45 - Atrapada (Continuación)

Aylah dio un paso hacia atrás, tropezando con la mesa, mientras sentía como si la tierra se hubiese abierto bajo sus pies. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué el mago se estaba comportando así? ¿Acaso lo habría descubierto todo? ¿Se habría dado cuenta de que ella no era la verdadera princesa?

Contuvo la respiración sin darse cuenta, al sentirse acorralada. No podía escapar, estaba atrapada en esta habitación con Jens. El hombre solo la miraba, impasible, como si estuviese esperando algún tipo de reacción ante sus palabras.

—No sé a qué te refieres —dijo Aylah con altivez, tratando de mostrarse calmada

—Te conozco desde que eras pequeña, —señaló mientras sus profundos ojos azules la examinaban minuciosamente—, así que sigue sin tener lógica para mí, ¿por qué sigues pretendiendo que no recuerdas nada? Cuando claramente muestras evidencias claras de todo lo contrario.

—No recuerdo nada, no estoy mintiendo —expresó Aylah con firmeza escudada de una verdad a medias. Renuente a dejarse intimidar hasta que el mago le mostrara que poseía algo, alguna prueba fehaciente que pudiese demostrar que ella no era la verdadera princesa.

—Entonces voy a actuar como si te creyera y como te has vuelto tan traviesa últimamente, lo haremos a tu manera. —declaró Jens mientras una de las comisuras de sus labios se alzaba en una peligrosa expresión de diversión, provocando que Aylah tragara en seco—. Seguiré tu juego, hasta que decidas que es momento de detenerse. Soy un hombre muy paciente y, por desgracia para ti, tengo todo el tiempo del mundo a mi disposición. — Sus últimas palabras estaban cargadas con un oscuro sarcasmo, como si solo él fuera capaz de entender su significado oculto mientras la sonrisa en su rostro se ampliaba, provocándole a Aylah un intenso escalofrío.

Ella se mantuvo en silencio, sosteniendo la mirada del mago. Aunque seguía mostrando una apariencia externa de falsa serenidad, sus nervios estaban a flor de piel, a punto de traicionarla en cualquier momento. Un paso en falso y todo acabaría.

—Como princesa heredera debes tener muchas preguntas, así que será un placer satisfacer tu curiosidad

—¿De verdad? —preguntó Aylah mientras entornaba los ojos, sospechando de la facilidad con la que parecía haber creído sus palabras, alegando no recordar.

—Por supuesto —asintió Jens— pero haremos un intercambio justo

—¿Qué quieres decir con eso de "intercambio justo"? —preguntó Aylah temerosa de escuchar la respuesta, advirtiendo que después de todo había una trampa oculta tras las palabras del mago

—Es algo sencillo —dijo Jens mientras hacía un gesto con su mano restándole importancia al asunto, aunque la ironía en su voz era evidente—. Si respondes honestamente una pregunta mía, yo haré lo mismo a cambio. Te daré tanta información como la que seas capaz de proporcionarme. Si decides no responder, yo tampoco estaré obligado a hacerlo. Si no me das lo que quiero, entonces tú tampoco lo tendrás. Es algo totalmente "justo". ¿No lo crees? —preguntó sonriendo de forma burlona.

Esto no era más que un vil chantaje, una maldita ruleta rusa donde el mago llevaba las de ganar. No podía negarse, pues hacerlo sería demasiado sospechoso, pero a la vez no podía darle al mago lo que pedía. Estaba inmersa en un dilema al cual era incapaz de encontrarle una solución. Hasta ahora siempre había salido airosa de cualquier problema usando el escudo de la princesa desmemoriada, pero este hombre que se salía totalmente del estándar de las personas comunes que había estado engañando hasta ahora, era demasiado peligroso. Por el momento parecía estar intentando intimidarla y casi lo había logrado. Si la estaba amenazando de esta manera, esperando a que estuvieran totalmente solos en un lugar como este, solo podía significar una cosa: él necesitaba obtener desesperadamente alguna información que solo ella podía proporcionarle. ¿Qué podría ser tan importante como para que Jens se comportara de esta forma con ella?

Aunque no le gustara mucho la idea, debía seguirle el juego. Anteriormente, había tenido acceso a los recuerdos de la Aylah original, aunque parecía haber sido de forma accidental. Esta vez, tal vez si lo intentaba, si se esforzaba, podría ver algo que fuera de interés para el mago. Era algo arriesgado, puesto que aun el temor de desaparecer una vez que la dueña de este cuerpo volviera, o despertara, burbujeaba de forma desagradable en su interior. El miedo a que ambas conciencias tuvieran una lucha interna, en la que una desapareciera por completo o incluso se fusionaran, hasta el punto de no saber quién era una y quién la otra, la aterraba.

—No deberías darle muchas vueltas —insistió el mago al ver que ella permanecía en silencio, dudando—. Sé que tienes muchas preguntas en tu mente. Tal vez hasta podría darte información extra —añadió con voz tentadora—, aparte de la verdadera historia tras el origen de la familia real. ¿Acaso no te gustaría saber en qué consistía la maldición que no le permitía al emperador Kenán tener descendencia? Quizás hasta podría revelarte lo que sucedió en realidad la noche en que murió. Incluso podría contarte acerca de las circunstancias del fallecimiento de cada miembro de la familia real, que no están registrados en la historia. Tal vez te gustaría saber acerca de la procedencia de tu abuelo Vandyr o de tu madre. O quizás la verdadera procedencia de Kadir...

Ya tenía bastantes preguntas en su cabeza y este maldito zorro estaba añadiendo aún más. Aunque sentía como si estuviese a punto de comenzar a caminar sobre un terreno espinoso, no tenía otra opción. Así que simplemente aceptó con determinación las condiciones del mago, asintiendo levemente con la cabeza. Aylah soltó disimuladamente un suspiro de alivio, al sentir que la tensión reinante disminuía cuando Jens sonreía satisfecho.


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