Al fin...


Langa una vez más estaba en el hospital, a la espera de saber de Reki. Nanako a pesar de haber pedido estar a cargo del niño, no pudo ni siquiera verlo.

Los días subsecuentes fueron un infierno de incertidumbre.

Oliver se sentía tan impotente ante el dolor de su hijo, Langa parecía oscilar peligrosamente, su estado de ánimo nunca fue alegre, pero reía y se divertía. Ahora... era como si todo hubiera perdido sentido y color. Como si no valiera la pena vivir.

Una idea que estremecía a Oliver, porque no deseaba ver hasta donde llegaría Langa si perdía a Reki. Y aunque suene horriblemente egoísta, pedía por la vida de Reki por miedo a lo que pasaría con Langa.

Así que el día en que Oliver recibió la llamada de Toshio sintió tanto miedo de escuchar malas noticias, como la esperanza de que todo hubiera terminado.

Por suerte fue para visarle que Reki estaba fuera de peligro y ya podía recibir visitas.

Esa misma tarde Langa estaba frente al hospital, en sus manos descansaba un ramo de flores de hibisco que le había costado mucho conseguir.

Con pasó rápido deshizo el camino hasta la habitación. Al llegar lo primero que escuchó fue la risa de las gemelas, las niñas suplicaban por quedarse con su hermano. Langa apretó contra su pecho el ramo de flores considerando que tal vez debería haber esperado, porque era obvio que la familia de Reki estaba disfrutando de un momento feliz después de haber casi perdido por tercera vez a Reki. Dios, esperaba que no volviera a pasar porque no estaba seguro de poder soportarlo.

La puerta abriéndose lo tomó por sorpresa, así como la dulce mirada de Masae que había notado su sombra y decidió darle un empujón al pobre chico que parecía haber olvidado como funcionaba la puerta.

―Langa ―nombro Masae haciéndose la sorprendida, como si esperara ver a cualquiera menos a él. ―Pasa ―invitó. ―Es bueno que llegaras, porque Reki acaba de despertar y nosotros ya debemos irnos. Así que puedes hacerle compañía otro rato.

Las gemelas intentaron protestar, pero Toshio les recordó que estaba delicado y no debían hacer escandalo cerca de él porque iban a provocarle un dolor de cabeza. Las niñas guardaron silencio, le dieron un beso cada una en una mejilla a su hermano y luego dejaron que las sacaran de ahí. Toshio le dio un abrazo a su hijo e hizo una inclinación hacia Langa.

―Nunca podre agradecerte lo que hiciste ―dijo. ―Pero por favor, si alguna vez necesitas algo, no dudes en tomarme en cuenta.

Langa se puso rojo como granada antes de negar con la cabeza.

Koyomi siguió a su padre, no sin antes besar a Reki y pedirle, casi suplicarle que se recupere pronto porque extraña tenerlo en casa. Luego al pasar junto a Langa para su consternación también lo abrazó.

―Gracias por salvar a mi hermano ―agradeció con una dulce sonrisa.

―Entonces es cierto ―dijo Reki para evitar caer en el silencio. ―Fuiste tu quien me encontró.

Langa asintió. ―Yo... no estaba seguro de nada, solo creía que... fue una corazonada.

―¿En serio?

Langa volvió a asentir.

―Te digo una cosa. ―Langa prestó atención. ―Odio los hospitales.

Langa fue incapaz de reprimir la risa que se le escapó como una trompetilla.

―Es cierto.

―Pues es difícil creerlo tomando en cuenta la cantidad de tiempo que pasas aquí.

Reki hizo un puchero adorable mientras cruzaba los brazos sobre su pecho y desviaba la mirada.

―Sabes, creo que, tras todo esto, acabo de descubrir cual es mi peor miedo ―comentó Langa.

―¿Morir congelado? ¿Perder a alguien así? ―preguntó irónicamente Reki.

―No perder a alguien. Perderte a ti ―confesó sin rodeos. Porque cada segundo esperando para saber de Reki fue horrible, una angustia que se multiplicaba cuando pensaba en que lo perdería sin haberle dicho ni una sola vez lo especial que era, lo mucho que significaba para él. El porque o como llegó a esos sentimientos no tenían lógica ni razón, simplemente estaban ahí brillando y creciendo por Reki.

Por eso había decidido que, si la vida le daba una oportunidad, por muy fugaz que fuera la aprovecharía.

