CAPITULO 37
Ya todo estaba hecho. Theodore había tomado su decisión de convertirse y había mandado una carta a sus padres. La lechuza había entregado la carta a Catherine Nott. Y ella, leyéndola satisfecha, no podía dejar de sonreir.
- ¡John!-dijo Catherine mirando a su marido.-Me acaba de llegar una lechuza de Theodore. Dice que ha cambiado de opinión y que quiere ser mortífago.
- ¿Eso te ha dicho?-preguntó John mirando la carta.
- Así es.-dijo Catherine.-Al parecer esa tal Granger y él han roto, por lo que él ha decidido hacerse mortífago. ¿No te parece maravilloso? Nuestro Señor estará orgulloso. Y Theodore podrá hacer honor al apellido Nott. Eso sin contar con todos los méritos y recompensas que le otorgará Nuestro Señor de aquí en el futuro. ¡Rápido! Tenemos que llamar a nuestros amigos, hay que informar de la buena noticia. ¡Prepararemos una fiesta! Donde estarán invitados Barty Crouch Jr, Walden Macnair, Rabastan Lestrange, Antonin Dolohov y Agustus Rookwood.
- No creo que Rabastan esté de ánimo para fiestas, querida.-dijo John.-Recuerda que su hermano va a ser ejecutado dentro de poco por nuestro Lord.
- Bien merecido que se lo tiene ese Rodolphus.-dijo Catherine.-¿Cómo pudo siquiera osar pensar ir contra Él? Debería haber aprendido la lección cuando lo intentaron Evan Rosier y Regulus Black. ¿Y todo porqué? Poque no le gustaba que un adolescente le diese órdenes. Admito que Weasley puede tener mal carácter, pero tampoco hay que desobedecer las órdenes de Nuestro Señor por eso, porque él se preocupa por todos nosotros y si cree que el entrenamiento con Weasley nos va a beneficiar, por algo será ¿no crees cariño?
- Sí, Cath.-respondió John.
- Además de que Weasley era el mejor amigo de Potter. ¡Estoy tan emocionada! Hay que invitarle también a él a la fiesta. ¿Te imaginas el honor que le traería al apellido Nott que el mejor sirviente del Lord y traidor de Potter venga a una fiesta en nuestra casa?-dijo Catherine.-¡Seremos la envidia de los sangre pura!
- Sí, Cath.-respondió John.
- ¡Voy a decirle a Vernard que lo prepare todo!-respondió Catherine.-Por cierto, se me olvidaba, otra de las cosas que hay que hablar con Theodore es su matrimonio con Daphne Greengrass.
- ¿No te parece un poco pronto?-preguntó John.
- Para nada.-respondió Catherine.-Cuanto antes se casen, mejor. Imagina lo que ocurrirá cuando se unan nuestras familias. El honor que supondrá un matrimonio con una familia sangre pura de su linaje, el alzamiento del apellido Nott, el aumento de fortuna, de territorios, de siervos, de poder, de escala social. Nuestro señor estará tan orgulloso...
- Sí, querida.-respondió John.
- Además, podemos organizar este matrimonio para este año.-respondió Catherine.-Puede que a Theodore no le guste la idea...pero se acabará acostumbrando, además, cuanto antes lo acepte será mejor para él.
Mientras tanto, como cada tarde, Ronald Weasley entrenaba a sus mortífagos. Y ellos, como siempre, intentaban hacer lo que él les pedía sin rechistar.
- ¡Muévanse más rápido!-ordenó Ronald.-¡Sois demasiado lentos! ¿Es que acaso no podéis correr, vegestorios? Hasta mi abuela corre más rápido que vosotros. ¿Cómo pensáis escapar de los ataques enemigos? ¡No sóis más que tortugas! ¡Vamos, vamos, moveos!
Barty corría, mientras miraba a Ron fijamente. ¡Oh sí, como disfrutaría viéndole sufrir! ¡Oh, como le gustaría ahora retroceder al año en el que le tocó hacer de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, y que ese chico fuese su alumno! Entonces se encargaría de hacerle sufrir y humillarle como sólo un auténtico mortífago sería capaz de hacer.
Miró al resto de sus compañeros, al parecer ellos también estaban pensando en lo mismo, y al parecer, sólo tendría que esperar. Ahora un ataque contra él sería imposible, pues todavía estaba demasiado reciente lo de Rodolphus. Pero aunque le costase la vida, ese muchacho iba a pagar todos y cada uno de sus insultos. ¡Lo juraba! Y se lo juró a Rodolphus. Y, que le fuese la vida en ello y fuese lo último que hiciera, Barty Crouch Jr siempre cumplía sus promesas.
Por otro lado, Hermione Granger estaba leyendo un libro romántico. Pero no podía leerlo por mucho tiempo. Desde hacía apenas unos días, hasta las novelas de amor se habían vuelto amargas para ella. ¿Curioso no? Ron y ella no llevaban mucho tiempo juntos, pero era el suficiente para amargarla la existencia.
Ahora, Ronald estaba entrenando a los mortífagos y la había dejado sola. Lo cierto era que agradecía la soledad. Últimamente prefería la soledad que la compañía, sobre todo porque la única compañía que tenía era la de Ronald.
