💙 Capítulo 33💙
Al menos no fue tan malo como Ada me hizo pensar. Su madre no es tan como ella imagina. Ya estoy más tranquilo.
Mi hermano y yo dormiremos en la habitación de huéspedes como habíamos acordado y las chicas juntas.
—Y entonces...
—¿Entonces?
—¿Tu y Milena qué tal?
—No hay nada. —retuerzo los ojos.
—Vas a mentirle a tu propio hermano.
—Enserio, no hay nada entre nosotros.
—Brian, se les sale por encima de la ropa las ganas que se traen.
—Branly estoy casado.
—Con una persona que no amas.
—Ya hemos hablado miles de veces de esto, es la madre de mi hijo.
—Tu hijo estará bien, pero no puedes sacrificar tu felicidad por una mentira toda tu vida. —me giro para ver su expresión. —Deberías darte una oportunidad con Milena, es una buena mujer además de hermosa.
—No me digas lo que tengo que hacer. —me da la espalda colocándose en la ventana.
Se que aunque no lo acepte sabe que tengo razón.
—Como digas.
La conversación finalizó justo en ese momento.
—¿Qué crees de Bairon?
—¿A qué te refieres?
—Se irá mañana hacía sabe Dios donde, no quiere decirnos su ubicación. —lo miro sorprendido.
—Y ¿Por qué yo no sabía nada de esto?
—Apenas anoche no los comunicó a padre y a mi. Quiere ser igual que tú, seguir tus mismos pasos, creo que siempre te ha visto como su ídolo.
—Que idiotez, no soy nadie.
—De los tres, eres el que siempre ha hecho lo que ha querido, has viajado por todo el mundo, de fiesta en fiesta, sin ninguna obligación, padre siempre te ha favorecido y pues creo que ha querido revelarse ahora.
—Me preocupa esa obsesión con ser yo. —bajo la vista. —No quiero que sea el hermano malo que sale en las películas que conspira contra su sangre solo por envidea.
—Tienes cadas ocurrencias, el solo quiere un respiro.—se sienta a mi lado dejándose caer en la cama. —Todos queremos uno, el quiere ser libre aunque sea por algún tiempo porque al igual que tú debe casarse llegada la edad.
—Esta maldita y estúpida tradición del casamiento.
—Tu eres el menos indicado para quejarte, has encontrado al amor de tu vida a través de ella, deberías estar agradecido.
Esas palabras me impactan, el amor de mi vida.
Esta bien que sienta miles de cosas sin explicaciones, pero amor de mi vida es una palabra ya grande.
¿Será? ¿Será que Ada es el amor de mi vida?
Ese del que nunca me podré olvidar.
No puedo estar cien porciento seguro de eso, solo se que nunca me había sentido así por nadie.
Ambos nos quedamos mirando al techo, sumergidos en nuestros propios pensamientos. Pero nuestro tan agradable silencio se vio interrumpido por una castaña muy chillona.
—¿Qué hacen aún en la cama? —entra agitada por la puerta.— Mi madre quiere que bajemos a merendar.
—Gracias al cielo que mi suegrita es tan atenta.—me levanto de una.
—¡Brian! —llamo a mi odioso hermano mientras le jalo el pies.
—Ahora bajo, vallan adelantándose.
Miré a Ada y ambos asentimos.
Apenas cerré la puerta de la habitación la jale del brazo dejando apoyado su cuerpo contra la pared. Coloco mi mano por su cintura y me pegó a ella hasta rozar sus labios.
—Branly, nos puede ver mi madre.—susurra.
—Un rápidin no le hará daño a nadie.—niega.
Beso su cuello despacio y noto como sus mejillas se van ruborizando.
—¿Segura? —insisto.—Vámonos al baño.
—Bien, pero rápido. —termina cediendo con una sonrisa en su hermoso rostro.
Ella me guía hasta el baño y ponemos el seguro.
Comienzo a besarla apasionadamente, mientras acarició cada parte de su cuerpo. Bajo mi boca hasta sus pechos y comienzo a dejar besos pequeños en ellos.
Siento como mi pene se va endureciendo.
Bajo mi mano hasta su entrepierna y subo la minifalda que la cubría. Adentro mi mano en su panti y puedo sentir la humedad.
—Acaba de meterla joder. —habla agarrando mi cara con ambas manos para que le prestará atención.
Introduzco mi dedo en su vagina y jadea.
Le doy media vuelta hasta que queda de espaldas para mí. Ella apoyada del lavamanos mientras introducía lentamente mi pene ya bien erecto dentro de ella.
—Joder. —se siente tan bien.
Comienzo a penetrarla una y otra vez, mientras su piel choca con la mía. Cada vez más intensificando la velocidad.
—Dame duro.—susurra entre gemidos.
—¿Quieres duro?—comento mientras hago justo lo que ella desea.
Se coloca su mano en la boca tratando de evitar hacer el mayor ruido posible.
—Huu.—se muerde el labio y me mira.
Esa mirada hace que pierda los papeles, su voz, sus expresiones, su forma de gritar, lo sensual que es. Hacen que me encante cada vez más.
—Ahh.—me corrí dentro de ella.
Ambos nos miramos.
Beso su frente y decido salir para que ella pueda limpiarse.
—Voy a ir bajando le diré a tu madre que bajarás pronto. —digo terminando de acomodarme el pantalón.
—Vale. —fue su respuesta mientras se sentaba en el inodoro.
Bajo las escaleras algo sofocado.
—Al fin llegan.—habla la doña pero al girarse se da cuenta que solo estoy yo.—Bueno, llegas. ¿Dónde están los demás?
—Mi hermano bajara en unos minutos y Ada está en baño creo que está malita del estómago.—miento. —Pero cambiando de tema, todo se ve delicioso. —comento al ver la mesa llena de varios aperitivos.
—Pues al saber que vendrían hice una buena compra así que mientras estén aquí se alimentarán bien, además mi muchacha está demasiado flaca tiene que comer. ¿No me la estarás matando de hambre?
—No doña como cree, su hija come más que un albañil.—sonrío.
—Aprovechando que Milena salió a ver a los vecinos, Ada está en el baño y tú hermano aún no llega, creo que es momento de que tú y yo conversemos seriamente.
Asiento.
—Por supuesto, sentémonos.
Ambos nos sentamos en la mesa y ella comienza a hablar.
—Mira jovencito hasta ahora pareces un buen muchacho y veo a mi hija mucho más feliz de lo normal, pero en el primer instante en que la dañes o la hagas sufrir te las verás conmigo. Es mi bebé, mi única hija y mataría por ella así que no te conviene ver a una madre enojada.
Tragó saliva al ver lo directa que ha sido.
— No se preocupe suegra que a su hija yo la valoró y aprecio muchísimo. Se ha convertido en mi prioridad y creeme cuando le digo que lo que menos quiero es que sufra. La voy a cuidar hasta que Dios o ella me lo permitan. —veo que su rostro cambia.
—Bien muchachito eso espero. —me alcanza la cesta con las manzanas. —Deberías probarlas están muy dulces.
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