10
Como era de esperarse llegó el lunes, tengo demasiada flojera de ir a trabajar... Estoy pensando seriamente si ir al trabajo o reportar que amanecí enferma y quedarme en casa todo el día, la segunda opción me está tentando demasiado. Lastimosamente no es lo correcto.
Como mujer trabajadora que soy elegí la primera opción. No queda de otra, lo hago por mi madre. Si no voy es un día perdido en donde me descuentan dinero de mi sueldo solo necesito el dinero para mandárselo a ella, para sus medicamentos o sus inyecciones de insulina.
Me bañe como todos días y me arreglé lo mejor que pude, entre más linda me vea mejor será. En estos momentos me cuestiono el porque las mujeres tratan de verse mejor cuando un hombre les atrae, antes no me importaba como me veía, ahora todo es distinto.
Una vez saliendo de mi casa, agarré mi teléfono y le marque me quede parada en el jardín esperando a que responda, sé que no debo hacerlo ya que él no hizo por buscarme en ningún momento, pero... Lo extraño. Pendeja forever.
Espere pocos segundos hasta que contestó.
—Buenos días —mi respiración se cortó de inmediato.
—Hola, uhm solo llamo para preguntar si te gustaría que nos veamos para comprar un café e ir juntos a la oficina —susurre arrepientendome de lo que hice
—Claro, te veo ahí —finalizó la llamada sin responder. Auch. No salió como lo esperé.
Vaya que cortante fue. Mi estado de anónimo bajo inmediatamente ya iba a poner mal. Sin embargo no lo hice porque recordé que la noche que fuimos a cenar pizza él dijo que esa era su forma de ser, así que no creo que haya sido su intención hacerme sentir mal.
Es mejor no pensar como siempre dice mi hermana, así que sin más por hacer camine a la cafetería de todos los días.
Estaba ahí, con su habitual traje que parece que va a un velorio.
Guapo. Siempre se ve así.
—Hola —saludó con una gran sonrisa.
—Hola —por más que quise no pude evitarlo me acerqué para besar sus carnosos labios.
—Compre los cafés en lo que llegabas —dijo sonriendo cuando me separé de él para entregarme mi café.
—Muchas gracias, que considerado —le di un pico en su mejilla derecha.
—No es nada —hizo un guiño.
Empezamos a caminar hacia la oficina, me entristeció que llegamos en silencio a la oficina. No hablamos, no dijimos nada y se me hizo incómodo, solo bebíamos nuestros cafés. Lo sentí diferente esta vez, se la pasó en su mundo como si no pudiera dejar de pensar en algo.
—Nos vemos al rato —dijo cuando llegamos a mi escritorio.
—Si claro —me iba a dar la vuelta pero él se acerco y depositó un beso en mi frente, se dio la vuelta y se alejó de inmediato. ¿Es normal estar confundida?
Me confundí demasiado por lo que acaba de pasar, me gusta mucho y entiendo que fui rápido pero no sé qué pensar al respecto de esto.
Todos se me quedaron viendo y algunos susurraban, hice como si nada y me senté en mi silla para empezar a trabajar.
***
Estaba concentrada cuando alguien me sopló al oído por la espalda. Brinque del susto iba a golpear a la persona que fuera la responsable del mini-susto que acabo de tener ya hasta iba a preparar mi famoso gancho hasta que escuché su risa. Es Aina.
—¡Estúpida! —grité cuando se puso delante de mí. Una sonrisa burlona inunda todo su rostro.
—Va ni fue gran cosa para que te asustes así —volteó los ojos sin borrar su sonrisa.
—Estaba concentrada —me excuse para no seguir siendo su juguete de diversión.
—Aja te creo —dejo de sonreír —. Bueno me escapé un rato por un motivo —tengo el leve presentimiento sobre el tema de su plática.
—Suelta todo lo que tengas que decir —me crucé de brazos mirándola aburrida. Sé lo que va a decir, era de esperarse aquí todos, de seguro, ya lo saben.
—Así que si sales con el jefe, ¿no? —susurró mientras se acerco creando un círculo confidencial.
—No, no salgo con él —susurré de vuelta. Técnicamente si salgo con él.
—¡Pero si ya todos los vieron! —susurró gritando un poco, bueno espero entiendan que al fin de cuentas fue un susurro.
—No, es así —la contradije de nuevo.
—Todas estan hablando de ti —señalo a unas compañeras que nos miraban sin disimulo ¿acaso no tienen que hacer?— Y en este instante todos te odian —hubo ligera preocupación en su mirada.
—¿Por qué? ¿Es posible que me odien más? —pregunte restándole importancia al tema.
—Por que te enredaste con el nuevo jefe, G-U-A-P-O, llegas con él y ¡hasta te espera para irse! —alzó sus brazos exasperada.
—Bueno —susurré pensando en algo para decir—. Eso es porque vivimos cerca y no creo que me espere para irnos —consteste con lo primero que se me ocurrió.
—Yo ya lo vi —señaló uno de sus ojos con su dedo índice —. El viernes en la noche salí como de costumbre y él estaba ahí sin hacer nada, hasta que mágicamente apareces tú y se va al fin —comentó orgullosa de su descubrimiento.
Iba refutar pero no me dejo porque me interrumpió.
—¿Casualidad? No lo creo —volvió a sonreír con arrogancia.
—No es nada de lo que te imaginas —suspire mientras niego lentamente.
—Sabes que soy tu mejor amiga y que te conozco muy bien, ¿no? —me miró muy seria.
—Si, lo sé —solté otro suspiro. Bien o mal ella puede saber que pasa sin que le diga algo.
—Bien, me tienes que contar todo —aplaudió varias veces.
—¡Aina! —gritó nuestro jefe, pero no Abdel sino el otro jefe.
—Uy, alguien se molesto de que escapara —rió traviesa.
—No entiendo cómo es que no te ha despedido —la miré extrañada.
—Ese hombre me ama —pestañeo inocente.
—No lo dudo —miré a nuestro jefe, él no le quitaba la mirada de encima a mi amiga.
—Me voy, hablamos bien después —me dio un corto beso en la mejilla y se quitó.
Vi como se alejaba y pensé, ¿qué he hecho?
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