IX
Solo quedaban ellos tres con sus respectivos familiares en Camelot. Sin Olivia se les hacia difícil trasladarse al sur o a cualquier otro sitio.
Arabella trataba de concentrarse para poder abrir un portal. Pero en ese momento no sentía temor, presión o pasión que la impulsará a usar esa clase de magia.
Estaba desconcentrada a causa de una discusión momentos atrás. Su mente no la acompañaba en el presente, divagaba por el reciente pasado. Aún sentía cada palabra punzar en su corazón. Uno que se desmoronaba.
Agitó la cabeza, y continuó intentándolo.
Galaga ya se había gastado todos chistes respecto a despertarle algunas pasiones. Mientras que Hisirdoux se mantenía distante porque sabía que eso era una mala idea.
—Ninguno ayuda.— se quejó Arabella.—Por su culpa es que el mundo se va a terminar.
Gruñó, y dio un golpe al suelo con su bota, provocando una oleada de magia rosa. Los dos magos la vieron enfurecer.
—Debes calmarte.— pidió Hisirdoux.
Ahora no solo estaba triste, sino enojada, haciendo que su magia funcionara de forma distinta.
Dio unos pasos hacia ella, pero está lo vio y se detuvo. Alzó una mano a su costado, y de esta brotó un portal.
—Bien hecho.— felicito sarcástico Galaga.
—Entren antes que me arrepienta de esto.— gruñó Arabella.
En silencio, uno por uno fueron pasando. Arabella quedo al último. Dio un último vistazo al salón del castillo y dio un paso al frente con el portal cerrando a su espalda.
Llegaron a un sitio faltó de luz. Arabella termino de rodilla en el suelo jadeando del cansancio. Hacer portales como su madre le consumía tanto magia como energía física. Hisirdoux se acercó a ayudarle pero está se zafó del agarré.
—¿Dónde estamos?— pregunto Galaga al sentir la tensión.
—No, no lo sé.— respondió Arabella.
—Grandioso.— se cruzó de brazos.
Arabella rodó los ojos, tomo su mochila y comenzó a caminar. Pero una voz hizo que se detuviera. Al girar en busca de su dueña, en una esquina, cerca de una escalera, noto a alguien más.
—Estan en una terminal de omnibus.— dijo la desconocida.
Pronto noto que a su alrededor había bullicio. Era como si en ese momento una burbuja se hubiese reventado dando paso a la realidad. Estaban en lo que era una planta baja.
—Genial, pero ¿Qué país?— pregunto Hisirdoux.—Tu inglés es raro, sin ofender.
La muchacha salió de su esquina, y los tres la vieron con claridad. Traía cara de agotada, y el cabello castaño atado en un rodete que se iba desarmando.
—Córdoba, Argentina.— respondió.—¿De dónde son?
Galaga se acercó a ella, y le sonrió haciendo que está se cruzará de brazos.
—De todos lados lindura.— respondió.
—Bue.— bufó.—¿Me imagino que buscan algo, o alguien, cierto?
Dudaron un poco si debían responder. Todo en ella indicaba que era una chica común y corriente. Hasta que uno de los tres noto que está traía un extraño collar. Lo había visto en otra parte, al menos Galaga lo noto tiempo atrás en Olivia.
—Eres una mensajera.— dijo tratando de no sonar tan sorprendido.
La muchacha asintió, y saco su collar para activar su vara. Por detrás surgió un gato gris moteado, que hizo que los demás familiares se hiciera hacia atrás, incluida White.
—Lo siento a Minina no le gusta la gente rara.— dijo esta.—¿A dónde desean ir?
Pronto se quedaron sin respuesta. Ellos sabían que debían ir a Córdoba, pero estando allí ya no tenía idea de a que parte de la provincia ir. Con cuidado, Arabella se acercó a ella, y le mostró el diario de Morgana. Se lo dejo para que lo leyera esperando que la joven supiera algo.
Tardo unos minutos en entender aquello, puesto que no estaba en su lengua materna.
—Veo que han caído lejos de su destino.— dijo devolviendo el libro.—Esto está pasando las sierras.
—¿Las que?— preguntó Hisirdoux.
—Montañas, o valles.— respondió.—Por suerte los puedo mandar allí, lo más cerca posible.
Un tanto indignada Arabella quiso saber el porqué, y la razón era simple, había magia que no llegaba a esos lados. Más aún si se trataba de algo regulado por la Comisión.
—Bien mensajera, llevanos a donde sea que quede la próxima estación de mensajería.— dijo Arabella tratando de no sonar irritadas.
La muchacha rodó los ojos, y les pidió que se tomarán las mano para hacer el portal. De mala ganas Arabella le tomo la mano Hisirdoux, y este copio el mismo gesto que ella.
—Ahora te cuesta dar la mano.— murmuró.
Tras las últimas preparaciones, el círculo sobre el que estaban parados se iluminó. La luz los envolvió, y ya no pudieron ver más a la mensajera.
En cuanto tocaron el suelo de su destino, Arabella tomo su cabeza por el repentino mareo. Tuvo que esperar un instante hasta que su sistema se acomodara.
Ahora se encontraban en otra terminal. Galaga, quien era el que mejor manejaba la legua, contó que un colectivo saldría para donde debían ir.
El viaje fue silencio. Arabella se sentó lejos de los otros dos. Mientras que Galaga e Hisirdoux se sentaron en asientos continuos.
