El destino del futuro.
La vida nunca es fácil, es cruel y despiadada. Los "premiados" en la vida son los menos afortunados.
Eso lo sabía muy bien Opal.
Ópalo, nombre dado una piedra preciosa, única por su mezcla de colores y similitud a un arcoíris. A su madre le pareció un nombre especial, gema armónica, buena para el chakra y calmar sentimientos impuros.
Y no sólo por eso, sino por sus ojos, hermosos de un color peculiar, no sólo eran azules, tenían un toque verde con pequeñas motas violetas y espirales apenas perceptibles de color ámbar.
Desde muy pequeña tuvo un don, un poder que más nadie poseía, podría ver el futuro de las personas. Pero no era a su consentimiento, sólo los veía en visiones o sueños.
Cualquiera sería afortunado de poder ver el futuro ¿cierto?, pero no era cualquier futuro como todos se lo imaginarían, ella no veía fortuna, éxitos. Su poder era limitado a una sola cosa, ella no vería el lado maravilloso de ese don que se le fué otorgado.
Ella sólo veía como serían sus muertes.
«La muerte; flujo natural de la vida, inevitable destino de nuestro contradictorio futuro.»
Su primera experiencia fue traumática, fue una marca que nunca pudo borrar.
La muerte de sus padres.
Una noche despertó alterada, con su respiración entrecortada, y mechones castaños adheridos a su rostro a causa del sudor. Sólo era una niña de seis años, que no podría entender nada, decidió no prestarle atención.
Un veintiséis de agosto -día de su cumpleaños-, el periódico tuvo como noticia de primera plana, el robo de una joven pareja a las 10:45 p.m aproximadamente, al parecer venían acompañados de una niña que evidentemente era su hija, se dirigían a casa después de celebrar el cumpleaños de su pequeña hija en la pizzería Luigi's. Desafortunadamente fueron víctimas de un encapuchado que solo tenía un solo fin, robarles cualquier prensa de valor e irse.
Pero desafortunadamente en el acto, el hombre -víctima del asaltante- forcegeó un poco con el ladrón, quién a simple vista parecía desarmado. Gran error, el ladron buscó la salida fácil y sacó un revólver apuntándolo. Y no sólo eso, sino disparándole a él y a su esposa.
Única sobreviviente, su pequeña hija, huérfana. Aquella noche revivió de nuevo su sueño tan detalladamente, no pudo pensar en nada más.
Desde entonces fue llevada a casa de su abuela materna quién se encargaría de cuidarla. Comenzó la escuela como cualquier niña normal, pero nadie se le acercaba. Una niña solitaria que sólo vagaba en los pasillos, nadie quería tener como amiga a una niña que sólo tenía demonios por sueños y sonrisas por lágrimas.
«Nuestros demonios son creados por nosotros mismos, son culpas que nuestra conciencia carga sin razón alguna.»
Con el tiempo se acostumbró al rechazo de cualquier persona que no fuera sus abuela, seis años habían pasado desde el suceso de sus padres. Y comenzó a ser feliz de alguna manera, sólo necesitaba a su abuela, a nadie más.
Pero la vida no era precisamente buena con ella. Se encontraba en su escuela, en clases, cuando tuvo ciertos mareos, tuvo una visión.
Al llegar a casa de su abuela entró de inmediato a la habitación de ésta, y ahí estaba. Tan tranquilamente relajada, a simple vista dormida, Opal se sentó a su lado contemplándola, mientras sonreía débilmente y lágrimas rodaban empapando sus mejillas, enrojeciendo sus bellos ojos. Se acomodó a su lado abrazándola, sintiendo su rico olor a naranja.
Ella lo había visto, pero no fué capaz de hacer nada, otra vez.
«La impotencia del querer y no poder, son destrucción de la mente.»
