Capítulo 8: ¿Qué es mentira y qué es verdad?
•A Perfect Circle - The Outsider.
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La desaparición de Jennifer inundaba todos los canales de noticias, los portales de internet e incluso las calles.
No es que no haya sido así desde que su cuerpo fuera enterrado por nosotros, pero a cada minuto que pasaba se volvía más masivo. El terror era visible en las calles, y tengo que ignorarlo para no enloquecer.
Por otra parte, la policía no había encontrado huellas en la escena del crimen del Karaoke y David tampoco tocó a mi puerta o intentó comunicarse conmigo, así que supongo que todo va bien, o solo está dejando pasar el tiempo para lanzarme su próxima bomba.
Me hundo en la silla en la que estaba sentada mientras observo que el cielo se encuentra completamente estrellado, un verdadero espectáculo digno de apreciar; además de que cualquier cosa me parecía de lo más interesante con tal de no sobrepensar y terminar arrancándome los pelos en medio de una crisis. Cuando estoy sola es cuando peor la paso, los escenarios catastróficos de proyectan sin parar en mi mente, pareciendo tan reales que me toma unos segundos desecharlos.
Evan se encontraba en su estudio pintando las obras que debía presentar, admiro que en medio del caos siga haciendo lo que realmente ama, porque eso es lo único que importa.
Iba a llamar a Alex para preguntarle cómo iba todo hoy, pero la pantalla de mi móvil se ilumina indicando que tenía una llamada entrante de quien menos me lo esperaba.
—Hola, ¿todo va bien?
—Hola Amy... —su voz sonaba cansada, hoy se había ausentado en la librería y por supuesto que enviarle mensajes no era una opción— Sé que te he estado ignorando, pero necesitaba pensar en algunas cosas.
—Elena, soy a la última persona a la que le tienes que dar explicaciones. Te entiendo, pero sí quiero saber cómo has estado.
—En la mierda, todos lo estamos. Por eso te llamaba, quiero pedirte un favor.
—Lo que sea, dime.
—¿Podemos hablar? En persona...
Me quedo unos segundos en silencio, Elena y yo nunca fuimos de las más cercanas en el grupo, pero, debido a todo lo que está pasando, me gustaría tener esa charla. Sea lo que sea, se lo debía.
Eran las nueve en punto de la noche, por lo cual no era demasiado tarde. Y tampoco es como si no supiera los riesgos y cómo enfrentarme a ellos.
Camino hacia el interior, aún con el móvil en plena llamada, y comienzo a colocar las llaves del auto y todo lo necesario en una pequeña cartera.
—Por supuesto, en quince minutos estoy allí.
—Gracias, Plox.
Finaliza la llamada y voy directo a hablar con mi esposo para comentarle lo sucedido. Él insistió en acompañarme aunque sea hacia la puerta de la casa de mi amiga, pero me negué.
Iba a estar bien y no creo que a Elena le agrade que rompa con la promesa de ir sola, aunque no lo haya dicho con esas palabras, era obvio que daba a entender eso.
Luego de convencer a Evan de que todo iría bien, me despido antes de que sea más tarde y camino hacia mi auto. Agradezco que él no tenga nada que hacer porque —gracias a mi mal temperamento— ahora nos prestábamos el vehículo más seguido.
Las calles lucen tranquilas y poco transitadas, así que el camino fue muy sereno. No me tomó mucho llegar; estacioné y me quedé unos segundos dentro, no tenía ni idea de qué hablaríamos o cómo lo abordaría y me estaba matando. Elena era una persona serena, abierta al diálogo bajo cualquier circunstancia, ¿pero se mantendría así luego de todo lo que está pasando? Yo no lo haría.
Finalmente decido bajar y cuando iba caminando a la puerta, hubo algo que me llamó la atención: un auto gris con las luces encendidas estacionado en la vereda de enfrente, casi a la misma altura que el mío. Y juro que sentí que ya lo había visto antes, precisamente hace unos minutos en un semáforo. El conductor no se llega a ver desde mi posición, pero sé que está ahí.
Rogando no tener un deja vu como cuando fui a hablar con Ivonne, toco la puerta y espero a ser recibida. Una melena rubia se asoma luego de un momento, luciendo las mejores prendas de entrecasa, y me invita a pasar.
Me ofrece un vaso de agua y acepto, tomando asiento en uno de los sillones de la sala. El ambiente era raro, los silencios eran muy incómodos, pero contuve el impulso de comenzar a sacar charla de cosas poco serias porque, a juzgar por la cara de mi anfitriona, se trae algo serio entre manos.
