Capítulo 9: El cuerpo del delito.
•Adam Jones - You Can Run.
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Al estar dentro del auto, proceso todo lo sucedido y entiendo que el objetivo en realidad era ponerme cara a cara con el hombre que arruinó mi vida y la de mi familia. El acosador dio con mi gran debilidad y encontró la manera de enfrentarme a ella.
Y todo este tiempo fue verdad, mi padre estuvo en la ciudad. Eso significaba también que mi madre sabía muchas cosas que nosotros no.
Ningunos de los dos habla durante el viaje, Alex maneja apretando las manos con fuerza contra el volante y en un momento mi mirada se pierde en alguna parte. Me impresiona que no me haya agarrado un ataque de pánico luego de esa situación, pero lo agradezco.
Recuesto mi cabeza sobre el asiento y cierro los ojos, únicamente abriéndolos en cuanto mi acompañante me indica que llegamos. Me había dejado frente a mi casa, por lo cual debía despedirme de él.
Su cuerpo estaba apoyado sobre el vehículo, mirando hacia abajo, y me acerco para colocar mi mano bajo su mentón y así levantar su cara. Tenía los ojos brillosos, era bastante claro que estaba reteniendo sus ganas de explotar.
—¿Cómo se veía papá?
—Como un imbécil arruinado —digo y suelta una pequeña risa y le sonrío débilmente— No lo sé... se fue hace tanto tiempo que no sé ni quién es.
—No puedo creer que esté metido con gente de ese nivel —niega repetidas veces con la cabeza, frustrado— ¿Será verdad que ha vuelto por nosotros?
—¿Te digo lo que pienso de verdad?
Lo miré y él asintió.
—Creo que vino por todo el asunto de Rachel. Y también creo que mamá tiene las respuestas que buscamos.
—¿Por qué mentiría con algo tan importante?
No lo sabía, como tampoco sabía cómo logró contactarse con él y todo lo que había detrás de eso. Mierda, ni siquiera podía confiar en mi propia madre.
Decido abrazarlo y dejarlo ir de una vez, ya era tarde y la noche fue demasiado estresante como para desvelarnos todavía más.
La soledad me recibe del otro lado de la puerta, así que subo las escaleras hasta mi habitación y observo como Evan duerme pacíficamente. La imagen era tan hermosa que me roba una sonrisa.
Me quito las botas para no hacer ruido y me coloco el pijama en silencio. Apenas termino me acuesto a su lado y él se remueve al notar mi presencia; aprovecho que adopta una nueva posición y me acuesto en su pecho, solo éramos él y yo en esta habitación. En ese momento era todo lo que necesitaba, ya habría tiempo para ponerlo al tanto en la mañana.
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Evan me escucha con atención mientras desayunamos, le cuento con lujo de detalles el reencuentro con mi padre y noto en sus expresiones que siente lo mismo que yo: enojo, desconcierto y rechazo. Ambos llegamos a la conclusión de que mi madre sabe más de lo que dice y que, por una extraña razón, estuvo evitando que mi padre no nos viera bajo ningún termino. ¿Será que él le contará sobre esa noche o lo mantendrá en secreto?
Aunque en aquel relato omití hablar de David, lo que haga con él será privado y, cuando quedé sola en la casa, tomé mi laptop e intenté acceder a cualquier información que sirva sobre ese policía; ya había renunciado a mitrabajo así que no tenía nada mejor que hacer. Y me pasé una buena media hora entrando a miles de páginas sin encontrar nada, supongo que no soy el único fantasma en Nakara Hills.
No había ni una sola foto, ni un solo dato que pudiera ayudarme a arruinarle la vida. Así que decidí seguir mi instinto y tomé un par de cosas para dirigirme a la estación de policías. David y yo nos debíamos una charla.
Era casi el mediodía cuando ingresé al lugar atestado de policías y una mujer se ofreció a guiarme amablemente hasta la oficina del hombre que buscaba. En cuanto me deja sola, no pierdo el tiempo y abro la puerta, cerrándola rápido y sobresaltando a David.