Su abuela falleció de un paro cardíaco, ya a su edad sufría del corazón. Y necesitaba medicamentos para ello, los cuáles no podía comprar ya que el poco dinero que le había dejado su difunto marido sólo le alcanzaba para mantener a su nieta y a sí misma.
Nuevamente estaba sola, llevada a un orfanato, allá siguió estudiando. Las monjas cuidaban muy bien de ella, trataban de encontrar un hogar a aquella niña desafortunada, pero ninguna familia quería adoptar a una niña mentalmente desequilibrada.
Ella contó sobre los sucesos vividos, pero no le creyeron ni una sola palabra y comenzaron a llamarla así.
En aquel lugar conoció a una dulce niña abandonada quién sorprendentemente quiso ser su amiga. Algo en ella deseó vivir, ese sentimiento que creyó había muerto junto con sus padres. Ella sólo podía ver el futuro de personas cercanas a ella.
Sus días junto a Sahara eran maravillosos llenos de luz, tan cálida cómo su nombre. También vió su muerte, pero afortunadamente no sería próxima, sería de una manera justa, ella viviría lo que tendría que vivir. Y por una vez no odió del todo su don obsequiado.
Cinco años más tarde había salido del orfanato, Sahara al igual que ella no fué adoptada por ninguna familia, sus caminos aún seguían unidos, ella y Opal continuaron con sus estudios, también trabajaban para mantenerse y pagar el lugar dónde vivían, a veces tenían altibajos, pero nunca se rindieron.
Opal conoció a Kiliam, su compañero de universidad. Sería casualidad u obra del destino, pero a su profesor le pareció buena idea que ellos fueran pareja en un proyecto de su carrera, todo fluyó de manera natural, casi de manera inmediata.
Él era tan alegre al contrario de ella, tan lleno de luz que opacaba su oscuridad. Era inevitable, el amor floreció, una nueva esperanza de vida nació en Opal, él era la persona más importante para ella.
Ella estaba rota, pero él tomó cada pedazo de ella para unirlos nuevamente. Él, aparte de Sahara, fue el único que creyó sobre su don, no la trató como una loca, ni la vio de una mala manera. La aceptó tal y cómo era, con sus defectos de por medio.
«Las personas sólo quieren ver una jugosa cereza, dónde sólo hay una manzana podrida.»
No quería más, ella lo tenía todo. Kiliam era su todo. Su principio y final, Sahara había tomado su propio camino, los dos habían terminado exitosamente sus carreras.
Vivían juntos, la felicidad nunca brilló tanto como en ese momento.
«Siempre hay una esperanza que nos motiva a vivir, pero también un motivo que mata nuestra esperanza.»
Era sábado veintiséis de agosto -su cumpleaños-, odiaba ese día, el día en que murió una parte se ella, sus padres. Ese día se acostó temprano.
De nuevo, soñó, soñó su muerte.
Ésta vez moriría ella.
No le comentó nada a Kiliam, era lo mejor, ella seguía igual, cómo siempre. Él no notó nada raro en ella. No serviría de nada, el destino no se impediría, de cualquier modo se cumpliría, todos en este mundo tienen una fecha pautada, nada ni nadie puede evitar lo inevitable.
Kiliam iría a un viaje de trabajo, Opal desmenuradamente insistió en ir con él, le pareció extraño, ya que era la primera vez que ella se comportaba de esa manera, pero lo pasó por alto y no tuvo ningún problema.
-Me alegra que vengas conmigo en éste viaje, no me gusta dejarte sola -mencionó él, besándole los nudillos.
-A mi también -dijo sonriendo.
De pronto su celular comenzó a sonar, él frunció el seño preguntándose quién podría ser.
-No contestes -pidió ella.
-¿Por qué? -preguntó desviando la mirada de la carretera mirándola a ella por un momento.
-Te amo, siempre te amaré -dijo ella sonriendo, besando sus labios.
Él lo entendió, se estaba despidiendo de él. Todo sucedió rápido, no tuvo tiempo para pensar. Un coche delante de él se detuvo sin previo aviso, el auto se volcó.
