49 - Descubierto


CAMUS

Jadeó con desesperación tratando de recuperar el aliento mientras se retorcía en el suelo abrazando su adolorido cuerpo. La sangre mezclada con saliva escurría de forma desagradable por la comisura de sus labios. Tosió con fuerza, mientras el aire regresaba a sus pulmones que se habían quedado vacíos de golpe por tan violento ataque. Soltó un gemido ahogado al sentir una fuerte punzada en su estómago. Ese último puñetazo que había recibido, posiblemente había roto algo más que una costilla.

Un gruñido escapó de su garganta, a la vez que el insoportable dolor de la golpiza que había recibido era cada vez más fuerte. Sonrió con amargura mientras la visión borrosa de un enojado Deirghas bailaba ante sus ojos, mientras sus fuerzas amenazaban con abandonarlo por completo.

Esto era completamente su culpa, había ignorado deliberadamente las señales de que estaba a punto de ser atrapado. Jens le había ordenado que saliera de la mansión, e incluso el jardinero había insistido para que se retirara en silencio. Pero él, intentando de forma obstinada de obtener más información que pudiera ser de importancia, se negó a abandonar su papel de espía.

Desde que Ellerys lo había atacado, las cosas habían cambiado. Deirghas, el jefe anterior de los sanadores de la mansión, que había cumplido la tarea de cuidar a la princesa, fue convocado nuevamente. Por lo cual Camus era cada vez menos necesario y eso comenzó a desesperarlo, al no poder tener acceso a información que le sirviera de ayuda a la princesa. Esto provocó que cada vez hiciera cosas más atrevidas, sobre todo cuando se enteró de la súbita partida del conde y su familia en un misterioso viaje.

Por más que indagó disimuladamente conversando con quienes pudiesen saber su destino, nadie sabía absolutamente nada. Esto era demasiado sospechoso, así que antes de notificar el extraño suceso al palacio real, decidió revisar el despacho personal del conde. Buscando algo que pudiese revelar a donde se dirigían. Encontró la información que necesitaba, pero no contó con que ya había una trampa desplegada para atraparlo.

El hechizo que le permitía hacer magia dentro de la mansión fue removido de su cuerpo por Deirghas. Incapaz de defenderse, había recibido una brutal paliza, propinada por uno de los guardias de la propiedad. Este lo miraba con intenso desagrado y aún no parecía estar satisfecho con todo el daño que le había causado.

—¿Qué deberíamos hacer con él? —preguntó sin ocultar su evidente disgusto mientras se ajustaba el brillante guante metálico ahora embarrado con sangre de forma desagradable

—Las órdenes dejadas por el conde fueron claras, una vez que el espía fuera atrapado no hay razón para mantenerlo con vida —declaró Deirghas con frialdad— Un interrogatorio es una pérdida de tiempo innecesaria

Las palabras flotaron en el aire, dándole a Camus la confirmación de que esta vez no había escapatoria. Maldijo internamente, enojado por no haber sido capaz de avisar a la princesa acerca del paradero del conde y su familia. Pronto esto le traería muchos problemas a ella y al general. Si tan solo no hubiese sido atrapado, si tan solo hubiera sido más sigiloso.

No había espacio para arrepentimientos mientras escuchaba el sonido de la espada al ser desenvainada, como una oscura premonición de lo que sucedería a continuación. El brillante metal brilló ante sus ojos mientras la mano del guardia se alzaba antes de dar el golpe mortal. Por primera vez en su vida rezó porque su final fuese rápido mientras el remordimiento de no haberse podido despedir debidamente de sus seres queridos asaltaba su mente. Su única tranquilidad era que la princesa se ocuparía debidamente de ellos y los mantendría a salvo, eso era lo más importante.

En un último acto de valentía y rebelión, miró directamente a su verdugo. No iba a cerrar los ojos, afrontaría la muerte de frente. No había cometido pecado alguno, al contrario, con su vida pagaría con creces la deuda que tenía con la princesa.

Un súbito sonido de cristales rompiéndose atrajo la atención de todos mientras eran sorprendidos por la repentina intromisión de una joven mujer que había atravesado con su cuerpo la ventana del lugar, rompiéndola en miles de pedazos. Antes de que alguien pudiese reaccionar, ella arremetió a una velocidad de vértigo contra los asombrados guardias. Con movimientos que desafiaban toda lógica, los atacaba sin titubear, mostrando una abrumadora agilidad, cortando de manera precisa en sus puntos vitales, manchándose generosamente de sangre en el proceso. A la vez, la elegancia en sus coordinadas acciones la hacía parecer una bailarina danzando, con los sonidos que emitían los hombres al ser abatidos uno tras otro como música de fondo. Un ángel de la muerte que reclamaba sus vidas sin misericordia. En apenas unos momentos, la habitación quedó totalmente en silencio, mientras la joven miraba a su alrededor, confirmando que no quedaba señal de vida alguna, salvo la del mago.

Sus ojos exhibían una fría expresión que contrastaba con la piel de su rostro y brazos, ahora cubierta con pequeños cortes producto de su entrada al atravesar la ventana. Miró al mago mientras la furia mal contenida asomaba en su cara al ver el deplorable estado en el que se encontraba. Su rostro magullado e hinchado y su cuerpo cubierto de heridas en los lugares donde los guantes metálicos lo habían golpeado de forma brutal.

Aunque estaba débil, Camus aún se mantenía consiente, pero por un instante cuestionó su cordura mientras reconocía a la sirvienta que había servido a la princesa durante su estancia en la mansión y que había desaparecido el día de su rescate. Aunque el color de su cabello y sus ojos era diferente, podía firmar que se trataba de ella ¿En serio eran la misma persona? ¿Desde cuándo tenía semejantes habilidades que competirían con las del mejor asesino del reino? Definitivamente estaba alucinando, tal vez incluso ya estaba muerto.

—No tenemos mucho tiempo —dijo Selian mirando con atención hacia la puerta por donde había desaparecido Deirghas, huyendo como un cobarde en cuanto ella comenzó a atacar a los guardias— ¿Puedes levantarte?

Despertando hacia la realidad de que había sido rescatado cuando ya había abandonado toda esperanza de salvarse, comenzó a moverse haciendo acopio de todas sus fuerzas. Gruñó cuando la punzada en sus costillas lo dejó sin aire. Selian se acercó y lo ayudó a deslizar el brazo sobre su hombro para ayudarlo a incorporarse.

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