Apuesto a que no se esperaba verme aquí.
—¿Se puede saber qué hacías siguiéndome anoche?
Suelta los papeles que tiene en mano y se pone de pie para llegar hasta mí.
—Eres sospechosa de varios asesinatos, si no hablas debo recurrir a otros... métodos —contesta con algo de gracia y eso aumenta mi mal humor.
—Deja de hacerlo o te arrepentirás.
—¿Qué harás exactamente? ¿Me sacarás los ojos?
Pasa por al lado mío y abandona la oficina sin que le importe nada, pero no me rendiría fácil. Lo sigo mientras camina por el pasillo, saludando a cualquiera que se le cruce y estoy casi pisándole los talones cuando acelera el paso.
—Sé que me viste anoche en ese club. No sé por qué estabas ahí, pero tampoco haces cosas legales.
Mis palabras logran llamar su atención y se detiene, obligándome a hacer lo mismo. Sonrío al ver su mirada enojada.
Su vista se pasea hacia los costados, como asegurándose que nadie escuchó lo que acabo de soltar, y luego me toma de un brazo mientras abre una puerta con su mano libre y nos encierra en lo que parece ser un cuarto de limpieza.
Un frío me recorre la piel y me estremezco, él enciende la luz y me acorrala contra una de las paredes. Mis ojos examinan su rostro por completo y mi respiración se mezcla con la suya.
Ese movimiento me descoloca.
—No vuelvas a mencionar eso delante de nadie, ¿me oíste? —amenaza.
—¿O qué? —lo provoco, acercándome un poco más— ¿Me sacarás los ojos?
Iba a seguir hablando, pero él cubre mi boca con una de sus manos en cuanto escucha que unas pisadas se acercan y no me quita los ojos de encima. En ese momento mi corazón se acelera y siento como un calor intenta subir a mis mejillas, la tensión entre nosotros era obvia. ¿Pero qué mierda estaba pasando?
—Hagamos un trato, tú no te metes en mis asuntos y yo dejo de seguirte —dice en cuanto quita su mano de mi boca.
Es obvio que no voy a dejarlo ir así nomás, pero me vendría bien engañarlo hasta encontrar pruebas concretas de lo que hacía en ese club.
—Acepto. Al menos eres más inteligente que Darren —lo reto con una sonrisa plantada en mi rostro.
Me mira, negando repetidas veces con la cabeza, y hubo un breve instante en que sus ojos color miel me recorrieron de arriba hacia abajo, paralizándome.
El silencio abunda en ese pequeño cuarto y me encuentro perdida en aquel extraño momento en que parecemos comernos con la mirada. Pero ya no sé si era en el mal sentido.
Reacciono luego de un rato y lo empujo, abandonando el lugar y caminando directo hasta la salida sin mirar atrás. ¿Qué mierda fue eso?
Mi corazón estaba acelerado y ese maldito calor se negaba a desaparecer de todo mi cuerpo. Había algo en ese juego de poder que nos atraía a ambos, por más de que luego fuéramos enemigos, esta fue la primera vez que noté algo distinto en la mirada de David y en su lenguaje corporal. O tal vez finalmente esté comencé a delirar.
Alejo esos pensamiento en cuanto mi móvil vibra y abro el mensaje entrante.
LINDSEY:
Cena esta noche en casa :)
PD: invita a Nick, a Kate y a Evan.
12:23 p.m.
Frunzo el ceño al ver el nombre de Nick en la pantalla, pero es cierto que, a diferencia de mí, Nick adora a mi madre y viceversa.
No me quedará otra que asistir para no levantar sospechas y ver cómo se comporta Lindsey. Incluso podría ser el momento perfecto para tomarla por sorpresa y sacarle algo de información sobre mi padre.
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20:37 p.m.
