Afinidad
Toda esa semana Reki acompañó a Langa después de la escuela a sus entrenamientos, que no fueron tan impresionantes como el primero, pero hizo que deseara sanar para poder volver a la nieve. Era increíble la forma en que Langa se deslizaba, hacía piruetas y volaba por el cielo.
Pero si Reki tuviera que decir su parte favorita, entonces sin cavidad a duda elegiría el traslado al snowpark. Langa se podría decir que no hablaba mucho, pero durante el trayecto en autobús siempre hablaba un poco más, intercambiaban opiniones y hasta inventaban alguno que otro juego tonto para entretenerse, aunque procuraban ser un poco discretos con esto último, porque la primera vez que a Reki se le ocurrió que era buena idea robarle el guante a Langa, y este intentó recobrarlo picando las costillas del otro muchacho, terminaron con los ojos de todos los del trasporte fijos en ellos. Quizás por ser demasiado escandalosos o porque para cuando se percataron de las miradas, Reki estaba prácticamente recostado sobre los asientos con Langa descaradamente dejándole caer todo su peso sobre él.
Después de las practicas compraban comida, un chocolate caliente para Reki mientras veía engullir a Langa casi diez hamburguesas.
Los días subsiguientes Reki pasó aún más tiempo con Langa, una cercanía que se hizo fácil y cómoda. Cada mañana Langa esperaba por Reki a un par de cuadras antes de la escuela, pues a estas alturas casi todas las calles estaban libres de nieve y el pelirrojo se deslizaba con su skate como pájaro en pleno vuelo sobre barandales, escaleras y rampas.
Una vista que le robaba el aire de los pulmones a Langa. Reki era hermoso cuando reía, pero ver la dicha en su rostro cuando volaba en su patineta era una experiencia casi religiosa. Y ya estaría intentando pararse sobre un skate de no ser porque está vez no pensaba quedar fuera del torneo por una lesión. Reki le había comentado que el aprendizaje es lamentablemente tortuoso y accidentado, así que esperaría hasta después de la competencia para arriesgar el físico, por ahora se conformaría con ver a Reki.
Una idea que pronto se contagió a sus demás compañeros de grupo cuando hizo un ollie en el patio de la escuela, Langa casi pudo ver sus miradas brillantes y la admiración creciendo dentro de ellos, lástima que Reki parecía haber olvidado que existían más personas además de su familia y los Hasegawa.
El fin de semana muy a pesar de que Langa hubiera dado todo por llevar a Reki a recorrer algunos de sus lugares favoritos en la ciudad, se vio encerrado en la pequeña vivienda de los Kyan, pues no había nadie más que pudiera hacerse cargo de las gemelas.
Así que como buen amigo Langa se ofreció a ayudarle.
―¿Estás seguro? Es decir, debes tener mejores cosas que hacer en tu día libre que cuidar niños.
Y tal vez las hubiera, pero Langa estaba muy dispuesto a perdérselas si eso significaba pasar tiempo doméstico con Reki. Esa mañana llegó temprano, lo suficiente para verlo interactuar en el ambiente más cómodo para él, con las personas más cercanas y ser parte de eso.
Langa conoció una versión diferente del pelirrojo, una que lo encandilo de una manera profunda y permanente.
Lo vio cepillar con cuidado los cabellos de sus hermanas hasta formar dos adorables coletas en sus cabecitas, la calidez con las que las vestía y conducía a la cocina para alimentarlas; la paciencia con que limpiaba sus rostros y manos cuando lo ameritaba, y hasta la paternal forma en que corregía de manera firme uno que otro berrinche.
El enorme cariño y dedicación que ponía al jugar con ellas, incluso permitiéndoles peinarlo y adornarlo con un sinfín de moños, pulseras y collares, era simplemente entrañable.
Llegada la tarde también lo hizo la hora de ir a dormir, el día se había ido demasiado rápido. Reki sujetó a Nanaka y a Chihiro para arroparlas prometiéndoles que si se aseaban sin discutir leería para ellas su cuento favorito.
Langa quedó fascinado al escuchar la divertida narrativa, Reki incluso hacía diferentes voces para los personajes.
Reki era increíble, eso ya lo sabía Langa, pero era más, él era perfecto. Cuando creciera y tuviera hijos sin duda sería un gran padre. Que afortunados iban a ser los niños a su cuidado, y que tan maravillosa vida le deparaba a la persona digna de su afecto.
Mirando a sus padres, Langa había soñado con su propia familia, siempre añorando la calidez y amor que veía se prodigaban, pero sin darle importancia a los rasgos o genero de los ilusorios integrantes de la misma.