―Reki, me gustas. Se que muy probablemente no tengas los mismos sentimientos, pero quería que lo supieras ―y acercándose despacio dejó sobre su regazo los hibiscos que llevaba.

―Son hermosos ―dijo, permitiéndole a Langa captar casi demencialmente el gesto maravillado del rostro de Reki cuando sus dedos acariciaron con devoción los pétalos de las flores. ―Me recuerdan a Okinawa.

Y ahí estaba su respuesta. Acababa de confesarle su amor y Reki había elegido ignorarlos, una decepción fácil, una que Langa debería tomar como la señal de que, si bien no podía aspirar a su amor, al menos podían seguir siendo amigos. Y debería ser suficiente, debería, pero no lo era.

Langa se mordió el labio listo para demandar un rechazo verbal y tajante, porque de otra manera él no se rendiría, su corazón se aferraría a Reki y...

―¿Lo decías en serio?

―¡Eh!

―Lo de... gustar ―la última palabra penas pudo atravesar los hibiscos que Reki colocó como muro frente a su rostro, y salvar el espacio que la separaba de los oídos de Langa.

Langa se irguió cuan alto era y luego afirmo con la cabeza de forma rotunda. Parecía una de esas caricaturas en donde el personaje intenta controlar su corazón que late de forma tan exagerada que salé de su pecho.

―Sí ―volvió a confirmar cuando se dio cuenta que Reki seguía oculto tras las flores.

Y entonces los hibiscos fueron retirados apenas lo justo para que dos hermosos iris del color de la puesta de sol lo miraran. Se veían cristalinos e ilusionados, tan llenos de anhelo y felicidad que Langa solo deseaba poder besarlos una y otra vez.

Él nunca a mirado de esa forma a mi padre, pensó Langa un segundo antes de escuchar un tímido.

―Yo... creo que tú también me gustas.

―¿Qué? ―jadeó Langa, porque esto debía ser un sueño.

―Me gustas Langa ―repitió Reki armándose de valor para verlo a la cara.

No había sido fácil, al menos no en el sentido poético de la palabra, pues en realidad esa verdad solo se deslizó como la mantequilla sobre la sartén caliente, encajo como lo hace el pie en el calzado correcto, porque mientras escuchaba el rugir de la montaña y corría por su vida, su cabeza escogió recordar las conversaciones con Langa, la cueva que le salvó la vida. Mas tarde mientras esperaban por ayuda, todos apiñados buscando compartir calor, Reki pensaba una y otra vez en las cosas que deseaba hacer cuando saliera y sorprendentemente el nombre y la sonrisa de Langa eran partes indiscutibles de ellas.

Hacer snowboard y participar en una competencia, por añadidura y solo por diversión, enfrentarse a Langa.

Aprender a cocinar comida canadiense, para que cuando volvieran a Okinawa pudiera sorprender a su abuela, esperaba que Langa no se negara a degustar sus menjunjes y darle su opinión.

Pasar mucho tiempo con sus hermanas, en especial con Koyomi pues estaba casi en la edad de comenzar a interesarse por los chicos, y pensaba seguirla en todas sus citas para asegurarse que ningún tonto se propasara. Como amigos, seguro Langa lo acompañaría y ayudaría a golpear al inepto que no tratara como se debe a su dulce fresita.

Quería volver a deslizarse por las calles de Okinawa con su skate, sentir la brisa marina y el cálido sol en la piel. Langa seguro acostumbrado al frío se moriría de calor, pero valdría la pena mostrarle el paraíso tropical en el que había nacido.

Ir a la universidad, independizarse, compartir un departamento con Langa era un sueño que le gustaría hacer realidad a corto plazo.

Hacer un viaje de mochila al hombro sin saber lo que les depararía el mañana, pero confiado en que pasara lo que pasara Langa estaría ahí. Probar algún deporte extremo. Simplemente vivir teniendo por compañero a Langa... Langa, no Oliver. Solo Langa, la persona con la que se sentía él mismo, el que lo hacia sonreír desde el fondo de su alma con solo una mirada. Langa quien a pesar de los mal entendidos y las incontables veces que parecían a punto de terminar esta historia que no había ni empezado del todo se mantuvo ahí.

Langa quien lo miraba con atención y escuchaba cualquier tontería que saliera de su boca como si fuera el canto de un ruiseñor.

Y con eso en la mente Reki se negó a morir, se prometió que saldría de esa tumba de nieve para pasar todo el tiempo que pudiera con su familia y Langa.