—¿Te pusiste ese vestido morado que tanto me gusta? —comenta, abrazándome por la cintura y sonreí al vernos al espejo.
—Nunca me dijiste que era tu favorito —digo, girándome para darle un pequeño beso.
—Bueno, lo es. El encaje que tiene te queda hermoso, al igual que cualquier cosa que uses.
—Si lo hubiera sabido antes quizás lo usaría más seguido.
—Ahora lo sabes.
Pone ambas manos sobre mis mejillas y me besa con más necesidad que la vez anterior, lo cual logra que me deje llevar y comienzo a caminar hasta que él cae de espaldas sobre el colchón y me acomodo encima.
Una de sus manos baja hacia mis piernas, primero acariciándolas con suavidad y luego empieza a subir hasta meterse por debajo de mi vestido, buscando algo más. Mis manos van a parar a su camisa y desabrocho los dos primeros botones de esta.
—No creo que sea una buena idea seguir, jamás llegaremos —reflexiono y me separo para mirar a los ojos. Sus pupilas estaban dilatadas, su respiración era irregular y era obvia su creciente erección.
—Amor, arruinas el momento— responde con una sonrisa.
—Pero sabes que lo que digo es verdad.
Aunque no quiera, decido apartarme y él queda recostado sobre la cama, me río al ver su expresión y me levanto.
Bajo a la sala para tomar mi pequeño bolso y revisar mi móvil, es ahí cuando me doy cuenta de que mi hermano me había enviado como cinco mensajes. Estaba enojado porque hace diez minutos había llegado con Kate y Emma y nosotros no salimos, pero jamás le diría lo que pasó de verdad así que me excusé con que no los escuché desde arriba.
Le aviso a mi esposo que ya debemos irnos y baja las escaleras arreglando su camisa azul, esta noche sus ojos claros resaltaban mucho más y me toma un momento dejar de prestarle atención.
Apenas cruzamos la puerta me encuentro con la mirada impaciente de Alex y ruedo los ojos, creo que jamás superará su odio por la impuntualidad. Decido ignorarlo y voy a saludar a mi amiga y mi sobrina, esta última parecía estar a punto de quedarse dormida.
En los veinte minutos que duró el viaje no paré de planear posibles conversaciones con mi madre sobre Walter, pero todavía no sabía si sería capaz de llevar a cabo esa charla. No sé si quería saber lo que ocultaba.
Apenas estacionamos pudimos ver a Nick con un ramo de flores esperando en la puerta, lo observo con mala cara porque sabía que ese gesto haría que mi madre cayera rendida a sus pies. Odiaba como parecía ser el hombre más atento y perfecto del mundo cuando en realidad era un egocéntrico con mal genio.
Lindsey se asoma por la puerta y recibe al hermano de Evan con un fuerte abrazo, observo de reojo a mi hermano y logro ver su ceño fruncido ante esa escena. Todos siguen saludándose y yo quedo última, poniendo mi mejor cara y aceptando el abrazo de mi madre que, por primera vez, me hizo sentir algo incómoda.
La casa que heredó de mi abuela es bastante grande y, no es por alardear, pero podría ser tranquilamente una mansión. Tenía un comedor con una mesa larga en donde cabían unas diez personas; noto que colocó su mejor mantel, cubiertos e incluso un par de velas para darle una iluminación diferente. Le encanta deslumbrar a los demás, aunque a veces pueda ser un poco exagerada con los arreglos.
Mientras Alex y Evan ayudaban a mi madre a servir la comida, Nick, Kate y yo entreteníamos a Emma. Y no pude evitar notar que el mayor de los Sotelo se llevaba mejor con los niños que con cualquier otra persona, lo cual dejó embelesada a mi amiga y sentí que cualquiera podía caer bajo sus encantos. ¿Qué poder tenía?
