CAPITULO 35
No tenía otra opción. Debía hacerlo. Debía abandonar toda la felicidad que había conseguido en ese año; debía dejar a su novio por su bien, por el bien de todos los Slytherins que la habían apoyado desde que Ronald Weasley se había convertido en su pesadilla.
Realmente lo sentía por Theodore, porque sabía que su decisión iba a destrozarle el corazón, pero debía hacerlo, porque no podría soportar que Weasley lo dañara, no podría soportar que lo utilizase de conejillo de indias para probar los nuevos hechizos que aprendería como mortífago. No podía ponerle en peligro de esa manera.
Por esa razón, ella prefería llevar sola su carga, como debió de haber sido desde el principio. Ahora era hora de demostrarle al mundo, que ella también podía ser fuerte.
Pues fingir era la especialidad de su casa, porque se parecía demasiado a mentir. ¿Su casa? ¿Desde cuándo ella, Hermione Granger, había comenzado a pensar en Slytherin como su casa? Pero ahora eso ya daba igual, porque pronto, ni siquiera ella podría estar allí.
Leona con disfraz de serpiente, o serpiente disfrazada de leona, daba igual. Seguías siendo una paria, una traidora, lo miraras por donde lo miraras. Pero esta traición, merecía la pena, pues era para mantener vivo a una de las personas por las que ella lo entregaría todo en una lucha, empezando por lo que estaba a punto de entregar a Ronald Weasley: su voluntad.
Era la hora. Pronto Theodore y el resto de los Slytherins bajarían las escaleras. Pronto sería la hora de anunciar su compromiso con Ronald y empezar con el mayor teatro de su vida.
Quién le hubiese dicho a ella, la fuerte y decidida Gryffindor, que ahora sería una Slytherin, pero que su carácter hubiese cambiado tanto.
"¿Yo? Sólo libros e inteligencia. Pero hay algo más importante, que no puede encontrarse en los libros...es la amistad" Recordó cuando dijo esas palabras a Harry y a Ron en su primer año.
Y entonces, pensó en decirle a Theodore o a Pansy, Draco, Blaise o Luna el chantaje al que Ron la había sometido, pero no quería meterles en problemas, sobre todo ahora, que Weasley tenía la marca. También pensó en buscar ayuda de otro tipo, tal vez en Harry, pero sabía muy bien que no la creería. ¿Snape o Mcgonagall? Podrían ser otras opciones. Mas, sin embargo, ya se habían involucrado suficiente. Como profesores tenían el deber de informar al director, y podrían perder el puesto de trabajo. ¿Y Sirius y Remus? Podría intentarlo, pero ¿de qué serviría? Estaban demasiado lejos, además de que Molly no les permitiría hacer nada.
No la quedaba más salida. Aceptar ser novia de Ronald era su única opción. ¿Porqué su vida tenía que ser tan complicada? Primero violada y ahora tenía que ser la novia del tío que la violó, que, encima, era mortífago. ¿Hasta cuándo duraría esto? ¿Porqué no la podía dejarla en paz?
Algo iba mal. Muy mal y ella lo sabía.
Lavender Brown presentía que algo malo iba a ocurrir.
Desde que llegaron a Hogwarts, su novio, Ronald Weasley, se había comportado de una manera mucho más distante de lo habitual en él.
Y eso la asustaba.
"Pase lo que pase, tú siempre serás mía. Lo quieras o no" dijo Ron la noche anterior.
Lavender se estremeció al recordarlo. Ronald Weasley había pegado un gran cambio. No era el chico que se había imaginado; pero aún así, ella había comenzado a obsesionarse con él; porque ningún hombre la había hecho las cosas que el joven Weasley la hacía, ningún hombre se había atrevido jamás a follarla con tanta fuerza o a hacerla gritar de dolor hasta la saciedad, a humillarla, a usarla y a utilizarla.
Es cierto que era demasiado humillante y que no estaba bien hacer lo que Ron hacía. Pero pese a todo el dolor que él la pudiese causar, había conseguido meterse un poquito en su corazón.
Aunque no se pudiese hablar de amor todavía, pues hay que reconocerlo, todavía no estaba enamorada, sí que estaba algo lujuriosa. Su Ro-ro demostraba ser apasionado en la cama, y eso a ella era lo único que la importaba. Bueno, eso y que Hermione Granger se revolcara en su miseria...pero de ella ya se podría ocupar otro día.
Y pese a todo, tenía claro una cosa: Ronald Weasley era suyo y ninguna mosquita muerta como Granger iba a apartarlo de ella.
Aunque no sabía porqué se preocupaba tanto. Ella era mucho mejor amante y más hermosa que Hermione Granger.
Era la hora de desayunar.
Un montón de gente se había congregado en el Gran Comedor. Todos charlando animadamente, riendo y disfrutando del momento. Los fantasmas se paseaban por el Gran Comedor, saludando a los estudiantes y a los cuadros.