Luego procede a sentarse frente a mí, observándome más de lo que nunca lo había hecho, más de lo que me gustaría.
—¿Cómo puedo ser libre? —pregunta y casi me ahogo con la bebida por la sorpresa y su tono de voz seco— Digo... ¿cómo se escapa de este infierno?
La última frase sale de su boca con preocupación y me ilumina el panorama. La incertidumbre la está matando, se encuentra igual de asustada que cualquier persona con dos dedos de frente.
—Soy la menos indicada para darte un consejo sobre cómo ser libre, Elena...
—No puedo creer que vivas así —se para de forma repentina y comienza a caminar por detrás del sillón—. Esto es un puto infierno. Seguiremos muriendo, ¿verdad?
Tardo en responder y es ahí en donde se da cuenta de que mi silencio lo dice todo.
—¿Qué está pasando, Amy?
—Si me permites darte un consejo, empaca tus cosas y vete a donde sea. A Latinoamérica, a Asia, en cualquier lugar estarás más segura que en esta ciudad. Y llama a Camille para advertirle, seguro a ti te escuche.
—No quiero irme, mi vida está aquí —espeta.
—Pero terminará pronto si no corres, este pueblo está lleno de criminales —suelto sin piedad.
No sé en qué momento me levanté, pero ahora estábamos ubicadas frente a frente a muy pocos metros de distancia. Desde esta posición podía ver como sus ojos se llenaban de lágrimas.
—¿Por qué están muriendo? Tú sabes la respuesta, y necesito saberla.
—Sonará ridículo, pero es la verdad. Solo por el hecho de ser mis amigas, tengo un pasado complicado, Elena.
—Entonces, si las cosas seguirán siendo de esta forma, hazme el favor de renunciar a la librería y mantenerte lo más alejada que puedas de nosotras. Solo nos traerás problemas, debí advertirlo al escuchar tu apellido.
Sí, todos los que recordaban el apellido sabían que no cargaba nada bueno. Todo alrededor a los Plox significaba muerte y caos desde hace dos años, no importa si intentas huir, siempre te atrapará.
No quería decirle que renunciar y alejarme no serviría de nada porque ya estaban marcadas por la muerte y no podía hacer nada para salvarlas porque todo era incierto. Pero sí debía admitir que la librería ya no se sentía como un lugar seguro, mi acosador se había encargado de esa parte.
Así que, sin emitir una sola palabra, asentí, rindiéndome.
—Antes de que me eches quiero que me prometas que me llamarás si necesitas ayuda —su rostro mostró incredulidad—. Elena, quieras o no, sabes que soy la única que puede detener esto. Promételo.
Suspira, bajando la guardia y sacándome los ojos de encima mientras piensa su respuesta.
—De acuerdo, pero no prometo que Camille haga lo mismo. Te odia.
—Ya me lo dejó claro hoy al no hablarme, lidiaré con eso —digo y suelto una risa sin gracia—. Piensa en huir, en serio...
—No lo haré —asegura— Eso es todo, Plox.
La seriedad vuelve a invadir su cuerpo y siento que esta corta charla ya llegó a su punto muerto. Sin decir una palabra, comienza a caminar hacia la entrada y la sigo.
Por un leve instante tuve el impulso de despedirme con un abrazo, decirle algo por si era la última vez que la veía, pero su actitud era clara: no quería nada de eso, no quería nada de mí.
Y cuando abro la puerta del auto escucho su voz una vez más:
—¡Amy! —exclama desde la entrada y giro a verla— Hazlo pagar.
Me quedo un rato mirándola, descubriendo que, por más de que intentara disfrazar la verdad, ella me ha leído la miente y sabe que no hay un solo asesino en Nakara Hills.
Los ojos se me llenan de lágrimas por una extraña razón y al final asiento. Ella cierra la puerta, dejándome sola con todo lo que hablamos en mente.
Me apoyo contra el vehículo, buscando rápidamente un cigarrillo dentro de mi cartera. Aunque el sonido de un motor me distrae y levanto la vista. Se trataba del mismo auto que vi al llegar, seguía en la misma posición, como si estuviera esperando a algo o a alguien.
Tomo valor y comienzo a cruzar la calle, yendo directo hacia él. Mientras más me acercaba, más nítido era el rostro del conductor, pero, antes de llegar, acelera a toda velocidad y se larga de ahí. Y su intento por no ser descubierto fue inútil, porque sabía perfectamente de quién se trataba: David Fell.
