40 - Negociación
Un repentino sonido rompió el mágico instante que compartían, justo antes de sus labios pudieran tocarse, provocando que ambos miraran al unísono hacia la puerta. Las sirvientas de Aylah acababan de entrar, quedándose de piedra al ver la escena mientras su tez palidecía como si estuvieran siendo testigos de un pecado indescriptible.
Kadir maldijo por lo bajo, habían olvidado este pequeño inconveniente. Se sentó en la cama y ayudó a Aylah a incorporarse, agradeciendo el hecho de que no hubiese sido Tione quien los hubiera descubierto en una postura tan sugerente. Si ese hubiera sido el caso, posiblemente ahora mismo la habitación se hubiera convertido en un campo de batalla. La jefa de las sirvientas reales podía ser un oponente digno, sobre todo si estaba enojada.
—Pri... princesa... —balbuceó Jor aún conmocionada
—La jefa nos va a matar —dijo Bryn mientras su rostro se oscurecía— Esto está muy mal
—Te dije que había escuchado algo anoche —casi susurró Jor con aire culpable— debí haber entrado a revisar
—Entonces, si Tione no se entera, nadie tendrá problemas —expresó Aylah mientras todas las miradas se posaban sobre ella, sorprendidos ante su reacción tan calmada— Será nuestro secreto
—Eso es algo complejo, alteza. Debemos informarle todo a Tione —dijo Bryn con mucha seriedad— Es la jefa de las doncellas reales
No le gustaba la idea de intimidar a nadie y mucho menos a estas jóvenes sirvientas que hasta ahora habían sido tan amables y cariñosas con ella. Pero si Tione se enteraba, probablemente no le permitirá tener otro momento de intimidad con Kadir hasta después de la boda o incluso hasta después de casados estaría interfiriendo. Quería mucho a su amiga, pero no podía negar lo sobre protectora que podía llegar a ser, así que solo quedaba un camino a seguir.
—Entonces eso lo resuelve todo —comentó Aylah con naturalidad mientras una extraña sonrisa se extendía por sus labios— ¿Acaso olvidaron por un instante quién soy? —añadió con voz orgullosa mientras entornaba los ojos de forma intimidante— Soy la princesa heredera y, por tanto, la jefa de Tione. Si les ordeno no decirle nada ¿Entonces que deberían hacer? —preguntó con una voz peligrosamente dulce.
—Aylah —el tono de advertencia era claro en la voz de Kadir, esto sumado a la mirada que le dedicaba en son de regaño, fue suficiente para que detuviera sus amenazas.
Su humor parecía haber mejorado un poco , así que no quería tentar a su suerte y hacer que se volviera a enojar con ella.
—Está bien —soltó Aylah restándole importancia al asunto mientras su voz se suavizaba— Hagan lo que quieran —añadió resignada
Las sirvientas estaban paralizadas. Hasta ahora nunca habían visto a la princesa adoptar semejante postura. Por un instante ambas intercambiaron rápidas miradas, definitivamente las estaba poniendo en una situación muy compleja y su razonamiento tenía toda la lógica del mundo. Si Tione no se enteraba, no las regañaría y no correrían el riesgo de ser castigadas por no haber estada vigilando correctamente a la traviesa princesa que ahora mismo las estaba poniendo en un gran apuro. ¿Qué deberían hacer?
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Esa mañana recibió un mar de invitaciones a eventos sociales, enviados en su mayoría por los asistentes a la ceremonia de la noche anterior. Incluso recibió una carta proveniente de la hija del marqués de Jirshey, la cual tiró a la basura sin ni siquiera abrirla. Sabía que todo esto era con el fin de acercarse a ella, la próxima reina. Debía mantenerse alejada de todo el que mantuviera estrechas relaciones con el conde, era potencialmente peligroso.
Luego tendría que responder a cada una de las invitaciones con ayuda de Tione, puesto que aún no estaba totalmente familiarizada con los integrantes tanto de la nobleza como de los señores del país. Ahora mismo, acompañada por Kadir y sus sirvientas, que desde esta mañana se habían convertido en su sombra, se dirigía hacia la biblioteca real. Lugar donde había sido citada por Jens para continuar con sus lecciones.
El ruido metálico de espadas chocando, sumado al ruido de hombres gritando, llamó la atención de Aylah. Aunque había pasado varias veces por este lugar, nunca había escuchado algo similar. Miró a Kadir sin poder reprimir su curiosidad.
—Es el campo de entrenamiento de los caballeros reales —dijo Kadir señalando hacia el lugar de donde provenían los ruidosos sonidos
—¿Podemos ir a dar un vistazo? —preguntó Aylah sin esconder su emoción.
Kadir asintió y la guio hacia el lugar. Aylah no era capaz de entender por qué ver a un grupo de hombres sudoroso entrenando hacía que su corazón latiera tan aprisa. ¿Acaso sería por la emoción de ver directamente a caballeros que solo serían protagonistas de cuentos de hadas en su vida pasada? Era incapaz de encontrar una respuesta mientras llegaban a la altura donde los hombres entrenaban de forma feroz, como si en vez de una práctica se tratara de un combate real. Incluso fue capaz de ver más allá un par de magos sanadores que reconoció porque usaban el mismo tipo de túnica blanca que llevaba el sanador real que la examinó al despertar en este mundo. Esto probablemente reforzaba sus teorías de que en este entrenamiento podían terminar realmente muy malheridos.
Los hombres, con sus compañeros designados, se enfrentaban entre sí de manera salvaje. Algunos eran mejores que otros, pero su velocidad y coordinación eran dignas de elogio. Aylah comenzó a seguir sus movimientos, notando inmediatamente los que tenían mejores habilidades. Tragó en seco. ¿Cómo era posible que supiera esto?
Era la primera vez que veía a estos hombres, jamás había presenciado antes nada parecido a un combate real. Así que era totalmente imposible que pudiera darse cuenta de que el centro de equilibrio del soldado más cercano estaba mal, o que más allá el joven de cabello oscuro y adorables pecas que practicaba con Sir Baldassare estaba usando una espada que lo hacía perder el balance por lo cual no podía mostrar su verdadero potencial. Los movimientos erróneos y los acertados bailaban ante sus ojos de forma inevitable mientras su boca se abría por la sorpresa. Esto definitivamente no podía ser algo natural, no era algo que una princesa debería conocer.
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