Capítulo 5: Las habladurías del mundo.

BLACKPINK - Shut Down.

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Luego de ver el cuerpo de Nica cubierto de sangre en el suelo, la madre de Kristal no perdió tiempo y llamó a la policía para reportar el horroroso acontecimiento. Es por eso que todos los presentes estamos ubicados en una prolija fila a las afueras de la capilla mientras tres patrulleros estacionan de forma rápida frente a nosotros.
No puedo evitar sentir un pinchazo de molestia al ver como los uniformados bajan de los vehículos, pero no hay nada que pueda hacer para volver el tiempo atrás. Además, no tengo motivos sólidos para oponerme a que las autoridades realicen su trabajo, así que opto por cerrar la boca mientras espero a que sea nuestro turno de ser interrogados. Kate y Evan son los primeros en liberarse, caminando hasta quedar en donde estacionamos por primera vez.

Siento un fuerte ruido a mis espaldas y es ahí cuando presencio como dos hombres trasladan un cuerpo en una camilla; el cuerpo de otra de mis amigas muerta a manos de un psicópata más peligroso que yo, incluso más peligroso de lo que fue Rachel. Iba a continuar prestando atención a aquella escena, hasta que alguien se coloca frente a mí, bloqueándome la vista y obligándome a subir la mirada.

Lo recordaba con exactitud, sus ojos color miel, su pelo negro y su placa de identificación. Se trataba de David Fell, el mismo hombre que tuvo la desgracia de comunicarme que el infierno había abierto sus puertas una vez más; exactamente desde la noche en que Brittany murió. Sin pudor, me analiza con un semblante serio que logra estremecerme, aunque no quiera admitirlo, y luego lleva la atención hacia mi hermano, quien está firme a mi derecha.

—¿Qué se le ofrece oficial? —habla Alex en cuanto el contrario finaliza su análisis interno.

—Necesito que ambos me acompañen hacia la comisaría —responde sin rodeos y reprimo una risa sarcástica.

Tenía frente a mis ojos al próximo Darren Rippner de la policía, aunque de detective no tenía ni un pelo. Algo me dice que sabe más de lo que dice y será difícil corromperlo para que mantenga distancia en lo que queda de esta masacre.

—No se han llevado a nadie a declarar, ¿me diría con qué propósito? —me animo a enfrentarlo, activando mi capa de seguridad.

—Creo que ya se hace una idea, señorita Plox —replica como si me estuviera leyendo la mente y eleva débilmente la comisura de su labio, reflejando el atisbo de una sonrisa.

Sin medir palabra, da media vuelta y hace una seña para que lo sigamos hasta su auto.
Alex y yo miramos hacia donde se encuentran nuestras parejas, quienes no se perdieron un segundo de esa conversación por más de que no hayan sido capaces de interpretar una sola palabra, aunque con la última actitud de David adivinaron lo que sucedía y comienzan a caminar en nuestra dirección. Tranquilizar a ambos nos hizo perder unos cuantos minutos, denegando completamente la idea que tenían de que nos vayamos sin más. En un momento como este no se puede decirle que no a la policía, era obvio que algo sabían —o al menos aquel hombre que nos espía desde la ventanilla del auto— y teníamos que averiguarlo. Aún tenía esperanzas de salvarnos, pero no puedo actuar si sé la mitad de la información; es por eso que nos subimos al vehículo sin protestar ni emitir una sola palabra en lo que resta del viaje.

La mirada de David y la mía chocan por unos breves segundos en los que apaga el motor para luego descender y abrir la puerta trasera, me ofrece su mano y no dudo en rechazarla e ingresar al lugar, dejando a mis acompañantes atrás. Miles de hombres y mujeres uniformados me reciben en cuanto ingreso, algunos sosteniendo papeles en sus manos, otros con teléfonos pegados en la oreja y otros simplemente parecen estar en su tiempo libre para pasearse por las instalaciones.