Los dos chicos estaban ahí, uno en la cama y el otro parado apenas a metro y medio de distancia, ambos paralizados sin saber hacia donde ir, rojos como bengalas y los ojos clavados en cualquier cosa menos en la cara del otro.

Si la vida fuera una novela, quizás Langa habría encontrado el valor para deshacer la distancia y besar a Reki, o tal vez Reki habría intentado levantarse torpemente para caer en los brazos de Langa, pero como la vida es extraña y los impulsos se rigen por la necesidad de no avergonzarnos, ambos esperaban por cualquier cosa que pudiera arrancarlos del silencio que los envolvía.

Langa se lamentaba no haber aceptado en el pasado cualquiera de las tantas declaraciones de amor, porque de haberlo hecho en este momento crucial sabría como comportarse, y sobre todo ¡BESAR! Algo de lo que no tenía ni la más mínima idea de como hacer, y tenía miedo de que su primer beso con Reki fuera un desastre y luego él no le permitiría volverlo a hacer muy decepcionado de la experiencia.

Reki no estaba en mejores condiciones, en su cabeza una pequeña voz le susurraba que apenas intentara hablar iba a arruinar esto, Langa era maravilloso e increíble y él, un japonés que apenas hablaba inglés. No sabía hacer snowboard, no era inteligente, cuanto menos, solvencia económica. Y para rematar era tan virgen que ni siquiera sabía besar. ¿Qué podría ofrecerle que los demás no?

Iba a arruinarlo y eso era todo.

La puerta abriéndose les dio una buena excusa para dejar por ahora de lado su incomoda e inusual confesión y centrarse en Oliver y la deliciosa rebanada de pastel que traía en las manos.

―Reki ―llamó con el rostro iluminado de felicidad el hombre. ―No sabes lo preocupados que hemos estado. Anna deseaba venir, pero aún esta atrapada con los diversos papeles del seguro y los deslindes de responsabilidades. Pero mañana seguramente estará aquí temprano.

―Espero no sea nada grave ―respondió Reki sin quitar la vista del postre.

―No lo creo, les salvaste la vida a esos chicos. Deberían estar agradecidos. Y yo también te debo una disculpa y las gracias.

―¡Oh! No es necesario, yo... ―intentó restarle importancia.

―Lo es, Reki, de haber sido yo quien los guiara... estaríamos muertos. Confíe demasiado en mi experiencia y pensé que podría salir de cualquier problema. Yo...

―Papá ―nombró Langa al ver como su padre estaba a nada de derrumbarse.

―Oliver. Todo está bien ―dijo Reki deseando poder levantarse y enjugar la solitaria lágrima que ahora rodaba por la mejilla de su héroe. ―Todos estamos bien.

―No gracias a mi ―se reprochó Oliver manteniendo el mayor auto control posible. ―Y Langa, Langa jamás se rindió. Él...

―No podía... yo no podía pensar en perderte ―gimió Langa mirando directamente a Reki.

A Oliver se le fue el aliento, estaba atónito ante las palabras de Langa. Su niño estaba proclamando abiertamente sus sentimientos. Su flemático Langa acababa de hablar con el ardor y cariño de un amante apasionado.

―Langa ―murmuró Reki con los pómulos rojos y el cuerpo vibrante. ―Yo también quiero estar contigo ―dijo mientras su mano se extendía en su dirección como una invitación. Una que Langa no dudo en aceptar.

Con rapidez Langa tomó la mano que se le ofrecía y luego Reki tiró de él para abrazarlo, sus manos se deslizaron por sus costados y su cabeza se recostó con deleite sobre su pecho. Langa correspondió rodeando sus hombros y recostando su cabeza sobre el cabello rojo.

―Al fin ―susurró Oliver al verlos, muy feliz por su hijo.


Fin. 


N. A

Quizás a algunos les parecerá que Reki pasó mucho tiempo en el hospital, pero en realidad, mi intención era mantener las tres veces que en la serie Reki termina lesionado.  La primera con Shadow, la segunda con Adam y la tercera cuando lo golpean y Tadashi lo arroya, esta ultima a muy particular forma de pesar fue la que en realidad necesitaba hospitalización, pero tomando en cuenta que la serie solo tiene 12 capítulos supongo que no puedo exigirlo, cuanto menos después de ver la segunda carrera contra Adam, donde sinceramente me pareció que era material de urgencias. 

Agradezco enormemente a quienes llegaron hasta aquí y espero poder escribir un epílogo, sino  pues ya nos leeremos en otra historia. 

Quedo de vos. 

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