18
Abdel ha estado demasiado distante.
Casi no hablamos, no duerme conmigo, ya no vamos juntos al trabajo ni regresamos juntos. Se quita antes de la casa para llegar temprano a la oficina y llega más tarde de lo habitual. He pensado que me está engañando, pero he hablado con el guardia de seguridad y me juró que Abdel no está con otra mujer. Sé que está mal que ande preguntando sobre que ands haciendo pero la desesperación me ganó.
Por lo menos este fin de semana estaríamos juntos, o al menos eso me dijo él un día en la oficina.
Es fin de semana, no tenemos nada que hacer por lo que estamos viendo televisión, como siempre.
—¿Quieres que vayamos a comer dentro de un rato? —preguntó mientras dirigía su mirada a mi.
—Uhm, por supuesto que sí —contesté, le sonreí.
—Entonces vete arreglando que dentro de dos horas nos iremos —dijo serio. Muchas veces no entiendo su comportamiento, ésta ocasión es una de ellas.
—¡Oh dios! Me voy a ir arreglando de una vez —grité mientras me levanté del sofá para ir a alistarme.
Como era de esperarse me metí a la ducha, cuando salí busque un vestido bonito que ponerme. Mis ojos brillaron de alegría al ver un vestido azul que Aina me había regalado en mi cumpleaños pasado, es un vestido azul que me llega a las rodillas, tiene un hermoso escote en forma de corazón con brillos plateados que combinan perfecto con unas zapatillas de plataforma igual plateadas. Me maquille lo mejor que pude me eché polvo, mis labios son de un color crema, me delinee los ojos de color plateado, después me planche el cabello para que estuviera muy lacio y me hice una cola de caballo alta.
Al verme en el espejo me sorprendí por completo. Parezco otra persona, me veo diferente por completo. Me veo hermosa. Ahora si lo puedo decir. Espero que le guste a Abdel.
Una vez lista baje a la sala donde se encontraba Abdel esperando por mi.
—¿Lista? —seguía viendo su celular.
Cuando alzó la mirada su boca se formó en una "o". Me miró sin disimulo alguno y no pude estar más feliz. El lleva una camisa de botones color rojo vino de mangas largas y unos pantalones negros. Su cabello azabache está perfectamente peinado.
—¿A dónde vamos?— pregunté inmediatamente ignorando su pregunta.
—Te ves hermosa —habló luego de salir del pequeño trance que tuvo. Lo entiendo, ni yo me había reconocido cuando me vi al espejo.
—Y tu te ves muy guapo —sonreí coqueta.
—Cariño, pareces otra persona —volvió a mirar mi cuerpo.
—Lo sé —solté una risita—. ¿A dónde vamos? —volví a insistir. Necesito saber si estoy vestida para la ocasión o si exagere mucho.
—Es una sorpresa —contestó sonriendo coqueto. Amo cuando sonríe así. Amo todo de él.
—Quiero saber —dije infantilmente mientras me acercaba a él. No me gusta cuando se hace el misterioso. Lo hace porque sabe que soy curiosa y siempre quiero saber todo.
—Vamos —también ignoro mi pregunta. Bien jugado.
Agarró mi mano para salir juntos de la casa.
Afuera había un auto negro que se ve muy lujoso. Abdel abrió la puerta del lado del copiloto y una vez que subí cerró la puerta, troto para subir y empezar a manejar.
—¿De quién es el auto? —no me podía quedar con la duda por eso pregunté. ¿De dónde lo consiguió?
—Olvidas quien soy —respondió arrogante, encendió la radio con eso entendí que no quería que hablara, así que solo me dediqué a observar por la ventana el camino. No tengo ni idea de a donde vamos.
Media hora después llegamos a un restaurante lujoso. Agradecí el haberme arreglado bien para la ocasión.
Abdel salió del auto primero para abrirme la puerta, agarró mi mano y me ayudó a bajar del auto, luego le dio las llaves a un muchacho que estaba ahí parado esperando y sin más nos dirigimos adentro.
Todo se ve muy costoso, y eso me hizo sentir mal de cierta forma porque eso me hacer ver que somos de mundos completamente diferentes, él está acostumbrado a tener todo lo que desee, en cambio yo tengo que trabajar duro para ver si puedo comprar algo que quiera.
Traté de no pensar en ello, no quería ponerme triste por algo que a él no le importa. Si él no le da importancia yo tampoco.
Una vez que nos dirigieron a nuestra mesa Abdel pidió la orden para los dos.
—Bien, te traje aquí porque quiero preguntarte algo —habló con cierta duda en su voz.
—¿De qué se trata? ¿Por qué no lo hiciste en la casa? —si me quiere preguntar algo no era necesario venir hasta aquí. Bien podríamos estar abrazados en el sillón viendo televisión.
Se levantó de su silla y caminó hacia a mi, se inclinó y estuvo buscando en su saco algo y luego vi como sacó una cajita negra. ¿Será que...?
—¿Te quieres casar conmigo? —preguntó después de abrir la cajita.
Había un anillo de compromiso, se ve precioso y muy costoso.
—Claro que sí —contesté al reaccionar mientras llevaba mis manos a la boca cubriendola.
