VII

Arabella estaba sentada frente a su madre. Ella les había ofrecido té, y la bruja fue la única que lo negó. Negó todo lo que Morgana le ofrecía.

Solo eran las dos en esa mesa. Jackson noto la fricción y decidió ir con Nari y White a otro cuarto. Quizás a tomar el té, o descansar algo. Pues con la noche inglesa, correr por un bosque tenebroso, y ver el reencuentro de una hija con su madre  les había agotado.

Ahora ellas estaban en un silencio pesado, con la tensión que se podía cortar con navaja.

—Me alegro que estés bien.— hablo al fin Morgana.

—¿Lo dices en serio?— pregunto sarcástica.—Pues no recuerdo lo mismo de la última vez.

Se cruzó de brazos, e hizo memoria.

—Lo que si tengo bien presente es que me dijiste que fui una decepción y me apuñalaste.— añadió sin dejar de sonreír.

—Si, y creo que dos veces hija.

Arabella rodó los ojos. No podía creer que estuviese teniendo esa conversación con su madre. Una mujer que le dio a elegir entre la traición o estar de su lado en una batalla sanguinaria.

Pero no la podía culpar de todo. Morgana le prometió poder a cambio de lealtad. Pese a su miedo a la decepción por rechazarla, aceptó aún sabiendo las posibles consecuencias.

Arabella era una niña sedienta de aceptación, y Morgana estaba en una posición que no le dejo más opción.

—No te perdono, aunque hayas hecho algo bueno y por eso sigues viva, no te perdono.— dijo, tratando que su voz no tiemblen.—Fui tu hija, a la par que un peón en tu juego.

—No, Arabella.

Morgana se puso a su lado, y tomo una mano de la bruja. Esta no pudo hacer más que quedar estática. Aquello fue muy rápido, y estaba tan cerca que sentía que se desmayaba. Sentía miedo, aún sabiendo que no le iba a hacer nada.

Pero seguía sintiendo miedo por sus recuerdos. Frescos y dolorosos.

—Nunca fuiste un peón.— dijo dando una sonrisa.

Era cálida, como las que solía ver en las mañanas que desayunaban juntas en el castillo. Le brindaba el mismo calor que la tarde en que la rescató de una muerte segura. Tan maternal, que derretía esa coraza de hielo que se formó por años.

—En mí vida fuiste la pieza más valiosa.— continuo.—Y te trate tan mal. Te perdí por mí imprudencia. Me arrepiento de haberte involucrado.

—Yo me fui.— murmuró.

Ese era un nuevo recuerdo. Su cabeza estaba hecha un desastre.

—Lo se.— dijo.—Y fue mí culpa que lo hicieras sola, cargando con tanto dolor.

La soltó para tomar sus mejillas, y verla a sus cálidos ojos marrones. Aún podía ver la niña que supo ser, todavía quedaba algo de bondad pura en esa oscuridad rosada.

—Acepto que no me perdones, no lo merezco, y notare si lo haces por pena.— dijo sin dejar de sonreír.—Porque te conozco Arabella Pericles.

—Madre.— balbuceó.—Yo …

Se puso de pie, y le dio la espalda. No podía dejar que la viera llorar. Por años se juro así misma que ninguna mujer que simbolizada lo que ella fue, la viera en ese estado.

Morgana agitó la cabeza y sonrió. En su corazón aún quedaba algo de esperanza. Solo esperaba que también hubiese tiempo.

—¿Vienes por mí diario, cierto?— pregunto, a lo que ella asintió.—Bien, te lo daré.

Fue en busca de ese pequeño libro, y sin tantos rodeos se lo entrego. No era tan grueso, pero si muy viejo. La tapa morada estaba desgastada, y daba la sensación que una brisa se llevaría las hojas en forma de polvo.

—Te diré el secreto del encarcelamiento de Caeli.— dijo en cuanto le pasó el diario.—Su cuerpo está fraccionado, dispersó por todo el mundo.

«Las manos y los pies están en Monte Takao, Japón. Tan distantes que es imposible que se toquen. Tanto los brazos como las piernas en el Congo. La mente está en Córdoba, Argentina. Y en Brasil su cuerpo.

Lo más importante es su corazón. El cual se tiño de oscuridad junto con su mente, pero aquello que latía y daba vida fue lo que más dañaron, oscureciendo el resto. Con uno pensaban que hacer para lastimar, y el otro latía para detenerse.»

—No entiendo.— dijo Arabella.

—Con el corazón ella sentiría algo, sin este solo será un ser destructivo.— explicó.—Aquí la lógica humana no entra en el juego.

—Lo dioses actúan de manera distinta.