Pero ahora... ahora podía hacerlo, verse en el futuro junto a Reki, abrazarlo todos los días, besarlo mientras se miran a los ojos, contemplar con orgullo a sus hijos que esperaba se parecieran a él. Trabajaría duro para conseguir una hermosa casita.
―Lo ideal serían cuatro habitaciones... ―murmuró Langa construyendo un plano mental de su vivienda. ―La sala debe tener buena iluminación y la cocina... la cocina tendrá que ser de buen tamaño porque Reki seguro va a necesitar muchas especies si piensa seguir cocinando comida japonesa.
―Si la cocina es grande, supongo que el comedor tiene que tener casi las mismas dimensiones ―comentó Reki mirando hacia la diminuta sala del estrecho departamento. ―Pero no tenemos dinero para cambiarnos a un lugar así.
Langa asintió con la cabeza, porque para su suerte parecía que Reki solo escuchó la parte final y estaba llegando a sus propias conclusiones.
―¿Las niñas ya se durmieron? ―preguntó por cortesía pues había tenido que ir al baño, y para cuando regresó encontró a Reki en el pasillo y este lo envió a la sala mientras él preparaba té.
―Sí ―respondió dejando la bandeja con las tazas y la tetera en la mesa de centro. ―Langa ―nombro Reki recibiendo por toda contestación un sonido de reconocimiento. ―Quiero agradecerte por lo que hiciste hoy.
Langa negó, ―no hay nada que agradecer.
―Lo hay. No muchos soportarían pasar el día cuidando niños, cuanto menos jugar y ceder a sus ocurrencias.
―Ellas son geniales ―elogió Langa. ―Disfrute mucho pasar tiempo con ustedes ―y era cierto.
―Aún así, gracias ―dijo con una enorme sonrisa en su rostro.
Langa pensó que ese fue un agradable fin de semana.
Después de eso Langa se encontró probando una gran variedad de comida japonesa durante los almuerzos, pues Reki siempre llevaba una porción para él con el pretexto de que una opinión imparcial lo ayudaría a mejorar. Langa amaba la comida, aún más si era preparada por él.
Cuando Reki volvió a su trabajo de medio tiempo. Anna lo recibió con un sentido abrazo asegurándole que si necesitaba más tiempo no dudara en pedirlo, porque de todos modos estaban a dos semanas del cierre. Los días de nieve se habían terminado.
Pero la verdad es que los cortes estaban prácticamente curados y la mayor incomodidad que le producían eran el escozor, fuera de ahí podría decirse que estaba bien, así que sus tardes volvieron a estar ocupadas, lo que dejo un poco triste a Langa quien debía continuar con su entrenamiento.
―Hoy mi entrenador piensa repasar los saltos ―comentó Langa mirando su emparedado mientras esperaba que sus mejillas sonrosadas no delaten su ansiedad por lo que iba a decir.
Estaban en la hora del almuerzo solo cuatro días después del regreso de Reki a Big Kicker, y Langa había barajeado más de una forma correcta de invitar a Reki para que aceptara ir a ver está sesión de preparación sin que sonara demasiado desesperado por su atención o presuntuoso.
―Si tienes tiempo... ―ofreció estrujando con fuerza el bocadillo.
―No puedo ―respondió Reki sin titubeo. ―Anna salió temprano para hablar con dos proveedores, y Oliver-san dijo que tenía la última clase de snowboard de la temporada, así que me toca atender la tienda.
―¡Oh! ―fue lo único que dijo Langa, aferrándose al triste consuelo de que al menos Reki no iba a estar en compañía de su padre.
―¿Será para la próxima? ―agregó Reki con los ojos suplicantes, como si temiera enfadar a Langa.
―Claro, no pasa nada ―y sonrió a medias sólo para desaparecer la preocupación de Reki.
―Genial ―exclamó recogiendo sus cosas y poniéndose de pie porque la hora del receso había terminado.
Al final del día escolar Langa se despidió de Reki en la puerta y se quedó ahí hasta que lo vio desaparecer.
Las cosas ciertamente habían mejorado entre ellos, pero no se atrevería a decir ni de chiste que Reki lo estimaba más que a su padre.
Continuará....
N. A.
En el capitulo anterior se me olvido colocar una nota explicando que el personaje de Bastián Touthan hace referencia a Sébastien Toutant es un deportista canadiense que compite en snowboard, especialista en las pruebas de slopestyle y salto grande. Lo cual no quiere decir que sea remotamente parecido en carácter, o en el físico más allá de la necesaria para la creación de dicho personaje.
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