaje a su madre advirtiéndole que estaría ahí en menos de media hora.

Reki despertó tarde, tal vez cerca del mediodía, por la ventana de la habitación entraba la luz del sol en todo su esplendor. La nieve de apoco estaba desapareciendo.

―Reki ―nombró Langa apenas entrar a la habitación y encontrarlo despierto. Había llegado a eso de las diez y tantos y había esperado pacientemente a que Reki abriera los ojos durante todas esas horas.

―Langa ―respondió Reki parpadeando un par de veces como si no comprendiera porque el chico peliazul estaba ahí.

―¿Tienes hambre? ¿Quieres que te traiga comida? ―dijo señalando la puerta por la que pensaba salir de inmediato a conseguir cualquier cosa que deseara.

Reki se soltó a reír, no tan escandalosamente como sería si estuviera bien, pero era una risa sincera.

―Acabo de despertar después de un ataque, y ¿lo primero que me preguntas es si tengo hambre? Amigo tus prioridades están mal ―y volvió a reír intentando que su cuerpo no se sacudiera porque le dolía en todas partes.

Langa se ruborizo por sus palabras, ciertamente debería haber preguntado si tenía algún malestar, o como se sentía en general, tal vez aproximarse para intentar ayudarlo a sentarse adecuadamente mientras acomodaba las almohadas a su espalda, preguntar si deseaba ayuda para llegar al sanitario...

¡NO!, ¡ESO NO! Se reprendió Langa ruborizándose aun más.

―Yo, lo siento... ―se disculpó bajando la cabeza en un gesto tan parecido al de un cachorro pateado que Reki hablando la mirada y una sonrisa cariñosa se posó delicadamente en sus labios.

―No tienes por qué disculparte ―dijo mientras con un movimiento lento y medido de su mano le pedía que se aproximará. ―Ayer no tuve la oportunidad de agradecerte, así que... gracias por tu ayuda.

―En realidad fuiste tu quien terminó salvándome, yo realmente...

―Langa, esos sujetos me tenían ¿maniatado? ¿sujeto?... ―y se atranco con el idioma, así que lo dijo en japonés. ―A su merced. ―Luego intentó continuar en inglés. ―Si no hubieras llegado cuando lo hiciste... ―y Reki tembló de solo pensarlo. ―Estaba tan asustado.

Langa asintió con la cabeza, él también había estado aterrado, pero al ver el estremecimiento de Reki se sintió fatal. Quería consolarlo, darle un poco de seguridad. Hacerlo sentir que a pesar de no ser un héroe siempre estaría a su lado dándolo todo por mantenerlo a salvo. Por eso y a pesar de no saber si estaba haciendo lo correcto acorto distancia y sus brazos por instinto buscaron su camino rodeando a Reki que parecía querer desaparecer encogiéndose sobre sí mismo. Era tan pequeño en comparación a Langa, o quizás lo veía de esa manera por lo frágil que se mostraba ante él.

Reki era simplemente hermoso, todo en él parecía gritar perfección, porque tenía una pasión desbordante que lo hacía brillar, sus sonrisas eran como el sol, sus ojos ámbar siempre mostraban claramente sus emociones y su personalidad amable solo hacia destellar el enorme corazón que llevaba en la mano. Su cabello rojo como las flores de hibisco que su madre le mostró eran muy comunes en Okinawa se veía sedoso y dócil a sus caricias, su piel bronceada por las tardes de skate parecía irradiar calidez. Si tuviera que ponerlo en palabras, Reki era un paraíso tropical, mientras que Langa... solo era una tundra fría y árida.

―Ya no volverán a molestarte ―aseguró Langa apretando su abrazo sintiendo como el cuerpo de Reki se relajaba un poco, y luego sus brazos heridos se deslizaron muy tímida y delicadamente por sus costados para corresponderle.

El rostro de Reki fácilmente encontró lugar en el hueco del cuello de Langa, el aliento cálido estrellándose contra su piel lo hizo ruborizar y preguntarse si era normal que su cuerpo aceptara con tanta facilidad la cercanía de otra persona. Nunca fue una persona física, sus afectos estaban limitados prácticamente a los juegos con su padre, y una que otra caricia a su madre, porque incluso estrechar la mano le tomaba esfuerzo.

La puerta abriéndose para permitirle a un carrito con la comida y a Nanako entrar los hizo respingar de la sorpresa a ambos. Langa ruborizado aflojó su agarre sobre Reki con el mayor tacto posible porque no quería que malinterpretara su reacción cuándo puso distancia entre ellos.

―Es bueno verte despierto Reki ―saludó ella con una agradable y maternal sonrisa, una que mutó a cómplice cuando sus ojos se posaron en su hijo para luego señalar con la mirada a Reki. Una indirecta que Langa no pareció captar, por lo que con total resignación ella tuvo que presentarse. ―Soy Nanako, la madre de Langa y la esposa de Oliver, y aunque no es en las mejores condiciones, te aseguro, es un placer conocerte.

Reki abrió la boca, luego la volvió a cerrar antes de que todo él pasara a rojo brillante.

―Tus padres llegarán en una hora, cuando inicien las horas de visita vespertina ―continuó hablando ella al ver que el chico no pensaba decir nada. ―El medico vendrá a revisarte por la tarde y lo más probable es que hoy por la noche o mañana temprano te estarán dando de alta ―informó con profesionalismo, mientras sus manos hábilmente acomodaban la mesa desplegable para colocar los alimentos.

Reki solo asintió con la cabeza sin mirarla directamente, lo que la hizo considerar que quizás no debió haberle dicho que era la madre de Langa, una idea que cobró peso cuando discurrió en el hecho de que al entrar ellos estaban abrazados. ¿Había hecho mal? Quizás debió pedirle a alguna de sus compañeras que atendiera a Reki para no incomodarlo, y mientras pasaba la vista de Langa a Reki y de regreso notando lo incomodos que se veían, para sus adentros solo podía chillar "¿qué hago Oliver?"

Por suerte el silencio que se había formado entre ellos se vio interrumpido por el gruñido del estómago de Langa. Un sonido que hizo reír a Reki.

―Por eso me preguntaste si tenía hambre, me estabas usando como espejo ―se rio Reki cuando el gruñido se repitió esta vez más fuerte. ―Aquí, puedes tener mi...

―Ah, no, eso sí que no ―se interpuso Nanako evitando que el plato con fruta llegara a las manos de su hijo. ―Langa es como un hoyo negro, y tu necesitas alimentarte bien si no quieres terminar con anemia. Perdiste mucha sangre jovencito ―regaño con los ojos fieros de una madre.

Una vez más Nanako se las arregló para avergonzar a los dos chicos. ¿Cómo salgo de esto? ¡Oliver!

La puerta abriéndose y dejando pasar al médico en turno salvó por segunda vez a Nanako, que sin dudarlo un solo segundo tiró de la mano de su hijo para sacarlo de ahí.


Continuará... 

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