—No confío en ese tal David, tiene algo que no me gusta —susurro en cuanto mi hermano se acerca, pronunciando las palabras lo suficientemente bajo para que el antes mencionado no las escuche. Pero parece muy ocupado hablando con la señora ubicada detrás del mostrador en la entrada.

—A estas alturas no podemos confiar en nadie, pero ahora fingiremos que somos dos hermanos normales que no utilizan una máscara para matar personas por la noche —el sarcasmo se hace presente en su tono de voz y logra arrancarme una sonrisa a pesar de estar demasiado tensa como para relajarme.

—¿Sabes algo de Matt Sweeney? —digo al recordar que podría ser de ayuda si las cosas se ponen pesadas con las autoridades.

—No mucho, hace poco volvió a Nakara Hills. Estaba suplantando a un compañero en Nueva York, ¿por qué? —contesta luego de pensárselo y soloasiento porque David se acerca nuevamente, esta vez acompañado por una joven de cabello rojizo que debe tener más o menos mi edad.

—Amy, vendrás conmigo. Alex, mi compañera Maggie se encargará de interrogarte —anuncia mientras la chica se acerca a mi hermano para estrecharle la mano.

A diferencia de lo que me toca a mí, la oficial parecía mucho más servicial y carismática de lo que Fell demostraba porque observo como habla animadamente con Alex en cuanto se empiezan a perder por el pasillo, no sé si será para aliviar la situación o simplemente es su esencia.
En cuanto a mí, solo gano un leve «vamos» y estoy segura de que el peligro solo aumentará en cuanto atraviese ese pasillo.







Mi piel se eriza por el frío que abunda en esta pequeña sala gris, casi rozando lo tétrico y es el fiel reflejo del vacío. Estoy sola, al menos por un par de segundos más. Muevo los dedos sobre la mesa a modo de distracción mientras me pregunto qué será de Alex, preocupándome por no poder escuchar ni controlar nada que provenga del exterior. Detesto cuando las cosas se salen de control.
David vuelve a entrar a la oficina con dos cafés en sus manos y me extiende uno en cuanto se sienta y decido aceptarlo porque es justo lo que necesito ahora.

—¿Y cómo está el comisario Murphy? —finjo interés mientras le doy un sorbo a la infusión y rompo el incómodo silencio que se había generado.

Él levanta la vista de unos papeles y me sonríe, negando con la cabeza repetidas veces. ¿Por qué siento que puede leerme perfectamente sin conocerme en lo más mínimo?

—Ya veo, te gusta tener más información y estar un paso adelante siempre, ¿o me equivoco? —habla con un tono desafiante y solamente elevé un poco mis hombros a modo de contestación—. Ha muerto hace dos meses, cáncer.

Mi semblante cambia por completo ante la sorpresiva noticia. Él había estado encargado de la investigación de los caballeros rojos en cuanto Darren murió, llevó a cabo nuestros interrogatorios e indagó en la vida de la madre de Rachel antes de su muerte; jamás obtuvo respuestas que apuntaran a Evan o Alex o a mi como posibles sospechosos. Y no hubo mucho más trabajo luego de que registraran mi antigua casa de arriba hacia abajo, los cuadernos en donde plasmaba mi plan habían sido quemados la noche en la que Ivonne murió, al igual que lo que quedaba de mi traje destrozado. Las únicas dos armas con silenciadores que guardábamos en la casa habían sido puestas por nosotros estratégicamente en la escena del crimen, una con las huellas de la supuesta asesina y otra con las mías para corroborar la historia de que había sido en defensa propia. De todas formas, muy en el fondo sé que Murphy desconfiaba de mí, así que me da un poco de alivio saber que no estará rondando por aquí nunca más.

—¿Lista para el interrogatorio?

—Cuando usted quiera.

