¡Respira!
—¡La estamos perdiendo! ¡No hay latido! ¡Mierda!
—¡Desfribilador!
—¡Vamos Amelia! ¡Respira!
—¡Cargad a doscientos! ¡Fuera!
Amelia miró a su abuela mientras ella se ponía en pie y se acercaba lentamente a ella.
Su abuelo abrió los ojos al sentir como su perro, Thor, apartaba la cabeza de su regazo y se acercaba a su mujer.
—Alex, ¿Que ocurre, principessa?
Pero ella no respondió.
No podía creer que su nieta estuviese allí. Lo que eso significaba la dejaba con el corazón roto.
Amelia extendió sus manos para tocarla, pero ambas percibieron entonces como podía ver a través de ellas. Su cuerpo se estaba volviendo transparente.
—Abuela...—estaba asustada. ¿Qué le ocurría?
Su abuela sonrió antes de hablar.
—Todavía no es tu momento, cielo.
—Tenemos latido. Gracias a Dios.
Nathaniel se estaba volviendo loco. Lo poco y nada que había logrado dormir se había visto envuelto por imágenes de una Amelia sin vida gritando por él sin que pudiese hacer nada para salvarla.
Y lo peor fue recibir la visita de Evan.
Su mejor amigo no tenía buen aspecto.
Parecía que había estado tirando de su pelo bastante seguido.
—¿Cómo está?
—No está bien. Casi la perdimos. Estuvo muerta casi tres minutos. Han tenido que inducirle un coma. El daño era peor de lo que pensaban. Perforó el bazo y tuvieron que extirparlo.
Dejándose caer de rodillas se aferró a los barrotes mientras su mejor amigo seguía de pie al otro lado.
Sus pesadillas se habían hecho realidad. Incluso si habían logrado que su corazón volviese a latir, en algún momento dejó de hacerlo.
¿Quizá ella había tratado de decírselo a través de su sueño?
¿Y si esa era la única manera de llegar a ella?
Él no poseía ningún don. Era un hombre normal y corriente, pero de cualquier manera ella había logrado llegar a él mas de una vez.
Esperaba que no fuese la última.
—¿Que dijo el abogado?
—Las pruebas son claras. Ella tiene la marca de mi anillo estampada en el pómulo y por lo que sé no han encontrado mas huellas a parte de las mías en el anillo, así que con un poco de suerte conseguiré salir de aquí pagando una multa y con una orden de alejamiento.
—Que hija de puta. ¿Que demonios pasó? ¿Se volvió loca?
—Creo que todo fue porque salí corriendo tras la llamada de tu hermana. Despertó y no me encontró y sumó dos más dos. No había ninguna posibilidad de que yo no fuese tras Amelia. Lo que ella significa para mi...
—Lo sé muy bien. Nunca quisiste decirme porque decidiste alejarte de ella.
—Tienes razón. Tenía miedo de no ser suficiente. Puede que creas que es absurdo y lo es, pero eso no me detuvo. Ella era una niña, Evan. Tenía que crecer y vivir su vida. Yo solo la habría retenido.
—Hope pensó eso al principio, ¿Lo sabías? Ella creía que yo era demasiado joven y que necesitaba experimentar por mi cuenta, pero yo solo sabía lo que quería y era a ella. Lo que quiero decir es que los Stone no nos detenemos ante nada. Si el destino de mi hermana es estar contigo...
—Está destinada a mi.
Evan asintió conforme antes de despedirse.
—¿Evan?—Nathaniel le llamó antes de que el guardia le abriese la puerta para salir—. Dile que yo también.
Las cejas de Evan se fruncieron pero asintió de nuevo.
Nathaniel confiaba en que Amelia pudiese oír las palabras que mandó para ella.
Las horas transcurrían lentamente.
La vigilia era desesperante, pero Amelia estaba viva, aun con un coma inducido, por lo menos no la habían perdido.
Los médicos creían que de este modo la herida cicatrizaría mejor y le ahorraría dolor a ella.
Puesto que los horarios de visita eran estrictos, se turnaban entre ellos para entrar a verla a la unidad de cuidados intensivos.
Todos le hablaban, la animaban a despertar y a volver a casa.
Su teléfono seguía roto pero todavía funcionaba por lo que Aurora puso sobre aviso a los dos mejores amigos de Amelia y a la familia.
Fueron muchas las llamadas y mensajes dando apoyo y los mejores deseos para su recuperación, sin embargo, Aurora tuvo que sentarse cuando habló con su madre y esta le contó lo que había visto.
Jackson se sentó a su lado y la abrazó mientras ella lloraba recordando lo cerca que habían estado de perder a su niña.
Cuando a mediodía del día siguiente vieron a un grupo de enfermeras y al médico entrar apresurados a la habitación de su hija, temieron lo peor.
Evan había estado dentro con ella.
Adrián, su hijo menor había estado poco antes.
Hope volvía de la cafetería con este en el momento en que todo pasó.
Los vasos de café cayeron al suelo cuando Evan salió con lágrimas en los ojos.
—Ha despertado.
Evan apenas podía creer lo que pasó.
Había tenido miedo de quedarse a solas con ella.
Amelia siempre fue la princesa de la casa.
Era la niñita de papá, pero tanto Adrián como él la habían protegido siempre y verla en ese estado le dejaba un sentimiento de impotencia que no sabía como sobrellevar.
Su hermano pequeño le había dicho que mientras estaba con ella, la había cogido de la mano y había hablado acerca de recuerdos que tenían juntos.
Él hizo lo mismo.
No sabía cuando tiempo llevaba hablándole, cuando recordó las palabras de su amigo.
—Fui a ver a Nathaniel y le conté. Nos diste un buen susto a todos. Él te amó siempre. Creo que solo hay que mirarle a los ojos para darse cuenta de eso.
>>Me dijo algo antes de que me fuese. Dijo Yo también. No sé si quiero saber a que se refiere aunque tengo una ligera idea. Vas a tener que despertar para contarme sobre eso.
Y lo hizo. Despertó.
Veinticuatro horas más tarde, era libre.
Lo primero que hizo al salir y recoger sus pertenencias, fue acudir al hospital.
La sorpresa fue encontrar a su chica despierta.
Cruzó la puerta sin apartar la mirada de sus preciosos ojos, atraído por su hermosa sonrisa, que desapareció en cuanto levantó la mano para acariciar su rostro.
—¿Quien eres?
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