Se ve que se ha tomado las investigaciones más enserio e inició su modo stalker. No sabía con quién se estaba metiendo, ahora no tengo más excusas para no buscar información que me sirva para extorsionarlo; claro que Alex no estará de acuerdo, pero no tiene por qué estar al tanto. Y no necesito ser William Summers para obtener información, algo debe haber, siempre lo hay; internet es un recurso muy valioso y poderoso en estos días.
Vuelvo a mi vehículo y saco mi móvil de la guantera en cuanto noto que vibra. Lo desbloqueo y me encuentro con un mensaje de un número desconocido.
Se ve que alguien se dignó a comunicarse.
NÚMERO DESCONOCIDO:
Los espero en el club de strippers Explicit en una hora. Lo sé, un lugar algo fuera de lo común, pero Amy sabe por qué.
Sean puntuales, yo los encontraré.
21:45 p.m.
Noto que al escribir en plural es muy probable que le haya enviado el mismo mensaje a Alex y lo confirmo en cuando él me pregunta si debemos ir.
Nuestro acosador planeaba algo, era obvio que debíamos estar ahí.
❖
Las luces rojo neón nos reciben en cuanto estaciono en la puerta. Tuve que pasar a buscar a Alex antes de venir así que nos llevó un poco más de tiempo.
—Amy, ¿por qué un club así?
—Camille trabaja aquí, es algo que solo sus amigas sabemos. La librería paga bien, pero no lo suficiente para alguien que, además, debe hacerse cargo de su hermana pequeña.
Observo en detalle todo el frente, a juzgar por su aspecto, todo parecía ir bien. De todas formas, no me convencía tanto el hecho de dejar mi auto aquí, así que decidí rodear el lugar hasta llegar al estacionamiento.
Los coches de alta gama predominaban allí y deduzco que personas importantes concurren durante toda la noche. Y por suerte pudimos encontrar un lugar vacío.
He oído de Explicit gracias a varias anécdotas graciosas que solía comentarnos mi amiga, pero la verdad es que no sabía con qué nos encontraríamos ahí adentro. Lo mejor era estar alerta y desconfiar de todos.
Bajamos del vehículo y caminamos con tranquilidad de vuelta a la entrada, el guardia de seguridad nos queda mirando por unos segundos, dudando si debía dejarnos entrar. Sobre todo a mi porque creo que ya entendí que las únicas mujeres que pisan este lugar son las bailarinas o esposas de gente con poder, y yo no luzco precisamente como las del último grupo.
Alex se acerca hacia él para hablarle en el oído un buen rato, pero el hombre no me saca la mirada de encima en ningún momento. Finalmente me relajo al ver que asiente y abre la puerta, haciéndose a un lado para que podamos ingresar.
—¿Qué le has dicho para que aceptara?
—Tengo mis trucos bajo la manga, hermanita.
Ruedo los ojos ante la respuesta y decido no insistir; en cambio, observo el lugar.
Me encuentro con muchas mesas cerca de un escenario, chicas con ropa interior caminando, bailando u ofreciendo copas de, lo que parece ser, champagne. Todos eran hombres demasiado bien vestidos como para ser verdad.
Las luces neón aún nos seguían, ambientando el lugar de manera provocativa.
No puedo pasar por alto la mirada lasciva de cada uno de ellos hacia las chicas que incluso parecen ser menores de edad. Una furia me recorre las venas y me dan ganas de gritarles y golpearlos por ello, pero intento controlarme.
—¿Te puedo decir algo?
—Dime.
—Si no quieres que te patee en las pelotas mejor mantén tu vista en mi espalda por lo que resta de la noche, ¿entiendes? —lo amenazo y asiente con desinterés.
Seguimos caminando hasta dar con un pasillo que nos lleva a vaya saber dónde, y cada persona que me cruzo pienso que puede llegar a ser la persona que estamos buscando. Pero lo que importaba en realidad era encontrar a Camille y sacarla de este aquí, si nos citó en su lugar de trabajo es porque es el siguiente blanco.
Mientras avanzamos veo como hay distintas habitaciones a los costados, y me quedo quieta cuando veo que en una hay una reunión —que no aparenta ir del todo bien— entre bailarinas. Puede que mi amiga este allí.
No sé bien cómo interrumpir, solo le indico a Alex que se quede a mi lado. Luego de unos segundos una de ellas se gira a vernos y me paralizo; se acerca con una sonrisa, casi como si hubiera encontrado oro.
—¡Oh, Dios! ¡Eres mi salvación! —exclama, colocando sus manos en mis hombros.