Galaga dejo su celular a un lado, y observo a su compañero. Traía el ceño fruncido, como si no entendiera bien lo que hacia.
Tomo aire, juntando algo de valor, y hablo.
—Yo me quería disculpar por lo de Olivia.— dijo Galaga.
Este esperaba a estar un rato a solas con él para poder decirle lo que sentía.
—Eres un idiota pero no es tu culpa.— dijo Hisirdoux.
Venía leyendo, y en ningún momento levantó la mirada del libro. Lo que no hacia sentir mejor al otro mago.
—Debí detenerla.— murmuró.—Pero solo la incite.
Hisirdoux cerró el libro, y le tiró una mirada de cansancio. Aunque también se notaba cierto enojo. Pero el mismo maestro hechicero no sabía con quién estaba enojado. Por una lado sentía que él fue parte de que su hija se haya ido sin decir.
Quizás Circe estaba en lo cierto cuando le gritó la verdad. Estaba tan absorto en algo que no notaba que lastimaba a la última persona que le diría algo malo.
—Si alguien tiene la culpa, ese soy yo.— dijo con un nudo en la garganta.—Hice de Camelot una prisión.
Galaga tomo una de sus manos, llevandose una mirada de sorpresa por parte de Hisirdoux. Casi nunca tenían gestos de apoyo o cariño, y la última vez que usaron las mano fue para generar más violencia.
—Oye, la traeremos de vuelta.— sonrió.
—¿Crees que sea posible?— pregunto.
—Ella es fuerte, va a resistir hasta que lleguemos.— respondio dando una leve sonrisa.
Hisirdoux seco una lágrima que amenaza en caer. Sin pensarlo dos veces lo abrazó, y le dio unas fuertes palmadas en la espalda. Se apartaron para verse, y los dos estaban a punto de quebrar en llanto. Rieron por lo mismo, puesto que unos días atrás no se podían ni ver.
—Por cierto, ella esta enamorada de su compañero de piso.— contó Galaga.—Y dijo que le iba a partir la boca de un beso.
Hisirdoux rodó los ojos, y volvió a su lectura.
—Eso ya lo veremos.— murmuró.
—Claro papá oso.— se burló Galaga.
Arabella que oyó sus risas, vio todo. Sonreía animaba por ver como es que dejaban a un lado sus diferencias. Era la primera vez que los veía tan amistoso. Sentía que vivía un sueño.
Volvió la vista la vista al frente, y antes de ponerse lo auriculares, White llamo su atención.
—¿Qué pasó entre tú y Douxie?— preguntó.—Un segundo que me di la vuelta y ya se estaban tirando de los pelos.
—El dijo que me extrañaba.— contó.
White no veía nada malo en eso, y sabía que era cierto. Si algo compartía con el hechicero era que ambos anhelaban poder haber hecho algo más para que ella no terminará hecha una piedra.
—Tambien dijo que no podía confiar en mí.— añadió.—Luego que yo dijera que ...
—¿Qué le dijiste?— preguntó ansiosa.
—Dije que no iba a volver a huir.— respondió.
Vio por la ventana, mientras sentía que su corazón se hacía pequeño, A
Aunque latía violento por cada palabra. Antes temía que saliera atravesando su pecho, ahora tenía miedo de que se rompiera dentro de este. Y así volver a ser quien supo ser.
—Ya no quiero huir, lo digo en serio.— dijo con voz entrecortada.—Pero esta bien, lo he dicho antes y era mentira. Creo que tiene razones para no confiar.
Rió para evitar llorar. No quería hacer una escena. Nunca lloraba en público, y no deseaba que la primera vez sea dentro de un colectivo.
—Esto es mí culpa.— insistió.
Sin importar que la viera alguien más, White salto frente a ella, tomando la forma de gato. Poniéndose en dos patas, tomo su rostro con las patas delanteras y la miró con furia.
—No dejes que te haga sentir mal.— gruñó.—Si tanto se aman, no les debería doler. A ninguno. Y si no te cree es problema de él.
—Pero he dado mucho motivó.— balbuceó.—Sobre todo a él, y no me debo ir muy atras en el pasado.
—Lo se.— sostuvo.—Y eso fue en el pasado. A mí me hiciste mal, y te perdone porque, y pese a todo, se que lo hiciste por una buena y estúpida causa.
Hizo una pausa al notar sus palabras.
—No te estoy justificando, pero se que haces lo mejor para no repetir el pasado.— dijo y comenzó a ronronear.—Deben sanar, pero lo mejor es hacerlo cada uno por su lado.
Soltó su cara, y se sentó para luego tocar su pecho, justo donde latía su corazón.
—Pero tu más que nadie debe sanar.— añadió.—No niegues tu pasado brujita.
Arabella podía jurar que aquélla gata, ese ser que fungía como una extraña voz de su conciencia, estaba sonriendo. White siempre quiso lo mejor para ella, y ahora se lo decía con claridad.
Aquello le hacía doler. Pero su gata hablaba con razón.
—White.— sollozó.
—No te diré que hacer, tú sabrás lo que es correcto para tu corazón, o tu cabeza.— dijo antes que acostarse en su regazo.
★★★
Hola ¿Cómo va? ¿Saben quién necesita un abrazo? Yo, digo Arabella *llora con la prota*
Ay, este capítulo es un amor, o sea en cierta parte lo es.
Es acá donde nace un ship inesperado 👀 ¿Cuál será?
Todo será más intenso, les digo no más.
En fin, hasta la próxima ✨besitos besitos, chau chau✨
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