La noche transcurrió con calma, para cuando llegaron las doce, Emma se había quedado dormida y descansaba plácidamente en una de las habitaciones de huéspedes escaleras arriba. Nick parecía pasar un buen rato con su hermano, riéndose de trivialidades y lanzándose uno que otro golpe en modo de broma; aunque su relación era de amor-odio de vez en cuando. En cuanto a Alex... ya había bebido más vino de lo que debería y se reía de todo sin ninguna razón mientras Kate lo abrazaba y le acariciaba el cabello.
Y yo seguía sintiéndome rara, sabía que era malo hablar sobre Walter en una noche tan tranquila como la que estábamos viviendo, pero mi impulsividad se encuentra en su pico máximo. Es por eso que cuando mi madre comienza a recoger los cubiertos y los platos decido ayudarla y seguirla hasta la cocina.
Al fin nos encontrábamos a solas, ella tarareando alguna canción que no logré descifrar y yo de espaldas, apoyada contra la mesada, a punto de soltar una bomba que volaría todo.
—¿Por qué no nos dijiste que Walter estaba en la ciudad?
Mi pregunta la sorprende tanto que casi se le cae la copa que tenía entre manos. Se gira a verme con el rostro cada vez más pálido.
—¿En dónde lo has visto?
—Eso no importa, por favor responde.
—Juro que se los iba a decir, solo estaba esperando...
—¿Esperando qué? Mira, la última noche que vi a Rachel me dijo que tú mantenías contacto con él y no le quise creer porque todos sabemos lo loca que estaba —termino confesando, por fin diciéndole algo más de esa noche en la que ella cree que sucedió lo mismo que los noticieros: una venganza familiar que fue muy lejos—. Intenté no creerle, intenté pensar que no nos ocultarías algo tan importante. ¿Por qué lo hiciste?
Las últimas palabras se atoran en mi garganta y lucho para que no se me salten las lágrimas, no quería llorar. Y menos ahora.
Ella deja la copa de lado y se acerca lo suficiente como para tomar mis manos entre las suyas, la dejo mantener ese gesto aunque quiero soltarme de él.
—Él apareció porque quiere verlos, entiendo que ustedes eran muy chicos como para entender lo que sucedía y que ahora lo odien. Cometió muchos errores, pero, por primera vez, creo que merece una oportunidad —sus palabras suenan sinceras, pero no puedo decir lo mismo de las intenciones de él—. Si no ha aparecido en estos meses fue porque yo no tuve el valor suficiente como para tener una charla con ustedes sobre esto, quería crear un buen ambiente antes de dar el siguiente paso.
—Te ha dejado sola, durante veinte años, ¿y te atreves a creer en su palabra? No te entiendo.
—Hija, somos personas grandes y podemos llegar a un acuerdo. Las cosas cambian, la gente madura. No te digo que esto nos vaya a hacer pareja nuevamente, pero tenemos dos hijos que nos unen de por vida. En algún momento iba a pasar.
O no, dudo mucho de todo. Si no hubiera muerto Rachel, ¿se animaría a vernos igual?
Nada de lo que venía de Walter me daba buena espina.
—Un buen padre no se olvida de su familia por tantos años. No quiero saber nada de él, déjale claro eso la próxima vez que le hables.
Suelto su agarre y me alejo hacia la otra punta de la habitación, tomando una copa de la repisa y sirviéndome el vino que había sobre la mesada. Le doy un trago largo mientras miro hacia la pared, negada a devolverle la mirada a aquella mujer, y suspiro en cuanto escucho que abandona la habitación.
Apoyo los codos sobre el mármol y me tomo la cabeza, frustrada. No puedo entender cómo mi madre dejó todo atrás.
Es verdad que habían pasado muchos años desde aquella vez que decidió irse porque el amor de mi madre no le alcanzó —bueno, ni siquiera el amor de sus hijos—, pero eso no quita que haya estado mal y duela como si fuera reciente. Quizás ella tiene un corazón lleno de bondad y empatía como para tener una buena charla con él, pero yo solo pienso en hacerle la vida imposible si me lo cruzo de vuelta.