—¿Qué? —digo confundida. No soy capaz de quitarme sus manos de encima, solo me la quedo viendo con el ceño fruncido.
—Verás, una de nuestras chicas no se puede presentar esta noche. Así que quiero que tú, belleza, la reemplaces— termina de hablar y me quedo en silencio, al igual que mi acompañante— ¡Por favor! Solo será por esta noche, nuestro jefe nos mataría si no encuentro un reemplazo en menos de media hora. Ni siquiera notara que no eres de aquí.
—Me halagas, pero no soy bailarina, y me encantaría ayudarte, pero no puedo hacerlo —me niego y aparto sus manos.
—¡Oh, ya sé! Te pagaré cien dólares. Solo di que sí —insiste y a continuación pone su mejor cara triste.
Esta situación no puede ser más ridícula.
—No, yo...—en ese momento fui interrumpida.
—Acepta —interviene mi hermano y me abraza para luego lanzarme una sonrisa.
—No me estás ayudando— le susurro, sonriéndole falsamente.
—No intento hacerlo —dice del mismo modo y borro mi expresión al instante.
—¡Gracias, gracias, gracias! —grita emocionada y me abraza. Luego voltea a ver a su grupo— ¡Chicas! Tenemos reemplazo, llévenla al camarín, prepárenla, entréguenle su ropa y luego enséñenle la coreografía. ¡Ya!
Dos chicas se colocan frente a mí y casi me arrastran hasta el interior y yo tiro del brazo de mi hermano para que me siga.
Me llevaron hasta un camarín y al instante comenzaron a maquillarme. Deseaba protestar, pero en lo único que pensé era que esta podría ser una oportunidad para pasar tiempo con Camille y salvarla si se encontraba en peligro.
Es así como aguanto que me coloquen base, rubor y todo tipo de productos en la cara. Traen un delineador y me dibujan una perfecta línea en ambos ojos, luego me dejan elegir un labial y me lo aplico con rapidez; y, cuando creí que habían terminado, una de ellas se acerca con unas pestañas postizas. Ahí perdí la paciencia.
—Si quieren salir vivas de aquí alejen esa cosa de mí.
—Pero...
—Yo me ocupo de mis pestañas o no salgo en escena.
La joven me mira resignada y decide abandonar el lugar.
Cuando por fin termino, entra otra mujer con mi vestimenta en mano. Me señala el vestidor y entro en él; agradezco que sea algo cómodo. Se trataba de un short con lentejuelas negras y un corpiño decorado de la misma manera.
Cuando salgo, revuelvo todo el tocador hasta encontrar algo con lo cual atarme el pelo y ya estoy lista. La imagen que me devuelve el espejo es tan alejada a quien soy realmente, pero ya llevaba colocándome tantos disfraces y máscaras que podía agregar una más a la lista.
Alex me sigue, sosteniendo mi ropa original, mientras busco a las otras bailarinas para que me enseñen la famosa coreografía de la que hablaban. Y me llevo una grata sorpresa al ver que puedo defenderme más de lo que me imaginaba, además de que serían solo dos minutos y vendría otro grupo durante la noche.
Vuelvo hacia donde se encuentra mi hermano y agarro la botella de agua que hay en el piso, y cuando levanto la vista observo como un hombre camina rápidamente por delante de nosotros y todas empiezan a comentar que es un amigo de su jefe con bastante poder. Probablemente deben querer acaparar su atención.
Dejo de lado los comentarios en cuanto noto que se encuentra demasiado pálido y no mueve ni un músculo de su cuerpo.
—¿Estás bien?
—Era papá...
—¿Qué?
—El hombre que pasó corriendo... era papá. Estoy seguro.
Mi corazón decide dejar de latir por unos segundos y me obligo a pensar en él, formar su rostro en mi cabeza, evocar cualquier recuerdo para intentar saber si dice la verdad. Pero... ¿el hijo de puta que nos abandonó está metido de alguna forma en este lugar de mierda?
No tengo tiempo de seguir pensando en eso porque una chica me toma de la mano, y solo atino a decirle que se quede detrás del telón mientras camino a la zona por donde debíamos entrar. Era nuestro turno y los nervios me comían por dentro.
—¿En dónde está Camille Sullivan? —le pregunto a la chica a mis espaldas, asumiendo que sabrá de quién le hablo.
—Tiene el día libre.
Mi cabeza explota en ese mismo momento, comprendiendo que esto puede ser una trampa. Sin Camille aquí, ¿para qué nos querría nuestro acosador?