Su presencia es imponente, nunca había visto a una persona que fuera así y eso me aterra porque me despierta un poco de interés, casi sintiendo la necesidad de saber un poco más sobre él.
Decide tomarse su tiempo para todo, manteniéndose en silencio y mirándome fijamente, casi sin parpadear, luego de recibir mi respuesta. Trato de que su actitud no llegue a incomodarme porque, evidentemente, eso es lo que buscar y yo ya me sé todos esos trucos de memoria.

—¿Cuándo fue la última vez que viste a Nica?

—El sábado pasado, ella trabaja... trabajaba conmigo en una librería cerca del centro.

—Tengo entendido que renunciaste a tu carrera de modelaje en Londres para volver aquí. ¿Por qué?

Frunzo el ceño ante el giro repentino que le ha dado al interrogatorio e intento responder de forma rápida y tranquila:

—¿Por qué no?

—Teniendo en cuenta lo que te sucedió, cualquiera querría huir en la primera oportunidad. Y mira ahora, dos personas muertas en menos de una semana, curiosamente dos personas que se conectan contigo, exactamente como hace dos años atrás.

Suelto una risa sarcástica y no contesto, solo me limito a beberme lo que queda del café. Luego me apoyo en la pequeña mesa, deslizándome un poco hasta quedar cerca de su rostro, él me examina con curiosidad por mi repentino comportamiento.

—Puedes decirme lo que se te venga a la cabeza sin rodeos, ¿de qué se supone que me estás acusando?

Un deja vu se presenta en cuanto formulo esas palabras y de repente es como si estuviera sentada frente a Darren en aquella oficina abandonada.

—No te estoy acusando de nada, por ahora. Tan solo me parece extraño la conexión que hay contigo y tu hermano en todo esto —abre un expediente y observo el cadáver de Rippner fotografiado, un mal presentimiento se instala en cada fibra de mi sistema—. Darren era un buen amigo mío, me contaba absolutamente todo; y entre esas cosas comentó que sospechaba de ti, no sabía bien porqué, pero sintió que ocultabas algo y quiso averiguarlo —cambia de página, mostrando un lugar incendiado— Meses después de conocerte termina muerto y con su oficina de investigaciones quemada hasta los cimientos. Luego, tu hermanastra termina muerta en tu casa y diste motivos no tan firmes sobre lo sucedido, a mi parecer. Todo aquel que dudó de ti o podía servir de testigo ya no se encuentra en este mundo, es extraño, ¿no crees?

—¿También me dirás que le hice algún tipo de brujería a Murphy para que la investigación se cerrara?

No es una novedad que me encantaba desafiar a las autoridades y siempre que puedo genero respuestas que ningún otro ciudadano se atrevería a pronunciar en voz alta. La realidad es que son seres humanos, al igual que todo aquel que habite en Nakara Hills, aunque a algunos se les olvide o los crean superiores por llevar un uniforme y una pistola cargada a todas partes.

—Si fuera tú cuidaría tus palabras, que no se te olvide con quién estás hablando.

Cierra de golpe la carpeta de investigación, poniéndose de pie para dar unos pasos hasta una pared, en donde recarga su espalda y comienza a encender un cigarrillo. Decido acercarme hasta romper su espacio personal, tan solo lo justo y necesario como para intentar intimidarlo.
No era necesario hablar, solo nos desafiábamos en silencio y con intensidad. Ambos sabíamos que yo guardaba un secreto, y lo importante era saber qué estaba dispuesto a perder en caso de descubrirlo o intentar revelarlo.

—El interrogatorio terminó, puede irse —contesta luego de un rato y pone su mano sobre el picaporte, sin dejar de mirarme—. Te estaré vigilando.

—Yo igual, Fell —respondo con una sonrisa cargada de seguridad y falsa inocencia.

—Terminarás perdiendo, estoy seguro.

