48 - Ghaenia


Aylah meditó por unos instantes, sintiéndose identificada con la situación de Ghaenia. Una joven sin padres, enferma y solitaria. Alguien cuya imagen era tan hermosa y frágil como un adorno de cristal que con apenas un toque podría romperse en miles de pedazos.

—Después de casarse con el conde, ¿ellos vivieron allí? —preguntó Aylah

—No, se mudaron a una mansión aquí en la capital. Duveandell nunca confió en ese hombre y de esa manera podía vigilarlo de cerca —respondió el mago mientras la irritación iba aumentando en su tono de voz ante los aparentes rodeos que estaba dando la princesa, cuyas preguntas estaban colmando su paciencia. No podía entender qué relación tenía todo esto con el diario de Ghaenia.

—¿Por qué te interesa tanto saber dónde está? —preguntó Aylah sonriendo ampliamente al darse cuenta de que estaba sacando de quicio a Jens. Era algo divertido verlo reaccionar así. Aunque siempre este hombre mostraba una aparente y calculada cortesía, su fría mirada delataba que las personas para él no parecían tener importancia alguna. Verlo dejar de interpretar ese papel, aunque fuera por apenas unos instantes, se sentía extrañamente satisfactorio.

—Porque puede contener información importante acerca de su muerte —respondió el mago exasperado

—Déjame adivinar, ¿acaso sufrió un accidente? —ironizó Aylah pensando que sería una coincidencia demasiado grande que tantos integrantes de la familia real hubiesen fallecido producto de "accidentes".

—Cayó por las escaleras de la mansión, justo después de enterarse de que el conde le era infiel con la actual condesa y que incluso había tenido una hija ilegítima con ella —la seriedad en la voz de Jens y su súbita explicación golpearon a Aylah de inmediato.

Definitivamente, no se esperaba esto y abrió la boca asombrada mientras en su mente calculaba rápidamente la diferencia de edad entre Ellies y Jelna. Era obvio que su "prima" había nacido durante el matrimonio de Ghaenia con el conde. Ellerys había tenido una doble vida, y luego del fallecimiento de su primera esposa había tenido la desverguenza de casarse con su amante y reconocer a su hija ilegítima. El descaro de este hombre realmente no conocía límites.

—Los rumores entre los nobles provocaron que Ghaenia descubriera la verdad —Jens lanzó una mirada oscura al retrato—. Ella mantuvo la compostura y el orgullo hasta el final, sin reaccionar ni una sola vez ante las obvias provocaciones para incitarla a hacer un escándalo.

Aylah miró la imagen de la sonriente Ghaenia, sintiendo lástima por la vida que había tenido. Otra mujer que había sido dañada por Ellerys de forma irremediable. El odio que pensó haber dejado atrás una vez que salió de la mansión, regresó con más fuerza que nunca. Ese hombre debía pagar por todo lo que había hecho. Él y toda su familia eran un veneno que debía ser destruido, cortado de raíz. Así no podrían causar más daño.

—En la última carta que le envió al rey, expresó sus intenciones de divorciarse del conde y venir a vivir al palacio de forma definitiva —Jens soltó un profundo suspiro—. No acusó a nadie, pero en sus palabras se podía ver claramente que temía por su vida. Sobre todo porque mencionó la existencia de su diario como una prueba contundente, un respaldo en caso de que le sucediera algo.

Aylah recordó con aire culpable el libro que accidentalmente había encontrado oculto bajo una tabla en la biblioteca de la mansión. Si hubiera sabido lo que era, la importancia de su contenido, no lo hubiese dejado atrás. Aunque era muy tarde para arrepentirse, esta información era muy importante y podría ayudar a esclarecer los turbios eventos del pasado, señalando finalmente a un culpable.

—Está oculto debajo del escritorio de mi padre, en el suelo bajo una tabla hueca, en la biblioteca de la mansión —expresó con voz suave

—Enviaré a alguien de inmediato, debe ser recuperado lo antes posible —una ligera urgencia era perceptible en la voz de Jens mientras garabateaba algo en un papel con rapidez. Luego acercó la gema del anillo y las palabras antes escritas desaparecieron sin dejar rastro alguno.

Una extraña expresión se manifestó en el rostro del mago, como si en su mente estuviese sucediendo algún tipo de lucha interna. Frunció el entrecejo mientras miraba fijamente a Aylah, sus labios también se crisparon levemente. Parecía debatirse entre continuar o dejarla ir.

—Creo que por hoy ha sido suficiente —dijo finalmente mientras soltaba un largo suspiro de derrota— pero no se me ha olvidado todo lo que tenemos pendiente —añadió endureciendo su voz

—Entonces, ¿Puedo irme ya? —preguntó Aylah incrédula de que la estuviese dejando ir con tanta facilidad

—No me hagas repetirlo dos veces —respondió Jens luciendo agotado por un instante, haciendo un gesto con su mano, indicándole que se retirara.

Sin dar tiempo a que Jens pudiese retractarse de sus palabras, Aylah se levantó con rapidez, caminando hacia la salida. No debía desaprovechar esta oportunidad.

—Gracias —pudo escuchar la voz del mago mascullar de manera torpe mientras ella atravesaba la pared sin mirar atrás.

Estaba agradecida de poder salir finalmente de ese lugar, aunque a su vez nuevos misterios habían sido añadidos a su lista de cosas que ansiaba descubrir. No había podido obtener las respuestas que deseaba, pero lo prefería mil veces antes de seguir confinada a solas con el mago. No había sido nada agradable. Debía tratar de encontrar respuestas de otra manera, ese mago definitivamente era aterrador cuando mostraba su verdadera personalidad.

Se detuvo por un instante mirando la pintura que servía de portal hacia el despacho del mago, mientras las últimas palabras de este revoloteaban en sus oídos. Nunca lo había escuchado agradecer por nada anteriormente. Realmente era un hombre muy extraño y por instante casi sintió como si le hubiese hecho un gran favor.

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