—¿Problemas en el paraíso? —la voz de Nick suena muy cerca a mis espaldas y me sobresalto, enderezándome para darme vuelta y mirarlo a la cara. Llevaba una sonrisa burlona de oreja a oreja.
—¿No te cansas de joder? —contesto y luego me termino la copa de un solo trago.
—Te diré una cosa, te entiendo. Yo también odiaba a mi padre biológico, hay veces en los que desee que desapareciera —confiesa, cruzándose de hombros, ahora apoyado sobre el marco de la puerta.
Ese comentario me revela que ha escuchado algo de la conversación anterior, si no es todo.
—Ojalá deseara eso con tanta fuerza que se cumpliera.
—¿Quién dice que no lo puedes hacer realidad?
Me lo quedo mirando en silencio, intentando descifrar su expresión neutral, pero una llamada entrante me obliga a disculparme y abandonar la cocina.
Camille me estaba llamando y no sé si era bueno o malo.
—¡AMY NECESITO TU AYUDA! —grita del otro lado y se escucha como si condujese a toda velocidad.
Mi cuerpo se paraliza, pero contesto al instante.
—Dime donde estás, salgo para allá.
—Estoy cerca del parque Onni, un auto me está persiguiendo y estoy segura de que es uno de los caballeros rojos. No sabía a quién más llamar.
—E hiciste lo correcto, ahora escúchame, estás a pocas cuadras de donde estoy. Te enviaré la dirección y quiero que conduzcas hasta aquí lo más rápido que puedas, me llamas apenas llegues y saldré. ¿De acuerdo?
—Amy, no sé si... no sé si voy a lograrlo.
—Lo harás, confía en mí.
Corto la llamada apenas termino esa frase y busco su chat para escribir la dirección. De camino a la puerta me topo con Evan, a quien le explico la situación y corre a buscar mi cartera para sacar la copia de las llaves de la casa de mi madre.
Todos se veían muy absortos en sus actividades así que aprovechamos esa distracción y nos dirigimos al exterior. Mi esposo vigilaba el lado derecho y yo el izquierdo por si el auto rojo que conducía mi amiga aparecía.
Mi teléfono vibra y atiendo al instante, era Camille avisando que estaba a unas pocas cuadras y comienzo a respirar con tranquilidad recién cuando veo que estaciona en la vereda de enfrente.
Sale del auto casi tambaleándose de los nervios y observa para todos lados, como buscando algo.
La pantalla de mi móvil se ilumina, mostrándome un mensaje entrante.
NÚMERO DESCONOCIDO:Es hora de revivir la muerte de Ivonne. Buena suerte intentando ser la heroína, pero en esta historia solo existen los villanos.00:45 a.m.
—¡CUIDADO CON EL AUTO! —grita Evan.
Y yo levanto mi vista justo cuando atropellan a mi amiga, haciendo volar su cuerpo por los aires hasta que se estrella contra el suelo. El primero en reaccionar esta vez es mi acompañante, quien cruza hasta llegar al cuerpo de aquella mujer y corroborar que no tiene pulso; lo sé por la cara que pone apenas toca su cuello.
Mi cuerpo está paralizado, las lágrimas comienzan a caer sin voluntad y recuerdo en carne viva como murió una de las mujeres que más amé. La historia se repetía con una protagonista diferente, pero por la misma razón: por mi culpa. No pude salvar a ninguna de las dos de las garras del enemigo.
Escucho como se abre la puerta detrás de mí y el panorama se inunda con los gritos de mi madre, quien indica desesperadamente que llamará a la policía y ya no tengo fuerzas para reprochar su idea o pensar en excusas cuando pregunte porqué mis amigas están muertas.
—Al final era verdad que ustedes atraen la muerte —susurra Nick en mi oído y Evan parece haberlo escuchado en cuanto llega hacia nosotros porque lo aparta bruscamente de mi lado.
Y, aunque no quiera admitirlo, Nick no estaba diciendo ninguna mentira.
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