Desde que el pelirrojo y ella habían vuelto, se la trataba como a la escoria. ¡Normal! El cambio de casa no pudo hacerse y ella tenía que continuar en Slytherin, bajo la frívola mirada de sus compañeros. Esto era peor que todo lo que había tenido que soportar hasta ahora. Theodore no la hablaba y Blaise, Pansy y Draco no la dirigían la palabra. Sólo la ignoraban, aunque en sus rostros veía la decepción. Por su parte, Luna y ella casi nunca podían hablar pues Ronald la seguía a todas partes, la acechaba y la vigilaba. Y ella no quería que él la tomase con Luna.
Pese a todo esto, Hermione observaba como Daphne Greengrass se acercaba cada vez más a Theodore. Observaba las intenciones de la Slytherin. Él estaba libre ahora que ella ya había regresado con Ronald. Por otra parte, Lavender no dejaba de escribirla cartas amenazantes donde le decía que se alejara de Ronald por su bien, porque si no ella se encargaría de matarla y hacer de su vida un infierno. Irónico ¿no? Su vida ya era un infierno, donde no contaba con el apoyo de nadie, y donde la única solución que veía posible era continuar para adelante. Ser fuerte, valiente, toda una Gryffindor, aunque estuviese en la casa de las serpientes.
Hermione Granger no era feliz, y ella sabía que al lado de Weasley nunca lo sería. Ella quería más, quería a alguien que, al parecer, pasaba de ella, pero aunque Theodore intentase hacer como que ella no existía, ella lo seguiría observando, desde las tinieblas.
Minerva y Severus sabían la situación en la que estaba metida Hermione Granger. Luna se los contó. Pero ambos sabían que no podían hacer nada para ayudar a la muchacha a hacerle la vida un poco más llevadera.
Ellos sabían el gran sacrificio que había hecho Hermione, y aunque admirasen la entereza y fortaleza de Granger, sabían que no soportaría mucho. Nadie lo haría, por muy fuerte que fuese esa persona.
Por eso, ambos habían decidido intentar ayudarla un poco y convocar una reunión con Sirius y Remus e informarles de la situación.
- Esto está llegando demasiado lejos.-dijo Remus.-No podemos permitir que esto continue así. Hermione ya está haciendo demasiado, más de lo que debería.
- En eso tienes razón, Remus.-dijo Sirius.-¿Pero qué quieres que haga? Mi sobrino no va a ofrecer su ayuda, lo sabéis perfectamente. Para él Hermione es una traidora, es lo único que ve.
- ¡Pero no podemos permitir que la señorita Granger siga haciendo sola el sacrificio!-dijo Minerva.-Esto tiene que ser demasiado duro para ella, está totalmente sola, no tiene amigos y no puede hablar con nadie acerca de esto, porque si Weasley se entera...
- Pero si sólo es un muchacho ¡Por Merlín!-dijo Severus.-Propongo que me lo dejéis unas cuantas horas. Yo me encargaré de enderezarle y mostrarle el camino correcto, con o sin el consentimiento de sus padres.
- ¡Pero Albus nunca lo permitiría!-dijo Minerva.-Además, según tengo entendido, Weasley es tu superior ¿no?
- Un crío jamás será superior a mi.-dijo Severus fríamente.-Y menos un maldito crío que se dedica a hacer daño a jóvenes indefensas.
- Hablando de eso.-dijo Remus.-¿Qué tal está Hermione?
- ¿Cómo quieres que esté?-preguntó Minerva.-Atrapada en la casa de las serpientes, siendo la novia de un león que no deja de golpearla.
- ¿La golpea?-preguntó Sirius alarmado.
- Sí.-dijo Minerva.-La he pillado varias veces robando material de secretaría, pero ella parece no darse cuenta de mi presencia, y tampoco quería llamarla la atención para no incomodarla.
- ¡Voy a hablar ahora mismo con Ronald!-dijo Sirius levantándose.
- No debes hacer eso, Sirius.-dijo Remus.-Recuerda que se supone que nosotros no sabemos nada de esto. Además, podríamos meter en problemas a Hermione. Y eso es lo último que queremos.
- ¿Y qué debo hacer entonces?-preguntó Sirius.-¿Mirar cómo Hermione se derrumba cada vez más por culpa de un chico que le gusta hacerla daño? ¿Ver como la humilla y la golpea? ¿Aguantar su mirada llena de dolor, que aunque intente ocultarlo sé que está ahí, sin hacer nada? ¿Eso quieres? Acabaremos con su personalidad si no hacemos algo. Si no detenemos a Ronald, temo que Hermione haga alguna tontería.
- ¿Y qué sugieres, Sirius?-preguntó Remus.-¿Qué nos metamos en medio y que pongamos en peligro la seguridad de Hermione? ¿Qué Voldemort la tome con ella? ¿Qué sea su cabeza la que más precio tenga entre los mortífagos? Ya no es el Ronald que conocíamos, Sirius. ¡Ha cambiado! Y como no tengamos cuidado, puede hacer la vida imposible a Hermione. Recuerda que ella se está esforzando por todos nosotros. ¿Quiéres que su sacrificio sea en vano?
- Lo mejor ahora será esperar.-dijo Minerva.-Por ahora...
- Yo siento lo mismo que tú, Sirius.-dijo Remus.-Pero por ahora no podemos hacer nada.
Sirius se volvió a sentar, pero no estaba satisfecho con el resultado. Como ese Weasley cayera en sus manos...él se encargaría de mostrarle como tratar a una dama. Severus miró a Sirius. Ambos estaban de acuerdo en algo: Si había algo que detestaban, era la violencia hacia las mujeres.
Ellos le harían pagar a Ronald lo que le estaba haciendo a Hermione...pero por el momento, tenían que esperar.
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