Unas manos me empujan y finalmente mi grupo y yo nos encontramos de cara al público. Intento que mi expresión se suavice en cuanto la música suena por los parlantes y memorizo cada paso, acoplándome bastante bien con el resto de las chicas.
Los hombres comienzan a gritar, cada una de ellas parece ser inmune a las miradas penetrantes, en cambio yo rastreo con atención cada mesa. Y una me llama la atención en particular, más que nada porque no miraban hacia el escenario, éramos invisibles para esos diez hombres de traje que, claramente, se encontraban en el medio de una apuesta. Excepto que uno de ellos se voltea y me mira directamente a los ojos, abriéndolos por la sorpresa y lo imito.
David Fell no me quitaba los ojos de encima después de notar mi presencia, y yo hice lo mismo, en cada movimiento lo seguí con la mirada. Así que el policía a cargo del caso de "los caballeros rojos" tiene tiempo de ser un stalker y un amigo de apostadores en una sola noche... Y todo me indica que nada en esa mesa podría definirse como legal.
Casi no noto cuando la música para, solo vuelvo a la realidad en cuanto siento como el público arroja billetes sin parar hacia nosotras. Nos tomamos de la mano y hacemos una pequeña reverencia antes de salir.
Y cuando puedo estar sola, cambiándome de ropa, comienzo a pensar que quizás el plan de mi acosador era descubrir a David aquí, tener un motivo para extorsionarlo o dame un motivo para que acabara como Darren Rippner. Pero no pensaba decirle nada de eso a Alex, menos al darme cuenta de que pasó por alto ese detalle.
Una vez recibida la paga, me encuentro con mi hermano, quien aseguró saber en dónde se encuentra la salida de emergencia, así que comenzamos a caminar por el interminable pasillo. Me sigue impresionando la cantidad de cuartos que hay aquí, pero la verdad es que prefiero no saber para qué usan algunos de ellos.
En un momento decido caminar más lento para ver qué había en cada puerta abierta. Pero me arrepiento en cuanto doy de lleno en una en donde un hombre de ojos verdes es uno de los protagonistas.
Mi sangre se congela y, a modo de reflejo, empujo a Alex hasta esconderlo detrás de una pared para que no lo vean. Sin embargo, un señor alto con un habano en manos no me deja escapar porque capta mi presencia. Ya era tarde para echar a correr.
—¡Hey! La chica que intenta ocultarse, te he visto en el escenario. Únete a la charla —pide, con un tono autoritario.
Sigo mirando al frente por un rato, luego avanzo hacia Alex y pego mi boca a su oído para decirle que no se mueva de ahí por nada del mundo. Con suerte no lo habrán visto.
—¿Sigues ahí? —insiste esa voz y vuelvo a mi posición inicial, por fin devolviéndole la mirada. Decido entrar, la curiosidad me llama— Vaya, no te había visto antes, pero debo admitir que quiero que trabajes para mí.
Paseo mi vista por todos los presentes, notando sus miradas para nada inocentes, excepto por una. Walter Plox me miraba como si estuviera frente a un fantasma.
Bueno, creo que, más de diez años después, aún puede reconocer a una hija.
—Ángelo, creo que no sería ético contratar a alguien que recién conoces. No sabes nada de ella —le advierte mi padre y su voz no me suena nada familiar luego de tantos años.
¿Qué hace? ¿Está intentando protegerme?
—Walter, sabes que adoro tus consejos, pero no te metas en mis negocios.
—¿Sabes algo? —avanzo hacia ese tal Ángelo y luego lo rodeo mientras hablo— No quiero trabajar en el mismo lugar que un hombre de más de cuarenta años que tiene como amigo a alguien que no vio a su familia por años solo para dedicarse a lamerle el culo a hombres que explotan mujeres en este lugar. ¿O me equivoco? Así que... con, o sin, su permiso debo irme.
Todos los presentes se quedan boquiabiertos y posan sus ojos sobre mi padre. Veo que la gente que lo rodea sabe su pasado, y me da asco que no les importe. ¿O será que encontró personas igual de imbéciles que él?
Dejo al jefe del club con una expresión de confusión y sorpresa al mismo tiempo, desearía fotografiarla porque estoy segura de que hace mucho no lo mandaban a la mierda.
Al cruzar la puerta me encuentro con Alex, quien asiente a modo de aprobación con una pequeña sonrisa y lágrimas en sus ojos. Tomo su mano y retomamos nuestro camino.
—¡Amy! —escucho una voz masculina a mis espaldas, y lo ignoro mientras atravesamos la puerta.
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