—Me alegro —contestó mientras agarraba mi mano izquierda y colocaba el anillo en mi dedo anular. Me quedó a la perfección el anillo, ni grande ni chico.
—Ay dios, era lo que menos esperaba —sentí como se salían algunas lágrimas.
—Cariño no llores —dijo mientras se volvía a sentar en su lugar.
—Es de felicidad amor, es que no esperaba que fueras a pedirme ser tu esposa —me limpie las lágrimas que salieron y trate de no seguir llorando o el maquillaje se arruinaría. No quiero parecer una bruja fea.
—Tal vez te preguntes el porqué. Bueno con mi ex novia te comenté que tuvimos dos años de relación pero a ella lo que en verdad le importaba es el dinero —su mirada expresa tristeza. ¿Lo único por lo que lo quieren es por su dinero?—. Y sé que tú me quieres sin importarte si tengo dinero o no —sonreí al escuchar esas palabras. Me alegra que sepa que lo aml.
—Abdel, yo te amo a ti y no a tu dinero. Eso lo puedes tener en claro —o miré con mucho amor.
—Sé que no es lo que esperabas pero necesito casarme contigo —su confesión me hizo muy feliz.
Él quiere casarse conmigo. Me necesita como yo a él. Somos el uno para el otro y de eso no hay ninguna duda.
El mesero nos trajo la orden, Abdel pidió lasaña para los dos, eso se me hizo tierno.
—Amor, contigo todo es perfecto —hablé cuando el mesero se retiro.
—¿Nos podemos casar en un mes máximo? —¿tan pronto? Eso es fantástico.
—Me casaría contigo mañana mismo si así lo quieres —dije coquetamente, soltó una bonita risa.
—Tiene que ser algo privado solo nuestros padres, si quieres tu hermana, los testigos y ya. No quiero que sea algo grande —eso me desilusionó un poco, yo quería algo normal con toda mi familia y amigos. Siempre soñé que cuando me casara mi boda sería a lo grande.
—Como tu gustes amor —le respondí sonriendo. Todo con tal de que sea feliz.
Después de eso me contó cómo descubrió ese lugar, por una reunión con unos inversionistas hace tiempo atrás y se enamoró de la lasaña por ello pidió ese platillo.
De ahí regresamos a la casa y no para dormir precisamente.
Definitivamente esta fue la mejor noche de todas.
Y todo gracias al amor de mi vida.
***
Abdel decidió quedarse con el auto al parecer sus padres se lo regalaron pero él no quiso usarlo hasta ahora, por lo que tuvimos un rato más para dormir. De ahí nos arreglamos, pasamos a la cafetería de siempre y nos dirigimos a la empresa.
Como era de suponer éramos la noticia del momento, todos nos veían cuando Abdel abrió la puerta para que pudiera bajar. Él me besó y se fue a su oficina. En los pasillos logré oír como una tipa dijo que era una puta barata, no les hice caso solo me límite a sonreír.
Después de un rato Aina llegó corriendo a mi escritorio. Tenía cara de confusión.
—¿Qué pasa? —pregunté extrañada de que llegara corriendo. Ella no es una fan de hacer ejercicio.
—Abdel... —inhalo, exhalo—. Tiene esposa —dijo al poder respirar bien mientras me miraba seria. Ellos se habían vuelto muy amigos e incluso salían juntos a comprar juntos algunas veces. Supongo que se extrañó al saber que tiene esposa, él nunca había dicho nada al respecto.
Sonreí.
—Si lo sé —contesté aún sonriendo como boba.
—¡¿Estas con un hombre casado?! —preguntó con asombro.
—No mensa, su futura esposa soy yo —reí por su cara.
—¡¿Qué?! —mostró más asombro, incluso parece que sus ojos se saldrán de la órbita.
—Lo que oíste, Abdel me pidió matrimonio —dije emocionada mientras le mostré el hermoso anillo que posaba en mi mano. Se me había olvidado por completo el darle la noticia.
—Amiga... —dijo mientras agarraba mi mano viendo con atención el anillo—. Yo oí que era porque no le quedaba de otra —se callo, parece pensativa—. Como por obligación —de pronto su mirada era incómoda.
—¿Qué? —pregunté extrañada, fruncí el entrecejo por lo que dijo
—Pues es que oí que dijo: "ya conseguí mujer y antes de los tres meses nos casaremos" —Aina soltó mi mano.
—¿Estás segura? —no puede ser cierto, me rehúso a creer lo que dice.
—Si, no pude oír más porque alguien se acercaba y me iban a descubrir —dijo asustada mientras negaba.
—No creo, tal vez es una confusión. Él me dijo que me ama —hablé tratando de convencerla de que había oído mal. Adbel me dijo que se quiere casar conmigo, que me ama tal y como soy.
—Si esta todo bien entre ustedes, entonces olvida lo que dije. A lo mejor si escuche mal —dijo cuando notó la pequeña crisis que empezaba a tener.
—Gracias —dije cuando me dio un abrazo. Sus brazos me reconfortaron mucho.
Cuál sea el verdadero motivo del matrimonio me da igual. Al final de cuentas se va a casar conmigo.
Al fin va a ser mi esposo. Tal y como lo espere.
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