Doy de lleno con el pasillo, visualizando a mi hermano, quien se da la vuelta al oír como la puerta es cerrada fuertemente a manos de David. El uniformado ni se preocupó en acompañarme a la salida, tan solo decidió encerrarse y en parte lo agradezco, ya tengo demasiados ojos clavados en la espalda.
Llego hacia él y lo abrazo, no sé muy bien porqué, pero sentía la necesidad de hacerlo. Nos contamos nuestras experiencias de camino a casa; obviamente la suya fue completamente diferente, la mujer solo le había preguntado sobre su relación con Nica y al comprobar que no había nada que lo conectara decidió dejarlo ir.
Eso me reconforta, al menos uno de nosotros saldrá ileso de todo este caos.




01:45 a.m.

Ya era pasadas las doce de la noche del miércoles, y eso significaba que el cumpleaños de Kate había finalizado. Aunque eso no les importaba a los invitados, quienes continuaban bailando en la pista improvisada que mi hermano armó en la mitad del patio. Y otros parecían reacios a abandonar sus asientos, sirviéndose un trago de alcohol a la mínima oportunidad que se les presentaba.
La rubia había invitado a todo el elenco de su próxima obra de teatro, también se encargó de convencer a mis amigas para que asistieran y por último, pero no menos importante, parecía tener un poder único para hacer que Nick Sotelo abandonara su faceta de imbécil solitario y logró tenerlo presente esta noche.

Muevo mi copa de vino levemente, observando como Evan y Alex bailan borrachos al ritmo de una canción latina que suena a través de los altoparlantes. Niego con la cabeza con una sonrisa y procedo a beber lo que me queda de bebida. La noche es perfecta para una celebración al aire libre, el calor no era insoportable y lo agradecía porque si no ya estaría con un humor de mierda.
Dejo caer la copa sobre una mesita de madera ubicada a mi izquierda y recargo la espalda sobre la pared, observando como el hermano de mi esposo no me quita los ojos de encima. Desde aquí puedo detectar su narcisismo disfrazado de autoconfianza; sabe que todas las mujeres del lugar lo han mirado al menos una vez en lo que va de la fiesta y ahora se encuentra alardeando lo bien que le queda aquella camisa negra de mangas cortas ligeramente abierta para dejar a la vista una cadena de plata adornando su cuello.

Decido acercarme mientras él saca un paquete de cigarrillos del bolsillo de sus jeans, estos caen al suelo cuando se le resbala de las manos y me agacho a recogerlos. Al subir la vista lo noto mucho más cerca de lo que creía, su pecho choca contra el mío y sus ojos marrones me paralizan por un breve instante.

—¿Te estás divirtiendo? —pregunto al separarme y entregarle sus pertenencias. Él sonríe, prendiendo un cigarrillo para dejarse caer contra la pared nuevamente y lo imito, mirándolo de costado.

—Si te soy sincero, no sé qué hago aquí —expulsa el humo lentamente, soltando una carcajada y sonrío—. Aunque no me quejo, la vista es agradable.

Sé exactamente a lo que se refería: las mujeres. Eso me hace rodar los ojos, por supuesto que solo vino por eso y no por el hecho de que Kate le agrade mínimamente.
Por lo poco que sé, Nick solo piensa en él. Vive por él, respira por él, no hay otra cosa que conozca o tenga en su mente a parte de él. Un narcisista en potencia, como ya he dicho antes.
Ya no me esfuerzo por ocultar el fastidio que me genera, lo siento por Evan, pero este hombre tiene una personalidad... bastante especial. O quizá sea que me estoy viendo al espejo en mayor medida y eso me jode, no lo sé.

—Así que unos asesinos te están pisando los talones nuevamente —Nick apaga su cigarrillo luego de un rato y tomamos asiento en unas sillas ubicadas a su derecha— Parece que eres un imán para los problemas.

—Yo no amo el drama, es al revés —contesto quitándole importancia y apoyo los codos a la altura de mis rodillas, girando un poco la cabeza para verlo.

—¿No te cansas de cumplir el papel de víctima?

—Si me conocieras en profundidad sabrías que soy todo menos una maldita víctima.

—Ah, eres todo un misterio, Amy Plox. Puede que comiences a agradarme.