En medio de todo aquel ajetreo, Ronald Weasley situado en la mesa de los leones, buscó a Hermione Granger con la mirada. Ella estaba situada en la mesa de las serpientes, entre su novio y Pansy.
Ese era el momento.
Con un suspiro de resignación, Hermione se levantó de la mesa y pidió la atención de todos. Cuando lo único que se escuchaba era el silencio, la castaña comenzó a hablar.
- Sólo quería decir...que he pensado mucho durante las vacaciones de navidad.-empezó Hermione.-He pensado en todas las cosas que he compartido con Theodore.-dijo mirándole con amor.-Y con Pansy, Draco, Blaise y Luna.-dijo mirando a cada uno de ellos.-Pero también he estado pensando mucho en mi situación con Ron...-dijo mirándole y reprimiendo el impulso de sentarse y callarse.-en sus ojos, su boca...y recordando todos los besos que nos hemos dado, todas las cosas que hemos compartido, los momentos que hemos pasado juntos y la amistad que tuvimos. Lo cierto es...que no puedo olvidarte. Jamás podré. Has sido una parte muy importante en mi vida, y desde el momento en el que te conocí supe que quería estar junto a ti. Quiero que vuelvas a ser esa parte tan importante para mi. Que volvamos a intentarlo. ¿Qué me dices, Ron? Siento mucho haberme cambiado de casa, pero estaba celosa de que ella.-dijo señalando a Lavender.-Tuviese toda tu atención. Sé que me he comportado como una maldita egoista y que probablemente no querrás volver conmigo; pero quería que supieras aquí, delante de todos, que yo siempre te amaré.-dijo Hermione soltando el discurso que le había tardado redactarlo una hora. El resto de sus compañeros, de todas las casas la miraban. Theodore y los Slytherins estaban furiosos, y algo decepcionados. Luna la miraba fijamente, pero tampoco dijo nada, aunque Hermione podía averiguar que la rubia sabía la carga que estaba soportando sola.
"Lo siento" pensó Hermione. "Pero es mejor así" "Te amo demasiado, Theodore. No soportaría que te sucediese algo por mi culpa".
Todos estaban expectantes de la contestación del pelirrojo, quien se acercó a ella, y la rozó la mejilla con su mano. Hermione cerró los ojos e intentó no rehuir el contacto. Ron sonrió. La tenía donde quería. La zorra había soltado un discurso memorable. Ahora...estaba acorralada. Esta era la oportunidad que tenía el pelirrojo. Debía marcar su territorio.
- Al fin entraste en razón, castañita.-dijo Ronald inclinándose hacia ella y besándola con posesión. Hermione se mantuvo rígida por unos instantes, pero Ron empezó a profundizar el beso, forzándola a corresponderle.
En ese instante, todos los presentes estallaron en aplausos y vítores. El Trío Dorado volvía a existir.
O eso pensaban...
En la mesa de los profesores, una preocupada Minerva miró a Severus. Éste le devolvió la mirada, sin creérse todavía lo que estaba viendo. Algo muy grave debía estar sucediendo para que Hermione Granger cayese de esa manera frente a su agresor.
Ni Minerva ni Severus se tragaban la parrafada que había soltado Granger; al igual que tampoco lo hacían Blaise, Pansy y Draco. Luna simplemente miraba como Hermione y Ron se besaban, y Theodore...él era el más afectado de todos. Ya no sabía que creer.
- ¿Porqué Hermione? ¿Porqué me haces esto?-murmuró Theodore apretando los puños con fuerza. Pero nadie le respondió. Sin despedirse siquiera, Theodore salió del Gran Comedor.
Hermione lo miró de reojo y deseó salir de allí e ir a buscarle. Pero no podía, no debía hacerlo. Tenía que centrarse en su papel, para que nadie notase nada; para que él estuviese a salvo.
Dumbledore observaba la escena sonriendo. En cierto modo, estaba alegre, pues aunque Hermione no le gustase, ahora la tenía más controlada que nunca.
Harry también estaba feliz, Hermione volvería con ellos, todo volvería a ser como antes, volverían a ser El Trío Dorado. Ya podía ir Voldemort cuando quisera, que teniendo una mente tan privilegiada como la de Hermione, podían vencerle en cualquier momento.
Lavender no estaba nada feliz. Se mordía con fuerza su labio inferior y apretaba los puños con toda su fuerza, mientras veía como su novio se besaba con esa furcia.
"Maldita" pensó Lavender. "¡Maldita seas, Hermione Granger! No pudiste fijarte en otro chico o quedarte con las sierpes; sino que tenías que quitarme a mi Ro-Ro. ¡Me las vas a pagar! Lo juro. Vas a sufrir mucho, Granger, y yo me encargaré de que eso suceda."
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