CAPITULO 25

- ¿Qué?-preguntó Hermione.

- Yo ya le he contado mi historia, señorita Granger, ahora es su turno.-repitió Barty.-Oh, vamos, no me diga que todavía desconfía de mi. ¿No dicen los muggles que en navidad todo puede ocurrir, que hasta los enemigos pueden encontrar un minuto de paz para dialogar?

- Supongo que tiene razón.-contestó Hermione.

- ¿Sólo supone? Señorita Granger, yo siempre tengo razón.-se burló Barty.

- Ok, profesor Barty ¿no?-respondió Hermione sonriendo. La historia de la infancia de Barty había aligerado un poco los ánimos, aunque todavía se mantenían en guardia.- Mi infancia fue muy distinta a la suya.-comenzó Hermione.-Mis padres me dieron mucho cariño y amor, se preocupaban mucho por mi. Pero en la escuela, nunca fui del todo aceptada, ya sabe, por mi inteligencia. Solía soñar con tener superpoderes y sobresalir en algo para poner a cada uno en su lugar. Acumulé esperanzas durante años. Me disfrazaba de bruja en cada Haloween, incluso jugaba con una escoba cuando me aseguraba que nadie me veía. Siempre me pregunté como sería la sensación de tener poderes. Un día, un chico de mi clase se metió conmigo, me insultó delante de todos y yo me puse tan furiosa...no sé, quise hacerle mucho daño, quise que se estrellase contra el cristal, y, como si mis deseos se hubiesen hecho realidad, el chico salió despedido, literalmente hacia una ventana. El cristal se rompió y el chico se cayó. Estábamos en un segundo piso y milagrosamente sólo se rompió las costillas. Me sentía culpable, pero aliviada al mismo tiempo. Al poco tiempo recibí mi carta de Hogwarts. ¡Me puse tan feliz! Pero ya nada volvió a ser como antes...abandoné mi colegio, mis padres me trataban de una manera un poco más frívola, no sé muy bien como expresarlo, era como si les molestase que tuviese el gen de la magia. Cuando llegué a Hogwarts, tenía la esperanza de que todo fuese distinto, quería encontrar mi lugar, necesitaba encontrar personas afines a mi, que me comprendiesen y me dijesen que mi lugar estaba entre ellos. El sombrero seleccionador se debatía en la casa en la que ponerme. Dijo que tenía aptitudes Slytherins, pero que en esa casa no podía ponerme por mi seguridad, no comprendí a lo que se refería hasta más tarde.-Hermione esbozó una sonrisa. Barty rodó los ojos, estaba bromeando con ella.-Fui yo la que decidió estar en Gryffindor.

- ¿Y porqué decidió ser leona, señorita Granger?-preguntó Barty.-¿Porqué no quiso ser aguilucha?

- Por motivos personales.-dijo Hermione. "Porque estaba coladita por Ron" pensó ella sonrojándose. Barty alzó una ceja, pero no dijo nada.

- Si escogió Gryffindor, ¿cómo te has cambiado a Slytherin?-preguntó Barty.

- Motivos personales.-repitió Hermione, pero Barty no se iba a dar por vencido. Él quería que la chica se abriese a él para conocer toda su vida y así poder manipularla mejor, por lo qut tenía que indagar más en el asunto.

- ¿Y puedo saber cuáles son esos motivos personales?-preguntó Barty. Hermione le miró con desconfianza y Barty supo que había sido demasiado obvio, por lo que intentó arreglarlo.-Oh, vamos, yo ya te he contado mi infancia.

- Está bien.-dijo Hermione.-Lo cierto es que hubo alguien que creía que era mi amigo que me hizo mucho daño.

- Pues bien me resuelves la duda que tenía.-dijo Barty.

- ¿Sabe? Debió haberme enseñado las maldiciones imperdonables cuando se hacía pasar por el profesor Moody.-dijo Hermione antes de levantarse dispuesta a irse.-Tal vez así me hubiese evitado varios disgustos.

"Si le hubiese enseñado las maldiciones imperdonables, señorita Granger, puede que tal vez usted se hubiese evitado varios disgustos, pero mis compañeros mortífagos se habrían ganado quebraderos de cabeza innecesarios." pensó Barty.

- ¿Porqué, Ron?-se preguntaba Lavender una y otra vez. Desde que Ron se había comportado de esa manera tan brusca con ella, no había parado de llorar. Quería matarlo, alejarse de allí, aliviar su sufrimiento, pero él le había dicho que si se le ocurría alejarse de él, la violaría y después la mataría. ¿Cómo era posible que Ronald Weasley cambiase así de la noche a la mañana? No podía entenderlo ¿y porqué quería que siguiese fingiendo que era su novia? ¡Maldito sea! Sin embargo, no le quedaba de otra.

Blaise estaba indeciso, parado frente a la puerta de la casa de Luna Lovegood, se debatía entre llamar y confesarle los sentimientos que sentía por ella, o dar media vuelta y aparentar que todo volvía a seguir su curso normal. Los nervios eran exasperantes, su corazón bombeaba fuertemente, la mano derecha se elevó lo suficiente como para golpear la puerta, pero, indecisa, temblaba sin siquiera rozar la madera de la puerta.

- Oh, por el amor de Merlín, Blaise.-le habló su conciencia rebelde.-No deberías estar aquí y lo sabes. Tienes que irte antes de que alguien te vea, aléjate de esta casa y conserva tu libertad. Fíate de las palabras que te dijo tu buen amigo Draco.

- No le hagas caso, Blaise.-le habló su corazón.-No tengas miedo al amor, ya es hora de que alguien te conozca, y te ame por como eres, no por quien eres. Y ella...es la chica perfecta.