Parece que mi respuesta lo divierte y, después de contestar, alcanza su copa de vino junto con otra que dejaron abandona sobre la mesa y me la da para hacer un brindis. Observo el objeto con asco al no saber a quién le pertenece y finalmente las chocamos levemente, pero no bebo ni una sola gota.

—Oye, ¿ese no es Evan bailando muy pegado a tu amiga?

Su comentario logra borrar todo gesto de felicidad y observo atentamente hacia donde su dedo señala. Efectivamente, al borde de la piscina TODO el mundo podía ser espectador de como mi marido bailaba de la mano de Jennifer, siendo guiado por ella en todo momento porque si no perdería la estabilidad gracias a la gran cantidad de alcohol que tiene en sangre.

Sé que no debería, pero un pinchazo de celos e inseguridad se instala en mi estómago y no hay forma de que la ira retroceda. Más cuando mi acompañante parece disfrutar de la situación; es ahí cuando se va al carajo mi intento de formar algún lazo amable con él.

—Si quieres puedes besarme para devolverle el favor —susurra, pegando su boca en mi oreja, logrando que mi piel se erice.

Ni todo el alcohol de este mundo lograría que el mayor de los Sotelo dejara sus comentarios fuera de lugar.
Podría besarlo, sí, pero ya tenía mejores ideas en mente.

—Eres asqueroso —mi comentario solo aumenta su ego—. Pero sí acepto que me saques a bailar.

—Admito que soy más de invitar a las chicas a bailar, así que esta noche te daré el honor de cambiar las reglas. Siéntete afortunada, Plox.

Su deporte favorito parece ser el hecho de pronunciar mi apellido en la mínima oportunidad que se le presenta, utilizando sus armas de seducción que para nada logran remover algo en mi interior. Todo lo contrario, al escucharlo me encantaría golpearlo en el rostro para dejarlo en ridículo delante de los invitados, pero eso tendrá que esperar porque lo necesito en una pieza.
Tomo su mano y lo arrastro hasta la pista de baile, a lo lejos observo como mi esposo se separa de su bailarina y me observa como si estuviera viendo cosas imposibles de suceder. Sí, apuesto a que no estaba en sus planes verme de la mano con Nick.
A pesar de dejarme llevar por la música, no pierdo de vista a mi acompañante e intento siempre mantenerlo a una distancia prudencial. Me siento como una adolescente celosa, pero la venganza es lo único que me motiva y esto es lo que necesito para que Evan comprenda lo mal que me siento por esa escena que no puedo quitarme de la cabeza.

—Este favor te va a salir caro, Evan me cortará el cuello —toma mi mano para tirar hacia su cuerpo y corro la cara hacia atrás al ver que su próximo movimiento es posicionarse más cerca de mí— De todas formas, debo admitir que me encantan las personas vengativas.

Me separo y lo observo con los ojos entrecerrados por su último comentario. La música se apaga repentinamente, provocando que la gente a nuestro alrededor se queje, y es ahí cuando me doy cuenta de que Evan había avanzado hacia los altoparlantes. Luego toma un micrófono y lo conecta, ¿qué mierda hace?

—Sí, sí, lo lamento, pero la fiesta se acabó —informa para todos, igualmente sus ojos son solo para mí, y no en una forma tierna— Largo, ahora.

Sus últimas palabras casi suenan como un grito y eso logra hacer reaccionar a la gente porque comienzan a caminan, echándole miradas furiosas al aguafiestas a pocos metros de mí. Me hace una seña con la cabeza para que lo acompañe a la sala y ya puedo imaginarme como terminará la noche.
Nick suelta una pequeña risa a mis espaldas, ganándose una mala mirada de mi parte, aunque poco le importa porque comienza a alejarse al igual que los demás.

Decido no hacer esperar más a mi esposo y camino hacia donde se encuentra, cruzado de brazos contra una pared.
Jamás nos hemos peleado y presiento que esta no será una charla pacífica.

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