Todo sucedió en cámara lenta, los vidrios del parabrisas salieron volando por todas partes, el coche dió tres vueltas, parando luego, se oyó un ruedo sordo. Luego habrió sus ojos, aún no perdía la conciencia, pero no dudaría mucho, ladeó su rostro buscándola, la vió, tenía los ojos cerrados y sangraba por diversas partes.
Sus brazos colgaban, poco a poco abrió sus ojos y cómo acto inconsciente lo buscó, él la miraba, sus ojos estaban cristalizados por las lágrimas que retenía, él sonrió al verla consiente. Ella le devolvió la sonrisa.
-Lo siento -se disculpó ella.
-No lo sientas, prefiero morir a tu lado -tosió un poco de sangre-, no es tu culpa. Moriré feliz, por qué lo haré a tu lado.
-Quiero que sepas que siempre te amaré -sollozó. Él le sonrió.
-Y yo a ti mi linda gema, te amo -dijo apenas en un susurro, cerrando sus ojos. Se oyeron sirenas de una ambulancia, pero ya era tarde, su corazón había dejado de latir, ya no respiraba. Lágrimas cayeron, acto seguido cerrando sus ojos, esos ojos con similitud a un precioso ópalo.
Él murió amándola, él creyó que ella se disculpaba por involucrarlo en su muerte. Esa noche ella no moriría, ella se quedaría en casa mientras él viajaría, ella había visto su misma muerte, pero noches después soñó la de él. Él contestaría su celular y no se percataría del frenón del auto delante de él.
Ella al enterarse, caería en una depresión, que la llevaría a la muerte. Sus muertes serían separadas, ella lo vió.
Alguien se preguntaría ¿por qué si sabes que algo va a ocurrir, no lo impides?, no tenía caso, el destino era cómo el agua, tenía que fluir naturalmente. Si ella hubiera retenido a Kiliam, y él no hubiese viajado, él de igual manera hubiera muerto, así era el destino.
Ella vio la única opción que le quedaba, iría con él, moriría con él, vería por última vez su rostro.
El destino era lo más parecido a lo inevitable, todos tenemos un destino escrito, a veces redactado con nuestras acciones.
«Un mundo afortunado con gente desafortunada»
Ópalo, piedra maldita, causante de muerte del que la posea. Eso era ella, muerte para cualquier que se le acercara.
Ópalo, piedra de la fortuna para la persona quién crea en ella, suerte y vida, rara de encontrar, eso era ella para él. Vida, todo para él.
Dos almas, juntas para la eternidad.
Opal conoció lo cruel que puede llegar a ser la vida en soledad, hay cosas que nunca deseaste, pero igual tienes, pero también vió lo maravillosa que puede ser en compañía de alguien a quién amas, nunca lo deseaste pero sin embargo llegó.
Ellos no murieron.
«Nada muere hasta que se olvida.»
Ellos se amaron, se aman y se amarán.
La muerte no es el infierno, es un paraíso dónde las almas de las personas habitan en paz y armonía por toda la eternidad, y cuidan de sus seres queridos, todos le temen a la muerte, pero nadie le teme a la vida. La vida es maravillosa desde muchos puntos de vista, pero hay veces en que puede llegar a ser igual o peor que la muerte.
«Su destino nunca fué vivir, ella era un alma muy pura para entender lo cruel puede llegar a ser la sociedad.»
«La muerte, el puente de la vida eterna en el paraíso.»
«La vida, el puente de la existencia terrenal y temporal.»
«Dos mundos diferentes, influenciados por el destino, el futuro temerario qué no conocemos.»
«El destino del futuro es quedar incierto.»
«Ella se concentró tanto en su futuro que no se fijó en su presente»
Allá vamos, por el futuro incierto que nos espera, a vivir para morir.
Abril, 23 de 2018.
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