—Claro.— sonrió.—Nosotros también actuamos con el corazón, pero este no influye realmente. En todo caso la mente es la fuente de todo.

Agotada echo su cuerpo hacia atrás y suspiró. Era tan fácil de entender pero no dejaba de ser complicado. Los dioses, aquellos seres que daban y quitaban, eran una encrucijada.

—Pueden pasar lo que resta de la noche acá.— dijo Morgana.—Ese temblor fue ella, y no creo que sea bueno salir.

Arabella no quería comenzar a formar un vínculo, menos sabiendo que quizás todos mueran pronto. Pero acepto la propuesta. Ella se fue al cuarto donde Jackson, Nari y White dormían.

Zoe la iba a matar por la ausencia, pero ella lo iba hacer primero por ocultarle algo tan grande como su madre viva. Se acostó frente a Jackson y en un instante se durmió.

En la mañana siguiente amaneció sola. El dulce aroma de un desayuno la obligó a salir de la cama. En definitiva tenía hambre.

En el pequeño comedor se encontró a Morgana hablando muy alegre con Jackson y Nari, mientras que White los veía desde una esquina.

—Ven, come algo.— dijo alegre la hechicera.

—Esto es delicioso.— exclamó Nari.

Eran hotcakes con miel. Algo de café y jugo de fruta. Nada de otro mundo, pero estaba hecho por alguien que una vez la supo matar. Lo que se le hacía extraño, porque nunca antes vio a Morgana cocinar.

Se sentó al lado de Jackson y tomo la taza de café que le ofrecía su madre. Ahora sí no se negaría, porque lo necesitaba. Un café luego de diez años en una piedra.

—No me has dicho donde está el corazón.— recordó Arabella.

—Porque no lo sé.— respondió Morgana.—Aun cuando ayude a Merlín, teníamos nuestra diferencias, y el se adjudicó el deber de esconderlo.

—Que raro, no confiaba en ti.

Morgana se encogió de hombros y continuó con su desayuno.

—Quizas sepa de alguien que si sabe, y no es el viejo.— pensó en voz alta.—Deja que averigüe.

Media hora después, cuando todos estuvieran listos, se dispusieron para irse. Pero Morgana detuvo a Arabella.

—Hija, ten cuidado.— dijo en voz baja.—Ella ya obtuvo un cuerpo.

—¿Y? ¿Qué hay conmigo?

—Recuerda que hablamos de una diosa. Quizás ahora tiene un cuerpo para un solo propósito.

Tomó sus manos para verlas. Aún le quedaban algunas suaves marcas producto de su magia. Pronto dejarían de existir, pero la lenta recuperación la hacía vulnerable.

—Cuando tenga las piezas, va a necesitar un mejor jarrón.— añadió.

—Pero ya habrá obtenido su propio cuerpo ¿Para que va a querer otro?

Morgana rodó los ojos. No podía creer lo lenta que se había vuelto su hija. Pero no la culpaba, el encierro hacia eso.

—Su cuerpo, son solo piedras divinas marcadas. Dan poder no una nueva forma.— respondió con suavidad y lentitud.—Cuando su magia sea muy intensa, lo tendrá que desechar y así tomara otro.

Aquello le hizo recordar sus antiguas clases de magia.

—Tu magia te hace especial para portar la entidad de una deidad como ella.— continuo.—Y vulnerable no podrás hacer mucho para defenderte.

Arabella otra vez se encontraba en el ojo de la tormenta. No era la primera vez que alguien demente quería poseerla para traer una fuerza maligna a la vida. Sentía que eso era algo que no podía evitar, después de todo se aseguró de ser la única bruja en su clase.

—No estés sola. Quizás te duela perdonar a aquellos que te ocultan la verdad, pero más te dolerá seguir haciendo daño.— dijo dando una sonrisa un poco triste.

Arabella soltó sus manos, y la vio con enojo. Se puso a pensar ¿Era ella la única que lastimaba a la gente? ¿Acaso nadie la daño, le engañó? Le enojaba estar siempre pidiendo perdón, pero nadie lo hacía con ella.

—¿No merezco estar enojada? También siento dolor cuando me ocultan o engañan.— dijo tratando de contener las lágrimas.—Seré la mala entre las malas, pero también se dar la otra mejilla.

Morgana la abrazó como si de una niña pequeña se tratara. Podía sentir su agitada respiración, y el sollozó de la bruja.

—Por eso pido que me perdones Bellita.— murmuró.—Quiero tu perdón más que el de cualquier otro ser sobre la tierra.

Arabella le correspondió el abrazo y lloro con más fuerza. Quería sanar aunque sea ella quien tuviera que suplicar el perdón de los demás. Ya no quería seguir siendo mala y traicionera.