Genial. Ahora al parecer se estaba volviendo loco. Cierto es que había bebido un poco más de lo recomendado, pero de ahí a que le hablasen cada uno de los órganos de su cuerpo...se preguntó si la "locura de Lovegood" no lo habría contagiado un poquito. Pero estaba decidido, su corazón había hablado, y por una sóla vez, decidió hacerle caso, pero, en el mismo momento en el que decidió golpear la puerta, ésta se abrió, dando paso a la chica que había sido causante de sus indecisiones.

- Blaise.-dijo Luna sorprendida.

- Hola, Luna.-respondió Blaise.-Tengo algo que decirte.

- Claro, pasa.-dijo Luna abriéndole la puerta. Blaise entró decidido, era ahora o nunca.

- ¿Y bien?-preguntó Antonin.

- De momento no he podido sacar nada de información.-respondió Barty.-Ya os dije que esa chica era difícil de manipular.

- ¿Y de qué habéis estado hablado todo el rato?-preguntó Macnair.

- A la muchacha le interesaba mi vida.-dijo Barty.

- ¿Me lo dices enserio?-preguntó Antonin.-¿Me estás diciendo que ha escuchado toda tu vida y se ha quedado hasta el final? ¿Sin intentar atacarte o alejarse por ser un mortífago?

- Te lo aseguro.-dijo Barty.

- Sin duda está mal de la cabeza.-dijo Walden.

- ¿Y cómo vamos a lograr manipularla?-preguntó Antonin.

- Yo todavía no me he rendido.-dijo Barty.

Hermione estaba en la habitación que le había sido asignada. Era lujosa, grande y hermosa. Se encontraba leyendo un libro que había llevado con ella. Era una lectura muy emotiva, cautivante, envolvente y amena, sobre amores prohibidos e imposibles. Aunque nadie lo supiera, ese tipo de lectura era su preferida. Lectura muggle, lectura de ocio y a la vez de cultura. Alguien tocó varias veces la puerta, desconcentrándola de aquel hermoso mundo en el que ella se imaginaba ser la protagonista.

- Adelante.-dijo Hermione. La puerta se abrió y por ella entró Theodore.-Hola, Theo.-dijo ella corriendo a abrazarlo.

- Hermione...-respondió él devolviéndola el beso, dulce y tierno, lujurioso y pasional, dominante, inocente...un beso donde cada uno demostró sus sentimientos. Pero la falta de aire, pronto se hizo notable, por lo que ambos tuvieron que separarse.-Estás guapísima.

- Gracias.-contestó Hermione algo sonrojada.

Él le dio un beso en el cuello -ya ves lo que provocas- continuó besando y lamiendo su cuello y lóbulo.

Ella suspiró dándose la vuelta para atrapar en sus labios aquellos que la seducían tan calurosamente -te amo- le dijo entre caricias. Él la miró a los ojos, en ellos había una ligera chispita de temor, pero a la vez había lujuria y amor.

Él le respondió intensificando el beso y recorriendo con sus manos el abdomen y espalda de su novia -Hermione, puedo detenerme si quieres. No haré nada hasta que no te sientas preparada.- murmuró entre suspiros.

- Te necesito, Theo.-respondió Hermione.

Terminaron sobre la cama uno sobre el otro entre tantos otros roces tiernos y atrevidos. Hermione deslizó sus manos sobre la camisa de Theo y fue desabrochando los botones mientras que sentía como sus pezones eran tomados con destreza por una lengua que lamía desesperada. Theodore se levantó para deshacerse por completo de la prenda y continuó desnudando ese cuerpo que gemía debajo de él. Hermione permitió que Theodore le quitara todo aquello que la cubría y procedió a dejarle en iguales condiciones, era un hermoso espectáculo de belleza y humedad.

El joven Nott continúo cubriendo de besos el abdomen y las piernas de ella sintiéndose satisfecho de escuchar los suaves suspiros y gemidos que dejaban escapar esos labios que tanto amaba. Luego subió para enredar sus lenguas en un ataque pasional desmedido.

Ambos cuerpos temblaban de deseo.

Hermione enredaba sus dedos en los cabellos de su novio y con la otra mano acariciaba su pecho fuerte

- Hermione- dijo él al sentir como su miembro viril era sostenido por una mano y era acariciado.

Hermione continuó tocándole de aquella forma que tanto le enloquecía. Y diciéndole palabras dulces al oído.

Theodore se retorcía de placer, ni siquiera sabía como controlarse para hacer alguna de esas cosas que sabía que le encantaban a su chica. No supo en que instante fue, que terminó por eyacular en la mano de su novia.

Ella alzó su mano cubierta de aquel liquido y lamió sensualmente dos dedos que se encontraban cubiertos, Theodore se excitó ante la visión que le otorgaba, luego cambiaron las tornas. Theodore introdujo dos dedos en el interior de Hermione y los movió hasta que se sintió seguro de poder dar el siguiente paso. En ningún momento desviaron sus miradas, Theodore se puso entre sus piernas, se deslizó tomando su miembro para penetrarla delicadamente.

Una vez dentro ella enredó sus piernas para sentirle más dentro y comenzar con las embestidas.

Sus cuerpos se movían al mismo ritmo, dejándose llevar por sus emociones, olvidándose de todo lo demás, entregándose con puro amor. Hasta que sus cuerpos se mezclaron en perfecta armonía. Theodore terminó en su interior con un fuerte gemido, fue hasta que logró controlar su respiración que decidió salir del interior de su chica.

Ambos estaban agotados por toda la actividad y terminaron abrazados durmiendo, con sus cuerpos aún desnudos.

- Te amo, Theodore.-dijo Hermione.

- Yo también te amo, Hermione.-dijo Theodore.

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