Se apartó para verla a la cara. Su mirada marrón brillaba un poco por las lágrimas y otro poco por alegría.

—Si el mundo continúa, y terminas todo con el ex aprendiz de Merlín, en esta casa hay un lugar para ti.— dijo dando una sonrisa.

Arabella rió por la idea de volver a vivir con su madre, y rodó los ojos.

—Trataré de arreglarme antes con Hisirdoux, si es que no lo mato por ocultar cosas.— dijo Arabella.—Pero no se me hace mala idea estar contigo un tiempo. Sin querer matarnos.

—¿Cómo una madre e hija común y corriente?

—Tampoco tan aburridas.— sostuvo.

Antes que se marcharán tomo el viejo collar de Avalon. Arabella le había cambiado la cadena, pero este seguía sin funcionar. Morgana lo puso entre sus manos y algo susurró cerca de estas que emitió una resplandeciente luz dorada.

—Ahora estarás un poco más protegida.— se lo entrego.

La piedra otra vez volvía a brillar como nunca antes.

Les abrió un portal y se marcharon. Morgana se quedó viendo el camino, y por dentro pedía que Caeli no sea tan dura.

Lo primero que hizo al llegar a Camelot fue buscar a Hisirdoux. Lo encontró con Zoe y Clara en la biblioteca.

Entro haciendo un escándalo para así evitar que Zoe le regañara por haberse llevado a su hijo una noche entera.

Los tres quedaron mudos ante la actitud de la bruja. Esta no decía nada, solo caminaba de una punta a la otra tratando de formular una oración libre de insultos.

Se acercó a la mesa, y tiró sobre está el diario de la hechicera mayor. Los tres allí leyeron el título en voz alta, y compartieron miradas de preocupación.

—Ayer fui al banco. Ya saben lo normal. Plata para ropa decente.— contó cómo si estuviera relatando algo de más cotidiano.—Y pensé en la existencia de un posible diario.

Se detuvo y señalo con la mirada bien abierta.

—No solo encontré sus memorias, sino a las memorias mismas.— exclamó.

Dio un golpe en la mesa, y magia brotó por el impacto. Tanto las brujas como el mago mantuvieron su postura.

—Gracias, gracias por ocultar que quien me condeno aún seguía con vida.— sonrió con cierto sarcasmos.—¿Por cuando tiempo lo pensaban hacer? O de verdad creen que el mundo se va acabar por eso no dicen nada.

Hisirdoux se puso de pie y la tomo del hombro para que lo viera. Noto que no estaba tan enojada, al menos su magia no la controlaba. Era lo que indicaban sus ojos marrones.

—Aun era muy pronto.— respondió.—No estaba seguro de como podrías reaccionar.

—¿Cómo crees?

—Lo se.— dijo en voz baja.

—No lo sabes.— le corrigió.—Solo crees saber, saber que lo iba a tomar mal.

Se apartó de su lado al notar que lo que dijo era cierto.

—Y si reacciono mal, es porque siempre me entero por las malas.— añadió.—Nadie a intentado decirme la verdad de frente, ni siquiera tu.

No los dejo hablar, no quería escuchar alguna explicación de porque aquello no fue lo primero que supo. Cuando quiso cambiar el tema, para traer lo de Caeli sobre la mesa, Circe entro desesperada a la biblioteca.

Fue directo al mago, quien tuvo que sostenerla para evitar que le abofeteara el rostro. Su mirada bicolor estaba roja por las lágrimas, al igual que el resto del rostro.

Por detrás de ella también llego Galaga. Él se veía exhausto. Tenía una manga del abrigo bordo arremangada, y se podía ver vetas negras recorrer el largo del brazo.

—¿Qué ocurrío?— pregunto Zoe yendo por él.

—Debías protegerla.— vocifero Circe.—Debiste cuidar a nuestra niña.

Las lágrimas otra vez caían sin control. Se desplomó, y con ella Hisirdoux igual. Este no entendía nada, mucho menos los balbuceos de la hechicera.

—Ella, ahora ella no esta.— se freno y lo vio a los ojos.—No quiero perder a otra hija Hisirdoux. No lo resistiría.

En ese momento Arabella supo lo que esos temblores significaban.

★★★

Hola mis soles ¿Cómo les va? Espero que bien, yo quiero que anden bien.

Amo todo en este capítulo. Desde el reencuentro hasta Circe desmoronándose 🥺

No hay mucho que decir porque habla por sí solo, Dios.

En fin, hasta la próxima, donde comienza la acción... Creo 👀

✨Besitos besitos, chau chau✨

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top